Exposición del Libro de Job/Capítulo 19 exposición
1. Y respondió Job y dijo. Responde a Bildad Job y muestra primero cuán importuna cosa es oír una sinrazón muchas veces.
Y ansí dice:
2. ¿Hasta cuándo ansiades mi alma, y me moleréis con palabras? En que da bien a entender la molestia que sus amigos le daban, pues le criaban ansia en el alma y le molían y quebrantaban el cuerpo; que la congoja del corazón que nace de una sinrazón porfiada, desbarata todo el hombre. Porque un necio porfiado y que entiende siempre menos cuanto más se le dice, es fuerte cosa; y más fuerte mucho, si endereza a vuesta injuria lo que dice y porfía.
Dice, pues: ¿Hasta cuándo ansiades mi alma? Porque en buena razón cabía dejar de hablar, viendo que no servía su habla sino de acrecentar pesadumbre y molestia; mas el porfiado, metido en disputa, sólo atiende a su cólera.
Por lo cual dice:
3. Ya diez veces me denostáis con afrenta, y no os avergonzáis de oprimirme. Diez veces dice, por muchas; y dice que le denuestan, porque le imponen lo que no es y entienden mal sus razones. Y dice que le oprimen y que no se avergüenzan de tenerle ansí opreso, de que se maravilla con grande razón; porque perseguir a un miserable, y dar pena al que nada en ella, y al caído y al dolorido acrecentarle más el dolor, es caso vilísimo y de corazones bajos y villanos y desnudos de toda humanidad y virtud.
Donde decimos oprimirme, el original dice empedernecer, que viene bien con esto mismo que digo; porque era de corazones de piedra, en tanta miseria como delante tenían, no enternecerse para no dar nueva pena. Que, cuando Job no tuviera razón y traspasara la ley de la paciencia de la humanidad era condescender con él, vista la ocasión que tenía, y considerar lo que puede el dolor, y condoliéndose de él y consolándole, reducirle a templanza. Mas Dios nos libre de un necio tocado de religioso y con celo imprudente, que no hay enemigo peor.
Dice:
4. Cierto, aunque erré, mi error se quede conmigo.
5. Mas vosotros sobre mí os engrandecéis, y razonáis sobre mi denuesto. Y el original a la letra: Y sea que haya errado, conmigo mi yerro morará. Si de veras os engrandeciéredes contra mí, y me razonáredes afrentas. En que Job, después de haberse quejado con espanto de la porfía imprudente de sus compañeros, notándolos de inhumanos y duros, comienza en estos dos versos a volver por su causa, y dice al parecer de algunos ansí: Decís que yerro y me engaño; yo quiero que sea como vosotros decís; mas pregunto, si es justo por eso, que en el estado en que estoy os engrandezcáis contra mí y razonéis sobre mi denuesto; esto es, que levantéis bandera contra un miserable y le baldonéis en la cara y le deis en rostro con sus pecados. Que sea yo cuan malo quisiéredes; pero no era tiempo agora de lastimarme con ello, ni de hacerme sabedor de mis culpas, sino de aliviarme mis penas, de condoleros de mi trabajo, y de perdonar algo al excesivo mal que padezco; de no maravillaros, si hablo y me duelo, sino antes lo que callo os debiera espantar.
O digamos de otra manera, que es la que más me contenta, porque dice más con el enfado justo que Job tenía del mal término y peor entendimiento de aquestos amigos, y porque dice más con la letra. Hacéis maravilla, dice, de que digo que soy azotado sin culpa, y referís y mostráis para convencerme la manera como deshace Dios a los malos, y si en ellos no me conozco a mí decís que yerro y soy ciego; pues respóndoos, dice, que digo lo que dicho tengo, y que en el error que vosotros llamáis error, en ése me estoy; y aunque os encendáis contra mí y me digáis, como hacéis, mil afrentas, no me torno atrás de lo que ya dije; en ello estoy, y, si error es, abrazo ese error. Cierto, dice, aunque erré, esto es, aunque ansí lo digáis y os parezca, mi error se quede conmigo, esto es, morará conmigo mi error, como otra letra decía, que es: No mudo lo dicho, ni me arrepiento de ello, del mismo parecer soy, y de nuevo lo afirmo.
