Esto sí que es negociar/Acto III

Esto sí que es negociar
de Tirso de Molina
Acto III

Acto III

Salen ROGERIO, FILIPO y PINARDO
ROGERIO:

Es mucha desigualdad
puesto que amor os abrasa.
Sois deudo de nuestra casa
y ofendéis su calidad.
Leonisa es una pastora
incapaz de tal ventura.
Gastan años la hermosura,
que el tiempo en breve desdora.
Acabaráseos el gusto
y crecerán los cuidados.
Temo veros mal casados
y consentirlo no es justo.
Mirad, Filipo, primero
lo que hacéis.

PINARDO:

Su mucho amor
pone por intercesor,
duque y señor, lo que os quiero.
Pobre y serrana es Leonisa;
mas en tal desigualdad
la virtud es calidad
que al cuerdo a elegirla avisa;
y cuando haga ejecución
la vejez de su hermosura,
no envejece la cordura,
ni cansa la discreción.
En ésta el cielo la dota
y ésta suple lo demás.

FILIPO:

Si atención a ejemplos das,
no manche al mar una gota
de tinta, ni en sangre noble
que por ser tuya, es un mar
podrá Leonisa manchar
mi calidad. ¿De qué roble
no sale una imagen bella
que el mundo después adora?
Si es roble por ser pastora,
Amor piensa sacar de ella
una imagen soberana.
En mi real tapicería
la industria igualar porfía
al oro y seda la lana;
con ella se mezcla y teje
y, siendo por sí tan baja,
al brocado se aventaja.
Lana es Leonisa; mas deje
tu permisión, gran señor;
que esta mezcla el gusto vea.
Telar el tálamo sea
y su artífice el Amor.
Verás de este desacierto
la imagen que sace un roble,
de la lana un tapiz noble
y el fruto de aqueste enjerto.
Sólo tu licencia espero.

PINARDO:

Criándose en nuestra casa
Leonisa, cuando se casa,
y más, siendo yo el tercero,
no es bien que su gusto impidas.

ROGERIO:

Si uno ruega, otro intercede.
Casarse Leonisa puede;
que a llamas encarecidas
con tanta ponderación,
no es bien hacer resistencia.
Amor es todo violencia;
pero de la discreción
de Leonisa conjeturo
que tiene de llevar mal
casamiento desigual,
tan pocas veces seguro.
¿Admítelo ella?

FILIPO:

¿Pues no?
Tu licencia, alegre, espera.

ROGERIO:

(¡Ay, Leonisa! ¡Al fin ligera! (-Aparte-)
Mas, si estoy culpado yo,
¿por qué a mudanzas atribuyo
lo que a ti fue discreción?)
No quiero en tanta afición
quitarle a Amor lo que suyo.
Casaos, Filipo. Gozad
de Leonisa la belleza;
el alma es quien da nobleza;
la virtud es calidad.
Alma de tal perfección
y virtud tan conocida
justo es que sea preferida
a otra cualquier elección.
¿Cuándo intentás desposaros?

FILIPO:

Quisiera, señor, Leonisa
esta tarde.

ROGERIO:

¿Tan aprisa?
¡Qué de ello debe de amaros!

FILIPO:

No le sabré encarecer
a vuestra alteza, señor,
los extremos de su amor.

ROGERIO:

(Es Leonisa, en fin mujer.
En aborrecer y amar
son ejecutivas todas.)
Yo he de apadrinar sus bodas
y también la he de dotar.
Ansí se lo he prometido.
Andad, Filipo, con Dios;
que, siendo su esposo vos,
cuerda elección ha tenido.
Preveníos; que esta tarde
vuestro padrino he de ser.

FILIPO:

Si tal dicha he de tener,
¿qué temor hay que acobarde
mi ventura? Vuestra alteza
yéndonos a honrar allá
generoso suplirá
las faltas de su nobleza.
Los pies mil veces os beso.

ROGERIO:

Siendo vuestro intercesor
Pinardo, cualquier favor
merecéis. Yo os lo confieso.
Como a padre le respeto
y le debo lo que soy.

PINARDO:

Soberbio, señor, estoy
viéndoos tan cuerdo y discreto.
Bien logra mi dicha en vos
los años que os enseñé.
Mil siglos de vida os dé
el cielo.

ROGERIO:

Pinardo, adiós.

