Exposición del Libro de Job/Capítulo 9 exposición

1. Y respondió Job y dijo. Responde aquí Job a Bildad, que en su razonamiento había dicho dos cosas: una, que Dios es justo, y ansí no quita su justicia a ninguno, ni le hace agravio; otra, que si él lo hubiera sido, nunca viniera a miseria. Y probólo con las semejanzas del junco, que de suyo se seca, y del árbol bien plantado que, maltratado, crece, y, arrancado, se renueva; y, como dicho habemos, deducía de la primera aquesta segunda, en lo cual se engañaba; porque se compadecía bien con ser Dios justo, Job no haber pecado y estar puesto en trabajos. Pues responde a lo primero Job agora, y confiesa que es justo Dios, y tan justo que, comparado con él, lo es ninguno; no sólo porque es menor que él sin ninguna comparación, sino también porque, examinándolos él, hallará imperfecciones en todos; y como en la luz del sol las pequeñas motas se parecen, que fuera dél no se veían, ansí en los ojos y presencia de aquella luz infinita se descubren todas nuestras faltas por pequeñas que sean.

Y por eso dice de esta manera:

2. De cierto conozco que es ansí; ¿y cómo se justificará varón con Dios? Que es, como hacer se suele disputando en la Escuela, conceder el que responde lo que presupuso el que argüía para inferir lo que quiere, y habiéndolo concedido, negar lo que de ello colige. Pues dice que confiesa ser justo, y no torcer el juicio, que es lo que Bildad presupuso; y dice que todos los que Dios juzgare y condenare por malos, convencerá que lo son, sin que pueda nadie mostrar ni defender lo contrario. Que esto llama aquí justificarse, conviene a saber, mostrarse justo y libre de culpa en lo que Dios le acusa y se la pone. Ansí que Job lo concede; mas de concederlo no se sigue, como habemos dichos y habremos forzosamente de decir muchas veces, ser Job malo; ni para sostentar esta verdad de la justicia divina es necesario poner en Job malicia y pecado con falsedad y mentira. Ansí que concédele a Bildad Job el presupuesto primero, y niégale calladamente lo que de ello pretende; y no sólo le concede la primera proposición, sino confírmala él y engrandécela con razones nuevas.

Y dice:

3. Si le placiere barajar con Él, no te responderá de mil uno; esto es, si alguno se atreviere a trabar pleito con Dios y a defenderse de los cargos que le pusiere, a mil no responderá uno. En que quiere decir, no que se defenderá de alguno, y de muchos no se defenderá, sino que a ninguno por muchos que sean sabrá responder, porque serán verdaderos todos y justificados.

Y añade:

4. Sabio de corazón y fuerte de fuerza, ¿quién se le opuso y quedó en paz? Como diciendo que hay dos caminos por donde los acusados se libran, o con violencia, quebrantando la cárcel y leyes, o por juicio, mostrando con razón su inocencia; y que ambos se los toma Dios a quien Él hace cargo y acusa. Porque contra Dios no hay violencia que valga, porque es fuerte, ni aviso o saber que disculpe, porque es sabio más que ninguno. Y ansí dice, el atrevido que se le opusiere, o según otra letra, que se le endureciere, esto es, que acusándole Dios no se conociere luego y se le rindiere, sino presumiere de hacerle cara y discutir con Él defendiéndose, no tendrá paz, esto es, no conseguirá su deseo; y demás de esto perderá la vana opinión que de sí y de su inocencia tenía, y su misma consciencia se levantará contra Él y le hará continua guerra, sin dejarle parte de bien ni de reposo. Y en confirmación de este poder grande de Dios refiere por hermosa manera algunas de las cosas que puede. Y dice:

5. Trasmuda montes, y no supieron que los trastornó con su furor. Lo que decimos trasmuda, en el original es arranca; y ansí dice que a los montes, que son las partes más firmes y menos mudables de la tierra, los arranca cuando le place y los pasa de un lugar a otro.

