Examen de ingenios:36
[Digresión sobre el árbol vedado del Paraíso]
editar«Los médicos, viendo por experiencia lo mucho que puede la buena temperatura del celebro para hacer a un hombre prudente y discreto, inventaron cierto medicamento de tal compostura y calidad que, tomado en su medida y cantidad, hace que el hombre discurra y raciocine muy mejor que antes solía. Llamáronla confectio sapientium o confectio anacardina, en la cual, como parece por su receta, entra manteca de vaca fresca y miel, de los cuales dos alimentos dijeron los griegos que, comidos, avivaban grandemente el entendimiento. Pero consideradas las demás medicinas que entran en su composición, realmente son muy calientes y secas, y totalmente echan a perder el entendimiento y memoria, aunque no se les puede negar que avivan la imaginativa en hablar y responder a propósito en motes y comparaciones, en malicias y engaños. Y dan los más en el arte de metrificar y en otras habilidades que descomponen al hombre. Y como el vulgo no sabe distinguir ni poner diferencia entre las obras del entendimiento y de la imaginativa, en viendo a los que han tomado esta confección que hablan más agudamente que antes solían, dicen que han cobrado más entendimiento; y realmente no es así, antes lo han perdido, y cobrado un género de sabiduría que no le está bien al hombre, a la cual llamó Cicerón calliditas, que es un saber contrario de la justicia.
Todas las veces que pasaba por aquel lugar del Génesis que dice quis enim indicavit tibi quod nudus esses nisi quod ex arbore ex quo praeceperam tibi ne comederes comedisti? me sonaba a los oídos que la fruta de aquel árbol scientiae boni et mali tenía propriedad natural de dar conocimiento y advertencia al que comía de ella, y que aquella ciencia no le estaba bien al hombre ni Dios quería que la supiese, porque era un género de sabiduría de quien dijo san Pablo: prudentia carnis inimica est Deo. Pero viendo que la divina Escritura tiene tan profundos sentidos y que con su letra se suelen engañar los que poco saben, lo dejaba pasar; hasta que ya molestado de ocurrirme tantas veces a la imaginación, propuse en mí de leer todos los expositores que hallase de aquel lugar, para ver si alguno lo tocaba.
Y, a pocas vueltas, leyendo en Josefo (De antiquitatibus) hallé que decía 'que la fruta de aquel árbol scientiae boni et mali aceleraba el uso de la razón y aguzaba el entendimiento, atento a la cual propriedad le pusieron tal nombre, como al otro árbol de la vida, que por eternizar al hombre que comía de su fruta le llamaron árbol vitae'. La cual sentencia y declaración no admite Nicolás de Lira, pareciéndole que la fruta de aquel árbol, siendo material, no podía obrar en el entendimiento humano, siendo espiritual. El Abulense no admite la represión de Nicolás absolutamente, si no es con distinción. Y, así, dice 'que aunque el entendimiento humano es potencia espiritual y que no obra con órgano corporal, pero con todo eso no puede entender si no es aprovechándose de las otras potencias orgánicas, las cuales, si tienen buen temperamento, ayudan bien al entendimiento, y si no le hacen errar; y tal templanza podía poner la fruta de aquel árbol en el celebro, que viniese el hombre a saber más por aquella razón'.
Y que la templanza o destemplanza de los alimentos puedan ayudar y ofender a la sabiduría, pruébalo por aquel lugar de la Escritura: cogitavi in corde meo abstrahere a vino carnem meam, ut animum meum transferrem ad sapientiam. También cita a Aristóteles en los libros De physionomia, donde dice que las alteraciones que recibe el cuerpo por razón de alimentos que el hombre come, y por el temperamento de la región donde habita, y por las demás causas que suelen inmutar el cuerpo, que pasan al ánima racional; y así dice que los hombres que habitan tierras muy calientes son más sabios, que los que moran en regiones frías. Y Vegecio afirma que los que habitan en el quinto clima (como son los españoles, italianos y griegos) que son hombres de grande ingenio y muy animosos. Conforme esto, bien era posible que la fruta de aquel árbol tuviese tanta eficacia en alterar las potencias orgánicas del cuerpo, que aprovechasen a los discursos del entendimiento. Y porque Adán era sapientísimo y sin necesidad de otra sabiduría alguna, 'le puso Dios el precepto en esta fruta, guardándola para sus descendientes, los cuales, siendo niños y comiendo de ella, aceleraran el uso de la razón'.
Pero, realmente, las palabras del Texto no admiten esta postrera declaración. Porque, bien miradas, quieren significar que la fruta del árbol, con su virtud y eficacia, les abrió los ojos corporales y les enseñó lo que no sabían: et aperti sunt oculi amborum, et cognoverunt se esse nudos. Lo cual se prueba más a la clara ponderando aquellas palabras que Dios le dijo al hombre cuando le halló tan avergonzado de verse desnudo: quis enim indicavit tibi quod nudus esses nisi quod ex ligno ex quo praeceperam tibi ne comederes comedisti?
