IV.

Ya se me quiere cansar
El flete de mi relato ...
—Priendalé güasca otro rato:
Recien comienza á sudar.


—No se apure: aguardesé:
¿Como anda el frasco?
 —Tuavía
Hay con que hacer medio dia:
Ahí lo tiene, priendalé.


—¿Sabe que este giñebron
No es para beberlo solo?
Si alvierto traigo un chicholo
O un cacho de salchichon.


—Vaya, no le ande aflojando
Dcle trago y domeló,
Que ti reiz de las carnes yó
Me lo estoy acomodando.

—¿Que tuavía no ha almorzao?
—Ando en ayunas Don Pollo;
Porque ¿á que contar un bollo
Y un cimarron aguachao?


Tenia hecha la intencion
De ir á la fonda de un gringo
Despues de bañar el pingo ....
—Pues vamonos del tiron.


—Aunque ando medio delgao
Don Pollo, no le permito
Que me merme ni un chiquito
Del cuento que ha comenzao


—Pues, entonces, allá vá:
Otra vez el lienzo alzaron
Y hasta mis ojos dudaron,
Lo que vi ...¡barbaridá!


¡Qué quinta! ¡Vírjen bendita!
¡Viera amigaso el jardin!
Allí se via el jazmin,
El clavel, la margarita.


El toronjil, la retama
hasta estuatas, compañero
Al lao de esa, era un chiquero
La quinta de Don Lezama.

Entre tanta maravilla
Que alli habia, y medio á un lao,
Habian edificao
Una preciosa casilla.


Allí la rubia vivía
Entre las flores como ella,
Alli brillaba esa estrella
Que el pobre Dotor seguia.


Y digo pobre Dotor,
Porque pienso, Don Laguna,
Que no hay desgracia ninguna
Como un desdichao amor.


—Puede ser; pero, amigaso,
Yo en las cuartas no me enriedo
Y en un lance, en que no puedo,
Hago de mi alma un cedaso.


Por hembras yo no me pierdo:
La que me empaca su amor,
Pasa por el cernidor
Y .... si te vi, no me acuerdo.


Lo demás, es calentarse
El mate al divino ñudo ........
—¡Feliz quien tenga ese escudo
Con que poder rejuardarse!

Pero usté habla, Don Laguna,
Como un hombre que ha vivido
Sin haber nunca querido
Con alma y vida á ninguna.


Cuando un verdadero amor
Se estrella en una alma ingrata,
Mas vale el fierro que mata
Que el fuego devorador.


Siempre ese amor lo persigue
A donde quiera que vá:
Es una fatalidá
Que á todas partes lo sigue.


Si usté en su rancho se queda,
Ó si sale para un viage,
Es de valde: no hay parage
Ande olvidarla usté pueda.


Cuando duerme todo el mundo,
Usté, sobre su recao,
Se dá güeltas, desvelao,
Pensando en su amor projundo.


Y si el viento hace sonar
Su pobre techo de paja,
Cree usté que es ella que baja
Sus lágrimas á secar.

Y si en alguna lomada
Tiene que dormir, al raso,
Pensando en ella, amigaso,
Lo hallará la madrugada.


Alli acostao sobre abrojos,
O entre cardos, Don Laguna,
Verá su cara en la luna,
Y en las estrellas, sus ojos.


¿Que habrá que no le recuerde
Al bien de su alma querido,
Si hasta cree ver su vestido
En la nube que se pierde?


Asina sufre en la ausieusia
Quien sin ser querido quiere:
Aura verá como muere
De su prenda en la presencia.


Si enfrente de esa deidá
En alguna parte se halla,
Es otra nueva batalla
Que el pobre corazon dá.


Si con la luz de sus oios
Le alumbra la triste frente,
Usté, Don Laguna, siente
El corazon entre abrojos.

Su sangre comienza á alzarse
A la cabeza en tropél,
Y cree que quiere esa cruél
En su amargura gozarse


Y si la ingrata le niega
Esa ligera mirada,
Queda su alma abandonada
Entre el dolor que la aniega.


Y usté firme en su pasion ....
Y van los tiempos pasando,
Un hondo surco dejando
En su infeliz corazon.


—Güeno amigo: asi sera,
Pero me ha sentao el cuento .....
—¡Que quiere! Es un sentimiento .....
Tiene razon: allá vá:—


Pues, señor, con gran misterio,
Traindo en la mano una cinta,
Se apareció entre la quinta
El sonso de Don Silverio.


Sin duda alguna saltó
Las dos zanjas de la güerta,
Pues esa noche su puerta
La mesma rúbia cerró.

Rastriándolo se vinieron
El Demonio y el Dolor,
Y tras del árbol mayor
A aguaitarlo se escondicron.


Con las flores de la güerta
Y la cinta, un ramo armó
Don Silverio, y lo dejó
Sobre el umbral de la puerta.


—¡Que no cairle una centella!
—¿A quién? Al sonso?
 —¡Pues digo! ....
¡Venir á osequiarla, anmigo,
Con las mesmas flores de ella!


—Ni bien acomodó el guacho,
Ya rumbió ....
 —¡Miren que hazaña!
Eso es ser mas que lagaña
Y hasta dá rabia, caracho!


