Exposición del Libro de Job/Capítulo 6 exposición

1. Y respondió Job, y dijo. Siendo oída y bien entendida por Job la razón de Elifaz, luego que le vio callar le respondió de esta manera:

2. ¡Ojalá pesando fuese pesada mi saña, y mi quebranto en balanzas! Ofendióse Elifaz de Job, e hízole cargo de dos cosas: una, del mucho sentimiento que hacía quejándose agramente y doliéndose, a su parecer, mucho más de lo que la fortaleza y paciencia permite; otra, que se vendía por justo, y daba a entender que padecía sin culpa. De lo primero dijo: Tú esforzabas las manos dejadas, y vino ahora la tribulación sobre ti y caíste; tocóte, y fuiste turbado. Por causa de lo segundo decía: Dime; ¿qué [justo] limpio se haya perdido?, o ¿qué hombre recto ha sido cortado?

Pues a estas dos cosas responde en este capítulo Job y en el que se sigue, y dice ansí: ¡Ojalá pesando fuese pesada mi saña y mi quebranto! Mi saña, entendió Sant Hierónimo la que Dios tiene conmigo por mis pecados, y ansí trasladó bien: Ojalá fuesen pesados mis pecados, conviene a saber, aquellos con que merecí esta ira de Dios. Y, según esto, responde Job primero al cargo segundo, de que se vendía por justo y por castigado sin culpa; y dice con palabras que hacen significación de un deseo grandísimo, que pues no creen que padece sin culpa ni él lo puede probar por razón, desea infinitamente, si posible fuese, hacerles evidencia de ello, poniendo en una balanza su culpa toda, y en otra su calamidad y castigo, y, puestos, que alzara alguno el peso, porque ansí se viera luego cuál balanza pesaba más, cuál quedaba agravada en el suelo, y cuál se levantaba en alto ligera.

Mas podemos también entender que su saña, la que dice, es la que él mostraba lamentándose de su desventura, y quejándose y mostrándose airado. Conforme a lo cual responde Job, primero, a lo primero de que Elifaz le acusaba, y afirma que su sentimiento y las demostraciones que de él hace quejándose, y cuanto contra su nacimiento y su ventura triste ha maldicho, si se coteja y si se pesa fielmente con el mal que padece, y con la calamidad que le aflige y le mueve a decirlo, es mucho menos lo que dice, de lo que su trabajo merece que diga; y su querella es muy menor que el mal de que ansí se querella; y que, en este caso suyo, lo que habla no iguala a lo que siente, ni lo que siente al grandísimo mal que padece. Y conforme a esto prosigue refiriendo y encareciendo por elegante manera la graveza de su mal y sus muchos quilates. Pues dice: Ojalá, que es palabra que significa deseo, y es muy proprio el deseo al que se ve sin razón afligido. Porque el saber su razón, y el ver que no se la creen ni le vale, cría en él agonía, de la cual nace deseo vivo y de fuego de hallar medios eficaces para ser creído y valido; y desea que lo imposible, si es útil para sacar a luz su remedio y verdad, se hiciese posible. Ojalá, dice, pesando fuese pesada, esto es, fuese con efecto bien y fielmente pesada; porque en la lengua original de este libro se suele decir ansí todo lo que se hace enteramente y de veras, como castigando castigaré, amando amaré, diciendo diré, esto es, castigaré, amaré y diré muy de hecho.

Mi saña y mi quebranto. Quebranto llama su calamidad y trabajo, que le había deshecho la hacienda y quebrantado la salud y rompido el cuerpo y desmenuzado el corazón. En balanzas levantasen a una: esto es, ojalá mi saña y mi quebranto las pusiesen en dos balanzas en cada una la suya, y, puestas, levantase alguno el peso para ver cuál pesaba más de las dos.

Y dice en balanzas, porque el peso de ellas es proprio para entre dos cosas cuando se contrapesan; y diciendo en balanzas levantasen a una, dice la manera fiel de pesar, que es levantar a una el peso, esto, derecha y fielmente, sin engaño ni artificio. En lo cual da bien a entender cuán cierto está de su verdad, pues lo pone en juicio de peso, que es juicio afinado y puntual, y de peso adonde en la forma del pesar no haya engaño.

Y ansí dice:

3. Porque entonces más que arena de mares pesaría, por donde mis palabras son asollozadas. Esto es, porque si se pesasen, como digo, en peso justo y por justa manera mi saña y mi quebranto juntamente, a los ojos se vería luego que pesaba éste en comparación de aquélla más que toda la arena del mar. En que quiere decir, no solamente que es más grave su calamidad que su queja, sino también que es tan grande el exceso que aquello en que la calamidad a la queja excede, si se contrapesase con toda la arena del mar, pesaría más que la arena; que es decir que excede su castigo a su querella sin proporción ni medida alguna.

