El Museo universal (1868)
Filipinas 3
de Bernabé España

Nota: Se ha conservado la ortografía original.

De la serie:

GEOGRAFIA Y VIAJES.

Filipinas

(continuacion.)

Los indios que viven en otras provincias, tienen en su territorio, digámoslo asi, el límite basta donde alcanza por aquella parle la luz de la civilización. Asi como en las islas Visayas se llaman sus naturales moros, y en la provincia de la Union igorrotes, en la de llocos Sur se denominan tinguianes. El tinguian nace sin mas auxilios que los de la naturaleza, en medio del campo, en una pequeña choza, ó debajo de un árbol, porque á su madre le importan poco tales accidentes, y por lo tanto no se cuida de ellos. Asi que, no bien ha efectuado el alumbramiento, cuando ya se la ve andar y acudir á sus ordinarias faenas, como si nada hubiera sucedido. Si por casualidad hay cerca algún rio, se baña aquella inmediatamente con el recien nacido, y si no, limpia el cuerpo de éste con zacate ú hoja de plátano. Concluida semejante operación, que puede decirse es el bautizo, la tinguiana da á su hijo por nombre el de perro, gallo, carabao, cangrejo, piedra, árbol, etc., con lo que queda terminado el acto, sin mas testigos que la soledad y el misterio.

La iglesia parroquial del barrio llamado de Binondo, merece un lugar en las páginas de El Museo, que hoy la reproduce por medio del grabado, como edificio digno de ello por su notable estructura, cuya fundación es demasiado antigua, y por su torre de la que en lejanas tierras suelen contarse sendas patrañas, hasta el estremo de variar el punto de su situación diciendo (como habrán oído algunos de nuestros lectores al mostrar las vistas de una óptica ó tutilimundi:) Ahora verán ustedes la gran torre de Binondo, en China, con tantas ventanas como dias tiene el año. Si es ó no disparate craso, no tiene, para verlo cualquiera, mas que tomar trasporte en un buque, y marchar desde Europa á la sorprendente calle del Rosario, en Binondo, y allí verá si está ó no en China, aunque á decir verdad, según lo rodeada de chinos que se ve, parece ser cierta la esplicacion del ciego de la óptica.

Los datos que se han adquirido respecto de la fundación de tan notable templo, se reducen, á que llegada la órden de padres dominicos ¡i las islas Filipinas, en el año de 1587, pudo fray Domingo de Benavides, en el año de 1588, bautizar solemnemente, á tres chinos de los que se dedicaban al comercio en Manila, y luego hizo lo mismo con otros varios en el artículo de la muerte a los pocos meses de haber llegado los tales religiosos al referido archipiélago.

Dedicados sucesivamente a la conquista espiritual de los infieles de dicha nación china, que abundaban ya en Filipinas, se les concedió licencia para hacer una pequeña iglesia para los chinos cristianos cerca del pueblo de Tundo, en el sitio llamado Baybay, cuyo permiso fue otorgado por don Santiago de Vera, gobernador entonces de las islas, poniendo la iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora de la Purificación, y quedaron allí de asiento los padres Benavides y fray Juan Cobo aprendiendo la lengua china, lo que pronto consiguieron, predicando y enseñando en ella la doctrina evangélica, asi á los chinos é indios cristianos, como á los aun infieles del Parían, sitio llamado asi y en donde se permitía hacer el comercio y los que venían de China á Manila á sus negocios mercantiles.

FILIPINAS.—IGLESIA PARROQUIAL DEL BARRIO DE BINONDO, EN MANILA.


