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1. Sin embargo, la reina herida desde hace tiempo por una pesada inquietud
2. Alimenta en sus venas la herida y se consume en un fuego ciego. /oculto/
3. El gran valor del hombre y el gran honor de su pueblo
4. Vuelven una y otra vez a su pensamiento; permanecen grabados en su pecho
5. Sus palabras y su rostro y la inquietud no da plácido descanso a sus miembros.
6. La siguiente Aurora iluminaba las tierras con la luz de Febo
7. Y había disipado del cielo la húmeda sombra,
8. Cuando la enferma así habla a su muy querida hermana:
9. “Ana, hermana, ¡Qué ensueños me aterran teniéndome en suspenso!
10. ¡Qué nuevo huésped éste ha llegado a nuestras moradas!
11. ¡A quién llevando en su rostro, de qué fuerte pecho y armas!
12. Creo ciertamente, y no en vano mi creencia, que es linaje de dioses.
13. El temor demuestra los espíritus cobardes. ¡Ay, por qué hados
14. Ha sido arrojado! ¡Qué guerras acabadas cantaba!
15. Si no estuviese asentado en mi ánimo fijo e inconmovible
16. No quería asociarme a ninguno con vínculo de matrimonio,
17. Después de que el primer amor me engañó decepcionada por la muerte;
18. Si no me hubiera hastiado del tálamo y de la tea,
19. Quizás podría sucumbir a esta única culpa.
20. Ana, (pues te lo diré) después de los hados de mi mísero esposo
21. Siqueo y de los penates salpicados por la matanza de hermanos, /fratricidio/
22. Éste solo doblegó mis sentidos e impulsó mi vacilante ánimo.
23. Reconozco las huellas de la vieja llama.
24. Pero para mí antes desee o que la profunda tierra se abra o que el
25. Padre omnipotente me precipite con el rayo a las sombras
26. Pálidas sombras del Érebo y noche profunda,
27. Antes, oh pudor, que te profane o que quebrante tus derechos.
28. El que primero me unió a sí, se llevó mis amores;
29. que él los tenga consigo y los preserve en el sepulcro”.
30. Habiendo hablado así, llenó su seno con las lágrimas derramadas.
31. Ana responde: “Oh querida para tu hermana más que la luz,
32. ¿Acaso sola afligiéndote te consumirás en perpetua juventud
33. Y no conocerás dulces hijos ni los premios de Venus?
34. ¿Crees que la ceniza o los manes sepultados se preocupan de esto?
35. Sea: ninguno de los pretendientes doblegó en el pasado a la apenada /enferma/
36. No en Libia, no antes en Tiro; despreciado Yarbas
37. Y otros caudillos, a los que alimenta la tierra África
38. Rica en triunfos: ¿Lucharás también contra un amor que te gusta?
39. ¿Y no viene a tu mente en qué campos te han asentado?
40. Por un lado, te rodean las ciudades Gétulas, raza insuperable en la guerra,
41. Y los Númidas desenfrenados y la inhóspita /inhospitalaria/ Sirte;
42. Por otro, una región desierta por la sed y los Barceos ampliamente furiosos:
43. ¿Qué diré [de] las guerras que surgen en Tiro y de las
44. amenazas de tu hermano?