Más que arena de mares; dicho ansí arena, en número singular, hace significación de toda la arena, según la propriedad de la lengua, y hace comparación con la arena, no sólo porque es pesada, sino también porque es mucha; digo, no solamente por lo mucho que pesa, sino por el número infinito de las arenas que tiene, y ansí lo que dice es no solamente que el exceso que su calamidad a sus querellas hace, pesa más que la arena, sino que, si se contasen o contar pudiesen las onzas o las libras que tiene más el mal que padece que el sentimiento que hace, serían en mayor número que son las arenas, lo cual se dice por figura y exceso. Demás de que viene bien comparar la calamidad grave con la arena pesada, que para ninguna cosa parece buena si no es para dar molestia y trabajo; que ni se siembra bien en ella ni se edifica cosa firme sobre ella, ni se puede andar por ella sin pesadumbre; y como es menuda y sin numero, ansí en las calamidades muchas veces de cosas menudísimas se hace un cuerpo de mal insufrible. Y porque sus trabajos de Job son, como arena, muy pesados y muchos, por eso dice luego, por donde mis palabras son asollozadas, como si dijese más claro: y ansí, según que mi mal es grave, mis palabras son doloridas; porque hablo como padezco, y confórmase en mí con el sentir el decir. Son, dice, asollozadas; la palabra original, que es luah, quiere decir sorber o tragar; y ansí dice Job que sus palabras, cuando las dice, las sorbe, que es decirlas con dolor y sollozo, porque el sollozo, cuando se habla sollozando, menoscaba lo que se habla y como lo sorbe y demedia.

Dice más:

4. Porque saetas del Abastado conmigo, cuya ponzoña bebe mi espíritu; turbaciones de Dios se pusieron en orden contra mí. Comienza a declarar la gravedad de sus males, especificando las cualidades de ellos, para que ansí se vea ser verdad lo que dice de su peso y exceso. Y lo primero, engrandécelos por la cualidad y poder de quien en él los causa, que es Dios; porque las obras siempre responden al que las hace, y el golpe suele ser siempre cual es la fuerza y el brazo que le da; y Dios, como es de infinito poder, hiere, cuando hiere, con golpes durísimos. Por donde la Escritura dice: Horrible cosa es caer en las manos de Dios; y los ejemplos de los castigos graves que ha hecho, en el primer pecado, en el diluvio del mundo, en los de Sodoma, en su pueblo el que amaba, lo dan a entender claramente. Y ansí dice: Porque saetas del Abastado conmigo, como diciendo, si queréis conocer cómo mi calamidad es excesiva, mirad el autor de ella quién es, que yo no vine a esta desventura por caso, ni es mal que mi suerte me le acarrea, ni son cosas forjadas por el juicio ni por la enemistad de los hombres; todo ello es rayo venido del cielo y cosa propria de su mano y aljaba.

Saetas, dice, del Abastado conmigo. Y tiene su encarecimiento cada una palabra. Saetas, dice, no golpes como quiera, ni males que hieren en la sobrehaz o que magullan solamente la carne, sino saetas agudas que rompen la carne y pasan el corazón, y le traspasan penetrando hasta lo más sensible y más vivo. Saetas son enviadas por el Abastado y Poderoso, que en su original se dice sadai, y es uno de los diez nombres de Dios; y decir que son del Abastado sus saetas, es decir, que ni son pocas en número ni enviadas con brazo débil.

Y dice, conmigo o juntamente conmigo, como el original lo demuestra, en que hace significación de apegamiento y de asiento y de hábito, como significando por esto Job que no son tiros ni saetas estas que dice que le traspasaron y se pasaron, sino saetas que le hirieron y hieren, estando siempre y de contino en sus entrañas hincadas de manera que ni la cirugía las saca, ni la medicina las mitiga, ni las remedia el ingenio o el arte, antes las encrudelece el remedio, porque su mal es mal habitual y arraigado y que ha tomado en él posesión. De suerte que este mal de Job es mal terrible, lo uno, por ser Dios el autor, lo otro, por penetrar a lo vivo, lo tercero, por estar perseverante y de asiento. Y ansí dice cuya ponzoña bebe mi espíritu. Que por haber llamado saetas a sus dolores, siguiendo la figura misma, dice agora que su ponzoña le acaba, porque es ordinario tocar con yerba las saetas que dañan; y dice bien propriamente que le bebe la ponzoña el espíritu, porque con los espíritus, que llaman en el cuerpo los médicos, que son el instrumento principal de la vida, tiene derechamente enemistad la ponzoña, que, luego que en el cuerpo se recibe, prende en ellos, y los turba y marchita, deshace y acaba.

Mas dice: Turbaciones de Dios se pusieron en orden contra mí. Por las saetas que ha dicho podemos bien entender los dolores agudos que por causa de su enfermedad padecía, porque cada una llaga suya y cada apostema era como un pasador que le tenía enclavado, y por las turbaciones y espantos que añade agora significa las melancolías que le turbaban y asombraban el corazón. Porque su enfermedad, por ser de apostemas y llagas, era, a lo que se entiende, de humor melancólico; y ansí, por una parte, los apostemas doliendo, y por otra la melancolía negra y corrompida asiendo del corazón y espantándole, hacían guerra al varón sancto. Porque a la verdad, en las enfermedades que son de este humor, son increíbles las tristezas y los recelos y las imágenes de temor que se ofrecen a los ojos del que padece; que sabido es lo que el padre de los médicos dice, «que la melancolía, a los que fatiga, los hace tristes y muy temerosos, y de ánimo vil». Y otro médico muy señalado: «Unos, dice, temen a sus más amigos; otros se espantan de cualquier hombre que sea; éste no osa salir a la luz; aquél busca lo escuro y lóbrego; otro lo teme y lo huye; algunos se espantan del vino y del agua y de todo aquello que es líquido; y como la melancolía sea de muchas diferencias, pero en todas es común y general el hacer tristeza y temor; que todos los melancólicos se demuestran ceñudos y tristes, y no pueden muchas veces dar de su tristeza razón, y casi todos los mismos temen y se recelan de lo que no merece ser recelado».

