Exposición del Libro de Job/Capítulo 31 exposición

Después que ha dicho Job su felicidad pasada y su calamidad presente, y declarado con ambas cosas y engrandecido su mal, cuenta agora en este capítulo su virtud y inocencia, que sirve también para mayor encarecimiento de lo que padece. Que aunque la buena consciencia en las caídas de esta vida y en los trabajos y penas consuela, mas también aflige por otra parte el padecer y el no saber la causa por que se padece; el saber uno de sí que era digno de premio, y el verse como malo desechado y hollado; el haber servido a la virtud, y el salir burlada, a lo que al presente parece, su confianza.

Y este dolor es sin duda grandísimo para los que, siendo virtuosos, son maltratados, en entender cuántos se apartan del camino bueno atemorizados con sus desastres, y el crédito que pierde la virtud en los ojos y juicios del mundo. Pues cuenta Job su inocencia, y contando de sí, hace juntamente un dibujo de los oficios del justo, y diciendo lo que hizo él, nos enseña lo que debemos hacer. Y dice ansí:

1. Concierto establecí a mis ojos, para no pensar de doncella. En que lo primero que de su pasada vida refiere es su honestidad y templanza; porque como es vicio común, y a que todos por naturaleza se inclinan, y en que los hombres ricos y regalados y poderosos tienen menos rienda que otros, convínole abonarse en esto al principio.

Y ansí dice que en este caso no solamente fue honesto en los deseos, sino también en los ojos y en el mirar muy compuesto. Porque, a la verdad, el que mira sin orden, desea muchas veces sin freno, y en este vicio señaladamente la puerta son de ordinario los ojos, porque la figura hermosa es lo que más le despierta. Y como dice el poeta latino:

En el amor los ojos son la guía.

Y más extendidamente el Sabio en el Eclesiástico: No mires la doncella, porque no tropieces en su hermosura. No revuelvas la vista por los barrios de la ciudad, ni por sus plazas vaguees. Aparta tus ojos de mujer afeitada y compuesta, y no hinques los ojos en la hermosura no tuya. Que por la hermosura de la casada perdieron la vida muchos, y del buen parecer se enciende como fuego el deseo. Pues asentó con sus ojos que cerrasen la entrada a semejantes figuras, para que, entrando, no le robasen la casa de la alma; y como no tuvo dentro de sí quien le solicitase y hechizase el corazón, no se movió a amar y apetecer lo que, amado, es ponzoña. Por manera que no sólo tuvo concertados deseos, sino cerrados también y tomados todos los caminos de su desconcierto. Y no cerraba como quiera los ojos, sino tenía asentado y establecido con ellos que anduviesen siempre, cuanto a esto, cerrados; que es decir que tenía hecho hábito en él la virtud, y que ya como de suyo obedecían a la razón en él los sentidos y potencias del cuerpo.

Dice más:

2. Que ¿qué parte tuviera en mí el Señor de arriba? ¿Y qué herencia el Abastado desde las alturas? El original pone lo mismo en otro modo, porque dice: ¿Qué parte tuviera del Señor de arriba? ¿Y qué herencia del Abastado desde las alturas? Que aunque en lo primero pregunta la parte que tuviera Dios en él si fuera disoluto y deshonesto, y en lo segundo la parte que tuviera él en Dios siguiendo tal vida; mas es todo uno, porque ni Dios en el malo tiene la parte que se le debe, ni él en Dios la que le cumple y conviene; que ni Dios posee su corazón ni él tiene a Dios en el alma.

Pues dice Job la causa y fin por que era templado, que era tener a Dios respeto y saber que le desechaba de sí, si admitía amor deshonesto en su pecho; con que demuestra esta honestidad en él haber sido virtud verdadera, pues miraba en ella a Dios y no ponía en ella por su fin principal, como hacen algunos, su reputación y amor propio.

Y bien entendió tanto antes lo que Sant Pablo escribe muchos años después, que los fornicarios y muelles y adúlteros no poseerán el reino de Dios. Y por eso pregunta que cuál parte o cuál herencia verdadera de arriba; esto es, de los bienes y herencias del cielo si le cupiera parte, si fuera corrompedor de doncellas; como infiriendo que no la tienen en aquella herencia los tales.

Y ansí añade:

3. ¿Por ventura no quebrantó a los malos, y ajenamiento a obreros de maldad? Cierto es, dice, que fuera excluido de la herencia del cielo si ocupara mi ánimo en ese vicio; porque lo es cierto y sin ninguna duda quebrantar y deshacer Dios a los malos, y enajenarlos y desterrarlos de sí. Y si queréis saber, sirviendo a la deshonestidad, cuál fuera mi partida, fuera sin duda quebranto, enajenamiento y destierro.

Y porque no solamente se justifica en el hecho, sino también en el pensamiento y deseo (que por eso dijo haberse concertado con su vista para no pensar de doncella, o como el original a la letra, que ¿para qué consideraré de doncella?), y porque el pensamiento se encubre en el alma, no por eso, dice, le di rienda suelta; que ni por deseo sin obra le tenía por lícito, pues, como confieso, por él se pierde la herencia del cielo, ni por ser oculto y secreto imaginé que Dios no lo vía.

Y ansí añade:

4. ¿Por ventura Él no considera mis carreras, y contará mis pasos todos? Cierto, las considera y las ve en particular y con distinción cada una.

Y porque las ve, conociera con claridad lo que añade:

5. Si anduve con mentira, y aguijó a engaño pie mío; esto es, si mostraba uno y encubría otro; si pintaba con honestidad el semblante y hacía en el alma burdel; si ponía cerraduras de gravedad a mis ojos y abría larga entrada en el corazón al deseo; si en lo público me fingía templado, y en viendo la ocasión secreta aceleraba los pies. El caso es, dice, que cuanto a este negocio no me faltó quilate; pura y fielmente lo he guardado; póngame en un peso fiel y verá que es verdad.