Si de veras os engrandecéis contra mí esto es, ansí lo digo, por más que os enojéis contra mí, o aunque sé cierto os enojaréis contra mí. Y llama engrandecerse al enojarse, porque el enojo levanta el ánimo, y hinche las narices y el rostro de espíritu, y pone bríos de mayor y de superior en el hombre, que tiene en menos aquellos con quien se enoja y los hace sujetos. Por donde también en el uso de los latinos dicen que se levanta en cólera por decir enojado, como decía el Poeta:
Insurgit in iras.
Pues díceles Job que, aunque se levanten, o aunque sabe se levantarán contra él, estimándose a sí, y a él despreciándole, teniéndose por sabios a ellos, y a él por tonto y por necio, condenando la vida de él y aprobando y abrazando la suya, dice todavía lo que dicho tiene y se afirma en lo mismo. Y si dicen que siempre Dios deshace la prosperidad de los malos y los despoja del todo y les seca la raíz y los ramos, yo, dice, no soy malo, y hace Dios conmigo y ha hecho todo eso que Bildad dice que con los malos hace y más que no dice.
Y ansí cuenta luego por orden lo que padece con sentimiento grandísimo, como comparándose en cada verso con lo que Bildad dijo arriba, y como mostrando que es lo mismo o más crudo lo que a él le acontece y como confesando que le trata Dios a él como a Bildad parece que trata siempre a los malos, y que sin embargo de eso no es malo.
Dice:
6. Pues sabed agora que el Señor me aflige y no según tela de juicio, y me ciñe al derredor con azotes, El original dice que el Señor se tuerce conmigo, o me hace tuerto, esto es, que no guarda conmigo agora lo que la tela del juicio pide, como entendió Sant Hierónimo. Esta es la proposición de su tema, que Dios le azota gravemente, y que él no ha hecho por qué merezca ser azotado ansí.
Y dice sabed agora, como diciendo, si no lo sabéis, sabedlo, y si no me habéis entendido entendedme agora bien, que digo que no he pecado, y padezco. Y en la manera como lo dice, lo prueba en parte, porque dice: Sabed agora que el Señor me aflige y no por tela de juicio, en que secretamente argumenta: Sí éste fuera castigo de culpa, guardara Dios en él la forma que se debe a juicio; acusara primero, oyera, convenciera, y pronunciara sentencia.
Mas como dice luego:
7. Voceo adoliéndome, y no soy respondido; exclamo y no juicio; esto es, pido justicia, y no hay quien me oiga; demando cargos y lugar de defensa, y no hay remedio ninguno.
Antes dice:
8. Mi camino vallado, y no pasaré, y sobre mis senderos escuridad puso; esto es, me tiene cercados los caminos todos y por todas maneras. No sólo, dice, no me acusa ni me oye, mas ni deja que ninguna otra cosa me valga o defienda. Mi camino vallado, esto es, cercó con valladar; y no pasaré, esto es, y ansí no puedo dar paso adelante, que es por semejanza de los que caminan, y hallan cerrado o cortado el camino. Y llama camino suyo su consejo y esfuerzo y justicia y todo lo que le podía ser de provecho.
Y dice sobre mis senderos escuridad puso, porque, ansí como no se camina cuando está cerrado el camino, ansí también no se puede caminar sin la luz; y ansí, sin lo uno y lo otro, está Job más a raya, o conforme a lo que significar quiere, mas sin ayuda y defensa.