Y no supieron, dice, que los trastornó con su furor; que lo entendemos en dos diferentes maneras. No supieron, esto es, los que vieron el movimiento y caída de los montes, no supieron la causa de ella, que es declarar más lo que Dios puede; como diciendo que los mueve y trastorna si le place, sin ayudarse para ello del concurso de la naturaleza; y ansí no hallan causa de ello los que lo miran, ni saben cómo ni de qué manera se hizo. O de otra manera: no supieron, esto es, los mismos montes no lo entendieron, que es forma de decir bien usada para declarar la presteza con que alguna cosa se hace; como en nuestra lengua decimos en un cerrar y abrir de un ojo, sin ser oído ni visto, sin ver de dónde ni cómo.

Pues dice, para mayor demostración de lo que Dios puede, que trastorna los montes y que no gasta tiempo en trastornarlos, ni usa de algún artificio de máquinas, sino con suma facilidad, en un abrir de ojos, sin que sepáis cómo ni de qué manera, en un punto. Y esto es, entendiendo aquí los montes con propiedad. Que si queremos decir que es metáfora, en que los montes, según el uso de la Escritura, son los grandes y los ricos hombres del mundo, dice maravillosamente bien que los arranca Dios y los trastorna, y ellos no saben que les viene de Dios aquel azote, parte, por la ignorancia y desacuerdo grande que de Dios tienen los tales (que como en la propiedad no le respetan, ansí también por justo juicio suyo en la adversidad y caída no le reconocen) y parte, porque ordinariamente derrueca Dios aquestas cabezas, sin parecer que pone Él en ellas su mano, y ciertamente sin hacer prueba de su extraordinario poder, sino con eso mismo que en el común curso de las cosas sucede y sin sacarlas de madre; y las más veces lo hace con sus mismos consejos y hechos de ellos, y con lo que ser pertrechan y piensan valer, haciendo Dios azote de ello que los atormente y máquina que los derrueque por tierra. El uno viene a caer por el amigo que favoreció sin justicia; el otro sus mismas riquezas, que allegó codicioso para su defensa, le entregan al poder de la envidia; el otro, que llegaba sin oposición a la cumbre, halló en el alto grado donde subía quien le enviase deshecho al suelo. Porque no es honra de Dios luchar a brazo partido con sus enemigos, ni salir al campo con ellos, ni sería gran valentía vencerlos por sí solo quien les hace tantas ventajas; dalos a sus esclavos, a ellos mismos y a sus pasiones; con sus obras de ellos los deshace, y con sus apoyos los derriba, y con sus armas mismas los vence; y ansí vense heridos, y no saben de dónde les vino el golpe, y derruécalos Dios, y no ven contra sí otras manos enemigas sino las suyas.

Más dice:

6. Estremece tierra de lugar suyo, y sus columnas se espantarán. Va acrecentando lo dicho; no sólo, dice, trastorna los montes, sino estremece a la tierra toda, y pone espanto a sus columnas, que es decir, a sus fundamentos, para significar que los hace temblar, porque quien se espanta tiembla.

Y aún es más lo que añade:

7. Dice al sol, y no nacerá; y sobre estrellas pondrá sello, como diciendo, no sólo trastorna la tierra, sino también pone ley al cielo. Dice al sol, esto es, manda al sol que no amanezca, y no sale; y si quiere, quita a las estrellas su luz.

8. Y extiende cielos Él solo, y huella sobre las alturas del mar, que es decir que lo puede todo y lo hinche, y también lo cría y sustenta todo.

