Estampas románticas: IV
En este parque antiguo —¡que tanto se parece,
por su abono y paz al jardín de mi vida!—
el pájaro que canta, la flor que se estremece
nos hablan dulcemente de una edad extinguida.
Sobre todo hay un sitio —donde un Eros de piedra
dispara eternamente sus flechas diamantinas—
en que huelen a carne las hojas de la yedra
y se ven dulces nombres en las viejas encinas...
Y, a la anémica luz del crepúsculo lila,
se yerguen vagas formas de una época lejana...
¡Y la blanca teoría fantástica desfila
como el ceremonioso ritmo de una pavana!