Añade:
9. Mi honra de sobre mí me despojó, y tiró corona de mi cabeza. Dicho que no pasa por tela de juicio este negocio suyo, y que ni es acusado ni oído, de donde secretamente infiere que su azote no es azote de culpa, sino orden de providencia secreta, dice agora la [terribilidad] de este su azote, y lo que Dios con él hace. Y dice, que luego que le cerró los caminos de la huida y defensa, como le tuvo bien preso, le despojó de la honra, y le quitó la corona; en que declara su mal, como por semejanza de los que la justicia prende por graves delictos, que primero les cerca la casa para que no huyan, y después les resta la persona, y les quitan las armas y les secrestan los bienes.
Ansí a él, dice, le tomó Dios todos los caminos primero, y después le echó la mano y le despojó de la honra y corona, esto es, de su hacienda y familia por quien era hombre y estimado. Que llama honra y corona, por figura, la prosperidad y buena fortuna suya, como Salomón en los Proverbios, do dice: La corona de los sabios sus riquezas. Y porque es proprio de los muy lastimados repetir muchas veces lo que les duele, y hacer memoria de ello por diferentes maneras, usa luego Job de otra semejanza diversa, y dice lo mismo.
Porque dice:
10. Derrocóme en derredor, y perecí; y fizo mover como árbol mi esperanza. Digo que es lo mismo de arriba, dicho por semejanza de un poderoso árbol, que le hieren el tronco a la redonda, hasta dar con él en el suelo, donde perece. O, si es cosa diversa, en lo pasado señaló la pérdida de la hacienda, y aquí declara las enfermedades de su persona y sus llagas.
Y dice que, como acontece a un árbol que el labrador corta porque no le embarace la tierra, que le hiere primero con la hacha en el tronco, y le empele después y viene quebrado al suelo, de su peso mismo, adonde caído se seca y no torna a ser más; ansí a él golpearon a una por todas partes, el sabeo en los bueyes, el fuego en las ovejas, el caldeo en los demás de la hacienda, la casa en los hijos y el demonio en su cuerpo, hasta que, golpeado y herido al derredor, vino como tronco cortado al suelo, donde se secó su esperanza.
Dice: Derrocóme en derredor, esto es, cortóme en derredor para derrocarme, y perecí; el original dice y anduve, esto es, y vine al suelo. Y fizo mover como árbol mi esperanza. Hacer mover la esperanza es hacer que se pase su sazón, como la palabra original lo demuestra, y llama pasar de su sazón la esperanza en el árbol venir a secarse. Y es de advertir que la palabra como árbol, de lo postrero del verso, se ha de entender como puesta al principio, y decir: Derrocóme en derredor como árbol, y anduve, y fizo pasar mi esperanza.
Dice más:
11. Encendió contra mí su furor, y contóme a Él como enemigo. Dijo el efecto, y dice la causa agora, para que por ella se entienda más su grandeza. El efecto fue la calamidad que padece, declarada en las formas que he dicho; la causa de ello es, a lo que piensa, el furor de Dios contra él, que es la más eficaz y la más poderosa de todas.
Porque ¿qué no podrá Dios todopoderoso? ¿Y qué mal no hará Dios enojado y enemigo? Encendió, dice, contra mí su furor. Dice el original a la letra: Hizo crecer contra mí su furor, o porque lo que se enciende crece, que el fuego levanta y dilata las cosas, o para dar a entender que no se enojó Dios con él con enojo ordinario ni usó de cólera usada, sino acrecentada y mayor que otras veces.
Y por eso dice luego:
12. A una vinieron contra mí sus soldados, y hicieron sobre mí carrera y posaron derredor a mi tienda; como diciendo que no envió sobre él un mal, sino todos los males, ni por discurso de tiempo, sino todos a un tiempo. Y usa aquí de otra semejanza tercera, sacada de lo que en la guerra acontece, cuando un poderoso ejército viene sobre una ciudad y la cerca y la abate.
Ansí dice: Que el ejército de Dios, que son un escuadrón de mil males enviados por Dios, vinieron sobre él y le cercaron y le batieron y pusieron por tierra.