Vanse PINARDO y FILIPO


ROGERIO:

¡En fin, Leonisa se casa
y no conmigo! ¡En fin, cielos,
cobró en libranzas de celos
deudas de amor que me abrasa!
Amante Filipo pasa
inconvenientes de estado
que mi dicha han estorbado,
sin reparar que es pastora;
luego, más que yo la adora,
pues, más que yo la ha estimado.
Porque soy duque, desprecio
prendas que, aunque en la corteza
contradicen mi grandeza,
son de inestimable precio.
Si mi amor no fuera necio,
pudiera conjeturar
con Filipo que manchar
no puede el mar una gota
ni dar en mi sangre nota
Leonisa si amor es mar.
La imagen del roble bella
con que Filipo me avisa
en abono de Leonisa
puede obligarme a querella.

ROGERIO:

El cielo ha encerrado en ella
discreción de más valor
que la calidad mayor
y es ignorante bajeza
despreciar por la corteza
lo que es noble en lo interior.
¡Yo la estimo; yo la adoro,
y yo rehuso escoger
tapiz que pueda tejer
su humilde estambre con mi oro!
O soy bárbaro o ignoro
que Amor, hortelano astuto,
en sazonado tributo,
si la voluntad es huerto,
estima en más el enjerto
de dos almas que otro fruto.
Perdonaráme Clemencia;
Filipo perdonará.
Los ejemplos que me da
sirven contra él de sentencia.
Amor hereje es competencia;
no mancha una gota el mar.
La imagen quiero labrar
que aqueste roble me ofrece
para mí; que no merece
tal imagen otro altar.

DUQUE:

Murió el rey persiguidor
de la duquesa, y hereda
Eduardo, en quien sólo queda
el reino, mas no el rigor.
A Margarita perdonó
y restituye en su estado.

ENRIQUE:

Yo que el parabién la he dado,
si el ser tu sangre me abona,
te suplico, gran señor,
me des licencia de ser
su esposo.

DUQUE:

¿Cómo?

ENRIQUE:

Es mujer
Margarita que en amor
el hospedaje ha pagado,
que perseguida la di.
Ya que a Clemencia perdí
y el suceder en tu estado,
no dudo que te has de holgar
de la dicha que intereso.

ROGERIO:

¿Cómo, Enrique? ¿Cómo es eso?

ENRIQUE:

La mano me ofrece dar
Margarita, siendo gusto
de vuestras altezes dos.

DUQUE:

Si ella se casa con vos,
negároslo fuera injusto.

CLEMENCIA:

¡Gran casamiento habéis hecho!
Sea, conde, para bien.

ROGERIO:

(Dos bellezas quiero bien (-Aparte-)
en una, y cuando sospecho
que las llamas que me abrasan
en una se han de templar
porque no haya que esperar,
juntas las dos se me casan.
A Clemencia estoy también
por amar, e intentará
casarse; pero no hará
cosa que a mí esté bien.)

DUQUE:

Partamos, hijos, a darla
los plácemes del estado
y esposo que han restaurado
su penar.

CLEMENCIA:

Comunicarla
deseo; que es tan discreta,
según dicen, como hermosa.

ENRIQUE:

Es suspensión milagrosa
del mundo que la respeta.

ROGERIO:

(Es de Leonisa retrato; (-Aparte-)
que es más.)

CLEMENCIA:

Si vos la alabáis,
conde, cuando os abrasáis
en su amor, yo también trato
aventajarme entre todas.

DUQUE:

Partámosla a visitar;
que si tiene de alegrar
nuestra corte con sus bodas,
juntándolas con las vuestras
será la fiesta mayor.

ROGERIO:

(¡Celos de Leonisa, Amor! (-Aparte-)
¿Celos también a las muestras
primeras de Margarita?
Cásese Clemencia y todo
y quíteme de esto modo
el mal quien el bien me quita.)

Vanse el DUQUE y ROGERIO
CLEMENCIA:

Quien, delante de otra dama
a quien primero sirvió
de más hermosa alabó
la que milagrosa llama,
o tiene mucho de necio
o peca de descortés.
Juzgad vos de esto lo que es
quien me tiene en poco precio;
que yo que ocupé el cuidado
un tiempo en vos ¡poco fue!
también desterrar sabré
las reliquias que han quedado.

Vase CLEMENCIA


ENRIQUE:

Ya va buena esta quimera;
ya este celoso artificio
ha empezado a hacer su oficio
y dichoso fin espera;
pero Leonisa es de modo
que, aunque es sangre desigual,
si ser quiere el principal,
temo que se alce con todo.
Perlas enseña su risa,
cielos logra su presencia.
¿Qué tiene que ver Clemencia
con los ojos de Leonisa?
Pero, ¿qué digo? ¿Estoy loco?
Leonisa a Rogerio adora,
Clemencia de él se enamora,
y con las dos puedo poco.
A la inglesa van a ver
o a Leonisa convertida
en ella los duques; pida
mi amor lo que puede ser.
Vuélvame Clemencia a amar;
Leonisa a Rogerio enlace;
que como sus bodas trace,
no hay, Amor, tal regociar.