Y ansí añade:

6. Péseme en peso de justicia y sabrá Dios mi sencillez, o mi perfección, como dice otra letra. Peso de justicia llama el justo y fiel, y pesar en peso es figura de hablar, que vale tanto como examinar con rigor.

Más prosigue:

7. Si desvié mi pie de camino, si en pos de mis ojos caminó mi corazón, si se apegó torpeza a mis manos. Insiste todavía en certificar su limpieza. Antes la afirmó simplemente; agora la confirma debajo de maldición; primero la probó, porque conocía cuánto Dios se ofendía de lo contrario; agora la persuade pidiendo a Dios que le destruya si miente.

Y dice: Si desvié mi pie de camino, esto es, si me aparté de lo que debía; y declara en qué caso, diciendo si en pos mis ojos caminó mi corazón; esto es, apetecí desordenadamente la hermosura que vi. Y dícelo más claro luego, si se apegó torpeza a mis manos, esto es, si en mis obras fui deshonesto y torpe, ¿qué le avendrá?, ¿qué?

Lo que añade:

8. Sembraré, y comerá otro, y mis descendientes serán desamparados; esto es, todo lo en que pusiere mano se pierda; sucédanme al revés mis designios; trabaje y no para mí; siembre y cojan otros mis fructos. Lo cual ansí es maldición (que al parecer pide que le venga si fue deshonesto), que es también como profecía o verdaderamente como doctrina sacada de la experiencia, de lo que sucede de ordinario a los deshonestos y mujeriegos, que son desastrados en las cosas que emprenden. Y como se convierten en carne y hacen el ánimo muelle y le acostumbran al ocio y regalo, no aspiran a cosas grandes, o, si aspiran, son vencidos en ellas, porque carecen de los nervios que son menester; que ni son para la vela, ni para sufrir el trabajo, ni para irse a la mano en cosa de gusto, ni para ocupar el pensamiento en buscar el consejo, que son los medios por donde lo que se pretende se alcanza. Que lo que el orador escribió en un género de ejercicio y de industria, es verdad en todos los negocios y pretensiones nobles y honrosas. Porque no es posible, dice, en ninguna manera, que el ánimo entregado a torpeza y ocupado y como enredado en amores, en aficiones, en deseos, y muchas veces con sobra y otras con falta de cosas, pueda responder, no sólo en el hecho, mas ni con el pensamiento, a este oficio que hacemos. Ca conviene se dejen los deleites todos, se desamparen los entretenimientos de pasatiempo, el juego, las burlas, el banquete y casi las pláticas y trato doméstico es necesario se olviden.

Mas veamos lo que dice adelante.

9. Si dejé llevar mi corazón de mujer; si puse celada a puerta de amigo. Por mujer entiende la casada, que de las solteras es lo de arriba; y por amigo entiende a su marido, cualquiera que él sea, que le llama amigo, como quien dice vecino o próximo. O, si habla con propriedad, dice lo que acontece a las veces, que pone mancilla en una casa el que tiene entrada en ella como deudo o amigo.

Y llama poner celada, porque si el marido es amigo, es hacerle traición caminar por la amistad a su afrenta y aprovecharse del ser amigo para serle enemigo de veras; y si no es amigo el marido, pónele también celada el adúltero, porque siempre en semejantes tratos entrevienen encubiertas y engaños. Pues dice que si solicitó la casada, ¿qué?

10. Ramera de otro sea mi mujer, y otros en somo de ella se encorven. Que es decir: Quien tal hace tal pague, y su pena sea semejante a su culpa, y lo que hizo eso mismo le avenga. Donde decimos ramera sea de otro mi mujer, el original dice a la letra: Muela a otros mi mujer; porque entre otras figuras de hablar proprias a sola esta lengua, es una, por el nombre de moler, significar el servir a la torpeza en los actos carnales.

Ansí dice Esaías a Babilonia, a quien habla como si fuese doncella: Levanta la muela y muele harina; y para declarar lo que entiende, añade luego, descubre tu torpeza y vergüenzas. Y Hieremías, lamentando el estrago que hicieron en su ciudad los caldeos, dice: Tomaron los muchachos para que les moliesen, esto es, usaron deshonestamente de ellos, como Sant Hierónimo escribe.

Prosigue:

11. Que esto tacañería, y ello maldad grandísima. Porque, dice, conozco y conocí siempre que la maldad del adúltero es muy grande, y que tiene pena grave y de muerte el poner en el lecho ajeno semejante mancilla. Que donde decimos maldad grandísima, el original dice maldad de jueces, esto es, maldad que por ley pertenece a juicio, y de quien los jueces, según lo establecido, por derecho conocen para condenarla a castigo. Porque, aunque todos los pecados son malos, la justicia de la ciudad no conoce de todos, sino de aquellos señaladamente que deshacen su unidad y destruyen la paz común, cual es el adulterio y los demás que se hacen con injuria de otros. Porque la injuria diferencia y desata, ansí como lo igual concuerda y aduna.

Dice más:

12. Que esto fuego, que hasta consumir tragará, y todos los fructos estraga. Que porque dijo este delicto ser delicto de jueces, esto es, tener pena establecida en las leyes, dice agora y encarece la pena, que es de muerte y de perdimiento de bienes; porque siempre y en toda ley fue castigado el adulterio con penas gravísimas. Y no habla, a mi juicio, de la pena legítima solamente, sino mucho más de los desastres y acontecimientos tristes que suceden de ordinario al adúltero, que, o caen en manos del injuriado, o por huir dél se despeñan, o sentidos, por no morir, desamparan la tierra y la hacienda. Unos pierden la honra, otros hacen naufragio de los dineros, a otros castiga la justicia, y a otros quita en un punto una estocada la vida.