45. Creo ciertamente que las naves troyanas han tenido este curso
46. Por el viento con la protección de los dioses y el favor de Juno.
47. ¡Qué ciudad ésta, qué reinos tú, hermana, verás levantarse
48. Con tal matrimonio! ¡Con qué grandes hechos
49. La gloria Púnica se lanzará acompañado las armas de los Teucros!
50. Tú sólo pide a los dioses permiso, y celebrados los sacrificios
51. Abandónate a la hospitalidad e inventa causas para demorarlo,
52. Mientras se enfurece sobre el mar el invierno y el lluvioso Orión,
53. Y las naves rotas, mientras el cielo [esté] no tratable”.
54. Con estas palabras inflamó su ánimo con un encendido amor
55. Y dio esperanza a su indecisa mente y desató su pudor.
56. Al principio, se dirigen a los templos y buscan
57. La paz por los altares; sacrifican ovejas de dos años,
58. Elegidas según la costumbre, a la legisladora Ceres y a
59. Febo y al padre Lieo, antes que a todos a Juno, bajo cuya protección los vínculos conyugales.
60. La misma bellísima Dido, sosteniendo una pátera con su diestra,
61. La derrama en medio de los cuernos de una vaca blanca o se
62. Adelanta a los altares cubiertos de grasa ante las estatuas de los dioses
63. E instaura el día con ofrendas, y, abiertos los pechos de los animales,
64. Examina anhelante las entrañas palpitantes.
65. ¡Ay, mentes ignorantes de los adivinos! ¿A qué ayudan los votos a
66. La enloquecida? ¿A qué los santuarios? La dulce llama devora
67. Entretanto las entrañas y la herida alienta callada en su pecho.
68. La infeliz Dido se abrasa y vaga enloquecida por toda la ciudad,
69. Cual cierva herida por una flecha,
70.A la que descuidada un pastor, persiguiéndola con sus dardos,
71. Atravesó desde lejos entre los bosques de Creta y dejó [clavado] sin saberlo
72. El volátil hierro: ella recorre en su fuga las selvas y los montes Dicteos;
73. La mortal saeta permanece clavada en su costado.
74. Ahora se lleva consigo a Eneas por medio de la ciudad y le muestra las riquezas
75. Didonias y la ciudad dispuesta, comienza a hablar
76. y se para en mitad de la palabra;
77. ahora, declinando el día, prepara idénticos banquetes y suplica demente
78. escuchar de nuevo los trabajos de Ilión
79. y queda pendiente de nuevo de la boca del narrador.
80. Después, cuando se separan y la luna oscura esconde a su vez
81. La luz y declinando los astros aconsejan los sueños,
82. Se entristece sola en su casa vacía y se recuesta sobre los estrados abandonados.
83. Ausente oye y ve a aquél ausente, o retiene en seno,
84. A Ascanio, cautivada por la imagen del padre,
85. Por si pudiera engañar su amor inconfesable.
86. Las torres comenzadas no se levantan, la juventud no ejercita
87. las armas ni preparan los puertos o las defensas seguras en la guerra:
88. quedan pendientes los trabajos interrumpidos y las moles ingentes
90. En cuanto advirtió la querida esposa de Júpiter
91. que estaba poseída por tal enfermedad y que la fama no era obstáculo para la furia,
92. se dirige a la Saturnia Venus con tales palabras:
93. “Tú y tu hijo (grande y memorable poder), conseguís en verdad egregia gloria
94. Y óptimos despojos si una sola mujer es vencida
95. Por el engaño de dos divinidades.
96. Y no se me escapa que tú temiendo nuestros muros
97. Hayas considerado sospechosas las casas de la alta Cartago.
98. Pero ¿cuál será el límite o a dónde con una rivalidad tan grande ahora?
99. ¿Por qué no concertamos mejor una paz eterna y unos pactados himeneos? /casamientos/
100. Tienes lo que has solicitado con toda tu mente:
101. Arde la enamorada Dido y ha aspirado el furor por sus huesos.
102. Gobernemos pues este pueblo común con iguales auspicios;
103. Sea lícito servir a un marido Frigio y confiar a los Tirios
104. como dote de tu diestra.”
105. Venus (sintió pues que había hablado con mente fingida
107. Comenzó a hablarle a ella así por el contrario: ¿Quién demente
108. Rechazaría tales propuestas o preferiría enfrentarse contigo en lucha?
109. Si es que acompaña la fortuna el hecho que recuerdas.
110. Pero me encuentro indecisa por los hados, si [es que] Júpiter
/quisiera/ quiere que una sola ciudad haya para los tirios y los que partieron de Troya,
Y aprueba /apruebe/ que se mezclen los pueblos o que se concierten tratados.
Tú la esposa, te está permitido explorar su ánimo suplicando.
Avanza, yo te seguiré.” Entonces la regia Juno así le respondió:
“Conmigo será este trabajo. Ahora te enseñaré (escucha)
Con pocas palabras de qué manera se puede llevar a cabo lo que nos insta.
Eneas y junto a él la muy desdichada Dido
Se preparan para ir al bosque a cazar, tan pronto como el Titán (Sol) de mañana
Muestre los primeros destellos y haya descubierto el orbe con sus rayos.