Vase ENRIQUE.


Salen LEONISA, de luto bizarro,
y FIRELA, de ingles
LEONISA:

Es cosa extraña el amor
que Margarita me tiene;
dice que estimará en tanto
mi buen despacho y el verme
sucesora de Bretaña
como todas las mercedes
que con su restitución
el nuevo rey la promete.
Seis millas se fue de aquí
donde encubierta pretende
que su nombre sostituya
y mis venturas concierte.
Hasta en esto soy dichosa;
que este alcázarCastilverde
por nombrede nuestra sierra
dista media legua breve;
con que sin echar de ver
mi falta cuando me ausente,
ya represento a Leonisa,
ya a Margarita.

FIRELA:

En fin, ¿eres
duquesa a un tiempo y pastora,
y el sí de esposa prometes
al conde Enrique y Filipo
dividida en dos mujeres?

LEONISA:

Y no he de ser de ninguno;
que amor nacido entre redes
de Vulcano no te espantes
que enredos fabrique siempre.

FIRELA:

Y a mí, ¿para qué me traes
entre disfraces ingleses,
lacayo de disparates,
con que he de echar a perderte?

LEONISA:

Para hacer más verisímil
este engaño que no puede
dejar de tener buen fin
si Amor y Fortuna quieren.
Si tú, Firela, me faltas
agora, ¿con quién pretendes
que mis trazas comunique?

FIRELA:

A extrañas cosas te atreves.

Sale CARLÍN,
sin reparar en las dos
CARLÍN:

De esta vez hemos de ver,
voto al sol, si estuve alegre
de cascos el otro día
o si es de casta de duendes
Firela. En ayunos salgo;
agora no podrá herme
trampantojos el tintillo
si me dio el gato por liebre.
De bodas dejo a Leonisa
en la aldea; mucho puede
la hermosura, pues pastora
hasta a un medio conde vence.
Ocupada queda allá
Firela vaciando vientres
y rellenando lechones
porque hay convite solene.
Diz que aquí con la escocesa
vive el paje que me tiene
un mes ha huera de mí,
y a Firela se parece.
Si agora topa conmigo,
Bercebú que desperjeñe
el quillotro que me aturde.
Pero¡voto al sol que es éste
bona guis tostón!¡Verá!
No sé yo que se semeje
un huevo tanto con otro.

LEONISA:

¿Qué es esto? ¿Hasta mi retrete
se entran los hombres ansí?
Llamad, mi guarda, la gente.

CARLÍN:

¡Ay, Dios! ¡Otra cosicosa!
Leonisa, si no es que vueles,
¿por dónde diabros veniste?
¿Quién te ha vestido de réquiem?
¿Cásaste acá por ventura?
¿Hase pasado el banquete
a esta casa? ¿Cómo diabros
estar en dos partes puedes?
No ha media hora que te vi
recibiendo parabienes
del cura, alcalde y vecinos
y de todos los parientes
de Filipo, sin querer
trocar la palmilla verde,
el cordellato y la frisa,
por las telas y joyeles
que tu marido te trajo.
¡Y agora sofatamente
te vistes de viernes santo,
no siendo viuda ni viernes.
Firela, dímelo tú.

LEONISA:

¡Hola! ¿Qué rústico es éste?
Echadle de aquí.

FIRELA:

Villano,
¿he de abrirte dos ojetes
con la daga?

CARLÍN:

Esos serán
ojales. Dios me revele
si estó todavía borracho,
y si duermo, me despierte.

Sale ENRIQUE
ENRIQUE:

Los duques están en casa.
Vuestra excelencia se apreste,
y amorosa los reciba.

CARLÍN:

(Esto es hecho. Carlín, duerme. (-Aparte-)
Aquéste era el conde Enrique,
pero si toda la gente
de Escocia es tan semejante
a la que Bretaña tiene,
otro Enrique habrá también
allá. Si no es que lo sueñe,
¡válgate el diabro el tintillo!)

FIRELA:

Hola, rústico. Depeje
la sala. Acabemos ya.

CARLÍN:

(¡Miren lo que un sueño puede! (-Aparte-)
¡Que imagine agora yo
que Firela a echarme viene
de palacio hecha lacayo!)

FIRELA:

Sígame y salga.

CARLÍN:

Saldréme.
(O soñaré que me salgo.
Si otra vez más os bebiere,
ojo de gallo, en jeringa
me envasen vueso escabeche.
Agora sueño que voy
andando. Firena tenme.)

