Exposición del Libro de Job/Capítulo 30 exposición

1. Y agora escarnecen de mí mis zagueros en edad, cuyos padres me desdeñaba poner con perros de mi ganado. Dijo su felicidad pasada; dice agora su miserable estado presente. Y porque en lo pasado insistió mucho en la autoridad y reputación que tenía, comienza aquí del grande desprecio a que vino, y dice: Y agora, como diciendo, esto fue entonces; dábanme el primer lugar a doquier que llegaba; cercábanme como a rey, estaban de mi boca colgados; mas agora hacen mofa de mí los mozos y viles, no sólo los ancianos y graves. Y para encarecer más el desprecio, encarece con particulares señales la bajeza y vileza de los que le menosprecian; y dice, lo primero, mis zagueros en días, esto es, los que nacieron después de mí y me debían por la edad reverencia. Y añade cuyos padres me desdeñaba poner con los perros de mi ganado; como diciendo, no sólo menores en edad, pero tan viles en condición que sus padres no merecían estar con mis perros; o, cierto, no, no me sirviera de ellos yo ni para pastores.

Y da la causa, y dice:

2. Que la virtud de sus manos no me servía de nada, y eran tenidos por indignos de vida. Porque, dice, eran inhábiles y inútiles para todo; todo su poder y saber era ninguno y sin fruto; el aire que respiraban no merecían.

O como el original a la letra dice: pereció sobre ellos vejez, esto es, no nació la vejez para ellos, en que o pone la parte por el todo, y por la vejez que es una parte comprende toda la vida, y dice lo que nuestro intérprete dijo, que son no dignos de vida; o significa que no merecían llegar a la vejez, o que nacieron para nunca descansar como viejos, sino lacerar siempre y trabajar como mozos.

Porque añade:

3. En pobreza y con hambre estériles, que roían en soledad, deslustrados en calamidad y miseria; esto es, porque por su vileza y poca maña y industria, la vida les fue estéril, nunca hicieron fruto que valer les pudiese; y ansí vivieron siempre en hambre y pobreza, solos, desamparados, royendo las raíces del campo, y por la misma razón, desfigurados con el uso de la contina miseria.

O como otra letra dice en la misma sentencia: En necesidad y hambre solitarios, huyentes a severa soledad, asolamiento y destierro; esto es, que no sólo eran pobres y hambrientos, mas que ni lo sabían ganar, ni hallaban quien se lo diese, y que el extremo de la necesidad los sacaba y llevaba a los campos desiertos y solos y desolados, a comer las yerbas dellos y a no ser vistos de gentes.

Y ansí dice:

4. Y comían yerbas y cortezas de árboles, raíz de junípero pan suyo. Lo que decimos yerbas, en el original es malvas, en que por figura, nombrando una especie de yerbas, se entienden todas generalmente. Y lo que decimos cortezas de árboles, dice la primera letra y de sobre el ramo, que es la corteza que le cubre, según Sant Hierónimo; aunque otros dicen cerca del ramo, como diciendo que cogían de entre las matas malvas y las comían.

Dice más:

5. De valles arrebatan aquesto, hallándolo con voces corren a ello; que es mayor encarecimiento de hambre. Porque, dice, no sólo se mantenían con raíces y yerbas, mas ni de yerbas tenían copia bastante; hambreados andaban por los valles buscándolas, y si las hallaban, acudían corriendo y gritando como a un bien no pensado.

O como dice otra letra: De en medio eran alanzados, voceaban a ellos como ladrón; que demuestra por otro camino la vileza de estos hombres que cuenta: que su traje, su disposición, su inutilidad de vivir vagabunda, los hacía sospechosos a la gente, y ansí los que los vían los echaban a voces del pueblo diciendo: ¡Al ladrón, al ladrón! Y según esto manifiesta la causa principal que los llevaba a los campos.

Y con ello conforma lo que luego prosigue:

6. En escondrijos de arroyos moraban, en forados de tierra y en peñas. Porque huyendo la grita y el justo temor y sospecha que de ellos tenían los hombres, desamparados los pueblos, se ascondían entre las peñas. Y dice: escondrijos de arroyos, y forados de tierra, y en piedras, porque en los arroyos las quiebras y en tierra las cuevas, y entre las peñas los apartamientos secretos son buenos para asconder al que huye.