O digamos, de otra manera, que llama Job turbaciones de Dios a aquellos malos espíritus, a quien dio licencia Dios que le turbasen y a quien hizo ministros y verdugos suyos para afligirle y azotarle. Y llámalos con razón turbaciones y espantos de Dios, porque es proprio oficio de ellos hacer espanto y turbación en los hombres. Y porque llamó saetas a sus dolores que le traspasaban por mil partes el cuerpo, hace memoria luego de los ballesteros que se las tiran, y pónelos como en escuadrón bien ordenados y a la redonda de sí, para engrandecer con mayor viveza su mal. Porque dice: Herido estoy de mil saetas enherboladas, y los que me las envían y hieren con ellas, a la redonda me cercan; y como los arcabuceros en la guerra, puestos por sus hileras, dan ordenadamente sus ruciadas, de manera que ni se pierde bala ni se pasa tiempo sin tirar y herir, ansí es lo que se hace conmigo. Y ayuda a esta sentencia la palabra original de lo que dijimos, se pusieron en orden, porque es propria de guerra y del concierto con que en ella se ponen en escuadrón los soldados.

Prosigue:

5. ¿Por ventura gime cebro sobre yerba, o si bramó buey sobre su pesebre? Es otra razón para el intento mismo de probar que su mal es gravísimo; y como la primera se tomó de la causa de que procedía, ansí esta segunda nace de los efectos que de él proceden; porque, en efecto, arguye de esta manera: Nadie a quien le va bien, o cuando bien le va, se querella. Y pruébalo con ejemplo palpable, porque, dice, ni el cebro cuando tiene abundancia de heno gime, ni el buey brama con hambre cuando se ve en su pesebre abastado: luego pues yo lloro y me quejo, entender debéis que no lo hago de vicio, sino que padezco lo que me hace quejar, y que a lo menos, si no excede, no es menor el mal que la queja; porque el efecto siempre responde a su causa y no obra ninguna más que puede. Y con esto Job ansí prueba su intento, que juntamente reprende por secreta manera de mal advertido a Elifaz. Como si le dijese: Acusas mi sentimiento y reprehendes lo mucho que me querello; y si fueras más avisado, ese mismo sentimiento que hago te declarara la grave causa que para quejarme tengo, porque ¿quién es el que de balde se queja? Los brutos no braman sin causa; y yo, si no me sobrara, ¿hiciera el sentimiento que hago? Cierta y evidente señal es del gravísimo mal que padezco, el amargo lloro mío; que como el bien no causa bramido ni lloro, ansí el mal y trabajo que está en el alma sale siempre a la boca, y el parto del dolor es gemido.

Y esto es lo que añade luego:

6. ¿Si será comido lo desabrido sin sal, o si hay gusto en lo que es morir puro, o como otra letra dice, en saliva de muerte? Como diciendo que no puede ser comido lo desabrido, y que cualquiera que gusta lo desalado, lo desecha, y a lo malo lo aparta de sí. Que es decir que todos los que gustan lo malo dan luego muestras de su disgusto, y al revés de lo bueno no se queja ninguno; y que ansí él de fuerza en un trago tan amargo las demostraciones de lo mal que le sabe. Y arguye a lo más de lo menos, como en esta manera: una cosa desabrida y sin sal el que en la boca la pone, la desecha y la aparta de sí, y con palabras y visajes muestra su desabrimiento y desgusto; ¿y maravíllaste agora tú que, despojado yo y desamparado yo, y miserable yo y llagado el cuerpo y despedazado el ánimo con un mortalísimo mal, diga que el dolor me duele y que la desventura me aflige?

Y conforme a esto de la primera parte del verso se arguye la segunda en esta forma: si no puede ser comido lo desabrido sin sal, menos será posible llevar con gusto lo que es puro morir. Aunque lo que decimos puro morir, en su original a la letra puede decir, a lo que parece, dos cosas: una, ¿o si hay gusto en lo que es saliva de muerte?, que es lo que siguió Sant Hierónimo, y lo que hasta agora habemos dicho, porque saliva de muerte llama lo que tiene sabor de muerte, o lo que tocado a la saliva y llegado a la boca, derrama luego por allí su ponzoña; otra, ¿o si hay gusto en saliva de huevo?, y saliva de huevo es su clara, que el hebreo ansí la llama. Conforme a lo cual, en esta segunda parte del verso pone Job un particular de lo que en general dice la parte primera. Que allí preguntaba si sería comido lo desabrido; y aquí pone ejemplo en una cosa desabrida, y se pregunta si hay gusto en saliva de huevo; que es de lo que, si no es con sal, no se puede comer. Pues, dice, si en lo desabrido, quien lo gusta y cuando lo gusta, muestra desplacer y disgusto, ¿qué es lo que de ello se sigue? ¿Qué? Que no hago yo cosa nueva ni de razón ajena, si me disgusto y me quejo. ¿Por qué? Porque, dice, lo que es amargor y lo que es el mismo desabrimiento, eso es lo que me dan a comer agora y con lo que Dios me mantiene.

Por lo cual añade diciendo:

7. Lo que rehusó de tocar mi alma, eso como; los dolores pan mío. Lo que rehusó de tocar mi alma, esto es, lo que más el alma huye y aborrece y lo que tengo por más amargo y desabrido, eso es lo que como y con lo que Dios agora me mantiene; y que, quiera o no, me abre la boca a ello, y lo pasa al estómago y lo asienta y apega al corazón; y mi pan, el que me dan a comer, es el amargor y dolor mismo. Y pues ansí es, ¿qué maravilla es que tuerza yo el rostro agora, y que con palabras y meneos muestre el sinsabor que padezco, pues una clara de huevo, o un huevo o otra cosa sosa y sin sal, aquellos a quien se da, la arrojan de sí y se disgustan de ella y se enojan con quien se la ofrece?

