Estancias: IV
Se abren tus dos pupilas como dos precipicios
por los que ruedan almas al sueño y a la nada,
(Mujer, dame a probar tus dulces maleficios;
¡húndeme el luminoso puñal de tu mirada!...).
Surgen tus manos breves, lánguidas y perdidas,
como lirios carnales, de las batistas claras...
(Yo pienso que gustoso te daría mil vidas,
para que con tus manos finas me las quitaras!)