Nemesius Episcopus, en un libro que escribió De natura hominis, llanamente confiesa que la fruta de aquel árbol tenía propriedad natural de dar sabiduría, y que realmente le enseño a Adán lo que no sabía. Cuyas palabras son estas que se siguen: Et quoniam ei non conferebat ut, ante sui perfectionem, suam agnosceret naturam, prohibit ne gustaret lignum cognitionis. Erant autem, immo vero nunc quoque sunt in plantis, maximae virtutes: tunc autem utpote in initio mundi creationis, cum essent sincerae, potissimum habebant operationem. Erat ergo alicujus quoque fructus gustatio asserens cognitionem suae naturae. Nolebat autem Deus eum suam agnoscere naturam ante perfectionem, ne si cognovisset se multis egere ea curaret quae ad usum corporis pertinent, reliquens curam animi; et propter banc causam prohibuit ne esset particeps fructus cognitionis. Por las cuales palabras confiesa llanamente este autor que la fruta de aquel árbol tenía propriedad natural de dar conocimiento al que no lo tenía; y que esto no solamente se hallaba en el principio del mundo, cuando los alimentos tenían tanta eficacia en alterar el cuerpo humano, pero aún ahora, estando estragadas con el largo discurso del tiempo, hay muchas frutas que lo pueden hacer. Y porque a nuestros primeros Padres no les estaba bien saber en todo su naturaleza ni tener noticia de las cosas de que tenían necesidad, les puso el precepto en este árbol cuya propriedad era poner al hombre en cuidado del cuerpo y apartarlo de las contemplaciones del ánima.
Esta declaración es conforme a la filosofía natural que vamos tratando. Porque no hay alimento (especialmente las frutas, que son alimentos medicamentosos) que no altere el celebro, conforme aquello de Hipócrates: facultas alimenti pervenit ad cerebrum; y tal habilidad pone en el hombre, cual es el temperamento que engendra en el celebro, como es el del vino, que si se bebe en cierta cantidad hace al hombre ingenioso, y si pasa de allí lo enloquece.
Y no se ha de entender que la fruta del árbol vedado diese inmediatamente hábitos de ciencia, como pensó Nicolao; sino temperamento acomodado a tal género de ciencia, con el cual viene luego el hombre en conocimiento de las cosas de que estaba descuidado. Y que la fruta de este árbol tuviese propriedad de abrir los ojos y hacer conocer lo que ignoraban no se puede negar; porque, en comiendo de ella, dice el Texto: et aperti sunt oculi amborum et cognoverunt se esse nudos. Y dije abrir los ojos porque (como tenemos probado atrás) si la imaginativa no asiste con los sentidos exteriores, ninguno puede obrar; que es lo que dijo Hipócrates: quicumque dolentes parte aliqua corporis omnino dolorem non sentiunt, iis mens aegrotat; como si dijera: 'si a alguno le hicieren causas dolorosas (como es quemarle o cortarle la mano) y totalmente no lo sintiere, es cierto, que tiene la imaginativa distraída en alguna profunda imaginación'; la cual, como hemos dicho, si no asiste con el tacto y con los demás sentidos exteriores, ninguna sensación pueden hacer.
De lo cual podríamos traer muchos ejemplos de los que pasan cada día por nosotros. Pero uno que refiere Plutarco de Arquímedes nos lo dará bien a entender. Este Arquímedes era un hombre de tan fuerte imaginativa para componer y fingir maquinamientos de guerra, que él solo era más temido por esta razón de los enemigos, que todo el ejército contrario. Y era tan estimado su ingenio entre los romanos, que teniendo Marcelo cercada la ciudad de Siracusa, donde Arquímedes estaba, antes que la entrase echó un bando en su ejército: que ningún soldado fuese osado a matar a Arquímedes so pena de la vida; pareciéndole que ningún despojo podía llevar mejor a Roma, que un hombre de tanta habilidad. Deste se cuenta que estaba tan ocupado en sus maquinamientos, y tan enclavados los ojos en la tierra (donde tenía rayadas las figuras de su invención), que no veía ni oía lo que pasaba en la ciudad al tiempo de la batalla. Y llegando un soldado romano a él, le preguntó si era Arquímedes; y aunque se lo preguntó muchas veces ninguna cosa le respondió por la ocupación que tenía de los sentidos; y mohíno el soldado de ver un hombre tan traspuesto, le mató.