A corto tiempo de hecha la iglesia, pareció conveniente acercarla mas al pueblo principal de los chinos ó sea el Parian, donde de ordinario solia haber ocho ó diez mil de ellos, subiendo en ocasiones su número á mas de quince mil. Entre aquel pueblo y la ciudad de Manila, hicieron los padres una casita de nipa, y desde allí acudían á la enseñanza y predicación, viviendo con pobreza y sin contar en lo mas mínimo con la caridad de los neófitos por ser infieles y naturalmente codiciosos. Recogieron los enfermos en dicha casa, y les suministraron camas, proveyéndolos para su abrigo hasta de sus propias capas, y asistiéndolos con admiración de aquella gente que no podia comprender tal caridad y abnegación, por lo cual todos los chinos les cobraron particular cariño, pues llegó el caso de que para proporcionarles socorros, se proveyesen hasta del convento de Manila. Al ver el gobernador el fruto del hospital, les dió cien mantas de Ilocos, y fue acrecentándose tanto el edificio, que junto al primitivo de nipa, hicieron otro hospital de piedra y fábrica con 20 camas en la sala principal, hasta que por disposición del gobierno se pasó á otro edificio (al lado opuesto del rio junto á Manila) titulándolo Hospital de San Pedro Mártir. Algo después se puso bajo la advocación del Arcángel San Gabriel, que era la que tenia el antiguo y que aun conserva su iglesia, y además por la coincidencia de haber salido el nombre de este Santo tres veces seguidas entre los de otros que se sortearon para dársele al nuevo hospital.

Los chinos cristianos se aumentaban y avecindaban en Baybay, y fue necesario, con el tiempo, comprar un sitio cerca del Perian, escogiéndose uno dividido por un rio llamado Minondoc: se compró, pues, para dársele á estos nuevos cristianos, como en efecto se les dió por don Luis Pérez das Mariñas, caballero de Alcántara y gobernador que había sído de Filipinas, el cual vivió con ellos en aquel pueblo, dándoles sano y admirable ejemplo.

En este, sitio fue preciso hacer otra nueva iglesia, mayor que la de Baybay, para que los padres dominicos se dedicasen á la administración espiritual de sus neófitos, que tan rápida y admirablemente habian empezado. Esta iglesia es la que en el dia existe, y cuya fachada principal representa la lámina adjunta. Es un edificio bastante capaz, de un sedo cuerpo en su fachada, que no carece de cierta gracia y gusto arquitectónico. En el costado ó esquina de la calle, llamada de la Sacristía, descuella la alta torre de cinco cuerpos en disminución y de figura octogonal, con una ventana en cada frente de ellos y una linterna ó mirador al final, bastante elevado, encima de un remate de forma de cono truncado; desde ella se percibe una dilatada estension de terreno; al Oeste, se esplaya la vista por la estensa bahía de Manila; al Noroeste, se contempla, entre un frondoso paisaje, el humilde caserío del pueblo de Tondo, perdiéndose hasta Tambobo ó Malabon; y por el Nordeste se ven, entre infinidad de arroyos ó esteros, el barrio de trozo ó San José, el de Sibacon, y las apiñadas casas de Santa Cruz y de Quiapo; mientras que por el Sur, descuellan los edificios mas notables de la capital de Manila, como son la Catedral, Santo Domingo, San Agustín y otros.

Estos son los períodos porque la iglesia de Binomio ha pasado hasta llegar al estado en que se vé, sirviendo de parroquia á un numeroso barrio, compuesto de gran numero de chinos y mestizos, algunos indígenas, y bastantes españoles y estranjeros que lo habitan, siendo todo él muy animado, y centro del comercio y movimiento mercantil de la populosa ciudad de Manila.