Yo derramaré sobre estos una negra tormenta mezclada con granizo,
Y estremeceré todo el cielo con el trueno, mientras los jinetes se
Afanan y rodean los desfiladeros con redes.
Huirán los compañeros y serán cubiertos por una oscura noche:
Dido y el jefe troyano llegarán a una misma cueva.
Estaré presente y, si tu voluntad [es] cierta para mí,
[los] uniré en matrimonio estable y se la daré como propia.
Aquí estará Himeneo”. La citerea asintió sin oponerse a la solicitante
Y sonrió por los engaños descubiertos.
Entretanto la Aurora levantándose abandonó el Océano.
Al despuntar el sol, sale por las puertas la escogida juventud;
Redes de ancha malla, trampas, venablos de ancho hierro,
Y jinetes masilos y fuerza olorosa de perros /perros de fino olfato/ salen impetuosamente.
Los primeros de los Púnicos /cartaginenses/ esperan junto a los umbrales
A la reina que se detiene en su aposento y su caballo está
Insigne de púrpura y oro y muerde feroz los frenos espumosos.
Finalmente avanza, acompañándole una gran multitud,
Ceñida con una clámide sidonia con franja bordada;
Para quien una aljaba de oro, los cabellos se anudan en oro,
Una fíbula de oro sujeta su vestido de púrpura.
También la comitiva frigia y el alegre Iulo
Avanzan. El propio Eneas más hermoso que todos los otros,
Se agrega como compañero y junta las comitivas.
Como Apolo, cuando abandona la invernal licia y las corrientes
Del Janto, y visita la materna Delos e instaura
Los coros, y los cretenses y los Dríopes y los
Pintados Agatirsos dan gritos, mezclados en torno a los altares;
Él avanza por las cimas del Cinto y sujeta su ondulante cabellera
Rodeándola con suave ramaje y la anuda con oro,
Las flechas resuenan en sus hombros: Eneas avanzaba,
150. No menos gallardo que aquél; tanta belleza resplandece en su rostro.
Después de llegar a los altos montes y a intransitables lugares,
He aquí que unas cabras salvajes, lanzadas de lo alto de una roca,
Bajaron corriendo de las cimas; por otra parte unos ciervos
Atraviesan a la carrera las extensas llanuras y acumulan en su huida
Escuadrones polvorientos y abandonan los montes.
Por su parte, el niño Ascanio disfruta con su fogoso caballo
En medio de los valles y se adelanta a la carrera, ya a estos ya a aquellos,
Y desea con sus votos que se le presente un espumoso jabalí
Entre los rebaños mansos o que descienda de la montaña un rubio león.
Entretanto el cielo comienza a mezclarse con gran murmullo,
Sigue la lluvia mezclándose con granizo,
Y por todas partes los acompañantes tirios y la juventud troyana
Y el dardanio nieto de Venus se dirigieron por el miedo a distintos
Refugios a través de los campos; se precipitan ríos desde los montes.
Dido y el caudillo troyano llegan a la misma cueva.
Y la Tierra la primera y la prónuba Juno
Dan la señal; brillaron los fuegos /relámpagos/ y el éter conocedor
de las bodas y las Ninfas lanzaron alaridos en lo más alto de la montaña.
Aquel día fue el primero de la ruina y [día] primero causa de las desgracias;
Pues no se conmueve por la apariencia ni por la fama
Ni Dido medita ya un amor furtivo:
Lo llama matrimonio, con este nombre encubrió su culpa.
Al momento la Fama corre por las grandes ciudades de Libia,
La Fama, más veloz que la cual ningún otro mal:
Adquiere vigor con la movilidad y cobra fuerzas andando, /yendo/
Pequeña al principio por el miedo, pronto se alza hacia los vientos
Y camina por el suelo y esconde la cabeza entre las nubes.
La tierra que nos pare, según cuentan, irritada por la cólera de los dioses
Dio a luz a ella, última hermana de Ceo y Encélado
Rápida de pies y de ágiles alas,
Monstruo horrendo, gigantesco, para quien cuantas plumas hay en su cuerpo,
Tantos vigilantes ojos tienes bajo ellas (admirable de decir),
Tantas lenguas, otras tantas bocas hablan, aguza otras tantas orejas.