Dice:

7. Que entre estas cosas se alegraban, y so espinas estimaban regalo. O de otra manera: Entre matorrales roznaban adunábanse debajo de ortiga. Cuando una cosa llega a hábito, hace contento y regalo, que es lo postrero a que llegar puede; y ansí no pudo Job encarecer más la vileza de éstos que diciendo que se deleitaban y alegraban con ella. Y dice que roznaban, porque la manera de conversar y de alegrarse entre gente tan baja es de ordinario torpe y bestial.

Dice más:

8. Hijos de desprecio, hijos sin nombre, deshechos más que el polvo; en que concluye con ellos y con sus cualidades. Como si dijera: Al fin, en una palabra, gente despreciadísima y escurísima y vil mucho más que la tierra. Porque en la lengua original de este Libro, decirse uno hijo de alguna obra o cualidad significa el extremo de ella, como es manifiesto. Pues estos hombres, ¿qué?, ¿qué?

Lo que dice:

9. Y agora he sido su cántico, y soy para ellos hablilla;

10. Abomináronme, y alejáronse de mí, y no detuvieron su escupir de mi rostro. Esto es, soy agora el desprecio y la risa y el abatimiento de estos que digo; que es decir, soy más vil que la vileza y más bajo que el abatimiento mismo, pues la vileza y el abatimiento me huellan, escupen y escarnecen. Abomináronme, dice, y alejáronse de mí, y no detuvieron su escupir de mi rostro; que es el gesto que pone y lo que hace quien encuentra con alguna cosa torpe y hedionda, torcer el rostro y decir: ¡Qué pestilencia!, y apartarse apriesa y escupirla.

Añade:

11. Abrió su carcax, y afligióme; puso freno en mi boca. Esto dice de Dios, y viene bien con lo dicho; porque quien llega a que la vileza le escupa, no le queda mal que no padezca. Y ansí, habiendo llegado a este estado Job y diciéndolo, viene natural el decir que abrió su aljaba Dios para herir, que es tanto como emplear en él todas sus saetas y sujetarle a todos los males. Porque si se debe la compasión al afligido y ninguno es tan crudo que no se conduela de los que mal padecen, el miserable de quien nadie se compadece, antes los grandes y los pequeños le mofan, venido ha a lo postrero de la desventura.

Y ansí dice y afligióme, y puso freno en mi boca; que aún es otro grado de miseria mayor no consentir al herido se queje. Y dícelo de sí Job, parte porque sus amigos no le consentían quejarse, y parte porque, dado que se quejase, no llegaba ni igualaba con cuanto se quejaba a su mal.

O en otra manera, porque el original lo consiente, y es: Desató mi cuerda y afligióme, y freno de mis faces desecharon; en que habla todavía de aquellos viles que se burlaban de él. Y llama cuerda suya, su autoridad, que los ataba antes para no perder el respecto; y freno de sus faces la reverencia de él, que los enfrenaba y de temor para no perder la vergüenza.

Dice más:

12. A la diestra de mi calamidad que nacía, se levantaron luego, empelieron mis pies, oprimieron como olas con sus carreras. En lo cual habla, no sólo de estos viles que ha dicho, sino en general de todos sus males y de los que causan. De quien dice que, en descubriéndose su calamidad y en naciendo, se pusieron a la diestra de ella, conviene a saber, para favorecerla, haciéndola mas grave y mayor; y luego que le vieron ir deslizando, le ayudaron a caer empeliendo sus pies, y pasaron sobre él caído y repasaron mil veces a fin de más quebrantarle. Que es semejanza traída o del trillar de la era, adonde después de tendidas las mieses las quebrantan andando sobre ellas, o de lo que en la batalla acontece, adonde los caídos mueren las más veces quebrantados de los caballos que les pasan encima.

Y ansí dice el original puramente: Extendieron sobre mí caminos de su quebranto, esto es, con que quebrantan y desmenuzan lo que huellan.

Y dice:

13. Desbarataron mi senda; pusiéronse en celada contra mí, y prevalecieron, y no fue quien diese socorro; en que persevera en la semejanza de la guerra que dije; porque como en ella suelen tomar los pasos al enemigo y cortarle el camino, y sabiendo por dónde pasa, ponerle celadas y salir y acometer y desbaratar a los que ansí de improviso acometen; en la misma manera, dice, caminando seguro él, el tropel de sus males le cortaron los pasos, y de donde no pensó salieron no vistos, y le acometieron y vencieron y desbarataron, sin hallar socorro en ninguno.