Vanse FIRELA y CARLÍN.
Salen el DUQUE, CLEMENCIA,
ROGERIO, y acompañamiento
DUQUE:

Vengo a dar a vuexcelencia
duplicados parabienes
de estados restitüídos
y del esposo que adquiere
por mano de su elección;
que, quien tan bien agradece
hospedajes de Bretaña,
envidia es bien que nos deje
a los que no merecimos
regalar tan noble huésped,
puesto que participemos
dichas del conde presente.

LEONISA:

Por serle, gran señor, vuestro
Enrique, es bien que interese
la gloria que se me sigue
de que él por mi dueños quede.

ROGERIO:

(Vive el cielo que me abraso (-Aparte-)
de celos y que impaciente
estoy por hacer locuras.
¡Ay, similitud alegre
del original que adoro!
Si en ti se retrata el fénix
de mi Leonisa, ¿por qué
mi agravio y pena consiente
que esté en ajeno dominio
su imagen, y reverencie
tirano dueño la copia
cuyo origen mi alma tiene?)

LEONISA:

El veros enajenado,
gran señor, de aquesa suerte
me impide el llegar a hablaros.
¿Qué tristezas os suspenden?

ROGERIO:

¡Oh, señora! Ajenos gustos
sueles causar que se aumenten
las tristezas en el triste
y estoylo yo las más veces.
Perdonad mi suspensión
y el conde que está presente
dilate dichas y estados
que gocen títulos reyes.

CLEMENCIA:

Las mismas gratulaciones
es bien que yo a daros llegue,
envidiando, aunque mujer
la hermosura que merece
llamar dueño al conde Enrique.
(¡Ay, pensamientos crüeles! (-Aparte-)
¿Por qué de olvidadas prendas
sufrís que llamas recuerden?
Quise a Enrique. Entró Rogerio,
pero, ¿qué dueño no siente
el ver posesiones suyas
que se pieran o enajenen?
Abrásome en celos vivos.)

ROGERIO se aparta con LEONISA
ROGERIO:

Duquesa, Amor, que a la muerte
compararon tantos sabios,
tiene por ley romper leyes.
Retrato de un imposible
sois, tan propio, que les debe
dos estudios de una acción
la hermosura a sus pinceles.
Vuestro original o copia
adoré. e inconvenientes,
cuanto necios, poderosos,
diluvios de amor detiene.
Vos fuistes la suspensión
de mis sentidos, que leves
correos al alma avisan
que en vos sus hechizon tienen.
En semejanza os amé
primero, y ya con poderes
de mi dicha, en propiedad,
que en vos ganan lo que pierden.
Sucesor soy de Bretaña;
mi padre es duque; no intente
que lo que estrellas influyen,
razones de estado fuercen.

ROGERIO:

Yo no tengo inclinación
a Clemencia, ni suceden
descendencias que se logren
de casamientos parientes.
Junte a Orliens su estado Enrique;
bien se han querido; recuerden
memorias amortiguadas
que estriban en intereses.
Vos habéis de ser mi esposa;
que no es posible que nieguen
retratos de quien adoro
lo que so origen pretende.
Como vos me deis el sí,
efectuaráse aunque pese
a Clemencia, al duque, a Enrique,
y a cuantos su estorbo intenten.
Ni términos me pidáis,
ni alarguéis con plazos breves
resoluciones de amor
que a lo más arduo se atreven.
¿Qué decís?

LEONISA:

La brevedad
del tiempo, y los que presentes,
duque generoso, estorban
que conmigo me aconseje.
No bastan a que no elija
lo que ha tanto que apetece
un amor disimulado,
que ha callado porque teme.
Por la amorosa deidad
que tanto en las almas puede,
y en las nuestras predomina,
que desde el instante alegre
que os vi, Rogerio, te adoro;
y que Clemencia inclemente
usurpando al sueño noches,
ha ocasionado mi muerte.
Pero advertid, duque mío,
que, aunque mi rey concede
restauración de mi estado,
y con él otras mercedes,
mientras que no se efectúa,
es la mudanza en los reyes
el móvil de sus acciones,
y sus privados los ejes.
Si se muda y quedo pobre...

ROGERIO:

No prosigas; que aunque fueses
no duquesa, una serrana...

LEONISA:

Basta pues, esto se quede
entre los dos, dueño mío.

ROGERIO:

Y este anillo, si merece
Póneselo
confirmar tálamos justos,
oro esmalte en vuestra nieve.

Se separan ROGERIO y LEONISA
LEONISA:

Enrique, llegaos acá
y agradeced con corteses
demostraciones, favores
que liberal nos ofrece
el duque, mi señor. Tanto
se regocija de verme
empleada en vuestro amor
que ser el padrino quiere
de nuestras bodas, honrando
con prendas que al sol se atreven
la mano que os he de dar.