Vuela de noche a través de la sombra por medio del cielo y la tierra
Rechinando, y no cierra los ojos al dulce sueño;
Con la luz se sienta vigilante o en la cumbre de un tejado
O en las altas torres, y aterroriza las grandes ciudades,
Mensajera tenaz tanto de lo fingido y malvado como de lo verdadero.
Ésta alegrándose llenaba entonces los pueblos con múltiple rumor,
Y pregonaban igualmente lo hecho y lo no hecho:
Que había llegado Eneas crecido de sangre troyana,
A cuyo varón la hermosa Dido se dignaba unirse;
Que ahora gozaban entre ellos con el desenfreno, durante el invierno, cuan largo [fuese],
Olvidados de sus reinos y cautivos de una torpe pasión.
La malvada diosa esparce por todas partes estas [noticias]
En las bocas de los hombres. Al punto desvía sus pasos hacia el rey Yarbas
E inflama su ánimo con sus dichos y acumula sus iras.
Éste, hijo de Hamón y de una ninfa Garamante raptada
Erigió para Júpiter en sus dilatados reinos,
200. Cien grandiosos templos, cien altares y le había consagrado fuego vigilante,
Guardianes eternos de los dioses, y el suelo regado con la sangre
De las víctimas y los umbrales florecientes con variadas guirnaldas.
Y se dice que éste enloquecido de ánimo y encendido por el amargo
Rumor oró suplicante muchas cosas a Júpiter ante sus altares
En medio de los númenes de los dioses con las manos levantadas:
“Oh Júpiter omnipotente, en cuyo honor el pueblo Mauritano
Habiendo banqueteado en lechos pintados liba ahora en honor de Baco,
¿Ves esto? ¿acaso, oh padre, te tenemos en vano cuando lanzas
Tus rayos y los ciegos fuegos en las nubes
Aterrorizan nuestros ánimos y mezclan vanos murmullos?
Una mujer, que errante en nuestros territorios fundó una ciudad pequeña
Con dinero a quien concedimos costa para cultivar
Y las leyes del lugar, rechazó nuestro matrimonio
Y recibió como señor a Eneas en su reino.
Y ahora ese Paris con un cortejo semihombre, /afeminado/
Ceñido el mentón y la cabellera perfumada con mitra meonia,
Goza de lo robado: nosotros, claro, llevamos dones a tus templos
Y alimentamos una fama inútil”.
El Omnipotente oyó al que oraba con tales palabras
Y abrazando los altares, y volvió sus ojos a las murallas
Reales y a los amantes olvidados de mejor fama.
Entonces habla así a Mercurio y ordena tales cosas:
“Ea, vete, hijo, llama a los Céfiros y deslízate sobre las alas
Y habla al caudillo Dardanio, que espera ahora en la Tiria Cartago
Y no mira con atención las ciudades concedidas por los hados,
Y llévale mis palabras a través de los rápidos vientos.
Su hermosísima madre no nos lo prometió tal ni
Por esto le libra dos veces de las armas de los Griegos;
Sino que iba a ser quien rigiese Italia preñada de imperios
Y furiosa por la guerra, que propagaría la raza de la noble sangre de Teucro
Y sometería todo el orbe a sus leyes.
Si ninguna ambición de tan grandes gestas [le] enciende
Ni él mismo emprende trabajo por su gloria,
¿acaso como padre va a quitar a Ascanio las romanas ciudadelas?
¿Qué piensa? O ¿con qué esperanza se demora entre gente
Enemiga y no se fija en la prole Ausonia y en los campos Lavinios?
¡Que navegue! Esto es todo; sé tú ahora nuestro mensajero.”
Había dicho. Él se preparaba a obedecer el mandato de su padre poderoso:
Y ante todo calza en sus pies los talares de oro,
Que le llevan elevado con las alas ya sobre los mares
O la tierra igualmente con el rápido viento.
Entonces coge la vara: con ella evoca las pálidas almas del Orco,
Envía a otras al triste Tártaro,
Da y quita los sueños, y abre de nuevo las luces /los ojos/ cerrados por la muerte.