Y porque no le acometieron poco a poco, ni uno a uno, sino muchos juntos y casi en un mismo momento, declara este atropellamiento, o este ímpetu tan atropellado, insistiendo todavía en la semejanza de la guerra, por la manera que se entra en una ciudad cercada por las ruinas que la batería ha hecho en el muro.

Y dice:

14. Como por puerta abierta, y muro roto arremetieron sobre mí, y derrocáronse a mis miserias; esto es, para me hacer miserable, juntos, y empeliéndose unos a otros, y hechos de tropel se derrocaron unos sobre otros, como los soldados hacen en la ciudad que se entra.

O según otra letra, que dice: Como en rotura ancha vinieron por asolamiento, vinieron rodando. Declara el acontecimiento unánime e impetuoso que digo, no por la guerra, sino por dos diferentes semejanzas: una, de la agua que rompe algún muelle, y otra, del edificio en cuesta, que, si cae, viene a lo bajo rodando. Porque dice vinieron mis enemigos a mí, como en rotura ancha; entiéndase, vienen las aguas, esto es, con el ímpetu y muchedumbre que las aguas del río salen por la presa, o por el muelle opuesto que rompen, y vinieron, como cuando viene al suelo un muro alto, las piedras de él juntas unas sobre otras y empeliéndose, todas vienen por la cuesta rodando.

De que lo que añade se sigue, esto es:

15. Reducido soy a nada; sollevó como viento mi deseo y como nube se pasó mi salud. Su deseo llama su ser y su ánimo y lo que tiene en él el principado, y la palabra original lo demuestra que es como si dijese, lo en mí generoso; y salud nombra, su prosperidad y buen estado. Y porque dijo que los males le convertían en nada, que fue decir que no tenían ni ser, ni valor, ni consejo, consumido en el cuerpo con dolores, y en el alma con aflicciones y angustias; y como el original dice, porque los espantos, esto es, lo espantoso todo se le ponía delante, por eso dice que su ánimo y el ser de su juicio y esfuerzo el viento le llevó, y su prosperidad se pasó como nube, como diciendo, no quedarle ningún rastro. Porque es uso de la Sagrada Escritura, por estos nombres de viento que lleva y de nube que pasa significar lo que se pierde del todo; porque lo que el viento lleva, desparece en un punto, y la nube, en pasando, se deshace sin dejar de sí ninguna señal. David en el psalmo 1: No ansí el malo, no ansí, sino temo que el viento lleva de sobre la tierra. Y Oseas: Por tanto serán como nube de madrugada, y como rocío de la mañana que pasa.

Mas dice adelante:

16. Y agora en mí se marchita mi ánima; ásenme días de angustia. Dice que desfallece del todo; y aun el original lo encarece más, porque dice: Contra mí se vuelve mi ánima, que era lo que ya solamente pudiera ser de su parte. Por manera que él a sí mismo se era contrario, y su alma misma enemiga con imaginaciones tristes y con pensamientos amargos.

Dice más:

17. En noche de dolores es horadado mi hueso, y los que me comen no duermen. El pensamiento me aflige y el dolor, dice, ni de noche descansa. Y dice dolores, porque no padecía un dolor solo; y dice que le horadan los huesos, para decir que son penetrativos y no en la sobrehaz de la carne.

Y los que me comen no duermen; que son, o esos mismos dolores que le consumen, porque ninguna cosa gasta ni consume más que el dolor; o verdaderamente son los gusanos que, empobrecido, criaba, los cuales, dice, que sin hacer pausa le comían la carne y velaban comiéndole cuando todos dormían. Otros dicen aquí mis venas, o mis pulsos no descansan, con que significan la fiebre contina que con la noche crecía; mas los dolores o los gusanos viene mejor.

Porque añade:

18. En su muchedumbre dellos mi vestidura es consumida; ciñéronme como gorjal de túnica. Su vestidura llama aquí su carne, de que se demuestra aquí la alma vestida; la cual vestidura le consumían los gusanos, por ser muchos en gran manera, y por cercarle todo y por todas partes, de que seguían que dél al lodo y a la ceniza no había diferencia ninguna. Y por eso dice:

19. Compárome al lado, asemejado soy a polvo y ceniza, que son cosas viles y asquerosas.

Pero lo que más siente es lo que añade:

20. Voceé, y no me respondiste; estoy y advertiste a mí; entiéndese, y no advertiste a mí, porque, según la costumbre de la lengua primera, se repite en el fin la negación del principio. Pues dice, y entre tantas miserias la mayor es que te llamo a voces, y no me respondes, y me pongo delante de Ti y me presento afligido, y no me echas de ver. Porque, a la verdad, un alma sancta y que tiene trato con Dios, cuando está puesta en trabajo, por grande que sea, todo lo pasa bien, si le siente cerca de sí, si le responde con su luz cuando se le presenta; mas si se le encubre, si Él también se escurece, si desparece delante, allí es el dolor y el sentir verdadero; entonces siente de veras su calamidad y trabajo, o por decir verdad, todo su trabajo es menor en comparación de que Dios se le asconda. Porque demás de la soledad y desamparo que siente grandísimo, la parte del sentido flaca envía imaginaciones aborrecibles a la alma, que le son de increíble tormento, unas veces desesperando de Dios y otras teniéndose por olvidado de Él, y otras sintiendo menos bien de su piedad clemencia, y como diciendo lo que luego se sigue:

21. Trocado te me has en cruel; en fortaleza de tu mano me haces guerra:

22. Levantásteme, y como sobre el aire puesto a caballo, derrocásteme valerosamente. En que es hermosa manera de significar lo que es y vale la felicidad de la tierra; pintar un hombre sobre el aire, puesto a caballo; puesto, digo, sobre el aire en alto, como si a caballo fuese. Porque sin duda todo aquello en que se afirma y sobre que se empina esta felicidad miserable, aire es y ligero viento. Y como el que en el viento subiese, andaría bien alto, mas a gran peligro de venir presto al suelo, ansí los que en estos bienes de la tierra se suben, andan encumbrados, pero muy peligrosos; parecen altos más que las nubes, mas las nubes mismas no desparecen más presto.

Pues de esta felicidad, en que subió Dios a Job, quéjase agora que el mismo Dios le derrocó poderosamente. Derrocóle porque se la quitó; poderosamente, porque la quitó en un momento; y no le puso en el suelo descendiéndole por sus escalones, sino, sin parar en ellos, vino de un golpe a la tierra; y no sólo le quitó los bienes, mas la salud, la paz, el consuelo y contento. Y aun hay en esto otra sotileza mayor, y ansí en el original leemos deshácesme con sotileza; que por una parte le deshace este azote, y por otra parte le rehace y sustenta; y con ser por extremo durísimo, para que lo sea más y no tenga fin, repara lo que consume.

Y ansí dice:

23. Conozco que me entregarás a muerte, donde es la casa y convento de todo viviente.

24. Empero no envías tu mano para acabamiento de ellos, y si cayeren, Tú salvarás. Que es como si dijese: Aunque es cierto, Señor, que tengo de morir, porque con esa condición nacemos todos según tu antigua y justa sentencia, pero estos males que envías sobre sí, aunque son mortales, no quieres Tú, para acrecentar mi tormento, que me sean de muerte; no son dolores que, acabando el sujeto, dan fin a sí mismos, sino males que por secreta orden tuya, con poder deshacer una peña, me rehacen a mí. Y si vencidas de tan grave mal desfallecen mis fuerzas, y si caen, rendidas a las desventuras, Tú salvarás, esto es, Tú las sustentas, para que mi padecer no fenezca; que es sentencia semejante a la que en otras partes ha dicho.

O de otra manera; dice Job, que en tanta miseria le consuela ser cierta la muerte, que a la fin es puerto de descanso para los afligidos, la cual muerte es inexorable y que no se puede rehusar, aunque en lo demás no haya mal sin remedio; y eso mismo es lo que a él le conhorta, no sanarse el morir con medicina, ni ablandarse a ruegos, ni admitir excepción en su ley, porque esta certidumbre y el tener su miseria fin corren a un mismo paso. Pues, dice, conozco que me entregarás a la muerte, adonde es la casa y convento de todo viviente; esto es, al fin conozco que he de morir como todos y que estos dolores fenecerán con la muerte. Y porque el ser ansí le aliviaba, muestra con palabras cuán cierto es que ha de ser. Y ansí añade según el original a la letra: Que cierto no en túmulo enviará mano, esto es, ni sacará Dios a ninguno del montón de los muertos, esto es, no exentará de esto que es morir a ninguno. Y llama a la muerte túmulo, o amontonamiento o asolamiento, según otros, porque lo asuela y porque lo amontona.

