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Texto del oficio del Cabildo de Santiago al Provisor del Obispado, para elección de diputados

Este Cabildo se halla ya en la necesidad de convocar al pueblo para que haga la elección de diputados que le representen en las próximas Cortes del reino.

No hay asunto que merezca ser considerado con mayor escrupulosidad y circunspección.

Los individuos en quienes recaiga van a ejercer el alto poder del pueblo, que ha de depositar en ellos toda su confianza.

Sus facultades se extienden a formar una nueva Constitución, que siendo dictada con juicio, sabiduría y amor a la patria, producirá la felicidad de todo el reino; de lo contrario le hará experimentar males, los más funestos y que trascenderán hasta la más remota posteridad.

Nada menos va a tratar la respetable Asamblea de los Diputados que el establecimiento del sistema de Gobierno que deba guiarnos en lo sucesivo, los medios de asegurar la observancia de las leyes fundamentales que hayan de sancionarse, sin que en ningún tiempo pueda el despotismo y la tiranía, atentar su infracción, la reforma de la instrucción y educación pública, que rectificando las costumbres, forme desde la primera edad ciudadanos útiles y benéficos a la religión y a la patria; el arreglo de los tribunales de justicia, para que a los que la soliciten se les administre acertadamente, sin la retardación y dispendio de sus intereses, que justamente lamentan cuantos litigan y obliga a muchos al extremo de abandonar sus causas; el fomento de las artes y la agricultura, que proporcionando a toda clase de individuos una vida activa y laboriosa, destierren el ocio y la mendicidad que sucesivamente les hacen declinar en los vicios más detestables.

Sin entrar en otras muchas materias no menos graves y que igualmente son de la inspección de los diputados, las que se han tocado, sólo presentan un trabajo insuperable aun para los patriotas más ilustrados y que con mayor celo consagran todo su estudio y tareas a expedirlo con acierto.

¿Y cuál será nuestra desgracia si entre los vecinos de este pueblo tuviesen algunos que, o por ignorancia, o por su interés personal, no procedan con libertad y justificación a elegir diputados a los más beneméritos, así por sus luces como por su juiciosidad y patriotismo?

Probablemente vendría a sembrar la destrucción del reino, el descrédito e ignominia del nombre chileno, y la más negra infamia contra los que existimos en este delicado tiempo.

No se persuade el Cabildo que en el pueblo por quien representa haya un solo individuo que olvidando los sentimientos que deben caracterizar a un buen patriota, a un hombre de honor y virtuoso, quiera ser autor de males tan enormes; sin embargo, estima de necesidad y como un deber especial de su instituto, propender en cuanto sea posible a que todos se instruyan en unas materias de que los más acaso no tienen la menor noción.

A este efecto ha acordado pasar a u. s. este oficio, suplicándole interponga su autoridad y respeto con los curas de este corregimiento y los prelados de las religiones, encargándoles que por todos los medios posibles expliquen y hagan comprender al pueblo, particularmente en las pláticas cuadragesimales y otras a que convoquen con este especial objeto, cuáles van a ser las funciones inherentes al cargo de diputados, y el grave reato que contraen aquellos que no sufraguen por los que tengan mayor idoneidad para su desempeño.

El Cabildo espera del distinguido celo de u. s. por el bien de la religión y de la patria que tanto se interesan, haga este importante servicio que reconocerá con la mayor gratitud, al mismo tiempo que recomendará en todas ocasiones el loable mérito de los curas y prelados que en el angustiado tiempo que resta para dichas elecciones, más se distinguiesen en ilustrar al pueblo y exhortarlo al cumplimiento de sus deberes en un negocio de tanta importancia.

Dios guarde a v. s. muchos años.

Sala Capitular de Santiago de Chile, febrero 28 de 1811.

Javier de Errázuriz.- Joaquín de Echeverría.- Francisco Antonio Pérez.- Ignacio Valdés Carrera.- Agustín de Eyzaguirre.- El Conde de Quinta Alegre.- José Miguel Infante, Procurador General.

Señor Doctor don Domingo de Errázuriz, Gobernador del Obispado.