Y hicieron, dice, sobre mí carrera. El original, y levantaron carrera sobre mí, quiere decir, que le aportillaron y hicieron en él grande y abierta entrada para el asalto. Y dice levantar carrera, para decir que hicieron ancho y desembarazado camino; porque levantar carrera es hacer calzada, camino muy conocido, la cual se hace macizando el suelo, y levantándose sobre los demás con argamasa y con piedras.
13. Mis hermanos hizo alejar de mí, y mis conocientes se extrañaron de mí.
14. Dejáronme mis cercanos, y mis conocientes me olvidaron.
15. Moradores de mi casa y mis siervos por extraño me contaron; extraño fui a sus ojos. A la caída de un árbol se sigue que huyan y se aparten los que la ven. Cayó Job, y derrocólo el Señor y batióle como ha dicho y púsole por el suelo; y ansí sucedió lo que dice, que le huyeron todos y le dejaron solo. Que es uno de los accidentes que, cuando la fortuna se vuelve, causan mayor sentimiento el faltar luego los amigos, y el desconocerse los deudos, y el ver el hombre por la misma experiencia lo poco que puede fiar de los hombres, y el engaño grande que pasa en la vida, que nadie es querido por lo que es en sí, sino por lo que representa de fuera, que como no es suyo ni firme, ansí no lo son sus amigos.
Mas son de considerar las palabras: que a los hermanos que el deudo los hace cercanos, dice, que los hizo alejar; y a los conocientes, que son como familiares, dice que hizo extranjeros, y a los que antes se le acercaban, los detuvo poniéndoles freno, y puso olvido en los que tenían de él conocimiento y memoria; y a sus criados hizo que le mirasen con ojos de extraño, que fue poner a cada uno, no diferente de lo que antes era como Job, sino contrario de lo que era antes, para hacer más dolor.
Y pasa adelante, y dice:
16. A mi siervo llamé, y no responde; con mi boca me apiadaba a él. Duro es mirar los siervos como extraño al señor; mas durísimo, llamados, no responder y, rogados, volverse de otra parte. Con mi boca, dice, me apiadaba a él, esto es, no por tercero, sino por mí mismo le llamaba, significando mis lástimas; que esto llama apiadarse, quejarse del mal que sentía y pedir que de él se apiadasen.
Y dice más:
17. Mi aliento extrañó mi mujer, y apiadéme por hijos de mi vientre; en que dice lo postrero del encarecimiento. ¿Qué no falta cuando la mujer, que es una misma cosa con su marido, le aborrece y le falta? Mi aliento, dice, y la sucesión de mi casa; huyó mi mujer, y ni, rogada, quiso admitir mis abrazos.
Más:
18. También perversos me despreciaron ausentábame, y hablaban contra mí. Mucho duele en la adversidad faltar los amigos, mas no duele menos ver también lo que los enemigos se gozan. Y porque no faltó a Job ni este dolor, dice agora que los perversos, que son los que por sus pecados estaban mal con sus virtudes de él, alegres con su caída, le despreciaban y, en apartándose de ellos, hacían burla y mofa. Y, por concluir de una vez, añade generalmente diciendo:
19. Aborrecieron todos los varones de mi secreto, y los que amé fueron contra mí. Varones de su secreto llama a los que fiaba su alma, y con quien no tiene cosa partida, esto es, los más verdaderos y íntimos amigos suyos, a los que él más amaba y de quien debía esperar ser amado; en que, de camino, nota a los que tenía presentes.
Y añade:
20. A mi cuero, consumida la carne, se apegó mi hueso, y escapé con sólo cuero sobre mis dientes; que la calamidad y pérdida de los amigos, bienes, salud, y la congoja que por esta causa le vivía de contino en el alma, habían de gastar forzosamente la carne y sacar afuera los huesos.