—El Diablo entonces salió
Con el Dotor, y le dijo:
«Esta vez priende de fijo
La vacuna, crealó.»


Y el capote haciendo á un lao,
Desenvainó allí un baulito,
Y jué v lo puso juntito
Al ramo del abombao.

—No me hable de ese mulita:
¡Qué apunte para una banca!
¿A que era májica blanca
Lo que trujo en la cajita?


—Era algo mas eficás
Para las hembras, cuñao,
Verá si las ha calao
De lo lindo Satanás!


Tras del árbol se escondieron
Ni bien cargaron la mina,
Y mas que nunca, divina,
Verir á la rubia vieron.


La pobre, sin alvertir,
En un banco se sentó,
Y un par de medias sacó
Y las comenzó á surcir.


Cinco minutos, por junto,
En las medias trabajó,
Por lo que carculo yó
Que tendrian solo un punto.


Dentró á espulgar á un rosal,
Por la hormiga consumido,
Y entonces jué cuando vido
Caja y ramo en el umbral.

Al ramo no le hizo caso,
Enderezó á la cajita,
Y sacó .... ¡Vírgen bendita!......
¡Viera que cosa, amigaso!


¡Qué anillo! ¡Qué prendedor!
¡Qué roselas soberanas!
¡Qué collar! ¡Qué carabanas!
—¡Vea al Diablo tentador!


—¿No le dije Don Laguna?
La rubia allí se colgó
Las prendas, y apareció
Mas platiada que la luna.


En la caja Lucifer
Habia puesto un espejo ....
—¿Sabe que el Diablo, canejo,
La conoce á la mujer?


—Cuando la rubia gastaba
Tanto mirarse, la luna,
Se apareció Don Laguna,
La vieja que la cuidaba.


¡Viera la cara, cuñao,
De la vieja, al ver brillar
Como reliquias de altar
Las prendas del condenao!

«¿Diaonde este lujo sacás?»
La vieja, fula, decia,
Cuando gritó:—« ¡Avemaria! »
En la puerta, Satanás.


—« ¡Sin pecao! ¡Dentre señor! »
—« ¿No hay perros?»— ¡Ya los ataron! »
Y ya tamien se colaron
El Demonio y el Dotor.


El Diablo allí comenzó
A enamorar á la vieja,
Y el Dotorcito á la oreja
De la rubia se pegó.


—¡Vea al Diablo haciendo gancho!
—El caso jué que logró
Reducirla, y la llevó
A que le amostrase un chancho.


¿Por supuesto, el Dotorcito
Se quedó allí mano á mano?
—Dejuro, y ya verá hermano
La liendre que era el mocito.


Corcobió la rubiecita
Pero al fin se sosegó,
Cuando el Dotor le contó
Que él era el de la cajita.

Asigun lo que presumo,
La rubia aflojaba laso,
Porque el Dotor, amigaso,
Se le queria ir al humo.


La rubia lo malició
Y por entre las macetas,
Le hizo unas cuantas gambetas
Y la casilla ganó.


El Diablo tras de un rosal,
Sin la vieja apareció....
¡A la cuenta la largó
Jediendo entre algun maizal!


—La rubia, en vez de acostarse,
Se lo pasó en la ventana,
Y allí aguardó la mañana
Sin pensar en desnudarse.


Ya la luna se escondia,
Y el lucero se apagaba,
Y ya tamien comenzaba
A venir clariando el dia.


¿No la visto usté de un yesquero
Loca una chispa salir,
Como dos varas seguir
Y de alií perderse, aparcero?

Pues de ese modo, cuñao.
Caminaban las estrellas
A morir, sin quedar de ellas
Ni un triste rastro borrao.


De los campos el aliento
Como sahumerio venia,
Y alegre ya se ponia
El ganao en movimiento.


En los verdes arbolitos
Gotas de cristal brillaban
Y al suelo se descolgaban
Cantando los pajaritos.


Y era, amigaso, un contento
Ver los junquillos doblarse,
Y los claveles cimbrarse
Al soplo del manso viento.


Y al tiempo de reventar
El boton de alguna rosa,
Venir una mariposa
Y comenzarlo á chupar.


Y si se pudiera al cielo
Con un pingo comparar,
Tamien podria afirmar
Que estaba mudando pelo.

—¡No sea bárbaro, canejo!
¡Que comparancia tan fiera!
—No hay tal: pues de saino que era
Se iba poniendo azulejo.


¿Cuando ha dao un madrugon
No ha visto usté, embelesao,
Ponerse blanco-azulao
El mas negro ñubarron?


—Dice bien, pero su caso
Se ha hecho medio empacador ....
Aura viene o mejor
Pare la oreja, amigaso.


El Diablo dentró á retar
Al Dotor, y entre el responso
Le dijo:—« ¿Sabe que es sonso?
¿Pa qué la dejó escapar?»


« Ahí la tiene en la ventana:
« Por suerte no tiene reja,
« Y antes que venga la vieja
« Aproveche la mañana. »


Don Fausto ya atropelló
Diciendo:—«¡basta de ardiles!»
La cazó de los cuadriles
Y ella .... tamien lo abrazó!

—¡Oiganlé á la dura!
 —En esto ....
Bajaron el cortinao:
Alcance el frasco, cuñao,
—Agatas le queda un resto.