Y esta misma sentencia dicen las palabras originales, aunque más cortadas y más breve; porque dicen de esta manera: Rehusó tocar mi alma esos dolores, pan mío. Esto es, rehusó mi alma la aflicción y dolor, y eso mismo es agora mi pan. Y llámalo su pan, no porque guste de él ni porque le apetezca, sino porque, como decimos, le hacen que lo coma en gran copia, y lo encorporan en él; que lo que en abundancia se da y lo que se ajunta y apega mucho, parece que se come y se bebe. Y la Escritura sancta habla ansí por estos nombres de comer y beber en las desventuras y calamidades, cuando quiere demostrar la grandeza dellas y que no son calamidades que tocan en la sobrehaz, sino calamidades que penetran a lo secreto del alma y se afierran y asen de ella. Ansí dice Esaías a los pecadores de su pueblo: Comerán el fruto de sus invenciones, para decirles que padecerán miserias grandísimas. Y en el mismo propósito Oseas: Arastes maldad, y segastes mala ventura, y comistes de la mentira los fructos. Y del beber, en la misma significación, en el Psalmo: El Señor tiene en su mano un vaso lleno de vino mezclado, beberán dél todos los pecadores. Y en este Libro, más abajo, se dice del malo, que beberá del furor del Poderoso.

Ansí que diciendo agora Job que su pan y su comida es sola su desventura, dice a sus compañeros dos cosas: una, que siendo tal su comida, no se maravillen si hace ascos de ella; otra, que es grandísima aquesta desventura suya y tan arraigada en él, que como manjar se le extiende por las venas y se le convierte en sostancia. Y dejando con esto como bien probado lo que propuso, de que su desventura era mayor que su queja, y que ansí no excedía en quejarse, antes era mucho menos lo que decía, de lo que podía con justicia decir quejándose, ansí que, dicho esto, la consideración de su miseria, que con esta razón se avivó, le movió otra vez la lengua de nuevo para hacer nueva queja, que dice ansí:

8. ¡Quién diese que viniese mi demanda, y lo que espero me lo diese Dios!

9. Y comenzó Dios, y quebránteme; y soltase su mano y me despedazase. En que dice recibiría la muerte de buena gana por salir de semejante miseria; y como quien no espera ya mejorarse, brama por fenecer con el mal que padece, y dice que pues Dios ha comenzado a herirle, le traspase y le acabe del todo. Y dice ¡quién me diese!, que son palabras que significan deseo, y no sólo deseo, sino juicio de lo que se pide, acerca del que lo pide, es de grandísima estima. Porque decir quién me diese es decir, quién me hiciese tan feliz y dichoso; y es el extremo de infelicidad llegar a tener por buena suerte lo que en sí es desventura y miseria. Y ansí Job aun en esta querella nueva prueba por diferente manera su miseria grandísima, pues, en comparación de ella, el ser despedazado de Dios lo tiene por buena dicha, y por descanso el morir. ¡Quién diese, dice, que viniese mi demanda!, esto es, lo que agora pedir quiero; ¡Y lo que espero me lo diese Dios!; lo que espero, esto es, lo que apetezco y amo. Y comenzó Dios, y quebránteme: esto es, pues lo comenzó que lo acabe, y pues me ha llagado de muerte, que acabe de dármela; y que no me hiera con tenedor, sino que suelte a su mano la rienda, para que deshaga enteramente a este que tiene ya tan deshecho.

Y da la razón deste su deseo diciendo:

10. Y sería más mi conhorte, que asándome en dolor no se apiade, que no contradiré palabras de Sancto. Esto se puede apuntar de dos maneras, aunque cuanto al sentido viene a lo mismo. Una es que diga Job que le sería descanso, cuando se asa y abrasa en enfermedad y dolor, que no se detuviese Dios y le remitiese el ardor, sino que insistiese y perseverase sin lástima hasta consumirle del todo; porque aquella piedad le es a él crueldad, y aquella mitigación y pausa le es continuación de su trabajo y miseria. Y dice que si por caso en medio del golpe detiene Dios el azote por no acabar su paciencia, esté seguro que lo sufrirá, como él se determine de acabarle azotándole.

O de otra manera; que será su contento que el dolor le abrase; esto es, que el dolor le consuma como el fuego consume; porque con ver que muere, no sentirá si le duele, y porque no le será dolor en llegando a ser mortal su dolor. Y dice en la misma razón: No se apiade, que no contradiré palabras de Sancto. Que es decir, no se apiade Dios cuando me hiriere, ni suspenda, cuando me azota, la mano; sino azóteme hasta acabarme, que si él esto hace, yo no me querellaré jamás dél; como diciendo que, si se querella agora tan agramente, no es porque le hiere, sino porque no le mata; no porque le traspasa, sino porque no le acaba, porque el apiadarse es alargar su miseria, y este pequeño alivio hace que su padecer sea más luengo, y si le rehace Dios con aflojar los cordeles a tiempos, no le rehace para que descanse, sino para que padezca más tiempo; y el dejar de padecer es para más padecer, y el no doler a ratos, para que se le perpetúe más el dolor, que es el más grave dolor y el más insufrible de todos. Que es el intento de Job para mostrar que se queja con causa.