Dejo casas asoladas y reinos trastornados y hundidos en venganza de este delicto, que dél solo nació cuanto Homero canta en su Ilíada. Porque es, sin duda, como Job dice, fuego que abrasa y que traga; que es pura verdad, ansí por la ira que concibe Dios contra él, como por la rabia y furor que el celo mezclado con la ira enciende en el pecho de quien padece la afrenta. Que como en los Cantares se dice: Duros son como el infierno los celos; sus llamas ardientes de fuego no se apagan ni se aplacan con muchedumbre de agua. Y en los Proverbios Salomón: El adúltero por falta de saber pierde la vida; amontona para sí afrenta y deshonra, y su infamia nunca se borra. Que el celo y el furor del marido en la ocasión de vengarse no perdona, ni se allega a ruego de alguno, ni se aplaca, ni toma en concierto ningún don ni tesoro.

Prosigue:

13. Si desdeñé juicio de mi sirviente y de mi sirvienta, cuando ellos pleitearon conmigo. Habiendo dicho de la templanza, dice agora lo que toca a justicia. Y para mostrar que la guardó siempre con todos, pone la parte en que más fácilmente se quiebra, que es con quien nos sirve y poco puede, como arguyendo a lo que es más cierto y forzoso; porque quien da su debido a los bajos y flacos, cosa manifiesta es y forzosa que no agravará a los altos y poderosos.

Pues dice que nunca se desdeñó de venir a juicio con los suyos, ni de allanarse para estar a justicia con ellos; porque el pundonor es el que suele retraer a los señores de esta llaneza, que tiene por mal caso que haya ley ni razón entre ellos y sus criados, porque el haberla es un género de igualdad penosísima a los ánimos altivos y señoriles, cuales son los que cría el mundo en los que se llaman señores. Mas Job no era señor para tenerse por mejor que su siervo, ni porque podía mandar se presumía señor absoluto, ni por verse más alto dejaba de reconocerse igual con todos en lo que era derecho.

Que es cosa lastimosa lo que en esto, los que sirven, pasan con sus amos a veces; los cuales no contentos de haber gozado de su trabajo, ni menos satisfechos de haberlos tratado con severidad y escasez, no les pagan su salario y los atemorizan con amenazas si se lo quieren pedir. Y nace de que no se conocen y no consideran lo que consideraba Job, como dice:

14. ¿Y qué hiciera cuando se levantare Dios a juicio? Y cuando visitare, ¿qué responderé a Él? Porque si advirtiesen que tienen también superior y que hay amo en el cielo a quien están sujetos, aunque les pese, y que es amo común de sus criados y dellos, y que los ha de juzgar a todos, depondrían sus crestas y conocerían que si les alzó la fortuna, no por eso los exentó la justicia.

Y es conforme a esto lo que Sant Pablo escribe a los Colosenses: Los que sois señores conservad justicia y igualdad con vuestros criados, sabiendo que también vosotros tenéis amo en el cielo. Mas es de advertir que donde decimos cuando se levantare Dios a juicio, el original solamente dice cuando Dios se levantare; y en decir la Escritura que se levanta Dios, es decir que viene a juzgar. Porque a la verdad, a los que en esta vida de tinieblas vivimos, parécenos que duerme Dios y que está caído su bando en cuanto no ejercita su justicia, porque pasan cosas tan descomunales y bárbaras entre nosotros, y es tan grande la confusión y desorden, que parece casa sin dueño a los que alumbra la fe, o que si la tiene, que no advierte lo que pasa y que duerme. Que como nuestra vista corta y nuestro ánimo angosto no alcanza ni comprende las muchas cosas a que Dios tiene atención en lo que permite que pase, ni ve los fines grandes que en todo mira, ni los bienes que saca de hechos perdidos y malos, ni los muchos efectos buenos a que quiere sirva una cosa mala que consiente se haga, lo cual todo aquella soberana Majestad conoce y ordena, tiempla y endereza con admirable consejo: parécenos porque no envía luego sobre el malo sus rayos, que tiene descuido o que no mira, presos los ojos con sueño.

Pues respecto de la imaginación de la carne, que imagina a Dios olvidado y caído, dice la Escritura que se levantará Dios cuando ejercitare en el juicio justicia. Y, a la verdad, es altísimo siempre Dios, y parecerá en los ojos de todos en aquel día muy levantado y muy alto. Porque si levantarse es mostrarse y salir a luz lo que estaba escondido, los malos, cuyos ojos y deseos nunca miraron a Dios, le conocerán entonces, para su miseria, descubierto y clarísimo. Y si es levantarse tomar brío y mostrar fuerza, será no vencible con la que en aquel día convencerá a los pecadores de culpa y los sujetará a pena perpetua; y si levantarse es declararse por superior a los otros, en aquel día lo rebelde todo, la alteza y soberbia del mundo, las torres de la vana excelencia, sus máquinas, sus consejos, sus mañas, su ser, su poder, sujeto a sus pies [se verá], y quedará Él solo alto, y todo lo demás humillado y rendido. Ansí que debidamente es dicho levantarse Dios cuando juzga.

Y Job dice con grande razón, y pregunta lo que responder pudiera en aquel día al Juez, si él no quisiera agora reconocer para con sus criados juez en la tierra; que ni le pudiera decir no hablar con los amos las leyes, ni ser él absoluto señor de los siervos, ni estar compuestos ellos de diferente metal, ni serle de nacimiento sujetos y inferiores como los animales y bestias.

Que como añade:

15. ¿Por ventura no hizo a mí quien hizo a él en el vientre? ¿Y en la madre nos compuso uno mismo? Hízolos sin duda y compuso un artífice mismo, y en un mismo lugar y de una misma materia y por una manera misma, y eso es lo que dice. Y es argumento que con eficacia convence, que son iguales en ley el siervo y el amo, pues lo son en naturaleza; y que pues son de una especie, pertenecen a una república, y por el mismo caso los gobierna y los rige un derecho y un fuero.