Y ansí dice:

9. Hizo Arturo y Orión y Cabrillas, y retraimiento del Ábrego; que cierto es, si cría el cielo, cría también la tierra, que es menos que el cielo, y nace y se gobierna dél en cierta manera, y por eso se contentó con decir lo primero. Y no carece de consideración, a la región de donde expira el Mediodía llamarla retraimiento del Ábrego, esto es, llamarla retraimiento y cámara secreta, que ansí lo significa la palabra en su origen. Porque a la verdad, en la figura de esfera que tenemos los que en esta parte del mundo vivimos, siempre se nos descubre el Oriente y Septentrión y Poniente, y la parte Austral y de Mediodía se encubre. Demás de que aquellas tierras australes que están debajo y de la otra parte de la equinoccial, han sido tierras encubiertas y no sabidas y tenidas por inaccesibles hasta la edad de nuestros agüelos, en que las naves de España las descubrieron. Y ansí llama bien retrete y apartamiento a la casa del Ábrego y a las estrellas australes del otro polo, de quien por la misma razón dice también el poeta:

Que cuanto se levanta el cielo alzado
encima los alcázares rifeos,
tanto se va sumiendo recostado
hacia el Ábrego y Libia y los Guineos;
aqueste quicio vemos ensalzado:
debajo de los pies aquél, los feos
y hondos infernales, el Cerbero
le ve, y del negro lago el mal barquero.
Aquí va dando vueltas la serpiente
grandísima, a manera de un gran río,
por entre las dos Osas reluciente;
las Osas que en la mar nunca el pie frío
lanzaron; mas allí continamente
qu'es calma, dicen, todo y estantío,
en noche profundísima espesando
lo escuro las tinieblas y engrosando.

Y finalmente concluye:

10. Hace grandezas hasta que no pesquisa, y maravillas hasta que no cuento, esto es, más y mayores de lo que pensar o contar se puede.

Y pruébalo encontinente diciendo:

11. Veis; pasará delante de mí y no veré, pasará y no le entenderé. Como si dijese, tan cierto es que exceden a toda cuenta las maravillas que Dios hace, que eso mismo que hace delante de nuestros ojos, las obras suyas que traemos entre las manos, no las entendemos ni podemos saber. Pasará, dice, delante de mí, esto es, lo que pasa y anda delante de mí, las cosas que hace en mi presencia con verlas no las veo, porque no las alcanzo ni entiendo.

Y ansí:

12. Preguntará, ¿y quién le responderá, o quién le dirá qué es lo que haces? Preguntará, dice, esto es, y si Él o otro por Él nos pregunta qué es o por qué es eso mismo que vemos, no habrá quien le pueda dar razón, ni quien le diga qué es lo que hace o por qué fin y causa lo hace.

Mas el original aquí dice de esta manera: Arrebatará, ¿quién le hace tornar, o quién le dirá qué es lo que haces? Que es otro argumento con que prueba el mucho poder que Dios tiene, diciendo que lo que prende una vez no lo suelta, ni hay quien pueda hacer que lo suelte ni con fuerza ni con razones. Arrebatará, dice, esto es, si arrebatare alguna cosa y la tomare en las manos, o sea para hacerla bien o para ejecutar su castigo, ¿quién habrá que torne a soltarla?; ¿quién puede sacársela de las manos por fuerza, o decirle qué es lo que haces, y pedirle esta cuenta? De lo que toma y allega a sí para bien, dice Cristo en el Evangelio: Nadie los sacará de mis manos. De lo que prende para castigo es lo de [Oseas] Profeta, que dice [hablando de los de su pueblo bajo de la semejanza de una mujer adúltera: Y varón no la sacará de mi mano]. Y da luego la causa:

13. Dios, a cuyo furor ninguno resiste, opresos debajo de él los que apoyan el mundo, o como dice el hebreo, no reporta furor suyo. Que es decir, nadie es parte con Dios para que deje lo que una vez prende, porque no teme a nadie de manera que le reporte, que debajo de sus pies tiene hollados y vencidos a los que más pueden. Que llama apoyos del mundo a los que le gobiernan y rigen, y a los poderosos en él, que al pie de la letra en el original son llamados ayudadores o fortalecedores de soberbia;. porque la soberbia y el apetito de la excelencia excesivo es proprio vicio de los grandes del mundo. Porque no sólo son soberbios ellos en sí, mas también ponen en estima y en admiración con su manera de vivir esta secta de vida, y hacen que sea amada con ardor y seguida y buscada aun por caminos vedados la grandeza y pujanza.