ENRIQUE:

Si besar sus pies merecen
mis labios, duplicará
favores.

CLEMENCIA:

(¿Qué me atormenten (-Aparte-)
celos de amor despedido,
envidias impertinentes?
¡Vive el cielo, que estoy loca!)

DUQUE:

Mi corte, en veros ausente,
está, Margarita, triste;
y, aunque el luto a que la muerte
de vuestro rey os obliga
estorbe fiestas, bien pueden
salir a vistas de corte
lutos que bodas guarnecen.
¿Cuándo la pensáis honrar?

LEONISA:

Señor, cuando dispusiere
vuestra alteza.

DUQUE:

Sea mañana,
porque os sirvamos presente,
y dadnos licencia agora.

LEONISA:

Mil años, gran señor, cuente
vuestra ilustre senectud
tiempos que en vos se conserven.

CLEMENCIA:

(Perdida de celos voy.) (-Aparte-)

LEONISA:

(Amorosos pretendientes, (-Aparte-)
esto sí que es negociar.
La industria todo lo vence.)

Vanse el DUQUE, CLEMENCIA,
LEONISA, y el acompañamiento

ROGERIO:

Escuchad, Enrique, un poco;
que los dos alcanzaremos
al duque. Amor, todo extremos,
no es perfecto, si no es loco.
¿Vos amastes a Clemencia?

ENRIQUE:

Es, señor duque, ansí.

ROGERIO:

Y aunque ella os dejó por mí,
yo tengo alguna experiencia
en esto de querer bien,
y sé que no os quiere mal.

ENRIQUE:

Siendo interés el caudal
de su amor o su desdén,
vencerála vuestra alteza,
que ha de heredar a Bretaña.

ROGERIO:

Eso mismo desengaña
mi amor, y de la tristeza
que tengo es causa, y aviso
de escarmentar, si es que puedo;
quiéreme por lo que heredo
y a vos por quien sois os quiso.
Según esto, aunque es tan bella,
si es mi herencia su cuidado,
agradézcale mi estado
lo que yo he de agradecella.
Orliens es su dote real;
ella os quiere bien a vos;
troquemos damas los dos;
y con su estado ducal
y vuestro faltará poco
para ser rey. Margarita,
por lo que en la cara imita
a quien me ha tenido loco,
su memoria ha de curar.
Esto os está a vos mejor,
a Clemencia, y a mi amor.

ENRIQUE:

Señor, yo supe olvidar;
mas no tornar a querer.
La duquesa de Clarencia
lleva en belleza a Clemencia
tanta ventaja...

ROGERIO:

Ha de ser,
que queráis, Enrique, o no,
Margarita esposa mía.

ENRIQUE:

Si el duque...

ROGERIO:

En la monarquía
de Amor soy el duque yo.
Mi padre el duque no tiene
voto en este tribunal;
es Margarita mi igual
y con mi gusto conviene.
Conde, esto está de los cielos;
los dos nos queremos bien.

ENRIQUE:

(¡Qué estándome esto tan bien (-Aparte-)
me dé a mi Leonisa celos!)
Señor, yo no puedo amar
a Clemencia; aborrecido
de ella, la puse en olvido
y querer resuscitar
pasiones muertas es cosa
a los cielos reservada.
Si Margarita mudada
promete ser vuestra esposa,
no quiera mayor venganza
de mis desdichas Clemencia;
será, con vuestra licencia,
mi esposa su semejanza.
Una serrana hay aquí
que en esta sierra es hechizo
del Amor. Yo sé que le hizo
salir un tiempo de sí
a vuestra alteza. Con ella
me pretendo desposar;
que en ella podré gozar
a mi Margarita bella.
Estado tengo bastante
para los dos.

ROGERIO:

¿Cómo es eso?

ENRIQUE:

Pierdo por Leonisa el seso
no siendo de estotra amante.

ROGERIO:

Leonisa, a lo que imagino,
con Filipo concertada,
hoy ha de estar desposada
y yo he de ser su padrino.
Si hoy se tienen de casar,
mal os convendréis los dos.

ENRIQUE:

Permitidlo, señor, vos;
que yo la sabré obligar
a que se case conmigo.

ROGERIO:

Pues, ¿quiéreos Leonisa bien?

ENRIQUE:

Con más amor que desdén
mi mira.

ROGERIO:

Siendo mi amigo
Filipo y mi deudo, es mengua
el menospreciarle ansí.

ENRIQUE:

Yo he dado a Leonisa el sí.