Pero veamos lo que dice adelante:

16. Si negué su deseo a los pobres, si hice esperar ojos de viuda. Que ya toca en otra diferente virtud, que es la misericordia y largueza, que no siempre obliga, aunque siempre es muy loable y necesaria para que un hombre sea perfecto.

Dice, pues: Si negué su deseo a los pobres. Deseo de los pobres llama la limosna que piden; que la necesidad con que la piden hace que la deseen, y la manera de pedir que tienen, y las voces que dan y las plegarias que hacen, son testigos de que es grande el deseo. Y demás de esto dice con particular advertencia deseo de pobres, porque los deseos de los pobres no son ni nacen de antojos, sino de causas necesarias y justas. Por manera que por dos títulos deben ser oídas y admitidas sus peticiones: porque las desean mucho y porque son peticiones de lo necesario.

No hice, dice, esperar ojos de viuda. Proprio es de una persona afligida y que su remedio cuelga de otra, enclavar los ojos en ella, como pidiendo con ellos, más que con las voces, ayuda; y las viudas y pobres muchas veces mirando piden, adonde el empacho natural les quita el hablar. Por manera que el mirar es pedir, como se dice en el Psalmo: A Ti levanté mis ojos, que moras en el cielo; y durar mirando es perseverar en lo que se pide, y por la misma manera hacer que a los ojos que ansí miran esperen, es dar tarde y escasamente lo que es pedido.

Conforme a lo cual dice Job que no sólo daba lo que le demandaba a la viuda, mas que se lo daba luego y con mucha presteza, que era darlo, como el refrán latino dice, dos veces; porque el detenerlo es como no darlo, aunque se dé a la fin y a la postre. Y ciertamente pierde toda su gracia el bien que ansí viene estrujado; que la gracia de la dádiva es la alegría con que se hace, y lo que se regatea y escatima no se hace con alegría. Y ansí decía Sant Pablo, que alarguemos en la limosna la mano, no con tristeza y como forzados de la necesidad, y dilatándolo de uno a otro día, porque ama Dios al que en dar es alegre.

Conforme a lo que dice un poeta:
La gracia que se tarda es desgraciada,
porque la que los pasos acelera,
es muy más agradable y más amada.

Y como sea en todos verdad, eslo mucho más en las viudas, por parte del corazón que tienen afligido y estrecho; por donde el acudir presto a su deseo les es por extremo agradable; y no es de ánimos piadosos y blandos, y cuales deben ser los amadores de Dios, sufrir que les esperen ni atormentarlas con la dilación.

Va adelante:

17. Si comí mi bocado a solas, y no comió huérfano dél. También esto pertenece a la piedad y limosna, no comer sin dar de comer, y que la necesidad natural que despierta hambre en mí despierte también memoria de lo que padecen los que no tienen, y que de la memoria nazca cuidado, y del cuidado la ejecución en el hecho. Y verdaderamente es cosa de gusto que gusten otros de mi manjar, y ningunos gustan más que los necesitados y hambrientos, y es deleite grande este en los que son piadosos de veras, como Job lo era, según lo que añade:

18. Que de mis niñeces creció conmigo piedad, y del vientre de mi madre salió conmigo. A lo que decimos piedad, añade el original como padre, para decir que no era como quiera ni ordinaria la piedad de que Dios le dotó, sino piedad de padre con hijos y entrañas bañadas en misericordia. Y de ellas nacía lo demás que se sigue, conviene a saber:

19. Si vi perecer sin vestido, y no di cobija al mendigo, que es otra obra de misericordia. Porque la primera fue dar de comer al hambriento, y ésta es dar de vestir al desnudo. Si vi, dice, esto es, si permití que, viéndolo yo, padeciese pobre frío por falta de ropa.

Y dice en el mismo propósito:

20. Si no me bendijeron sus lados; si del vellón de mis ovejas no cobró calor. Es como una pintura de lo que acaece a un desnudo que fallecía de frío cuando le visten; que rodeándose con la ropa y apretándose con ella, bendice a quien se la da y siente luego en sí su calor. Sus lados, dice, o sus costillas, porque el pecho, estómago y costados es lo que tiene más necesidad de vestido.

Dice más:

21. Si levanté contra huérfano mano mía, por verme ser superior en la puerta. La seguridad de la victoria suele convidar a la injuria; mas ni esto pudo con Job, para que agraviase ni pusiese pleito al necesitado o al huérfano. Y no se ha de entender aquí que no hacía injuria a los pobres, que arriba lo dijo, sino propriamente dice que no les ponía pleito, ni les pedía su derecho en justicia, aunque le sobraba ella, y el favor y los medios. Porque el no ser riguroso ejecutor con el huérfano es un género muy sancto de limosna. Porque aflige mucho al que poco puede cuando le hace pechar el rico parte de su miseria y pobreza; y ansí mandaba en la Ley Dios que la prenda que por ejecución de deuda saca alguno a los pobres, se la vuelva antes que venga la noche. Y si el rico está obligado a dar a los que padecen, mucho más a no pedirles lo que no tienen, aunque más se lo deban.

Y ansí Dios reprende lo contrario por Esaías, do dice: En vuestro ayuno ejecutáis vuestra voluntad; pedís a todos vuestros deudores, y cobráis dellos, y heríslos. Por verme, dice, superior en la puerta, esto es, acerca de los tribunales de la justicia; porque antiguamente los juzgados se hacían en las plazas, y las plazas estaban juntas a las puertas de la ciudad. Pues si Job ha hecho algo de esto, ¿qué le avendrá? ¿Qué maldición se desea? ¿Qué?