Dice:

14. ¿Cuánto más responderle yo, y razonar de pensado con Él? A esta conclusión ordenó todo lo que ha dicho hasta agora, porque dice de esta manera; pues si Dios es tan sabio y poderoso, como decía, si arranca los montes y estremece la tierra, y pone velo a las estrellas y al sol, si lo crió todo y lo gobierna y visita, si presente se encubre y claro se escurece, si no suelta lo que afierra, y si no enfrena su ira por miedo, ni estima a los que en el mundo son de temer, antes los oprime y los pisa, ¿quién soy yo para ponerme con él a razones, ni para hacerle rostro y querer, en contradicción suya, salir con la mía?

15. Que, como dice luego, si justo fuere, no responderé, rogaré al que me juzga; esto es, por más justo que sea, enmudeceré puesto delante, y no tendré ni ánimo ni saber para más de tendido a sus pies apiadarme con él, como el original dice, que es procurar moverle a piedad con lastimeras significaciones y voces. Por manera que Job, en lo que hasta aquí dice, desengaña a sus amigos de dos cosas que no entendían dél falsamente, por no haber advertido bien a sus dichos. Que a la verdad, de oírle afirmar que no era pena de culpa su azote, coligieron ellos con engaño dos cosas: una, que tenía a Dios por injusto, pues se defendía por no culpado a sí mismo; otra, que presumía de tomarse con él a manos, y ponerle pleito sobre su causa; y Job, ni lo uno ni lo otro decía, ni de lo que dicho había se podía bien inferir. Porque, sin ser Dios injusto, podía él ser inocente y afligido; y el tenerse por tal, no era igualarse con Dios, ni presumir en tela de juicio vencerle. Y ansí Job, visto lo mal que sus amigos entendían sus dichos y el error en que estaban, los saca del aquí con palabras clarísimas; que, como visto habemos, en el principio dijo: De cierto conozco que es ansí, y que no se justificará varón con Dios, en que le confiesa ser justo, y cuanto a esto los saca de engaño; y después añadió que no quería ponerse en disputa con Él, ni competir en razones; y declara la causa, diciendo lo que del poder y saber de Dios sentía, para persuadirles más su sentido. Y ansí repitió y extendió mucho esta parte, en la cual todavía insiste, y añade:

16. Si llamare y me respondiere, no creeré que escucha mi voz. Que es decir cuán entendido tiene que ninguno puede barajar con Dios, como él dice, que por ser la diferencia y el exceso tan grande, si le llama a pleito, o no le responderá si quisiere, o le responderá de manera que le turbe y atruene. Y dice, cuando por otra vía no, a lo menos por lo que padezco lo sé: o dice, porque me tiene de manera agora, que apenas a mí mismo me entiendo.

17. Porque con tempestad me quebrantó, y amontonó mis heridas sin causa.

18. No me deja tomar aliento; mas hártame de amarguras. Las cuales palabras, aunque en el original suenan lo por venir, mas tienen fuerza y significación de lo presente acerca de los que lo entienden. Pues dice que con tempestad le quebrantó o maceó, que es más conforme a su origen, para declarar no sólo la grandeza del mal, sino también la presteza y furia grande con que vino sobre él. Que como en la tempestad de verano, cuando el aire se turba, el cielo se escurece de súbito y juntamente el viento brama y el fuego reluce, y el trueno se oye, y el rayo y l'agua y el granizo amontonados cayendo, redoblan con increíble priesa sus golpes, ansí a Job sin pensar le cogió el remolino de la fortuna, y le alzó y abatió con fiereza y priesa, de manera que se alcanzaban unas a otras las malas nuevas. Y esto mismo declara diciendo que amontonó sus heridas: en que no solamente dice haber sido muchas, sino haber caído con apresuramiento unas sobre otras. Y por la misma causa añade que no le deja tomar aliento ni respirar: no le deja, porque el mal no da vado.