Y dice más en la misma razón, si en quebranto dél, clamor a ellos. Si, esto es, dado que en quebranto de él, esto es, cuando Dios los quebranta y mata, clamor a ellos, esto es, lloren y clamen pidiéndole que les perpetúe la vida. O digamos ansí: Dado que en quebranto dél, esto es, cuando les envíe alguna otra calamidad y trabajo, clamor a ellos, esto es, les es concedido a los ansí trabajados pedir y hallar remedio. Como diciendo: Aunque en los demás males Dios, cuando los envía, puede y suele ser ablandado, y aunque suele extender su mano y librarnos, mas no la extiende al matar, ni libra a ninguno de no caer en la huesa y hacer mayor aquel número; que es certificar su consuelo, haciendo la muerte cierta e infalible.

Prosigue:

25. Lloraba sobre el afligido, y condolíase mi alma del pobre. Bien sabía Job por verdad lo que la misma Verdad dijo después por su boca: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos conseguirán misericordia. Y la memoria de las miserias que ha referido y padece, le hacía imaginar cerrada para sí la puerta de la misericordia, y juntamente se acordaba que él la trujo siempre abierta para todos: de que nacía en él, maravillarse mucho que se quebrase en él una regla tan cierta, y que no hallase piedad un hombre en quien los otros la hallaron. Y esto es lo que dice: Lloraba sobre el afligido, o como el original suena, lloré al duro día, y condolíase mi alma del pobre.

26. Y cuando esperaba bien, vino mal; esperaba luz, y salieron tinieblas. Como diciendo: Lo que sabía de mí y lo que de la condición de Dios conocía, me prometían piedad y buen suceso en mis cosas, porque los desastrados y los afligidos y menesterosos hallaron siempre abrigo y piedad en mi corazón y en mi casa; mas sucedióme al revés, y por piedad he hallado crudeza, y por bien, mal gravísimo, y por vida descansada y alegre, tinieblas de miseria y tristeza.

Y ansí dice:

27. Mis entrañas hierven sin descanso; adelantáronseme los días de cuita; porque el corazón le hervía de congoja, y el cuerpo con fiebres ardientes. Y dice bien que los días de miseria y de cuitas se le adelantaron y le ganaron por la mano; porque, según el común sentido de los hombres, todo lo malo y infeliz, por más que se tarde, llega temprano, y con su presencia, por la mala cualidad que en sí tiene, escurece y como deshace en cierta manera todo el bien que pasó. De donde nace parecerles a los infelices y tristes que ha sido miseria su vida toda, y que, si hubo algún bien en ella, fue pequeño y momentáneo, porque se les fue en un punto volando.

Y aún dice que se le adelantaron los días de cuita, para decir que los adivinaba su corazón antes que fuesen, y que la alma le decía el mal que le estaba guardado, y que su miseria primero que se le mostrase a los ojos le atormentó con temor su pecho, estampando su triste figura en él.

Y ansí añade:

28. Enlutado andaba sin brío; levantéme entre la congregación, llamé. Porque sin entender de qué, el alma adevina se le entristecía en sí misma; y ansí andaba como vestido de duelo y sin brío, como dice, porque la tristeza y el temor derruecan el ánimo. O como otra letra dice, andaba sin sol, porque el ánimo triste huye la luz y alegría.

Y dice que se levantaba en la congregación, y llamaba; que es proprio de ánimos sobresaltados y que temen lo que no entienden, en medio de la conversación apartarse y salirse de ella, y suspirar sin orden y dar voces sin ocasión y sin tiempo. Y dice luego la manera de las voces y de los gemidos que daba, añadiendo:

29. Hermano fui de dragones y compañero de avestruz; esto es, semejante fui a ellos en el bramar y gemir. Mis voces y las suyas se parecían en lo triste y temeroso y en su son descompuesto.

Y dice más:

30. Mi cuero de sobre mí ennegrecido, y mis huesos secados del ardor. Que se ha de referir no tan solamente al tiempo presente, sino también a parte del pasado, cuando la tristeza de lo que sin entender recelaba, le consumía la carne y le tostaba el cuero.

Y en el mismo tiempo también:

31. Se convirtió en lamento mi cítara, y mi órgano en voz de llorosos. Porque el recelo secreto del corazón y los sobresaltos dél le aguaban el contento, y se le quitaba delante en medio de la alegría, y estando en fiesta entre el regocijo y placer, le bañaba sin saber de qué el lloro las faces.