22. Mi lado, dice, caiga de su hombro, y mi brazo quebrado sea por su canilla; descoyuntado, dice, muera. Mas es de ver por qué razón, si ha faltado en esta virtud, se desea esta pena, esto es, si ha faltado en la misericordia y limosna, pide se le quiebren y descoyunten los brazos. Sin duda porque para el dar se nos dieron, y ansí es justo que los pierda el que no los emplea en su oficio, y que sea manco el que no sabe alargar al pobre el brazo, y que no tenga manos ni dedos quien las tiene con la escasez cerradas siempre.

Dice:

23. Que siempre temí a Dios como a olas hinchadas sobre mí, y su peso soportar no podré. Como diciendo: Hice esto: favorecí a los necesitados, nunca les hice agravio, aunque pude; porque mira Dios por ellos con cuidado particular y hace por su causa señalados castigos, los cuales temí yo siempre, trayéndolos delante de los ojos.

Y dice Job lo que a esto toca con tanta menudencia, por satisfacer a lo que estos sus amigos significaron en lo pasado, que fue león y sus hijos tigres, para decir que despojaron y se comieron los pobres; lo cual no fue ansí como dicen, sino todo al revés, porque él, de su natural, era blando y piadoso, y demás de esto temía mucho a Dios, de quien sabía ser perpetuamente amparador de los huérfanos. Del cuidado de Dios por los que poco pueden, dice David: A tu cuidado está el pobre, y Tú eres favorecedor del huérfano. Y de los castigos que hace por su causa, está en los Proverbios: No toques los lindes de los pequeños ni la heredad de los huérfanos, porque no perezcas: porque es valiente su deudo, que jugará contra ti su baraja. Que siempre, dice, temí a Dios como a olas hinchadas sobre mí. El original a la letra: Que espantó a mí contrición de Dios. Llama contrición el quebrarse la ola cuando cae, según pareció a Sant Hierónimo; o, generalmente, contrición de Dios es la pena con que castiga los malos. Que los buenos, si caen en trabajos, levántanse, coma el Sabio dellos dice: Siete veces cae el justo, y se levanta; mas el malo cae para quedarse caído, y por eso su caída y pena es llamada quebrantamiento, porque quien se hace pedazos cuando cae no torna a ponerse en sus pies.

Prosigue:

24. Si puse oro fortaleza mía; si al oro dije: Mi fuerza.

25. Si me regocijé por muchedumbre de mis haberes, y porque mucho hallaron mis manos. En lo cual dice no que no era escaso, que en los versos pasados ha mostrado su piedad y largueza, sino que no se contentaba ni preciaba de ser rico, ni se ensoberbecía de ello; ni menos reposaba en las riquezas, como en su bien, sino que cumplía lo que el Psalmo dice: Si las riquezas vinieren en abundancia, no les peguéis vuestra afición. Y lo que propriamente dice Sant Pablo: Manda a los ricos de este siglo, que no piensen de sí cosas altas, ni confíen en la instabilidad de sus riquezas; que es vicio que lo apega, no sé en qué manera, el dinero. Porque como por la corrupción de nuestras costumbres se han hecho compraderas todas las cosas, parécele a quien tiene oro que allí lo tiene todo, y que es fuerte, sabio y discreto y bien afortunado, y finalmente señor poderoso, cualquiera que es señor del dinero; de que la altivez y la presunción y desvanecimiento y vana confianza y engaño comen de ordinario con los ricos, y duermen. El cual es vicio necio y feo, y lo principal, muy desagradable en los ojos de Dios. Necio, por su ser instable y inconstante del oro, porque necedad es fundar sobre la arena y hacer cimiento y confianza del viento. Y no sólo por ser instable, sino por ser desleal y traidor; porque sin duda la posesión del tesoro no allega amigos, sino envidiosos, y no nos hace en la apariencia tan amados de algunos, cuanto en la verdad aborrecidos y malquistos con todos.

Pues poner la esperanza de mi defensa en lo que de secreto me hace guerra y llama gente contra mí, necedad es muy conocida. Ansí que es necio este vicio. Y también es feo, porque el hombre que nació para bienes tanto mayores, si se ceba del oro, ansí que ponga en él su esperanza, afrenta se hace a sí y se envilece y abaja, que es negocio vituperable y muy feo. Y por todas estas razones juntas Dios se desagrada mucho dél, y demás de ellas, por otra que toca directamente a su honra. Porque poner uno su confianza en el oro, y persuadirse que en él tiene su bien y su defensa para todo lo que se le ofrece en la vida, es un género de idolatría, como la llama Sant Pablo; y por la misma razón es quitar a Dios lo que propriamente es suyo y se le debe, que es esperar de Él todo el bien. Porque ansí como es proprio suyo encerrar Él solo todos los bienes en sí, todos los favores, todos los remedios, todas las excelencias y honras; y ansí como le conviene a Él ser tan dadivoso de suyo, cuanto es rico y abastado, y ser tan amigo de hacer bien, cuanto es bueno y perfecto, porque la bondad naturalmente apetece el comunicarse y derramarse en los otros; ansí y por el mismo caso le debemos por derecho el mejor y más alto grado de nuestra esperanza; y como es sumo bien en sí, ansí le debemos tener por sumo bien nuestro, tenerlo por nuestra fortaleza, por nuestra medicina, por nuestra única gloria y riqueza. Y porque se abonó Job en esta especie de idolatría, consiguientemente muestra su bondad en lo demás que toca a este género.

Y dice:

26. Si miré al sol cuando resplandecía; si a la luna, que caminaba con claridad. Porque en aquella su edad era común error adorar por dioses al sol y a la luna, como de la Sagrada Escritura se entiende en diversos lugares. Y ansí dice que no miró al sol, y entiéndese, para adorarle; porque mirar en la Escritura es muchas veces lo mismo que poner los ojos con afición y aplicar el ánimo con reverencia, como es lo del Psalmo: No miró las vanidades, ni las falsas locuras. O dícelo ansí por cierta figura, para demostrar menosprecio, como si más claro dijera que estuvo tan lejos de adorar estas luces, que, despreciándolas, aún no alzaba a ellas los ojos: que no querer ni aún mirar a uno es señal de tenerle en poco.