Y dice que le hartó de amarguras, que es decir se las da en abundancia y le embute el pecho de ellas, y si puede decir, le rellena. O, si queremos guardar el sonido de las palabras, diremos de esta manera: Que aunque Dios salga a la causa, cuando el hombre delante de Él quisiere volver por sí mismo, no por eso, según dice Job, se asegure ni fíe; ni piense que porque comenzó a oír, le oirá siempre conservándose en la humanidad y llaneza primera, porque volverá la hoja en un momento, y como torbellino le turbará y lloverá miserias sobre él.

Y ansí concluye y prosigue:

19. Si para fuerza, fuerte él, y si para juicio, ¿quién me atestiguará? Como diciendo, de manera que si quiero tomarme a fuerzas con él, ya veis cómo es fuerte; y si quiero entrar en juicio, ¿quién osará ser mi abogado o testigo? Y dice, fuerte Él, y no dice más fuerte ni muy fuerte, porque fuera decir mucho menos; porque fuerte, ansí dicho, es tanto como el que sólo es fuerte, o la fortaleza en sí misma. Mas porque dijo, ¿quién será mi abogado?, decláralo y acreciéntalo luego diciendo:

20. Si me justificare, mi boca me condenará, entero yo, y torceráme. Que es decir que su boca misma en este juicio no saldrá a su defensa, cuanto menos otro ninguno; porque enmudecerá, si Dios quiere, y aun hará que hable contra sí misma: y por más derecho que sea, se tendrá por torcido, como Dios quiera representarle apuradamente, que es ser criatura.

Y dice al mismo propósito:

21. Sencillo yo, y no lo conoce mi alma, esto es, y hará que no lo conozca mi alma; aborreceré o reprobaré mi vida, porque me la pondrá aborrecible en mis ojos.

Y añade:

22. Uno ello, y por tanto digo, perfecto y malo Él los consume. En que habiendo sacado a sus amigos de error, y mostrádoles que no dice él lo que presumen ellos que dice, les manifiesta agora lo que él ha dicho y querido siempre decir, y es que, por afligir Dios a uno y deshacerlo, no se ha de argüir con certeza que es pecador y malo el afligido. Porque Dios en esta vida, según las secretas formas de su Providencia, envía calamidades a veces sobre los buenos, y a veces sobre los malos; y ansí lo que en la vida sucede al hombre, de miseria o felicidad, no hace argumento contra la virtud ni por ella. Como Salomón dice: No sabe el hombre si merece ser amado o aborrecido, antes todo se reserva para lo por venir; y la causa es porque les sucede aquí de una misma manera al justo y al malo, al limpio y al torpe, al religioso que me ofrece sacrificio y al que los menosprecia, como al justo, ansí al pecador, como el que perjura, ansí el que dice verdad.

Pues dice uno ello, esto es, todo va por un igual; o es mejor, uno ello, esto es, una cosa es la que yo digo, y yo no digo lo que vosotros pensáis; solamente digo y afirmo que Dios a buenos y a malos aflige; de donde, aunque no lo especifica, se infiere que no por ser afligido ha de ser tenido por malo. Y porque hizo mención de su azote y ve la ocasión que dél sus amigos toman para escarnecerle y juzgar mal de su vida, diviértese a decir algo de esto, y añade:

23. Si azota, mate súbito; de paciencia de buenos no escarnezca. Digo, dice, que azota Dios a malos y a buenos; y pluguiera a Él que mi azote fuera súbita muerte y que me acabara de un golpe, porque conservándome herido y miserable en la vida, se da ocasión a que éstos escarnezcan de mi inocencia y a que tengan por pena de culpa lo que es prueba de virtud y paciencia.