Apoyado en ella agita los vientos y atraviesa las turbias
Nubes. Y volando divisa ya la cumbre y los arduos costados del
Duro Atlante, cuya cabeza cubierta de pinos y ceñida frecuentemente de negras nubes
Es golpeada por el viento y por la lluvia,
250. La nieve descendiendo cubre sus hombros y entonces desde el mentón
Del anciano se precipitan los ríos, y su horrible barba está rígida por el hielo.
El Cilenio apoyándose en sus dos alas se detuvo aquí
Primero; desde aquí cayendo de cabeza se lanzó con todo su cuerpo
A las olas, semejante a un ave, que vuela lenta junto a las aguas,
En torno a las riberas, en torno a los peñascos con abundantes peces.
No volaba de otro modo entre las tierras y el cielo
Hacia la arenosa playa de Libia, y cortaba los vientos
El hijo de Cilene, llegando desde su abuelo materno.
Tan pronto como tocó las cabañas con sus aladas plantas,
Ve a Eneas levantando ciudadelas y construyendo nuevas casas.
Y una espada centelleante de rojo jaspe tenía
Y un manto que pendía de sus hombros resplandecía con púrpura tiria,
Regalo que la opulenta Dido le había hecho,
Y había bordado las telas con fino oro.
Al instante le increpa: “¿Tú colocas ahora los cimientos de la alta
Cartago y levantas, complaciente con tu esposa, una hermosa ciudad?
¡Ay, olvidado de tu reino y de tus cosas!
El propio rey de los dioses, que gobierna el cielo y las tierras
Con su numen, me envía a ti desde el claro Olimpo,
Él mismo me ordena llevarte estas órdenes a través de las rápidas brisas:
¿Qué piensas? O ¿con qué esperanza pasas el tiempo en las tierras líbicas?
Si la gloria de cosas tan grandes [no] te mueve,
[ni tú mismo emprendes trabajo por tu gloria,]
Mira a Ascanio que va creciendo y las esperanzas del heredero Iulo,
A quien se debe el reino de Italia y la romana tierra.”
Habiendo hablado el Cilenio con tales palabras,
Abandonó las mortales apariencias en medio del discurso
Y desapareció de los ojos lejos hacia su tenue aura.
Sin embargo, Eneas enmudeció fuera de sí con la visión,
Y sus cabellos erizados de horror y la voz se pegó a la garganta.
Atónito con tan severa amonestación y el mandato de los dioses,
Arde en deseos de huir y abandonar las dulces y tierras.
¡Ay! ¿Qué hará? ¿Con qué discurso se atreverá ahora a abordar
A la reina enfurecida? ¿Qué primeras palabras asumirá?
Y divide su veloz ánimo ahora aquí, ahora allí, y lo lleva a
Diversas partes y da vueltas por todas las cosas.
Esta decisión pareció la mejor al que vacilaba:
Llama a Mnesteo y a Sergesto y al fuerte Seresto,
Que preparen callados la flota y reúnan a los compañeros en la costa;
Que preparen las armas y disimulen cuál es la causa de aquellos cambios;
Él entretanto, puesto que la óptima Dido nada sabe
Y no espera que unos amores tan grandes se rompan,
Intentará el acceso y los momentos, los más propicios, de hablar,
Qué modo oportuno para este asunto. Rápidamente todos
Obedecen alegres al mandato y ejecutan las órdenes.
Sin embargo, la reina presintió los engaños (¿Quién podría engañar a un amante?),
Y advirtió la primera los futuros movimientos temiendo por
Todas las cosas seguras. La misma impía Fama avisó a la enfurecida
Que la flota se estaba armando y la partida se estaba preparando.
300. Se encoleriza desprovista de ánimo y va como una bacante enardecida
Sagrados, cuando la estimulan las orgías trienales una vez oído el
Nombre de Baco y el nocturno Citerón la llama con su clamor.
Al fin increpa adelantándose a Eneas con estas palabras:
“Traidor, esperaste que podías incluso disimular tan gran
Maldad y marcharte callado de mi tierra?
¿Y no te retiene nuestro amor, ni mi diestra entregada en otro tiempo
Te retiene, ni Dido que va a morir con una cruel muerte?
