La quinta epístola

La quinta epístola de Mihai Eminescu

La Biblia nos cuenta sobre Sansón que, la mujer,
Mientras dormía, cortando su pelo, le quitó todo el poder.
Así lo cogieron sus enemigos, lo ataron y le sacaron los ojos,
¡ Para ver que alma hay en el pecho de un vestido !
Tú, joven, que lleno de sueños, sigues alguna mujer,
Mientras la luna, escudo de oro, brilla a través de la aldea,
Y mancha la sombra verde con sus rayos misteriosos,
No olvides que la mujer tiene mente corta, ropas largas.
Te emborrachas con el encanto de un grandioso sueño estival,
Que solo pasa en ti mismo... Pregúntala, si quieres,
Y te hablará sobre cintas, sobre encajes, sobre la moda,
Mientras tu corazón latiría en el ritmo santo de una oda...
Cuando coqueta sobre tu hombro se apoya la niña,
Si tienes corazón y mente, acuérdate de Dalila.

Es hermosa, se sobreentiende... Como los niños tiene gracia,
Y cuando ríe hasta hace hoyuelas en sus mejillas
Y hoyuelas hace en el ángulo de su boca criminal
Y en los dedos de sus manos y en cualquier articulación.
No es alta, no es pequeña, no es delgada, sino bien hecha,
Así que tienes lo que guardar en tus brazos - es perfecta para ser amada.
Todo lo que dice es adecuado, todo lo que hace le queda bien,
Y cualquier cosa que prueba siempre le sale bien.
Si oírla hablar es un placer, todavía más su silencio;
Su palabra dice : "Vete de aquí !", su risa dice "Ven aquí !"
Camina como acordándose de una canción, mimada,
Parece que siempre tiene sueño y pide que sea besada.
Se levanta de sus talones para llegar a tu boca,
Regalando con un beso ese misterioso calor
Que solo tiene el alma de una mujer...
¡ Cuánta felicidad piensas tú que encontrarás a su lado !
Te volverías sereno viendo el rubor de sus mejillas -
Ella caprichosa, una princesa, y tú joven como un paje -
Y profundamente mirando en sus ojos, pensarías que aprendes
Que la vida y la muerte realmente tienen valor.
Y, envenenado de una dulce y encantadora agonía,
Verías en ella la princesa de tu mundo de pensamientos,
Así que, imaginándote sus cejas lagrimosas,
Te parecería mas soberbia que Venus Anadyomene,
Y en el caos del olvido, sin darte cuenta como pasan las horas,
Ella cada día más te parecería más dulce que ahora.

¡ Qué ilusiones ! ¿ No entiendes tú, de su manera de ser,
Que costumbre, mueca es la sonrisa de su boca,
Que su entera hermosura en el mundo es en vano,
Y que solamente derrochas tu alma ?
En vano la lira abovedada, que suena de sus siete cuerdas,
Refleja en sus cadencias tu plañido de muerte;
En vano tendrías en tus ojos magníficas sombras de los cuentos,
Como en el invierno se ponen flores de hielo sobre las ventanas,
Cuando en tu corazón es verano...; en vano rogarás : "¡ Conságrame
La coronilla con sus pensamientos, para bendecirla con mis lágrimas !"
Ella ni puede entender que no tú la quieres... que en ti
Hay un demonio ávido por sus dulces luces,
Que ese demonio llora, ríe, no pudiendo oír su llanto,
Que la desee... para poder por fin entenderse a sí mismo,
Que se agita como un escultor sin brazos y que gime
Como un maestro que se vuelve sordo en sus momentos supremos,
Y no llega en la cumbre de la dulce música de esferas,
Que oye naciéndose en su rotación, en su caída.
Ella no sabe que ese demonio quiere tener como modelo
Su mármol con sus ojos negros y con voz de palomita
Y que no le pide más que morir como un exvoto sobre un altar alto
Como en la santa antigüedad se sacrificaban
Las vírgenes que habían sido modelos para los escultores,
Que cortaban en mármol la cara de una hada según sus caras.

Se entendería a sí mismo ese demonio... renacería,
Abrasado de su propio fuego, el se reconocería
Y, abarcado por pasiones y por su amor, con avidez
Él rompería en verso adónico su lengua como Horacio;
Atraería en su soberbio sueño los murmullos de los manantiales,
La húmeda sombra de los bosques, las estrellas que arden eternamente,
Y en ese momento misterioso, cuando él pensaría que está feliz,
Resucitaría en su ojo el ojo del mundo antiguo
Y con profunda pasión él miraría para adorarla,
Para pedir de sus ojos jóvenes la redención;
Desearía tenerla en sus brazos para siempre,
Deshelando con su beso los rayos de sus ojos fríos.
Aun siendo de piedra, se enternecería de tanto amor,
Cuando, cayendo sobre sus rodillas, le hablaría plañideramente,
La felicidad le ahogaría, él estaría a punto de volverse loco,
Para que, en la tempestad de su pasión, amarla aun más.
¿ Sabrá ella que te puede dar un mundo entero,
Que tirándose en las olas y pidiendo que te entienda,
Llenaría tu abismo con luceros maravillosos ?

Con sonrisas de cortesana y con ojos piadosos,
Fingiría que entiende. Encantadas son todas
De ser la sombra de la belleza eterna sobre la tierra.
Llámala una mujer entre flores, una flor entre mujeres -
Y le gustará. Pero ponla a elegir entre tres hombres
Que la rodean, todos diciendo que la aman - por ingenua que seria -
En seguida notarías que ella ha vuelto a ser positivista.
Tú, con tu mente y corazón, a lo mejor eres un parapeto
Detrás de cual ella atrae a un joven cortesano,
Que se acercaría como los actores con pasos pequeños,
Dejando una ola de perfume y palabras detrás de el.
La mira con un "lorgnon", embotonado con un clavel,
Obra de sastrería en el espíritu y en la estofa;
A lo mejor le convienen los cuatro reyes de juego de cartas
Y en la habitación de su corazoncito encuentra lugar para cada uno...
Y cuando la dama coquetea con sus miradas galantes,
Dividiendo sus palabras entre un viejo rey y un principiante,
No hay que extrañarse si su intuición se equivoca,
Y confunde un gran rey con un rey de arrabal...
Porque con tu demoníaco anhelo ella habla como una monja,
Mientras que si aparece el gran rey, su pecho crece,
Su ojo helado se llena de negros pensamientos de amor
Y de repente está alegre, se cruza las piernas,
Y ese seco en su juicio tiene espíritu y es hermoso...

Soñar que la verdad, o cosas así de inútiles,
Podrán cambiar en la naturaleza la más mínima cosa,
Es el obstáculo eterno que ponemos a la verdad.

Así que, cuando lleno de sueños, persigues alguna mujer,
Mientras la luna, escudo de oro, brilla a través de la aldea,
Y mancha la sombra verde con sus magníficos rayos :
No olvides que la dama tiene mente corta, ropas largas.
Te emborrachas con el encanto de un grandioso sueño estival,
Que solo pasa en ti mismo... Pregúntala, si quieres,
Y te hablará de cintas, de encajes, de la moda,
Mientras tu corazón latiría en el ritmo santo de una oda...
Cuando veas la piedra que no siente dolor, ni compasión -
Si tienes mente y corazón - ¡ escapa, porque es Dalila !