Por donde añade con razón:
21. ¡Apiadadvos, apiadadvos vosotros de mí, mis amigos, porque mano del Señor tocó sobre mí! Porque un estado tan miserable, cual el que Job ansí ha pintado, a los extraños cuanto más a los amigos, movía a piedad y no a aspereza: a razones de consuelo y no a disputas pesadas; a palabras blandas y no a dichos afrentosos. Y, cuando otra cosa no hubiera, la razón que dice lo prueba; porque a quien Dios hiere y sobre quien su pesada mano carga, añadirle más mal es perder todo el sentido del hombre y ser más cruel que las fieras.
Y ansí dice:
22. ¿Por qué me perseguís como Dios, y de mi carne no vos hartades? ¿Tan blando os parece, dice, el que me azota y castiga, que es menester añadir vuestra dureza a la suya? ¿Por qué me perseguís, como Él me persigue? Como dando a entender que perseguirle Dios a él, había de ser causa en ellos para que se condoliesen y no para que le persiguiesen de nuevo. Y no sólo dice que le persiguen, sino que imitan a Dios en la manera de la persecución.
Y dícelo porque Dios le maltrataba siendo siervo suyo, y ellos siendo su amigo; Dios le azotaba sin culpa, y ellos sin haberles hecho ofensa; Dios le envió trabajos, cuando pudiera esperar galardones; ellos, cuando venían a consolarle, se volvieron contra él reprehendiéndole; Dios no se satisfacía con herirle de una manera sola, y ellos no parecían verse hartos de consumirle las carnes, esto es, de afligirle y acabarle la vida.
O, por decir verdad, con verle consumido en la hacienda, en la familia, en la salud, en el cuerpo, no contentos con esto, le querían destruir el alma y manchar su inocencia, y en cierta manera fatigarle hasta que desespere. Contra lo cual, ansí como lo entiende, se apercibe y arma luego y como hace profesión de su esperanza y su fe, y desea dejarla escrita en memoria perpetua para desengaño ansí de los presentes como de los que vinieren después.
Y por eso dice:
23. ¡Quién me diese agora, y fuesen escriptas mis palabras; quién diese en libro, y fuesen esculpidas! Mis palabras, dice, esto es, las que quiero decir, y luego diré escriptas, dice, en libro que lo que añade esculpidas, pasa con lo que viene adelante, que es:
24. ¡Con péndola de fierro y plomo para siempre en peña fuesen tajadas! Que como dijo libro, corrigióse luego, viendo que los libros se acaban presto, y su deseo era eterno; y ansí no quiere ya libro, sino una peña dura en que se esculpan. Y dice péndola de fierro y con plomo, porque se abren las letras con escoplo o cincel en la piedra, y después se hinchen de plomo vaciado. Pues en este libro, ¿qué escribe? El testimonio de lo que cree, para que a todos conste de su verdadera y firme esperanza.
Que es:
25. Yo conozco que mi Redentor vive, y que a la postre sobre polvo me levantaré. Aunque, dice, me aflijo y me querello y parece que me quejo de todo, no entendáis por eso que no reconozco que hay Dios, y que tiene providencia del mundo y que mira las cosas de los suyos con cuidado especial; sé que hay Redentor, y Redentor mío, y que vive. Y no solamente dice sé, sino y yo también sé, como diciendo que no ignora lo que ellos saben, o que la gravedad de los males no le quita el conocimiento y memoria; sabe él también que hay Redentor, y Redentor para él, y que, aunque lo presente, le aflige, esta esperanza le asegura y consuela. Sabe que hay Redentor, en que profesa y profetiza la venida de Cristo, y sus dos naturalezas, humana y divina.
Porque en decir que vivía entonces, cuando nacido no había, dice que es Dios que vive siempre; y en llamarle Redentor suyo, dice que ha de nacer hecho hombre. Porque la palabra original goel, que es aquí redentor, significa propriamente el que por vía de deudo libra a su deudo o su hacienda, y la toma para sí por el tanto, como se ve en los libros de Moisés y de Ruth en muchos lugares. Pues si el que espera Job aquí redimirá a Job por su deudo, síguese que será hombre como él, corno lo es de hecho, y convino que lo fuese, para redimirnos y para por el tanto de su preciosa sangre restituirnos a la libertad de la vida, y librarnos de la muerte a que nos pretendía sujetar el demonio.