Es más, ¿incluso preparas la flota con la estrella invernal
Y te apresuras a ir por alta mar en medio de los Aquilones,
Cruel? Qué [harías], si no buscaras campos ajenos
Y moradas desconocidas, y la antigua Troya permaneciera en pie,
¿Troya sería buscada por tus naves a través del mar agitado?
¿Acaso huyes de mí? Yo te suplico por estas lágrimas y por tu diestra
(puesto que yo misma ninguna otra cosa ya dejé para mí, desgraciada),
Por nuestro matrimonio, por los recién comenzados himeneos,
Si algo merecí bien de ti, o algo mío te fue agradable,
Compadécete de mi casa que se arruina y, si algún lugar
[hay] todavía a las súplicas, despoja esta intención.
Los pueblos líbicos y los tiranos de los Númidas
Los enemigos tirios me odian por tu causa; mi
Pudor se extinguió por tu causa igualmente, y mi anterior fama con
La que me alzaba sola hasta las estrellas. Huésped, (puesto que
Este solo nombre queda del esposo) ¿a quién me abandonas
A mí que voy a morir? ¿Qué aguardo? ¿Acaso hasta que mi hermano
Pigmalión destruya mis murallas o el Gétulo Yarbas me lleve cautiva?
Si al menos alguna descendencia hubiese para mí recibida de ti
Antes de tu huida; si un pequeño Eneas, que por lo menos
Te recordase en el rostro, jugase en mi palacio, no me vería
En verdad del todo traicionada y abandonada”.
Había dicho. Él tenía las luces inmóviles por las amonestaciones de Júpiter
Y esforzándose oprimía su inquietud en el corazón.
Al fin responde pocas [palabras]: “Oh reina, yo nunca negaré que
Tú has merecido muchas cosas que puedes enumerar hablando;
Ni me avergonzará acordarme de Elisa, mientras yo mismo
Me acuerde de mí mientras mi espíritu rija estos miembros.
Hablaré pocas cosas sobre el asunto. Ni yo esperé (no lo imagines),
Esconder esta huida furtivamente; ni jamás pretendí las
Antorchas de esposo, ni vive para estas alianzas.
Si los hados toleraran que yo condujese mi vida
Con mis auspicios y arreglar mis afanes según mi voluntad,
Antes que nada honraría la ciudad troyana y las dulces reliquias
De los míos; estarían en pie los altos palacios de Príamo,
Y habría levantado con mi mano una Pérgamo renacida para los vencidos.
Pero ahora Apolo Grineo a la gran Italia,
Los oráculos licios me ordenaron dirigirme a Italia;
Éste [es] mi amor, ésta es mi patria. Si las fortalezas de Cartago
Y la visión de la ciudad líbica retiene a la fenicia,
¿Qué envidia hay de que los teucros se asienten finalmente
350. En la tierra Ausonia? Y es lícito que nosotros busquemos unos reinos extranjeros.
La imagen confusa de mi padre Anquises, cuantas veces la noche cubre
Las tierras con sus sombras húmedas, cuantas veces los ardientes
Astros se levantan, me amonesta en sueños y me llena de terror;
El niño Ascanio y la injuria a su querida cabeza,
A quien estoy privando del reino de Hesperia y de los campos señalados por los hados.
Ahora también el mensajero de los dioses, enviado por el propio Júpiter,
(pongo por testigos nuestras dos cabezas) me envió unos mandatos a través de las veloces auras;
Yo mismo vi al dios entrando en las murallas en medio de una luz esplendorosa
Y escuché su voz con estos mis oídos.
Deja de incendiarme a mí y a ti con tus quejas;
Me dirijo a Italia no por mi voluntad.”
[Ella] mira vuelta de espaldas desde hace tiempo al que decía tales cosas,
Volviendo los ojos aquí y allá, lo recorre todo con sus
Luces calladas y encendida empieza a hablar así:
“Pérfido, ni una diosa es tu madre ni Dárdano es el fundador de tu raza;
Sino el horrendo Cáucaso de duras rocas te engendró
Y las tigresas de Hircania te acercaron sus ubres.
Pues ¿por qué disimulo o a qué cosas mayores me reservo?
¿Acaso ha gemido con mi llanto? ¿Acaso ha vuelto sus luces?
¿Acaso vencido ha derramado lágrimas o se ha compadecido de su amante?