ROGERIO:

Pues sacaréos yo la lengua
con que ese sí le habéis dado;
pues si ha de ser Margarita
mi esposa y a estotra imita,
quien de ella está enamorado
de mi esposa lo estará
porque es semejanza amor,
y ofenderéis vos mi honor
si esa permisión se os da.
Dejad, conde, de ser loco.

Sale un PAJE

PAJE:

Señor, el duque da prisa.

ROGERIO:

Ni habéis de amar a Leonisa
        ni a Margarita tampoco.

Vanse todos.
Salen LEONISA y FIRELA,
de labradoras, PINARDO y FILIPO

LEONISA:

        ¿Qué de ellos debe de haber
que me echan menos los dos?
Miren, si esto está de Dios,
y tengo de ser mujer
de Filipo, claro está
que he de buscar muchas cosas
para la boda forzosas;
las más de ellas tengo ya.
Prevenido dejo al cura,
y al alcalde he convidado.

FILIPO:

Todo, Leonisa, es cuidado,
no viendo vuestra hermosura.

PINARDO:

En fin, ¿no pensáis mudar
traje para desposaros?

LEONISA:

Si a los dos puedo obligaros,
criada en este lugar,
hasta salir de él quisiera
no dar a las labradoras
envidia, que a todas horas
como serrana grosera
me han visto. Mire, señor,
¿no se enamoró de mí
Filipo, viéndome ansí?
Pues, ¿si me pierde el amor
vestida de caballera,
y pongo mi dicha en duda?
El traje las caras muda;
tal vez la mujer más fiera
es como un sol de pastora.
Esto lo debo al sayal.
No quiero pagarle mal.
Allá andaré de señora.
Demos este fin honrado
a nuestra serrana frisa.

FILIPO:

Vuestra discreción, Leonisa,
justas razones ha dado.
Aquí y allá determino
que a vuestro gusto os vistáis.

PINARDO:

El duque, si lo ignoráis,
viene a ser vuestro padrino.

LEONISA:

¿Cuál duque? ¿El mozo o el viejo?

PINARDO: El mozo.
LEONISA: Pues, ¿para qué?

Mírese allá su mercé
en Clemencia que es su espejo.
¿De qué ha de servir aquí
si no es con su gravedad
de asombrar nuesa humildad?

FILIPO: Su alteca lo quiere ansí.
LEONISA: Pues si lo quiere su altura

¿quién replicarle podrá?

Sale CARLÍN, hablando para sí

CARLÍN: ¿Si habré despertado ya?

¡Oh, lo que este sueño dura!
Juraré que agora estó
en presencia de Leonisa (-Aparte-)
y Firela, y que de frisa
se visten, de seda no.
También sueño que está aquí
Filipo… y Pinardo.

FIRELA: ¿A qué

sales tú acá?

CARLÍN:

(¿Qué diré? (-Aparte-)

FIRELA:

¿No se puede hacer sin tí
la boda?

CARLÍN: (Agora soñaba (-Aparte-)

que Firela me reñía
porque a la boda salía
y que de casa me echaba.)
Firela, decidme vos
si aún duermo; que a mi pesar
cró que aún me estó en el pajar.
Buenos días les dé Dios,
señores.

PINARDO: Carlín, ¿qué es esto?

¿Al anochecer nos dais
buenos días? ¿Qué pensáis?

CARLÍN: Debo venir hecho un cesto.

Cuatro días ha que sueño
que a Firela veo lacaya,
en calzas vuelta la saya
y que me mira con ceño,
y a Leonisa hecha duquesa,
a fuer de tumba vestida,
ya en serrana convertida
ya labradora, ya inglesa.
Despiérteme su mercé
ansí Dios le dé salú.

PINARDO: El duque viene.


CARLÍN: ¡Jesú!

En este punto soñé
que el duque a vernos venía…

LEONISA: Avisan al cura, pues.
CARLÍN: …y que Leonisa después

avisar al cura hacía.

Salen ROGERIO y acompañamiento

PINARDO: Gran señor, ¡tanto cuidado

en honrarnos!

ROGERIO: No he podido

venir antes, divertido
en negocios de mi estado.
Leonisa, ¿en fin os casáis
y a Filipo llamáis dueño?

CARLÍN: ¡Válgate el diablo por sueño!
LEONISA: Si vos nuesa boda honráis,

siendo el padrino, ¿quién deja
de gozar tal ocasión?
Estoy muerta por un don;
Pinardo me lo aconseja,
y obedecerle imagino.

CARLÍN: ¡Verá en sueños lo que pasa!

Leonisa, en fin, se nos casa
y es el dueño su padrino.

ROGERIO: Daros quiero el parabién.