Al tono de esto, cierto es que nuestros primeros Padres estaban ocupados, antes que pecasen, en meditar y contemplar las cosas divinas, y descuidados de las humanas. Y aunque andaban desnudos no lo echaban de ver, y podríamos decir que tenían los ojos cerrados; porque aunque era verdad que los tenían abiertos, y sana la potencia visiva, pero por la ausencia de la imaginativa estaban como ciegos, pues no podían obrar con ellos. Y la fruta era de tanta eficacia, que sacó a la imaginativa de su contemplación y la puso en la vista; lo cual suenan claramente aquellas palabras que Dios le dijo en acabando de comer: '¿Quién piensas, oh Adán, que te enseñó que estabas desnudo sino haber comido del árbol que te prohibí? Lo cual hice (como si dijera) por tu contento y regalo y porque no te estaba bien saber lo que ahora sabes'.
Dos géneros de sabiduría, si bien me acuerdo, dejamos notados atrás. El uno pertenece al entendimiento, en el cual se encierran todas aquellas cosas que el hombre hace con rectitud y simplicidad, sin errores, sin mentiras y sin engaños. De la cual sabiduría notó Demóstenes a los jueces en una oración que hizo contra Esquino, pareciéndole que el mayor título que les pudo poner para captarles la benevolencia fue llamarles rectos y simples. Y así la divina Escritura, a un hombre tan sabio y virtuoso como Job, lo llamó vir rectus et simplex; porque los doblados y astutos no son amigos de Dios: vir duplex animo, inconstans est in omnibus viis suis. Otro género de sabiduría hay en el hombre, que pertenece a la imaginativa, de quien dijo Platón: scientia quae et remota a justitia, calliditas potius quam sapientia est appellanda; como si dijera: 'las cosas que el hombre hace con embustes y engaños, fuera de lo que dicta la razón y justicia, no es sabiduría, sino astucia'. Como fue aquella conjugación y discurso que entre sí hizo aquel mayordomo que cuenta san Lucas diciendo: Homo quidem erat dives qui habebat villicum; et hic diffamatus est apud illum quasi dissipasset bona ipsius; et vocavit illum et ait illi: quid hoc audio de te, redde rationem villicationis tuae, jam enim non poteris villicare. At autem villicus intra se: quid faciam quia dominus meus aufert a me villicationem? Fodere non valeo, mendicare erubesco. Scio quid faciam: ut cum ammotus fuero a villicatione recipiant me in domus suas, etc. Con el cual discurso hizo un hurto tan mañoso, que dice el Texto: Et laudavit Dominus villicum iniquitatis quia prudenter fecisset, quia filii hujus saeculi prudentiores filiis lucis in generatione sua sunt. En las cuales palabras se contienen dos diferencias de sabiduría y prudencia: la una, dice el Texto, pertenece a los hijos de la luz, que es con rectitud y simplicidad; y la otra a los hijos de este siglo, con dobleces y engaños. Y los hijos de la luz saben muy poco en la prudencia del siglo, y los hijos del siglo menos en la sabiduría de la luz. Estando Adán en gracia, era hijo de luz y sapientísimo en este primer género de sabiduría; y, por perfección suya, le hizo Dios ignorante en el segundo, porque no le convenía. Y el árbol era tan eficaz en dar prudencia de este siglo, que fue menester prohibirle el uso de su fruta, para que viviese descuidado en las necesidades del cuerpo (como dijo Nemesio) y cuidadoso en las contemplaciones del ánima racional.
La dificultad es ahora por qué razón llamaron a este árbol scientiae boni, pues la prudencia y sabiduría que daba antes era más para mal que para bien. A esto se responde que ambas ciencias son para bien usando de ellas en su tiempo y lugar; y así las encomendó Jesucristo a sus discípulos cuando los envió por el mundo a predicar: ecce mitto vos sicut oves in medio luporum: estote ergo prudentes sicut serpentes, et simplices sicut columbae. De la prudencia se ha de usar para ampararse de los males que les pueden hacer, y no para ofender con ella. Fuera de esto, los filósofos morales dicen que una mesma cosa se puede llamar buena o mala de una de tres maneras: o como honesta, o como útil, o como delectable. Como el hurto que hizo el mayordomo de la historia pasada, que fue bueno en cuanto útil, pues se quedó con la hacienda de su señor, y malo en cuanto fue hecho contra justicia, tomando lo suyo a su dueño.
El cubrirse Adán con tanto cuidado y tener más vergüenza de verse desnudo delante de Dios, que haber quebrantado su mandamiento, me da a entender que la fruta del árbol vedado le avivó la imaginativa de la manera que hemos dicho, y ésta le representó los actos y fines de las partes vergonzosas. Pero aunque esta declaración tiene la apariencia que vemos, la común es quod lignum scientiae boni et mali, non a natura hoc nomen acceperat, sed ab occasione rei postea secutae. Quod magis probo ».
A LOOR, y gloria de nuestro señor Iesu Christo, y de su bendicta madre la virgn sancta María, señora y abogada nuestra. Haze fin el preste Libro, intitulado Examen de ingenios, para las Sciencias.
Acabosse a veynte y tres Días del mes de Febrero, Año del nascimiento de no saluador Iesu Cho de Mil & quinientos, y setenta y cinco años.