No escarnezca, dice, de paciencia de buenos; esto es, no haga escarnecer dando ocasión para ello. El original a la letra, a prueba de buenos escarnece; que, leyéndose como pregunta, sale a un mismo sentido. Y aun en lo primero se diferencia también, porque dice, si azote, matara súbito, que algunos lo declaran ansí. Si la pena que Dios envía es azote de malos, es azote que mata, porque dicen que a los malos, cuando Dios aquí los azota, no es con azote largo, sino corto y que quita luego la vida; mas en las aflicciones que envía a los buenos, escarnece, que es decir, alárgalas, y aunque le rueguen que las aligere o las quite, no los oye, y en cierta manera se ríe y se burla, como quien sabe el bien que con ellas les hace. De arte que Job, porque dijo que Dios aflige al bueno y al malo, diga agora que los aflige por diferente manera, al uno acabándole, y al otro deteniéndole en los trabajos, para con esto enseñar a sus amigos que no juzguen a bulto, sino que diferencien las maneras de azotes y penas. Mas esto que el original suena a la letra, se reduce bien a lo que entendió nuestro intérprete. Porque lo que dice matará, con voz de futuro, tiene muchas veces en aquella lengua fuerza y significación de deseo; y ansí vale lo mismo que mate, o pluguiésele a Él que matase.

Prosigue:

24. Tierra es dada en mano de impío; faces de sus jueces cubre; si no, ¿a dó él?, ¿quién él?, que se puede entender en diferentes maneras. Y la primera es: ha dicho que aflige Dios a malos y buenos, y que ansí, de ser afligido, no se sigue ser malo; añade agora a esto, y dice que va tan lejos de verdad argüir los pecados del hombre de la adversidad que padece, que acontece muchas veces los peores ser los más prósperos. Porque, dice, ¿nunca habréis visto que algún malo y perdido se enseñorea de todo, de manera que parece que Dios se lo da, y los hombres no se lo estorban, como se vio en Ciro, en Nabucodonosor, en Antíoco y en otros muchos ejemplos?

La tierra, dice, es dada en mano del impío; esto es, Dios muchas veces consiente que sean felices los malos y que se enseñoreen de los otros. Y cubre faces de jueces; porque parece que los jueces, cuyo oficio es deshacer los agravios y oponerse a los malos, para con éstos están ciegos, que o no advierten a lo mal que hacen o no quieren tenerles la rienda. Y dice, mas si alguno lo niega, pregunto, si Dios no es, ¿quién es el que se lo concede y permite?

O digamos de otra y segunda manera: Había dicho que tuviera por bueno que su azote fuera morir súbito, porque el durar en tanta miseria no les fuera causa de mal juicio y de mofa a estos amigos; porque, dice, la malignidad reina y todo es juzgar lo peor, y los que por el mayor saber que tienen habían de ser verdaderos jueces, ésos están ciegos también, y sobre todos reina y a todos ciega el engaño; o mostradme,¿a quién no?

La tierra es dada en manos del impío. Pone al vicioso por el vicio mismo, que es decir que la impiedad y malignidad se enseñorea conforme a lo que dice Sant Juan: Todo el mundo está puesto en maldad. Y las faces de sus jueces cubre; como diciendo que se extiende esta malicia aun hasta los sabios, que de razón han de ser los justos estimadores de las cosas. Y si no, ¿a dó él?, ¿quién él? Y dice, si no es ansí lo que digo, dadme siquiera uno que se juzgue con verdad; ¿quién es o adónde se hallará?

Dando en esto a entender que, pues los presentes con ser amigos y sabios se engañan, y le interpretan tan mal, y le condenan por malo de lo que, si juzgaran bien, pudieran tenerle por bueno, no se puede ya esperar de ninguno; que todo es malicia cuanto en el mundo reina. Y juzga lo peor. Y ansí, como cansado de sus engañados juicios y casi desesperando la enmienda, déjalos a ellos y vuélvese a sí y a su miseria, y laméntase de ella diciendo:

25. Mis días se aligeraron más que correo; huyeron, no vieron bien. En que lo primero dice la priesa que su vida vuela, y no su vida, que pues deseaba la muerte no contara esto por malo, sino lo feliz y apacible della. Mis días, dice, esto es, mis buenos días se aligeraron, tomaron alas y volaron más que correo; no hubo en ellos cosa estable ni de peso, ni que firme permaneciese.

