Diferencia entre revisiones de «El camino hacia el sol»

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Línea 37:
–Ya no tenemos Inca. Es preciso buscar el amparo del Sol. Los enemigos vienen. Llegarán pronto. Preparad vuestros menesteres y esperad las órdenes del Curaca y del Consejo.
 
Entonces descendieron los camayocs y con gran trabajo dispusieron que cada grupo volviera a su barrio. Dieron órdenes, y cuando el Sol se ocultó, la plaza del Inti se encontraba desierta. Aquel día no ardieron los mecheros, la sombra invadió toda la ciudad y sólo se veía cruzar a ratos a mensajeros de prisa, a soldados, y a uno que otro noble. Sólo en la cúspide del cerro sagrado que dominaba el pueblo ardieron fogatas y se hicieron sacrificios que oficiaban los sacerdotes. Algunos mozos y muchas vírgenes, mujeres de la nobleza, se habían enterrado vivas para acompañar al Inca en su viaje y servirle durante el camino. Entre ellas se habían sepultado la hija del Curaca y veinte mamacunas. En la casa del Curaca el consejo duró hasta muy tarde y a media noche salieron los jefes y hablaron a los camayocs. Habían acordado pedir auxilio al Sol. Era necesario ir adonde el Sol y abandonar el pueblo. Debían llevar consigo todas sus riquezas y ganados; sus trajes y sus utensilios. Los jefes se detenían en la puerta de la casa de cada guaranga-camayoc, daban sus órdenes y seguían su camino. Los camayocs, debían ordenar cada uno sus cuarenta subordinados y tenerlos prontos para el gran viaje.