(¡Ay, celosos desvaríos! (-Aparte-)
¿Sufriréis, agravios míos,
lo que aquí mis ojos ven?
No es posible.) Oís un poco,
Leonisa, parte, primero
que os desposéis. (Yo me muero. (-Aparte-)
Perdido estoy. Yo estoy loco.)
El dote que os he mandado,
quiero acomodar con vos.

Desvíanse a un lado

CARLÍN: (Agora sueño que los dos (-Aparte-)

se apartan a hablar a un lado.)

ROGERIO: ¡Ah, mudable, ingrata, aleve!

¿Es éste el pago debido
al amor que le he tenido,
y al que a mis penas se debe?
¿Tú te casa, vivo yo?
¿Tú te puedes atrever
a estar en otro poder?

LEONISA: Pues, ¿él no me lo mandó?
ROGERIO: ¿Yo? ¿Cuándo o cómo?
LEONISA: ¡Verá!

Yo por el marido elijo.
«¿Casaos, Leonisa, no dijo,
que yo os daré la dote?» Ya
me caso. Lo que él me avisa,
cumplo.

CARLÍN: Agora estó soñando

que a sola refunfuñando
están el duco y Leonisa.

ROGERIO: Si yo esto dije, liviana,

fue por probar tu firmeza;
pero, en fin, fue tu belleza,
con ser divina, villana.
No has de casarte con él,
o abrasaré esta montaña.
Ser duquesa de Bretaña,
¿no es mejor?

LEONISA: Pues.
ROGERIO: ¡Ah, cruel!

¡Qué presto hiciste testigo
al tiempo de que en fin eres
lo que las demás mujeres!

LEONISA: ¿Quiere él casarse conmigo?
ROGERIO: Quiero buscar mi descanso.
LEONISA: Pues, toque y repórtese;


Dale la mano

que a Filipo le diré
que hablé por boca de ganso.

ROGERIO: En fin, ¿no le quieres bien?
LEONISA: Como a un dolor de costado.


ROGERIO: Este anillo esté esmaltado

en esta nieve.

Pónesela

LEONISA: (¡Oh, qué bien! (-Aparte-)

Otro tanto no ha media hora
oí, siendo Margarita,
y otro anillo solicita
lo que prometo pastora.
¡Casada con dos en uno!
¿Quién tal suceso ha escuchado?
Con dos en una casado,
un homre ¿viólo ninguno?
Miren lo que celos son.
Mira, Amor, lo que me ofreces.
que casándome dos veces,
no es caso de inquisición.)

ROGERIO: Ya, Leonisa está contenta

y juntamente dotada;
pues ser su esposo os agrada,
y ya corréis por mi cuenta,
celebrad, Filipo, luego
vuestro deleitoso estado.
En vuestro nombre la he dado
un diamante.

FILIPO: Humilde llego

a honrar mi boca a esos pies.

CARLÍN: ¡Bravo sueño! Si hay comida,

duerma yo toda la vida
y catorce años después.

ROGERIO: (¡Yo estoy loco! ¿Qué he de hacer? (-Aparte-)

La mano y anillo di
a Margarita, ¡ay de mí!
Pues si ha de ser mi mujer,
¿cómo me desposo agora
con Leonisa? En mis desvelos
sois casamenteros, celos.
En ésta por ser pastora,
rehusa mi noble estado
lo que en la otra apetece,
porque a ésta se parece.
¡Y con las dos me he casado!
¿Qué haré? ¡Cielos, triste yo!
¿Desposado allá y aquí?
Con la semejanza sí
mas con las personas no.
Remediadlo vos, Fortuna.
Amor, mostrad que sois dios.
O haced me parte en dos
o convertidlas en una.

Sale un CRIADO

CRIADO: Los duques, señores, están

aquí; que en fe que han sabido
que honrando a los desposados
venís a ser su padrino.
autoricarlos desean;
que estima el duque a Filipo,
y Clemencia a la serrana
que tal dueño ha merecido.

ROGERIO: (¡Válgame el cielo!) Salgamos (-Aparte-)

todos cuatro a recibirlos.
(Alto, Amor, aquesto es hecho; (-Aparte-)
Leonisa, en fin, ha podido
más que razones de estado.
Ella ha de ser dueño mío.
Si mi padre se indignare,
perdone; que en más estimo
ser de mi serrana esposo
que del duque Carlos hijo.)

CARLÍN: Agora sueño que llegan

el duco y los dos sobrinos.
Talle tengo de soñar,
si no se digiere el vino,
que vienen los reyes magnos
Carlo Magno y Baldovino.

Salen el DUQUE, CLEMENCIA y ENRIQUE

ROGERIO: Gran señor…
DUQUE: Hijo, ¿qué es esto?

¿Qué es lo que el conde me ha dicho?
¿Vos impedís que se case
con Margarita?