Y conforme a eso se sigue:

11. ¿Cuál fuerza mía para que espere?; ¿y cuál mi fin para que ensanche mi alma? Lo que decimos para que espere, para que ensanche, el original da licencia para traducirlo, también ansí: ¿qué fuerza mía cuando esperare?, ¿cuál mi fin cuando ensanchare mi alma? Pues según la primera letra da la razón por que ha dicho que no se quejara, si Dios le hiriera de muerte, y que, si se queja, es porque le hiere, no para acabarle, sino para prolongarle en dolor la vida. Pues dice que esto le es intolerable, porque ni su fuerza ni la de ninguno basta a esperar, esto es, a sufrir mal tan luengo y contino. Que si se acabara, dice, o me acabara en un día, pasara callando; mas para callar en tan larga miseria no hay fuerza bastante.

Y ansí añade: ¿Cuál mi fin para que ensanche mi alma?, como diciendo: Mas ya que no fue breve mi mal, pudiérame al menos consolar si tuviera algún término firme; que el fin situado ensanchara el apretamiento del alma. Mas no tengo un cierto término, ni un fin señalado de diez o de veinte o de muchos más años; de do me sucede que la graveza de los males presentes y la incertidumbre de lo que han de durar aprietan el corazón por todas partes sin darle lugar que respire. De aquí, pues, nacen mis suspiros y quejas; que el ánima sin medida apretada forzosamente se querella y lamenta.

Mas según la letra segunda dice desta manera: Otra razón, demás de las que dicho tengo, libra de culpa mi queja. Suélese llevar bien el mal, cuando se espera con certidumbre el remedio, y el trabajo que va a parar en bien apenas se siente; mas yo, miserable, por tanto mal, ¿a qué bien camino?, ¿cuál es el fructo que de este trabajo espero?, ¿cómo o con qué me consolaré? ¿Qué fuerza mía cuando esperare? Cuando pongamos por caso, dice, que yo sufra y espere, ¿cuál es mi fuerza?; esto es, el estado de mis cosas, ¿cuál es?, ¿cuál la salud de mi cuerpo?, ¿cuál el negocio de mi hacienda, de mi sucesión, de mi mujer, de mis familiares y amigos, para que en lo por venir me pueda prometer algún bien? La hacienda asolada, los hijos muertos, los amigos trocados con la fortuna, la mujer hecha enemiga, mi familia deshecha, la salud sin remedio perdida, decentado el cuerpo con llagas y más destrozado con dolores el ánimo, y puesto todo yo en el extremo de la miseria y pobreza, cuando quiera callar y sufrir, no tengo ya bien que esperar; ¿que granjearé de haber demasiadamente sufrido? ¿Qué fin mío cuando ensancharé mi alma? Si diere, dice, vado a las cosas y cerrare a mis miserias los ojos y quisiere ansí ensanchar el corazón, ¿con qué fin o con esperanza de qué bien le ensancharé?

Mas lo que se sigue viene mejor con la primera letra, porque dice:

12. ¿Por dicha es de piedras mi fuerza? ¿Por dicha es mi carne de bronce? Que habiendo dicho que no tenía fuerza para sufrir un mal sin fin y término cierto, añade bien en prueba de ello el demostrar la pequeñez de sus fuerzas; como diciendo: Si fuera bronce o piedra dura mi carne, durara aunque el golpe fuera largo; mas la carne es carne, y la sangre no es piedra, y aun agora, dice, soy mucho menos de lo que ser solía; que eso de vigor que había en mí, gastado con el mal contino, me falta.

Que dice:

13. Sé que no hay favor en mí, y mis valedores alanzados de mí. La palabra original hezrath, que decimos favor, es fortaleza, amparo, virtud, ayuda. Pues dice, para mayor encarecimiento de su flaqueza, que su favor y su amparo, esto es, lo que en él había antes que le podía servir de consuelo, ya no está en él. Porque cuando a uno se le mueren los hijos, consuélase y favorécese con la hacienda que tiene; y si otro tiene falta de hacienda, halla en sus amigos amparo; y cuando ni lo uno ni lo otro posee, halla en sí fuerza y salud con que se puede vadear en la vida; mas la desventura de Job era universal desventura, y era calamidad que le arrancó de cuajo, como dicen, del árbol. Y ansí dice bien que no halla en sí su favor; esto es, que no halla en sí cosa buena o sana que le favorezca, entre tantas malas que le cercan y aprietan.

Y dice, y mis valedores alanzados de mí. Lo que decimos valedores, en el original es palabra de grande significación. Thushah dice sabiduría, sostancia, valor, esencia, y propriamente es lo que el español llama ser, cuando dice que es de mucho ser algún hombre; y de allí a los amigos y valedores, que son como la sostancia y apoyo, los comprende también este nombre, según Sant Hierónimo. Pues de todo esto se siente despojado Job, y sin esperanza al parecer de volver a ello más. Y por eso dice alanzados, o como dice el original en su fuerza, empellidos; que es decir, apartados muy lejos de mí, como se aparta mucho de uno aquello que se arroja con fuerza. O dice alanzados para demostrar la presteza y violencia con que le fue quitado todo; que ni le despojaron poco a poco, ni con suavidad o blandura. O, a la verdad, llámalos alanzados de sí, dando a entender que sus valedores no solamente le desamparaban, mas que se le oponían en todo como enemigos, porque no se desecha ni alanza propriamente si no es lo disconveniente y contrario. Y porque dijo de sus amigos que le desamparaban y le contradecían, hace sentencia general de la maldad que es desamparar a su amigo, y le dice:

14. El que quita misericordia de su amigo, y el temor del Abastado menospreciará. Que es decir, que no hay maldad alguna que no haga, quien no se compadece o quien desampara a su amigo. Entiende de su amigo afligido y necesitado y caído, porque los caídos son a quien la compasión se les debe. Y es ansí que se atreverá contra Dios, quien desampara a su amigo caído; porque como Sant Juan dice en su epístola: Vanidad es decir que tiene con Dios amor y ley el que con su prójimo no la tiene; que quien no acude al que conoce y trata y conversa, ¿cómo acudirá al que ni ve ni conoce?

