Diferencia entre revisiones de «Homilía Monseñor Leonardi (25 años)»

Contenido eliminado Contenido añadido
Edmenb (Discusión | contribs.)
Agrego datos
(Sin diferencias)

Revisión del 23:54 15 jun 2007

La Voz del Pastor.

+Juan María Leonardi Villasmil.

25 AÑOS DE SERVICIO AL SEÑOR

Con el favor de Dios, el próximo 4 de agosto completaré 25 años del servicio al Señor y a su Pueblo, en el ministerio presbiteral (comúnmente llamado sacerdocio). De algunos compañeros que recuerdo de ese mismo año 10979, me antecedieron Manuel Díaz (en Barquisimeto) José Zárraga (en Punto Fijo), León Sánchez (en Mérida), Víctor Parada (en San Carlos), todos en el mes de julio y después José Luis González (en Caracas), en septiembre. Sin duda que ese año la cosecha fue mayor, pero se me escapan los otros nombres. Comencé mis estudios en el año 1973 en el Seminario San José de El Hatillo (para vocaciones de adultos; aunque mi vocación la podría definir de “porfiado”, más que de adulto. Recuerdo que el primer llamado me lo hizo el Señor a través del entonces Obispo de Trujillo (Monseñor Camargo) quién (tendría yo unos 13 años) fue a mi casa a hablar con Mamá y Papá porque le habían dicho que yo quería ir al Seminario. Luego y sobre todo a través de mi Mamá recibí varios llamados del Señor, pero yo contestaba que me quería casar y si alguno de mis hijos manifestaba vocación, con mucho gusto yo le apoyaría en todo lo que estuviera a mi alcance. Pero la llamada del Señor es irrevocable, el tuvo paciencia conmigo y esperó al año 1973, cuando por un trabajo de la Legión de María tuve necesidad de ir a Mérida donde el Prof. Jesús Jiménez (persona muy conocida en la comunidad católica Paraguanera) me puso en contacto con el R.P. Pepe Castañeda OCD, quien después de un diálogo me dio el “empujón”; el recuerda mejor que yo, que en esa oportunidad me dijera: “muchacho, tienes una vocación más grande que una catedral, ¿qué estas esperando para irte al Seminario?” Sin duda que fue un proceso rápido de búsqueda y aceptación y para septiembre del mismo año ya estaba en el Seminario San José. Tres años ahí, luego tres más de formación en Roma y el 4 de agosto de 1979, por imposición de manos de Mons. José León Rojas Chaparro, Obispo de Trujillo, acompañado de Mons. Vicente Hernández Peña, Obispo coadjutor de la misma, la mayoría del clero que estaba en la Diócesis y algunos sacerdotes venidos de otras diócesis, fui consagrado en sacerdote para siempre. A partir de ahí resumo en líneas gruesas esos 25 años. Los primeros tres estuve en el Seminario Santa Rosa de Lima de Caracas, como parte del equipo formador. Me costó ir, sin experiencia ninguna no me creía apto para esa responsabilidad. Pero igual que siempre, el Señor me ayudó, en vez de los 2 originales estuve 3. Fue una experiencia enriquecedora tanto por los compañeros sacerdotes como por los alumnos. Entre otras cosas me sirvió para entrar en contacto con muchos de nuestros obispos, algunos de los cuales ya conocía por mi trabajo anterior de la Legión de María. Ya en enero del 82, Mons. Rojas me había dicho que regresaba a la Diócesis y que iría a la Catedral, no alcanzó a darme ese nombramiento porque murió un poco antes que terminara el curso; sin embargo Mons. Hernández, quien había asumido como obispo residencial lo hizo. Fue otro destino que también me costó. ¿La razón? Por primera vez la manifiesto tan en público: yo debía remplazar a Mons. Jorge Villasmil, y me sabía tan diferente a él, en la manera de ser y de actuar; pensaba que encontraría mucho rechazo; pero no fue así, nuevamente el Señor me ayudó y los feligreses me aceptaron. Ahí estuve dos años. Compartidos con la dirección del semanario AVANCE en el cual también remplacé a Mons. Villasmil quien lo había dirigido hasta ese año. Cumplido ese tiempo regresé a Roma a realizar los estudios de licencia en Teología por dos años más. De regreso de Roma: a la parroquia más pequeña de la Diócesis, para que estrenara mi título: San Rafael de Cuicas (Municipio Carache) en agosto de 1986. Fueros 18 meses de bendiciones: una oportunidad de reflexionar sobre muchas inquietudes pastorales. Ahí aprendí entre otras cosas que una sola persona ya es “público” suficiente para una enseñanza; si pensamos que para muchos pastores (incluyéndome a mí en ese tiempo) si no hay mucha gente no vale la pena celebrar, por ejemplo, la Eucaristía, era un verdadero cambio de mentalidad que sigo viendo hoy muy importante.

Luego el Obispo Hernández me cambió a la Parroquia de San Juan Bautista de Pampanito en octubre de 1988 y además me encargó de la economía de la Diócesis. Fueron otros 6 años de bendición. Al menos intenté poner en practica muchas de esas cosas que había reflexionado anteriormente: unas logré, otras no; hasta enero de 1994 cuando el Santo Padre me nombró obispo auxiliar de Mérida. Mediados de marzo entregué la Parroquia. En 1994 celebré por primera vez la Semana Santa en mi parroquia natal: San Alejo de Boconó y de allí salí para ser ordenado obispo el 8 de abril de 1994 en la Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción de Mérida. De abril 1994 a julio 1997 trabajé bastante como Obispo Auxiliar, para el inicio todavía no se había creado la Diócesis de El Vigía-San Carlos del Zulia entonces era todo el Estado Mérida; luego de creada la mencionada Diócesis el territorio era menos, pero el trabajo igual. También fueron tres años largos de los cuales tengo recuerdos maravillosos. Nombrado en julio comencé el 30 de agosto de 1997 mi peregrinar paraguanero, ya a casi a punto de completar siete, también han sido muy lindos. He experimentado que en Paraguaná se llora dos veces: no es que me hayan propuesto cambio, sino, especialmente en este último año, por razones de oficio he debido ausentarme con frecuencia, y de verdad que me cuesta la distancia.

Hoy a 25 años me sale de lo más profundo un GRACIAS A LA SANTÍSIMA TRINIDAD, UN GRACIAS A MAMÁ MARÍA y una petición:

QUE CADA DÍA SEA MEJOR CRISTIANO.