Fábulas en verso castellano/XX
Niños que de seis a once, tarde y noche alegremente, jugáis en torno a la fuente del gran caballo de bronce que hay en la plaza de Oriente. Suspended vuestras carreras, pues hace calor; y oíd una historia muy de veras, y de las más lastimeras que se cuentan por Madrid. Ese caballo años ha estaba, como quizá sabréis sin que yo lo indique, dentro del Retiro, allá frente a la casa del Dique. Allí da el jardín frescura con sus aguas y verdor, y el canoro ruiseñor tiene morada segura de enemigo cazador. Allí al caballo volaban con fácil y presto arranque mil pájaros que llegaban a beber en el estanque, cuyas ondas le cercaban. Allí, con reserva poca, le corría todo entero la turba intrépida y loca, y hallábale un agujero que tiene el bruto en la boca. Es tal la disposición, que por la parte de afuera da fácil introducción a un pajarillo cualquiera del tamaño de un gorrión. Por adentro, sin percance, todo el cuello de un avance mete el pájaro; después, como no hay dónde afiance ni las alas ni los pies, ni ellos le son de provecho, ni ellas le hacen sino estorbo; y empujando con despecho, se hiere garganta y pecho contra el borde áspero y corvo. Y víctima el animal de su imprudencia fatal que salir de allí le veda, vuela, anda, se atonta y rueda por la cárcel de metal. Donde triste prisionero, pidiendo en vano merced, sobre muchos que primero tuvieron su paradero, perece de hambre y de sed. Mil avecillas, buscando sombra densa en el estío, mil en el invierno, cuando ya lloviendo, ya nevando, traspasábalas el frío, embocáronse en la panza del caballo, que en venganza debió decir para sí: Renunciad a la esperanza, pájaros que entráis en mí. Con el tiempo se mudó del jardín en que habitó a la plaza donde está, y entonces se le quitó el cuerpo que encima va. Y los cóncavos secretos del cuadrúpedo cruel aparecieron repletos de plumas y de esqueletos de aves tragadas por él. Dañosa curiosidad las condujo a muerte cruda. -¡Ay! ¡Cuántos en nuestra edad por la brecha de la duda se abisman en la impiedad! Abismo donde pedir favor al mortal discurso no basta para salir: él nos deja sin recurso desesperar y morir.