Ansí que sabe Job que tiene Redentor, Dios y hombre, y se consuela en medio de sus males con esto, porque siempre fue, y siempre es y siempre será el único y total consuelo del justo el Mesías, en quien Dios tiene puesto todo el bien y todo el reparo de sus criaturas. Y como los que esperan alguna bienandanza excesiva, y de ella están ciertos, se conservan alegres en los males con saber que presto son reyes, ansí halla consuelo el bueno poniendo en Cristo los ojos en cualesquier trabajos que vengan, no sólo porque ve en él el remedio de ellos, que es sin ninguna duda la particular medicina de todos, sino porque esto sólo que es considerar tanto bien, como es tener tal hermano, borra cualquiera tristeza. Y luego que se considera la alma que somos herederos con Él, y que habemos de vivir de su espíritu como juntos con Él en cuerpo, señores de su reino sin fin, huella generosamente sobre todo lo que en esta vida es trabajo, y lo desprecia y casi no lo echa de ver.
Pues Job, como quien bien lo sabía, con razón se consuela con ello; y ansí los sagrados profetas en muchos castigos tristes que anuncian, siempre y a la fin vuelven sus razones a Cristo, y con la profecía de su dichosa venida reducen la tempestad de sus amenazas a serenidad alegrísima, que es lo mismo que Job hace agora.
Yo sé, dice, que mi Redentor vive. No me oprime, dice, tanto este mal que siento, que no me levante mucho más y me aliente esta rica esperanza. Redentor tengo, y mi deudo, que no me dejará cautivo ni siervo; Redentor tan poderoso que, antes que venga, vive, y tan amoroso que vendrá hombre vestido de carne.
Y dice, y en lo postrero sobre polvo me levantaré; que pone la postrera obra y el último efecto que en nuestro beneficio causa la venida de Cristo, que es la resurrección de la carne a gloriosa y inmortal vida; porque en él se rematan y perfeccionan los demás efectos, y en una cierta manera se encierran todos. Que en el hombre resucitado y glorioso se ve junto y acabado todo lo que en bien del hombre Cristo hizo con la eficacia infinita de su virtud, y vese la criatura nueva, perfecta. Y ansí Job, por decir con una palabra todos los bienes que de Cristo espera y con cuya esperanza respira, hace memoria de su sola resurrección. Aunque es verdad que, según el original, estas postreras palabras, al parecer, hablan con Cristo también, porque dicen y en lo postrero sobre el polvo se levantará, para decir que el tiempo de su venida será el tiempo postrero, como las Sagradas Letras en otras partes lo dicen. Porque de las edades del mundo, esta que comenzó después que vino Cristo y que va corriendo todavía, es sin duda la postrera, porque no le sucederá otra cuando feneciere, sino fenecerán juntos ella y el siglo. Y aún podemos entenderlo también de su venida segunda, en cuanto dice que del polvo se levantará; que es como decir que, cuando todo cayere, se levantará Él y, vueltos en ceniza y polvo todos los hombres, aparecerá Él, vivo y levantado juez, en alto para llamarlos a vida.
Y viene con esto bien lo que dice:
26. Y tornaré a cercarme mi cuero, y en mi carne veré a Dios, porque el tiempo de resucitar a nueva vida los muertos es junto con el tiempo del venir al juicio del Juez. Y para que se entienda que habla aquí de esta venida y juicio con propriedad, nombra a Dios en este lugar con el nombre que significa este oficio, porque le nombra Eloah, que significa el juez.