En lo mas escabroso de las elevadas montañas de Filipinas, y en lo mas áspero de sus impenetrables bosques, habitan, según noticias, numerosas razas ó tribus de infieles, sobre, los que no ha penetrado la luz del Cristianismo, ni de la civilización. Las cordilleras del monte de la isla de Luzon se encuentran habitadas por igorrotes, tinguianes, ifugaos, y otras razas mas ó menos feroces. Pero la mas estendida es la de los negritos actas, que por su pelo crespo, sus labíos prominentes y su ángulo facial, se cree por algunos que sean los primeros habitantes de Filipinas. Los negritos son en general pequeños de cuerpo, delgados y ágiles, pero mal formados. Tienen la nariz gruesa y aplastada, el cabello crespo como lana enredada, el labio superior grueso y caido sobre el inferior, su color es más claro y menos feo que el de los negros de la costa de Africa. Van completamente desnudos, y se cubren con un taparrabos de corteza de árbol; pero los que tienen trato mas frecuente, lo usan de tela, y llevan además un pedazo de coquillo de colores ó de manta echado sobre los hombros, y se suelen poner un pañuelo en la cabeza. Los que comercian con pueblos civilizados, dan varios productos de los montes, como miel, cera y bejucos, á cambio de telas y de moneda: las mujeres de éstos visten una ligera camisilla un tapis: las de lo mas feroces van también desnudas. Las primeras, colocan en su pelo un peine de caña, en el que ejecutan linas labores, y por sus orejas taladradas atraviesan un pedacito de rama en flor, que además de su rizada cabellera, les da un aspecto estraño. Los hombres solteros suelen usar también el peine de caña como distintivo de su estado. Todo; ellos llevan en sus manos el arco y las flechas, que suelen envenenar con jugo de plantas que los mismos conocen; en la cintura ostentan un bolo ó cuchillo muy afilado. Se casan á la edad de ocho ó nueve años, aunque no se reúnen con sus mujeres. Apetecen sobremanera el fuego, encienden grandes hogueras, y por la noche se acuestan sobre ceniza calienle. Las mujeres paren también sobre la ceniza, y después se bañan, llevando á su hijo, cuando se ausentan, pendiente del cuello ó en la espalda, sostenido por un lienzo atado á la nuca. No tienen religión alguna. Comen javalíes, venados, y raices de árbol. Sus distracciones consisten en el canto, en el baile llamado acubat, y en el manejo de las armas. Todos los esfuerzos que han hecho los padres misioneros y las autoridades de las islas para civilizar á los negros aetas y conseguir que vivan en sociedad, han sido infructuosos.

Aunque ligeramente, debemos hacer mérito también de dos tipos indios, de los mas bellos y correctos que existen en el archipiélago filipino, á saber: la india de Paquil y la de Pateros. El trage de la primera difiere poco del qué usan las de los alrededores de Manila, á no ser en ciertos meses del año, que hace fresco, y se quitan el tapis para llevarlo atado á la cintura, y para ponérselo á manera de capa sobre rus espaldas. La segunda, lleva un gran salacot en la cabeza, que la sirve para defenderse del sol y de la lluvia, con un grueso rosario de magnas proporciones, pendiente del cuello, y unos zuecos que se quita y suele llegar en la mano para andar con mas desembarazo. Cuando es jóven, descubre en su figura y en su rostro señales de belleza y de dulzura, y puesta al frente de una tiendecilla de sayas y pañuelos, gana dos ó tres reales al fia. Por la noche, y estando pilando el palay con sus compañeras y compañeros, al acompasado y triste golpe del palacol (mazo grande) reza el rosario en voz alta y todos le responden muy devotamente. Es aficionada á permanecer medio desnuda en la orilla del rio, rodeada de patos, á los que alimenta con suró (caracolillo) para que pongan numerosos huevos que luego vende á millares en la capital. Después hace el balot (los empolla) reuniendo para este objeto mil ó mil y quinientos huevos de pato, que envuelve en el tigbo (pedazo de tela ordinaria) con la cantidad de palay suficiente para cubrirlos, y la calienta al sol o al fuego. En el tong (canasto grande) pone una capa de palay caliente, estiende otra encima de huevos, en seguida otra de palay, y asi sucesivamente hasta dejarlos bien colocados entre capas de dicho grano. En esta operación, emplea 14 ó 16 días, en cuyo periodo de tiempo quedan los huevos en su calor natural y los estiende después en una cama de ipá (cáscara de palay) y redobla su vigilancia y su cuidado, ya tapándolos con ropas, ya destapándolos, á fin de conservar el equilibrio del frió y del calor. Pasados 12 ó lidias, salen naturalmente los patitos en número de 800 ó 1,000, los cuales cuida con el mayor esmero, dándoles la mejor morisqueta que tiene y otros delicados alimentos, hasta cumplirse cuatro meses en que empieza á sacar utilidad de esos polluelos. Y, por último, la india de pateros se presenta en los dias de fiesta con un lujo y elegancia que en su clase compite con el que ostentan las de mas rumbo y mas garbo de Cavite.

(Se continuará.)

Bernabé España.