Y dice que no le miró cuando resplandecía, o como el original dice, sol resplandeciente, que es tanto como decir el sol oriente, o el sol cuando sale; porque en esta adoración era hora señalada y usada para saludar al sol la mañana y el apuntar de la aurora, según aquel antiguo versecillo que dice: Estaba acaso saludando a Febo al tiempo que apuntaba en el oriente.

Y ni más ni menos saludaban a la luna en las noches llenas y serenas.

Y ansí dice que ni miró a la luna, que caminaba con claridad, o como dice la primera letra, que caminaba con honra y con pompa, porque la siguen y rodean como sus ministras y criadas infinita copia de estrellas. Que el sol, como si dijésemos, cuando le vemos, camina solo, porque escurece con su luz lo que le pudiera ser compañía; mas la luna va acompañada de ejércitos de luces clarísimas, y ella como señora entre ellas y como emperatriz ambiciosa y pomposa.

Y añade en el mismo propósito:

27. Si se alegró en ascondido mi corazón y besó a mi mano mi boca. Donde decimos si se alegró, dice otra letra, si se engañó a sí mismo en secreto; y decir alegró es decir se contentó y satisfizo de tenerla por Dios: y decir se engañó es decir se persuadió falsamente; y si no osó declararse, a lo menos para sí tuvo por cierto, mirándolos, que el sol y la luna eran dioses.

Y lo que añade: Y besó a mi mano mi boca, parece ser manera de reverencia y demostración del culto que se les daba, allegar el que los adoraba su mano a su boca; como el hincar las rodillas, y, el juntar las manos, y el herir los pechos, son figuras y meneos religiosos y ordenados para demostrar el culto interior.

Dice más:

28. Que también esta maldad grandísima, y negamiento de Dios altísimo; esto es, del verdadero Dios, en cuya comparación todos los demás que hace dioses el error de los hombres son cosas muy bajas.

Y lo que decimos grandísima, la primera letra dice maldad de jueces, y por esa causa infirió y dijo, y también ésta. Como diciendo, como la pasada que del adulterio dije, ansí este delicto es maldad de jueces, no solamente mala en sí, mas condenada a graves penas por ley; y maldad de que el fuero exterior conoce de ella y la castiga con pena de muerte.

Dice más:

29. Si me gocé de caída de mi aborreciente, y me regocijé de que el mal le hallase. Muchos hombres hay que hacen bien y son ásperos en el sufrimiento del mal; quiero decir, que son misericordiosos y dan alegremente su hacienda y sirven y adoran a Dios con cuidado; mas no llevan ni perdonan la injuria, ni acaban consigo que no se la pague quien se la hace; los cuales tienen bien compuesta la parte concupiscible, pero la irascible descompuesta y desenfrenada. Y ansí de dos caballos que guían el carro de la razón, el uno que va sin rienda le desbarata y trastorna.

Mas Job en ambas a dos partes tuvo siempre templanza: honesto, piadoso, liberal, religioso, cuanto a la una; y cuanto a la otra, no vengativo. Y por eso dice: Si me gocé de caída de mi aborreciente. Como diciendo que no sólo no tomaba venganza, mas si la daba Dios, enviando sobre sus enemigos trabajos, no tomaba alegría, pues ni se gozaba de la caída del enemigo ni se regocijaba de que le hallase el mal. Y dice con particular propriedad, que el mal halla a los de quien habla; porque los que aborrecen y persiguen a los que siguen lo bueno, ordinariamente son gente poderosa en el mundo, soberbia de suya y altiva y apoyada de favor y riqueza, y por la misma causa gente no sólo arredrada, mas a lo que parece, ascondida de todo mal suceso y revés. Por donde, cuando les viene algún desastre, es visto el mal haber puesto diligencia en buscarles y hallarles entrada; que a los desamparados y flacos no los busca el mal, porque los tiene a la mano y como delante sus ojos, antes tropiezan en él ellos mismos y se le entran en casa.

Prosigue:

30. Ni di mi paladar a pecar, deseando con maldiciones su ánima; o como otra letra dice, para pedir con maldiciones su ánima. Y no sólo dice no me alegró la caída del enemigo cuando venía, mas ni deseé que viniese, ni aun con las palabras que la ofensa envía fácilmente, demostré tal deseo. Dar su paladar a pecar es hablar mal contra el enemigo; y lo que luego declara desear con maldiciones su ánima, esto es, maldecir su vida y buen estado.

Mas dice:

31. Si no dijeron varones de mi morada: ¿Quién dará sus carnes de él para hartarnos? En que hay dificultad por la nueva forma de hablar, diciendo comer de sus carnes. Porque unos lo declaran en significación de amistad, como que sea amor, querérsele tragar ansí entero (que es dura declaración y fuera de lo que agora se trata), y otros la entienden en aborrecimiento y enojo, como se debe entender.

Mas qué enojo sea éste y con quién y por qué causa, lo que en ello algunos dicen, es desatino. El enojo, dicen, es de sus siervos de Job, y dicen en esto verdad; y Job, dicen, es con quien tienen enojo, o porque los trabajaba mucho en servir a los huéspedes, o porque les tenía la rienda y les castigaba sus vicios, y en esto dicen una cosa improbable. Lo uno, porque el gobierno justo y templado, cual sería el de un hombre tan bueno, nunca trae los siervos a un extremo de aborrecimiento tan grande; lo otro, porque cuando fuera, no viene a cuento decirlo, cuando trataba de su ánimo piadoso con todos, y de la afición que es verosímil le tendrían todos por ello. Que ¿qué propósito es, cuando dice que los ajenos le amaban, decir que los suyos le aborrecían, y que era encarecidamente odioso en su casa el que como a común bienhechor deseaban bien las ajenas? O ¿qué loor ponía en un hombre tan pío el gobernarse con su familia, de suerte que sus criados tuviesen ser de su sangre? Que como es de remisos descuidarse en la disciplina doméstica, ansí es de imprudentes y poco avisados haberse de modo en ella que despierte en los suyos odio que le busque la muerte.