El que quita, dice, misericordia a su amigo. Lo que decimos quita, en su propriedad es desata, porque la amistad es como nudo que obliga, y quien falta a la amistad en la necesidad desata el nudo, esto es, deshace una cosa muy hecha, y aparta lo muy debido y lo que en ninguna manera se podía apartar. Y aún da lugar el original para que lo digamos ansí: Al desatado y deshecho misericordia de su compañero, conviene a saber, se le debe: y el temor del Señor menospreciará, conviene a saber, el amigo que en semejante ocasión no lo es. Que, a la verdad, si la aflicción y desastre en cualquier persona que sea hace lástima y mueve a desear el remedio, el trabajo del amigo poderosísimo ha de ser para engendrar en el amigo, que se dice ser, compasión. Por donde el que tiene ánimo para cerrarle a tanta deuda, y el que rompe con tan debidas y estrechas y poderosas leyes, ánimo tienen sin duda de acero y ánimo hecho para su solo interés y ánimo determinado a romper desvergonzadamente con todo. Mas torna Job al propósito y refiere la poca piedad de sus amigos con él, y habla particularmente de los que presentes tenía; que no sólo no le consuelan, mas habiendo hecho gran demostración de querer consolarle, saliendo de sus casas y viniendo de tierras apartadas y por largos caminos publicando este fin, llegados al hecho, tratan de lastimarle más y de acrecentar su miseria. Y decláralo Job viva y hermosamente por comparación de una avenida de agua, que luego que viene parece gran cosa y que promete de sí mucho; pero pásase en breve y no deja rastro, y deja burlado y frío al que pensó servirse de ella en algo. La cual comparación prosigue extendidamente por muchos versos y con singular artificio.

Que dice:

15. Mis hermanos se pasaron como arroyo, como avenida de arroyo se pasaron. Mis hermanos llama a aquellos amigos suyos que tenía presentes, los cuales, dice, vinieron con estruendo haciendo junta de sí, y profesando socorro y consuelo y amor, como viene cuando llueve con ímpetu y estruendo un arroyo. Mas, dice, que se pasaron semejantemente ansí como el arroyo se pasa. Y lo que decimos me pasaron, podemos también, según su propriedad, decir me faltaron y mintieron; esto es, mintieron mis esperanzas y falsearon su fe como arroyos, que, como agora decíamos, prometen a la primera venida mucho, y se pasan y acaban luego. Mas el mismo Job lo particulariza muy bien.

16. Que temen la helada y en ellos cae y se asconde la nieve. A los cuales arroyos, dice, el hielo y el granizo y la nieve que cae del cielo o de las montañas se deshace, y en ellos se asconde, los engendra y engrandece. Porque, como vemos, las avenidas siempre son o de mucha nieve, que en las sierras se deshace, o de la mucha agua y piedra que cae. Mas ¿por qué, dice, temen la helada? Para decir que la piedra y granizo que viene deshecho y envuelto en ellos, los enturbia y ennegrece; que siempre en las crecientes el agua se enturbia. Y dice temer por ennegrecer y enturbiarse, según la propriedad de su lengua, en la cual se ponen muchas veces unas palabras en la significación de otras que les son vecinas, como huir por apresurarse, porque el que huye se apresura; y consolar por lastimar, porque al lastimado se le debe propriamente consuelo; y ansí, temer por ennegrecer, porque el temor es en cierta manera negro y que escurece la luz y el alegría del ánimo. Demás que la palabra original Coderim, propriamente es ennegrecidos y turbios.

Prosigue:

17. En la hora que se pasaren serán acabados; en escalentando fueron quitados de su lugar. Mas estos arroyos, dice, tan crecidos que la lluvia y el granizo y la nieve que dentro de sí deshecha llevan los hincha y enturbia, y que según vienen parece que no se han de acabar, en la hora que se pasan serán acabados; esto es, en pasando aquella primera furia y avenida, se agotan luego. O como dice otra letra, porque el original también lo sufre: A la hora que tomaren calor se acabarán, esto es, en calentando el tiempo más y en viniendo el estío; y es lo mismo que añade, en escalentando fueron deshechos de su lugar.

Dice más:

18. Torceránse caminos de su carrera, caminarán a nada y perecerán. Insiste todavía en lo mismo y decláralo más, y dice, lo que es natural al arroyo que es de avenida cuando va descreciendo, que primero se disminuye y después viene a quedar en una vena delgada, que por la madre dél que solía ir muy llena, va ella sola después dando vueltas; y como en lugar bien espacioso torciendo libremente sus pasos va adelgazándose siempre más, y últimamente viene a parar en nada y queda seca del todo.

