Diferencia entre revisiones de «La emancipada: Capítulo 2»

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{{brecha}}Al amanecer del día siguiente, recibió Eduardo una carta de un íntimo amigo suyo que estaba en todos sus secretos, quien le decía:
 
 
{{brecha}}''Querido Eduardo: prepara el ánimo para oír cosas terribles: es preciso que cobres fuerzas y leas esta carta hasta el fin. Conforme a lo convenido asistí al baile del Niño.''
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{{brecha}}''Me he detenido en pormenores para que conozcas entre qué hombres estamos y pienses en lo que mejor te convenga.''
 
 
{{brecha}}A las seis de la mañana Rosaura recibió una carta de Eduardo en que le daba las noticias del anterior, y continuaba diciendo:
 
 
{{brecha}}''Tú sabes bien que tu padre no puede obligarte a que te cases sin tu voluntad. Yo aguardaré los tres años que te faltan para ser libre, o pediremos las licencias en los términos que nos permite la ley.''
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{{brecha}}''Tuyo para siempre. Eduardo.''
 
 
{{brecha}}Dos horas después, el ladrido de los perros anunció que don Pedro de Mendoza se acercaba a su alquería.
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{{brecha}}—Prefieres la muerte y los tormentos, pues está bien: te juro por Dios Nuestro Señor y esta señal de la cruz que no volverás a repetir esa palabra.
 
 
{{brecha}}Bien se comprenderá que era don Pedro uno de aquellos tipos que caracterizan a la vieja aristocracia de las aldeas, cuyos instintos tradicionalistas les hacían feroces para con sus inferiores, truhanescos con sus iguales y ridículamente humildes ante cualquier signo de superioridad.