Pues decimos que los criados son los que aquí hablan; pero las carnes que comer desean no son los de Job, sino las de sus enemigos de Job, que viene como descendiendo de arriba. Porque decía agora que ni se vengó de sus enemigos, ni se gozó de sus malos sucesos, ni se los deseó, ni les echó maldiciones; y para encarecer y, mostrar más su bondad, pasa y añade que ni la ira de sus criados con ellos, ni el parecer de los de su casa que pedían venganza, ni sus iras, ni sus consejos, ni sus dichos, ni sus hechos, le desquiciaron de su propria clemencia.

Si no dijeron, dice, varones de mi morada: ¿Quién dará sus carnes dél para hartarnos?; esto es, si no es verdad, que aunque los míos me persuadían a que le buscase a mi enemigo la muerte, y no lo acabaron conmigo; si ofendidos de su maldad ellos mismos no le buscaban la sangre y bramaban por la venganza, a que yo estaba sordo; si no les embravecía la injuria, que en mi ánimo mella no hacían; si no salían de término con coraje y enojo de lo que me tocaba a mí, y no me enojaba o turbaba.

Y dice esto por dos razones: la una, para mostrar que sus enemigos eran tales y tan sangrientos, que aun sus criados les bebieran la sangre; y la otra, para significar su constancia, que ni las obras de ellos ni el ánimo y coraje de los de su casa le movían a ira.

Para hartarnos, dice; mas la primera letra tiene no nos hartaremos, que viene a ser todo uno mismo; que es engrandecer el deseo que de vengarse tenían, o diciendo que deseaban hartarse de sus carnes comiéndolas, o que, aunque las comiesen, no quedaría harto su enojo.

Dice más:

32. Peregrino no quedó fuera; mi puerta abierta a viandante. La virtud de la hospitalidad es muy loada en la Sagrada Escritura, como parece del libro de Tobías; y con las demás tenía Job ésta también, y con ella la que se sigue:

33. Si encubrí como hombre pecados míos, y ascondí en mi seno mi maldad. Diferencia hay entre no publicar y asconder: no publica el que no los pregona; ascóndelos el que hace apariencias y demostraciones contrarias. Esto casi siempre es hipocresía y engaño, lo otro lícito muchas veces; aquello se debe hacer cuando la justicia o salud de la ánima a lo contrario no obliga; mas esto hacemos de ordinario los hombres, porque lo traemos de herencia y como aprendido de lo que el primer hombre hizo en el paraíso, y porque somos vanos todos y deseosos de parecer por la afición de excelencia que tenemos secreta.

Y ansí Job no dice que no encubrió sus maldades, mas que no las encubrió como hombre, esto es, culpable y vanamente, haciendo del justo y vendiéndose con arrogancia por bueno no siéndolo. Y en decir que no las encubrió como hombre no confiesa que las tuvo; antes da a entender que fue libre de ellas, y que ansí no le fue necesario encubrirlas. De que le nació en el ánimo la confianza, que dice en lo que luego se sigue, que es:

34. Si me asombré a gran muchedumbre, y me espantó desprecio doméstico; sino antes callé, ni salí de mi puerta. Porque la buena consciencia es madre de la fortaleza. Y ansí Job, como libre de culpa, con cara descubierta y corazón esforzado dice de sí que ni temía de oponerse a la muchedumbre, cuando la razón lo pedía, ni se espantaba de incurrir en el odio de sus ciudadanos, sino armado con la verdad y hollando sobre todo, callaba y pasaba; o como otra letra decía, ni callaba vencido del miedo ni se encogía, ni se encerraba vilmente en sus puertas, sino hablaba y volvía con libertad por la justicia.

Bien es verdad que otros declaran este verso por diferentes maneras que referir no quiero, contentándome con ésta, que dice más con lo que trasladó Sant Hierónimo. Sólo diré otro sentido que se me ofrece, y a que da lugar el original primero, que trasladar podemos ansí: Cuando quebrantaba muchedumbre mucha, y desprecio de familiares me puso temor, y callé, y no salí de la puerta. En que la palabra cuando se ha de repetir por cada parte del verso, como diciendo: Cuando quebrantaban, cuando el desprecio me puso temor, cuando callé, y no salí de la puerta; porque quiere decir que en todos estos casos y tiempos no encubrió su culpa como hombre, ni ascondió su pecado, que es aquello de que iba hablando.

Por manera que como dijo que no encubría sus faltas, dice luego, certificándolo más, que no las encubría ni en los tiempos en que es ordinario Y como forzoso encubrirlas. Porque dos tiempos hay en que los hombres se arrogan más autoridad de la que merecen, y procuran parecer más y mejores de lo que son, dorando sus culpas: uno, cuando se ven muy estimados de todos, que por no caer de su opinión, la ayudan con apariencias fingidas; otro, cuando los acusan otros y los menosprecian, que por volver por sí y por su honra, no sólo niegan y encubren lo mal hecho, mas se atribuyen lo bueno que nunca hicieron. Del primer tiempo es lo que dice cuando quebrantaba muchedumbre mucha; esto es, no me hacía estimar por mejor de lo que era, cuando me vi superior a todos tiniéndolos debajo los pies, ni cuando perseguía y castigaba sus culpas. Y del segundo tiempo lo que añade diciendo, cuando desprecio de familiares me puso temor, y cuando callé, y no salí de mi casa; porque ni menos, dice, cuando hasta mis familiares me acusaban y tenían en poco, procuré abonarme con ellos atribuyéndome más bien y virtud que tenía. Que sirve para lo que de presente trata con estos amigos suyos, porque no piensen que si niega agora lo que le imponen, encubre la verdad del hecho y se atribuye el bien que no ha hecho.