Que a la verdad, en llegando el tiempo del trabajo, toda la felicidad pasada, aunque larga, parece haber pasado en un soplo; y la experiencia del dolor presente borra de la memoria y hace que no parezca lo que ya se gozó. Dos cosas dice que pasaron en posta y que huyeron; y en lo primero, el breve tiempo, y en lo segundo, en ese tiempo lo poco que se goza este bien. Porque no solamente es breve su posesión, mas es aguado su gozo; o apenas es gozo, porque en el mismo tiempo que se posee se mezcla el temor de perderlo, que quita el gozo, y ansí de veras no se posee; y por eso dice que huye, porque al echarle la mano se va por entre los dedos.

Y encarece esto mismo por comparación de cosas, y dice:

26. Pasaron como navíos de fruta, como águila que vuela a comida. Lo que decimos navíos de fruta, otros trasladan de deseo, otros de cosarios, que el original hace lugar para todo; y aun otros los dejan en su mismo sonido, y dicen navíos de Ebeh, afirmando que es nombre de una cierta provincia cuyos navíos son más veleros que otros. Y a la verdad todos los sentidos pretenden lo mismo; porque decir navíos de deseo es significarlos con deseo del puerto a do caminan a remo y vela; y los de cosarios son muy veleros también para alcanzar y huir; y menos se sufre ser tardos los que cargan de fruta; y la misma ligereza se denota en el águila que vuela a la presa, y no solamente ligereza en el paso, sino afición grande de llegar al paradero. Porque los bienes de esta vida no sólo están poco con nosotros, sino parece que gustan de dejarnos y que apetecen el mudar dueños, y aborrecen el asiento; que por esa causa los llaman de fortuna, y a la fortuna la ponen en rueda, de cuya propria inclinación es nunca estar queda. Que como a la figura cuadrada le es natural el asiento, ansí a la circular el movimiento le es proprio.

Más dice:

27. Si me digo, olvidaréme de mi querella, mudo mi rostro, y el dolor se esfuerza. Falta algo que se debe entender, para juntar con lo dicho lo que agora dice. Decía que se le pasaron como en un soplo los días buenos: eso, dice agora, no podré decir de los miserables y malos, que duran y cada día más se esfuerzan; y si quiero valerme contra ellos, con animarme y consolarme se redoblan; porque si digo, olvidaréme de mis querellas, esto es, si digo, quiero callar agora un poco y no quejarme, y divirtiéndome a otra cosa no pensar tanto en mis males; y si mudo mi rostro, esto es, y si me compongo esforzándome, y sereno el semblante, el dolor detenido cobra más fuerza y se endurece más, y ansí con el remedio no se disminuye, sino antes crece el tormento. Mas el original dice ansí: Si me digo, olvidaré mi querella, dejaré mis iras, esforzaréme, si esto hago, ¿qué es lo que entonces sucede?, ¿qué?

Lo que luego se sigue:

28. Temo todas mis obras, o todas mis miserias, como otros trasladan, sé que no me perdonarás. Esto es, si me quiero esforzar y disimular mi miseria, el temor me derriba luego, y con la larga experiencia que de mis males tengo, me persuado que cuanto hiciere me será más tormento, y que los medios de alivio se me convertirán en dolor y pena, y ansí no espero mejoría. Que eso llama Job perdón, alzar Dios su azote dél, y restituirle a su estado.

Y por eso añade y prosigue:

29. Pues si ansí soy malo, ¿para qué me trabajo en vano?, o como dice a la letra: Si yo me condeno, ¿para qué me trabajaré en vano? Que es como quien dice, y pues yo no espero bonanza ni venir a mejor estado, y mi experiencia me condena a contina miseria, ¿para qué pondré trabajo en consolarme, pues no es posible valerme? ¿Para qué haré del esforzado, si el esfuerzo no mitiga el azote? Que donde no hay remedio, el poner medios es negocio perdido. Que son razones proprias éstas todas de ánimos opresos con diferentes y continas miserias, porque con el contino padecer hace como hábito el mal en el alma, que, asentándose en ella, destierra della todas las esperanzas alegres.