Añade:

19. Considerad sendas de Temán, y caminos de Sabá esperad en ellos.

Considerad, dice, sendas de Temán y caminos de Sabá. Es figura de hablar decir caminos para significar a los que andan en ellos. Pues, dice, los que andáis los caminos de Temán y de Sabá, que son caminos secos y faltos de agua, mirad bien estos arroyos y confiad en ellos para el tiempo de vuestra sed; que ellos os faltarán cuando los buscáredes, y cuando viniéredes a ellos, no hallaréis su agua, sino vuestro corrimiento y vergüenza. Y como decimos considerad y confiad en manera de mando, podemos trasladar también consideraron y confiaron, como afirmando lo que de hecho pasa; que los caminantes que vieron algún arroyo de éstos que corría lleno y poderoso, a la vuelta, queriendo proveerse dél, le hallaron seco y vacío.

20. Avergonzáronse porque se confiaron, vinieron hasta aquí y quedaron corridos. Quiere decir, y acontece muchas veces que los caminantes, que alguna vez vieron de lejos los arroyos que digo que corrían con ruido muy llenos, ofreciéndoseles necesidad de beber y creyendo que llevan agua, salen de su camino y vienen a ellos, y se hallan burlados, porque cuando llegan los hallan sin agua.

Dice más:

21. Que agora sois venidos, vedes quebranto y temedes. Aplica agora a su propósito la comparación sobredicha, porque, dice, esto mismo es lo que con vosotros me aviene; que agora sois venidos, quiere decir que como aquellos arroyos llenos de agua vienen con ruido y de súbito, ansí vosotros juntos y como a una habéis venido haciendo grande demostración de amistad y de esperanza de bien, como la hace en el caminante sediento ver el arroyo que he dicho.

Mas, dice, vedes quebranto, y temedes; esto es, venistes haciendo muestras de amigos, y, llegados, luego que vistes la grandeza de mi calamidad y quebranto, os retirastes temiendo. No dice que se volvieron contra él, y que habiéndolo de consolar le acusaron, como lo pudiera decir con verdad, sino dice que se temieron; en que dice una cosa agudísima y descubre la verdadera raíz de su intento de ellos, y lo que verdaderamente a tratarle tan mal los movía. Porque los que se dan por amigos, y son en sí ruines y ceviles hombres, siempre que se ven obligados a acudir al amigo en algún caso de necesidad, buscan ocasiones de enojo con él para mostrarse desobligados y no acudir como deben. Pues ansí aquestos amigos de Job, según aquí parece, aunque vinieron como amigos, luego que vieron el extremo de su pobreza y miseria, y se conocieron estar obligados a su remedio, temiendo apocadamente la obligación de esta carga, par echarla de sí, tuvieron por bueno enojarse con él tomando color de sus palabras; y por salirse de ser amigos, se mostraron celosos sin propósito de la honra de Dios, y para desobligarse con apariencia, insistieron en hacerle pecador y malvado; y todo se resumía en su avaricia de ellos y en su ánimo estrecho. Y ansí Job acude a la raíz y les descubre la llaga de su apocado temor, y les quita el falso velo con que pretendían cubrirla. Y conforma con esto mucho lo que luego se sigue, que es:

22. ¿Por ventura dije: Traed a mí y de vuestra hacienda pechad por mí? Porque, dice, huís de mí porque amáis vuestra hacienda, y para encubrir vuestro vicio, formáis pleito de lo que digo. Y no tenéis razón de temer; porque yo, aunque me falta todo, no os he pedido ni pido cosa ninguna; que ni os ruego presente, ni os pido pecho, ni quiero vuestra limosna, ni menos que me saquéis de deuda. Vosotros mismos sois grandes testigos, y el mayor testigo es la graveza de mi gran desventura; porque no lo fuera, si pudiera tener por vuestras manos remedio. Ansí que ni quiero vuestra hacienda, ni es hacienda lo que me ha de valer. Y como no os pido dineros, tampoco os demando favor; que nunca os he dicho:

23. O escapadme de mano de angustiador y de mano de fuertes me redimid. Como diciendo, ni menos os he pedido que me libréis de algún enemigo, o que arrisquéis vuestra honra o vuestra vida por mí; que es decir, que su trabajo era suyo del todo, y que ni les pedía ayuda, ni ellos para dársela eran parte; y que ansí temieron sin causa y se quisieron desobligar de él sin por qué, escogiendo para ello el reprehender su paciencia y el acusar sin razón y sin culpa su vida. Y dice, si os parece que no es verdad lo que digo, y que el acusarme vosotros agora no es color buscada para desobligaros de mí, mostrad que me engaño en manera que yo pueda entenderlo.

Y esto es lo que dice y se sigue:

24. Avezadme, y no callaré, y lo que erré hacedlo entender a mí. Y añade luego en la misma razón:

25. ¿Por qué son violentadas palabras de derechez? ¿Qué reprehenderá reprehendedor de vosotros? Mas ¿para qué es, dice, pediros que convenzáis mi culpa?; mejor sería mucho que reconociésedes vuestra calumnia, con que torcéis mis palabras y hacéis a la verdad violencia; porque conforme a ella, ¿qué me podéis reprehender?

O dice, según otra letra: ¡Cuán fortificadas son palabras de derechez! ¿Qué reprehenderá reprehendedor de vosotros? Que como dijera que le avezasen y le diesen a entender su engaño si se atrevían, como quien estaba saneado de sí, dice agora: mas la verdad, ¡cuán fuerte es y cuán no vencible! Trabajaréis en balde si le pensáis hacer mella; ¿quién la podrá reprehender de vosotros?