Y dice que le verá en su carne, o porque le verá, no su alma sola, sino su carne también y sus ojos corporales, que entonces tornarán a la vida, o por que el juez viste carne y es hombre, por cuanto la humanidad de Cristo, o Cristo en cuanto hombre, ha de ejecutar el juicio. Y lo que decimos, tornaré a cercarme mi cuero, el original a la letra dice: Y después que éstos horadaren mi cuerpo, o después que este mi cuero horadado fuere y deshecho, veré a Dios en mi carne; que es, tornaré resucitando a la vida y veré a Dios en ella, que viene a ser la misma sentencia. En la cual Job, como se puede colegir de lo dicho, profetiza y confiesa la encarnación de Cristo y sus dos naturalezas humana y divina, y la venida segunda al juicio y el tiempo de ella y la cualidad del juez y la resurrección de los muertos y la vista que tendrán los buenos de Dios.
Y ansí dice:
27. Al cual yo veré por mí, y mis ojos le verán y no extraño. Esta esperanza reposa en mi seno. No le verá otro por mí, sino yo mismo le veré, porque cada uno le verá según su medida y según la capacidad que hace Dios en él por sus méritos, y no según los ajenos, como el Apóstol dice, que pagará según sus obras a cada uno. Y reposa, dice, esta esperanza en mi seno, para decir que está firme en él la esperanza de esta verdad, y tan metida en su seno, que ninguna mano de mal la sacará de él, y que con ella reposa.
Aunque el original usa en esto de otra figura, porque dice: Acabáronse mis riñones en mi seno; porque riñones tienen en la Escritura significación de deseo. Y ansí decir que sus deseos se resumen todos en su seno, es decir que se encierran todos y se concluyen en aquella esperanza con que se reposa y consuela.
Concluye:
28. Pues ¿por qué decís: Persigámosle, hallemos contra él raíz de palabra? Y pues, dice, confieso yo y conozco esto, pues espero en Dios y confieso que, acabada ésta, hay otra vida mejor que ha de dar Dios a los suyos, pues afirmo que ha de tener cuenta con ellos, ¿por qué os persuadís de mí que soy impío, y por qué os conjuráis contra mí y decís que será bueno acosarme para sacar de mí alguna palabra que haga pública la secreta maldad de mi pecho? Acosémosle, decís, y demos en él, que ansí sacaremos de él raíz de palabra, esto es, ansí descubriremos la raíz de esta su demasiada impaciencia. Y no solamente sois poco piadosos conmigo, y no sólo me añadís más tormento, mas también me maliciáis las palabras y juzgáis con determinación que soy impío y procuráis que me descubra serlo por las muestras de fuera.
O digamos, porque el original lo concede, de aquesta manera: Por lo cual diréis: ¿Por qué le perseguimos? Y raíz de cosa hallada en mí. En que significa que les debe ya pesar a sus amigos, o que es justo les pese, de la contradicción que le han hecho.
Dice: Por lo cual diréis, esto es, diréis que, pues yo conozco y confieso lo dicho, ¿por qué le perseguimos? Esto es, mal hacemos en perseguirle. Y raíz de cosa hallada en mí, esto es (mudando la persona), pues es hallada en él raíz de palabra, que quiere decir, pues habla con fundamento y trata verdad en lo que dice y se afirma en verdadera esperanza.
Porque, dice, si no volvéis la hoja y decís y hacéis lo que os digo:
29. Temed de la faz de la espada, porque vengador de delictos la espada, y sabed que hay juicio. Dice, porque, si no, podéis temer el castigo, que eso llama la espada y entiende él de Dios; y por eso dice que vengador de delictos la espada, porque el de los hombres muchas veces es castigador de virtudes. Y dice bien el original, que dice saña, por decir vengador, porque la espada de Dios es saña de delictos porque mira a ellos y no a los delincuentes, y aborrece la maldad, pero no la persona del malo; al revés de lo que aviene en el tribunal de los hombres, a do las más veces el odio de la persona desenvaina contra el delicto el cuchillo. Y finalmente, dice, sabed que hay juicio, esto es, juicio por excelencia, que descubrirá vuestras malas intenciones en público y les dará su pena, sin torcerse ni por temor ni por ruego.