Y dice más:

30. Aunque me lave con aguas de nieve y alimpie con limpieza mis palmas:

31. Entonces en el lodazar me enlodarás, y aborrecerme han mis vestidos; que es confirmación de la firmeza de su miseria y razón de la desconfianza que tiene. Porque, dice, está el mal tan de reposo en mí, y ha Dios tomado mi castigo y mis azotes tan de propósito, que aunque me apure como la nieve y la limpieza misma me alimpie, seré para cuanto a esto como si fuera muy sucio. Y estriba aquí en lo que siempre dice de su inocencia, porque es como si secretamente arguyese: Si este azote mío fuera por culpa, acabárase por reducirme a justicia; mas como Dios aquí no mira a pecado mío ninguno, ansí, aunque me apure y justifique más, no por eso alzará la mano. Impertinente es para lo que Dios aquí pretende, que yo me abone y sanctifique: Él ha puesto sobre mí su mano, y no por mi culpa, sino por los fines que Él se sabe; como Señor que lo puede, insiste en herirme, no la alzará. Aunque me torne nieve y limpieza, me azota y azotará como si fuese lodo y abominación.

Y responde con esto bien al consejo que le dan sus amigos de reconocer su pecado y pedir perdón a Dios dél; y estriba también en que, como decía arriba, nadie se puede poner con Dios en razones. Y ansí dice, mi mal es firme y yo no espero remedio; porque si me confieso por culpado, yo me condeno; y si me condeno, trabajo en vano, porque habré de ser castigado. Si me defiendo y si vuelto por mí, y me pongo a razones con Él, si tomare la nieve para lavarme, y alegare por mi causa a la misma inocencia, Él me mostrará, si quiere, más sucio que el cieno, y me pondrá tal, que mis vestiduras y yo mismo huya de mí.

Y da la razón:

32. Porque no es varón como yo, que le responda, y que vengamos a una a juicio. Porque, dice, no es mi igual para volvérsela como me la dijere, ni para hacer que esté a derecho conmigo, ni hay quien con autoridad sobre ambos asista y que con igualdad nos presida.

Y por eso dice:

33. No hay entre nos razonador que ponga su mano entre ambos. Y añade:

34. Aparte de mí su vara y su miedo no me aturbe.

35. Hablaré y no temblaré, que yo ansí no conmigo. Con que declara su sentido Job de lo que decía al principio, que ninguno podía trabar pleito con Dios ni entrar en juicio. Porque, como agora se ve, no quiso decir en ello que estaba la imposibilidad en su culpa, que no la confiesa, ni se tiene por merecedor de lo que padece, sino en lo mucho que Dios sabe y puede, con que la razón humano se turba y queda como sin juicio quien con Él en semejantes cuentas se pone.

Y ansí dice agora, que estando él turbado y herido tan gravemente por Dios, y viéndole sobre sí de contino espantable y riguroso, pierde las mientes y enmudece, y si va a hablar, dice uno por otro.

Aparte, dice, de mí su vara, esto es, el azote, y déjeme tornar sobre mí; su miedo no me turbe, esto es y no se me ponga siempre delante terrible (que por una parte el dolor de las llagas lleva a sí el sentido que se había de ocupar en meditar la defensa, y por otra el temor y temblor enajena el juicio), que si esto hace, hablaré, y no temeré; tendré, dice, ánimo para hablar, y no será todo temblar. Que yo ansí no conmigo; esto es, no estoy en mí estando de esta manera.

Mas tras esto crece el dolor en Job y se encrudece de arte que con su grandeza vence al temor que al azote tenía, y, sin respeto a que se podía agravar, despliega la lengua y dice a Dios lo que en el capítulo siguiente se escribe.