O podemos recudir a uno estos dos tiempos; porque donde decimos cuando quebrantaba, podemos también traducir cuando me espantaba de muchedumbre mucha, por manera que diga que ni el temor de los muchos, ni el desprecio para con él de los pocos, ni en público ni en secreto, ni callando ni hablando, ni en casa ni fuera della, pudieron moverle a ser hipócrita ni a que colorase su vida con falsas apariencias fingidas.

Pero veamos lo que dice adelante:

35. ¿Quién me dará oyente, que mi deseo oiga el Poderoso, y escriba libro el mismo que juzga? Estando tratando Job de su inocencia, como vemos que trata, eso mismo que dice le trae a la memoria y le hace echar de ver a quien lo dice, que como visto habemos, era gente que se persuadían poco de lo que acerca de esto le oían. Y ansí, considerando su mal auditorio y queriendo fenecer esta relación de su vida, desea tener oídos desapasionados que juzguen de ella y manifiesta este su deseo diciendo: ¿Quién me diera oyente? Como si dijese: mas ¿para qué me canso con quien ni me cree ni me entiende? ¡Ojalá tuviera yo algún juez igual que me oyera! ¡Y ojalá mi deseo oiga el Poderoso!

Y su deseo es, según del original se colige, ponerle a Él por testigo. Porque dice de esta manera: Veis; señal mía, el Poderoso respóndame. Que es decir, ya yo he dado señal de mí, y hecho, como veis, de mi vida pintura. ¡Ojalá responda el Omnipotente a cada uno de estos artículos, que responderá sin duda por mí! De suerte que desea juez igual y desea que por el interrogatorio que ha hecho sea examinado de Dios, a quien confiado de su verdad dice pondrá por testigo, y desea juntamente que lo ponga el juez todo por escrito y se haga de ello proceso.

Y ansí añade diciendo y escriba libro el mismo que juzga, porque ansí carecerá lo que se escribiere de falsedad y sospecha. Que son deseos que en la ánima justa y santa la buena consciencia cría y produce, porque la virtud no teme la luz, antes desea siempre venir a ella, porque es hija de ella y criada para resplandecer y ser vista. Pues hecho este examen que Job desea por juez incorrupto, y preguntado Dios por las preguntas deste capítulo, y puestas por escrito sus respuestas y hecho proceso, ¿qué dice agora Job de aquesta escritura?, ¿qué?

36. Traerlo he sobre mi hombro, y rodearélo a mí como guirnalda; esto es, traerlo he en las manos y ponerlo he sobre mi cabeza: en las manos, para que todos los puedan ver; sobre mi cabeza, porque será mi corona y mi honra y como la ejecutoria de mi hidalguía.

Y como añade:

37. Por todos mis pasos le pronunciaré, y como a príncipe le ofreceré; esto es, leyérale y publicárale a cada paso; no consintiera que le ignorase ninguno; a todos hiciera sabidores de lo que en sí contenía, porque todo fuera testimonio de mi inocencia y justicia.

Y ofreciérale, dice, como a príncipe; esto es, como el afligido o el necesitado de que le hagan justicia ofrece sus memoriales al príncipe, y desea y humildemente le suplica pase por ellos sus reales ojos y los lea y entienda, ansí yo con el mismo ruego y deseo ofreciera este mi proceso a todos y a cada uno, suplicándoles encarecidamente que le revolviesen y leyesen. Tan seguro, dice, estoy de mi justicia, y de que lo que se procesase en esta forma sería todo en mi favor y por mí. Y porque vio que le faltaba a este su interrogatorio una pregunta, y dejaba de abonarse en un oficio debido, añádela al fin, y concluye y dice:

38. Si contra mí mi tierra vocea, y con ella lloran sus sulcos. Llama tierra por figura los labradores della, como declara en esto que añade:

39. Si comí su fructo sin dinero, y afligí ánima de sus labradores. En que comprehende la igualdad que el hombre justo guardar debe en el arrendar sus heredades, y en el trato y cobranzas de sus renteros; que no ha de ser injusto en lo uno, subiendo los arrendamientos en demasía, ni cruel y riguroso en lo otro, ejecutándolos hasta lo vivo. Porque sin duda es mal grandísimo al pobre labrador, que con el sudor suyo y de su familia ha lacerado todo un año, volviendo y revolviendo la tierra, pasando malos días y no descansando las noches, madrugando y ayunando, al calor y al hielo, en la cultura del campo, y lo que más es, confiando de las aradas ese poco trigo en que estaba su sustento y su vida; el señor del suelo donde sembró, ocioso y descansado y durmiendo, al fin de su trabajo, despojarle de todo el fructo dél y comer el ocioso y vicioso tantos sudores ajenos, y alegrarse él con lo que el miserable llora y sospira.

Y ansí dice otra letra, y hice sospirar ánima de sus patrones, esto es, de los que benefician y labran el campo. No lo hacía Job, y certificamos que no lo hacía, porque dice: si jamás esto hice.

40. Por trigo me nazcan abrojos, y por cebada espinas; o como otra letra dice, yerba hedionda. Que justo es que fructifique la tierra al revés de lo que se le confía, al que maltrata y despoja a los que la labran, y que burle las esperanzas del dueño que burla y deja en vacío los sudores de sus labradores. Y como arriba en otro artículo dije, esto ansí es maldición, que es también afirmación y como pronóstico de lo que de ordinario sucede, que se les hacen estériles las tierras a los que tratan a quien las labró con rigor semejante; o porque ordena Dios que la tierra misma vengue a sus patrones, como aquí dice, o porque las desamparan los labradores maltratados, y quedan desarrendadas y sin labor, y ansí crecen en ellas las espinas y malas yerbas.

Y con esto Job feneció sus razones.