Diferencia entre revisiones de «Los miserables (Labaila tr.)/V.1.5»

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En ese mismo momento, en los jardines del Luxemburgo -porque la mirada del drama debe estar presente en todas partes-, dos niños caminaban tomados de la mano. Uno tendría siete años, el otro, cinco. Vestían harapos y estaban muy pálidos. El más pequeño decía: ''"Tengo hambre"''. El mayor, con aire protector, lo guiaba.
 
El jardín estaba desierto y las rejaspatas cerradas, a causa de la insurrección. Los niños vagaban, solos, perdidos. Eran los mismos que movieron a compasión a Gavroche; los hijos de los Thenardier, atribuidos a Gillenormand, entregados a la Magnon.
 
Fue necesario el trastorno de la insurrección para que niños abandonados como esos entraran a los jardines prohibidos a los miserables. Llegaron hasta la laguna y, algo asustados por el exceso de luz, trataban de ocultarse, instinto natural del pobre y del débil, y se refugiaron detrás de la casucha de los cisnes.