Y añade:

26. ¿Por dicha no es ansí, que para reprehender, palabras pensades, y para el viento razones perdidas? Como diciendo: ¿Pues qué? ¿No es verdad que me calumniáis, como digo, y que ponéis vuestro estudio en torcer mis palabras por desobligaros de mí? Cierto es verdad: vuestro intento es buscar en mis dichos ocasión de reprehenderme; fingís en mí culpa por salir vosotros de deuda. Vuestras reprehensiones no se fundan en falta mía verdadera, sino en el viento de vuestra imaginación y deseo vano; y ansí son palabras perdidas las vuestras y que azotan el aire. O podemos traducir esto postrero de esta manera: Y al viento palabras de desesperación. En que les dice que con ocasiones de viento, y no con verdad de lo que sienten en él, le dicen palabras de desesperación, esto es, palabras no de consuelo, sino de desesperación para un afligido. Lo cual dice ansí, porque fatigar y reprehender a un hombre puesto en semejante miseria, de sí era motivo grande para desesperarle, y por la misma causa grande argumento de que lo pretendían los que ansí le trataban.

Y conforme a esto prosigue:

27. También sobre huérfano alanzáis, y la armáis contra vuestro compañero. Porque, dice, acosáis a un hombre huérfano, esto es, a un desamparado del todo; y no sólo no hacéis con él lo que la común humanidad para con los afligidos obliga, que es compadeceros siquiera, sino ponéis estudio en serle nuevo estropiezo. Esto ¿qué es sino, cuanto es en vosotros, traerle a que desespere? Y tienen particular significación cada una de estas palabras. Porque lo que pusimos alanzáis, en su original es naphal, que es como caer de golpe y con ímpetu, que demuestra con qué deseo y ardor se arrojaban contra él por dañarle. O es, según dicen algunos, echarle lazos delante donde se prenda y enrede; que acude bien al intento que decimos de estos amigos, que era, acosando a Job, traerle a desesperación o blasfemia, para desobligarse dél como de cosa perdida. Y ansimismo lo que dijimos armáis, que es en su principio thikepiu, y significa cavar; aquí es cavar hoyo y ordenar trampa y armadijo donde caiga y se suma. Y dijo primero huérfano, y después compañero, para acrecentamiento mayor; porque es impiedad no favorecer al desamparado cualquiera que él sea, y mayor perseguirle y muy mayor armarle lazos y ponerle estropiezos; y si es amigo vuestro también, haberos ansí con él es lo sumo de la crueldad y maldad.

Mas dice:

28. Y agora acabad lo que comenzastes; atendedme, ved si miento en vuestra cara. Esto es, y si no confesáis lo que diga, y si vuestra pretensión nace de celo sancto, llevad vuestro intento adelante, o comenzad de nuevo si os place, o plegaos de mirarme con mejores ojos y con mayor atención; mirad bien si os hablo lo que no debo o me engaño en lo que de vosotros juzgo.

Y ansí dice:

29. Tornad a responder, yo os ruego; no haya porfía; tornad, mas justicia mía en ella. Como diciendo, tornad a la disputa, respondedme a lo que dijere, y si queréis, o justificar vuestra razón o conocer la que hay en la mía, no tenga parte la pasión en nuestra disputa, búsquese la verdad solamente, no me ceguéis a mis voces obstinadamente, sino guardadme justicia.

No haya porfía. La palabra original propriamente es torcimiento, y es aquí el sacar de sus quicios lo que se dice y el torcerlo a lo peor, que es proprio de lo que llamamos calumnia, y son obras que la porfía en la disputa suele hacer de contino, porque ciega con su calor la razón, y hace que o no entienda o entienda diferentemente lo que el contrario nos dice.

Tornad, mas justicia mía en ella, quiere decir, o como habemos dicho y como Sant Hierónimo dice: Mas guardadme justicia; o tornad, que, si tornáis, mi justicia parecerá en la disputa; por más que os agucéis, quedará mi justicia en pie. Y la razón de esto es lo que luego dice y se sigue:

30. No habrá en mi lengua torcimiento, ni mi paladar sentirá necedad. Porque, dice, yo estoy cierto de mí que ni he dicho cosa que no deba, ni la diré si no se me tuerce el juicio. Mi lengua, dice, y mis paladares; como diciendo, ni excederé en el juicio de las cosas ni en las palabras y quejas; mi lengua publica lo que siento y mi gusto siente lo que es razón.

Mas este verso, que es el postrero en el original, dice ansí: ¿Si acaso hay en mi lengua torcimiento? ¿Si mi paladar no entenderá quebranto? Que, o dice lo que nuestro intérprete puso, que es lo que dijimos agora (porque aquella manera de pregunta, si acaso, por ventura, suele por ventura inferir negación; quiero decir que demuestra haberse de negar lo que ansí se pregunta, y ser claro y cierto que se ha de negar, de manera que decir si acaso hay en mi lengua torcimiento, es decir, claro es y cierto que no lo hay), ansí que o es esto que he dicho, o sigue y continúa lo que puso en el verso de arriba, que era: Atendedme, ved si miento en vuestra cara. Y añade agora: Ved si hay acaso lo que siento en mi lengua torcimiento, esto es, si digo lo que no debo, si mi paladar, esto es, mi juicio, no entiende lo que la calamidad y trabajo es, hasta donde se debe sentir cuanto se puede soltar en él la rienda al sentimiento.

Y porque ha dicho que le respondan y tornen a la disputa si quieren, torna él a decir y a encarecer agramente sus males, que es lo que en el capítulo siguiente se dice.