ROGERIO: Sí, impido,

porque a Margarita intento
dar la mano, con que obligo
a Clemencia que del conde
pague amores y servicios.
Los dos se han querido bien,
y ya que el cielo me hizo,
gran señor, vuestro heredero,
no es bien quitarle a mi primo
a Bretaña y a su dama,
ni en derecho tan antiguo
tendré yo seguridad
de quien a otro amante quiso

ENRIQUE: Gran señor, en pretensiones

lícitas, que ya han tenido
fin alegre, no es razón
fundar agravios prolijos.
Si a Clemncia quise bien,
pues se mejora os suplico
que no permitiáis privarme
del dueño que cuerdo elijo.

ROGERIO: Margarita es ya mi esposa.
LEONISA: ¿Quién? ¡Margarita! ¡Oh, qué lindo!

Si no es que errastes los nombres,
duque, matrimeño pido;
Yo estoy con vos desposada.

FILIPO: ¿Estás loca?
LEONISA: Sean testigos

esa lengua, aquesta mano,
estos cielos y este anillo.

CARLÍN: Agora digo que duermo,

si lo dudé a sus principios;
porque no hay sueño ordenado
que no acabe en desatinos.
¡Verá el diabro del dislate!

ROGERIO: Señor, dejando prolijos

ejemplos, que semejantes
cuentan historias y libros,
yo me crié con Leonisa
en estas sierras; y niño
Amor, siendo ya gigante,
¿qué mucho engendre prodigios?
Su esposo tengo de ser,
aunque el patrimonio rico
pierda que en Bretaña adquiero
y otra vez viva estos riscos.
Sé que he de perder la vida
luego que pierda el arrimo
que hasta agora la sustenta;
y ansí el menor daño elijo.

DUQUE: ¿Qué es esto, cielos, qué es esto?

Rogerio, si no has perdido
el seso, da fin mejor
a estos años que han vivido
para ver desdichas tales.

CARLÍN: Mezclóse el blanco y el tinto.

¡Miren las cosas que sueño!
Llora el padre y calle el hijo.

Sale un CRIADO

CRIADO: De una carroza se apea

Margarita, que ha venido,
según dice, a convertir
pesares en regocijos.

ROGERIO: (Pediráme el sí de esposa, (-Aparte-)

y yo en las dos dividido
y enamorado de entrambas
vendré a perder el jüicio.)

Salen MARGARITA, de luto, y acompañamiento

MARGARITA: Dadme, señor, esos pies.
DUQUE: Alzas, señora. ¿Quién dijo

que érades vos la duquesa?

MARGARITA: Quien por tal me ha conocido.

Margarita soy, señor.

DUQUE: ¿Cómo?
ROGERIO: (Amor, ¿qué laberintos (-Aparte-)

de confusiones son éstas?)

CLEMENCIA: (¿Qué es lo que advertís, sentidos?) (-Aparte-)
CARLÍN: Todos sueñan como yo.
ENRIQUE: No os admiréis; que yo he sido

autor de estas suspensiones.
Esta serrana, el hechizo
de la hermosura e ingenio,
nombre y estado ha fingido
de la duquesa presente.

DUQUE: Pues, ¿a qué efeto?
ENRIQUE: Ha querido

con la industria remediar
lo que su suerte ha impedido.
Rogerio la amó pastora;
duque, la puso en olvido;
e ingeniosa, con engaños
a su amor le ha redicido
porque ya goce a Clemencia.

DUQUE: No logará sus designios,

siendo villana.

MARGARITA: Señor,

eso el cielo lo previno;
Leonisa es mi prima.

LEONISA: ¿Cómo?
MARGARITA: Porque es su padre mi tío,

que huyendo rigores reales
semejantes a los míos,
os trajo niña a Bretaña
y hoy, que le he reconocido,
vengo a que en bodas alegres
paren amor y peligros.
En vuestra corte os espera.

ROGERIO: ¡Ay cielo a mi amor propicio!
LEONISA: ¡Esto sí que es negociar!
DUQUE: Vamos, pues; que si averiguo

ser verdad lo que afirmáis,
casándose con su primo
Clemencia, daré a Rogerio,
sin riesgo de honor, alivio.

MARGARITA: Y yo me restitüiré

a mi patria.

ROGERIO: Yo a Filipo

desposaré.

LEONISA: Yo a Firela.
CARLÍN: Comedia sin boda ha sido

la presente; yo también,
por no casarme dormido,
dejo para en despertando
tentaciones de marido.

LEONISA: En pretensiones de amor,

yo, ilustre senado, he sido
la que supo negociar
si agradaros he sabido.

FIN DE LA COMEDIA