¿Qué cosas puedo anteponer a éstas? Ya, ya ni la máxima Juno
Ni el padre Saturno miran estas cosas con ojos propicios.
En ninguna parte [es] segura la lealtad. Yo lo acogí, arrojado en la costa,
Indigente, y necia le coloqué en una parte de mi reino;
Recuperé su flota perdida, a sus compañeros de la muerte.
(¡Ay! ¡Me siento arrebatada abrasada por las furias!): ahora el augur Apolo,
Ahora las suertes de Licia, ahora también el mensajero de los dioses
Enviado por el mismo Júpiter trae horribles mandatos a través de las auras.
Éste es naturalmente el trabajo para los dioses, esta preocupación
Turba a los que están tranquilos. Ni te tengo a ti ni refuto tus dichos:
Ve, dirígete a Italia y con los vientos, busca los reinos a través de las olas.
Espero en verdad, si algo pueden los piadosos númenes, que sufrirás castigos
En medio de los escollos, e invocarás a menudo a Dido
Por su nombre. Te seguiré ausente con negras teas;
Y, cuando la fría muerte haya separado el cuerpo del alma,
Estaré presente como una sombra en todas partes. Malvado, pagarás tus delitos.
Yo lo oiré y esta noticia me llegará a los profundos Manes.”
Dicho esto interrumpe el discurso por la mitad y enferma huye de la
Luz del día y se aparta y se quita de sus ojos,
Dejándolo indeciso en muchas cosas por el miedo y disponiéndose
A decirle muchas cosas. Las doncellas la toman y colocan sus miembros desfallecidos
En el tálamo de mármol y la tienden sobre el lecho.
Por su parte el piadoso Eneas, aunque desea aliviar a la que sufre
Consolándola y apartar las preocupaciones con sus palabras,
Gimiendo hondamente y herido en su ánimo por el gran amor,
Ejecuta sin embargo las órdenes de los dioses y vuelve a ver la flota.
Entonces en verdad los teucros se afanan y sacan de toda la playa
Las altas naves. Flota la untada quilla,
Y traen de los bosques remos cubiertos de hojas
400. y troncos sin devastar con el afán de la huida.
Podrías ver a los que partían precipitándose de toda la ciudad:
Y lo mismo que cuando las hormigas memoriosas del invierno
Saquean un enorme montón de trigo y lo guardan en su escondrijo,
El negro escuadrón va por los campos y arrastran el botín por las
Hierbas por un angosto camino; una parte de ellos acarrean
Esforzándose en sus hombros los enormes gramos, por otra parte agrupan los escuadrones
Y castigan las demoras, todo el sendero hierve de trabajo.
Dido, ¿qué sentimiento entonces [había] en ti al contemplar tales cosas?
O ¡qué gemidos dabas cuando contemplabas desde lo alto del palacio
La costa a lo lejos hervir, y mirabas todo el mar
Mezclarse ante tus ojos con tan grandes clamores!
Ímprobo Amor, ¡a qué no obligas a los mortales corazones!
Se ve obligada de nuevo a recurrir a las lágrimas, intentar rogando
Y someter suplicante sus ánimos al amor, para no dejar la que va a morir,
En vano algo no probado.
“Ana, ves que hay apresuramiento alrededor por toda la playa:
De todas partes se han congregado; ya la vela llama a los vientos,
Y los gozosos marineros colocaron guirnaldas en las popas.
Hermana, si yo he podido esperar este tan gran dolor,
También lo podré sobrellevar. Ana, consígueme con todo esto solo para mí desgraciada;
Pues aquel pérfido te respetaba a ti sola, a ti
También confiaba sus ocultos sentimientos;
Tú sola conocías las ocasiones de abordarle agradables y los momentos oportunos de este hombre.
Ve, hermana, y háblale suplicante al soberbio enemigo:
Yo no juré en Aulide con los dánaos destruir el pueblo troyano
Ni envié mi flota a Pérgamo; ni aventé las cenizas
Ni los manes de su padre Anquises:
¿Por qué se niega a recibir mis palabras en sus duros oídos?
¿A dónde se precipita? Este último favor conceda a la desgraciada amante:
Aguarde una fácil huida y los vientos que le lleven.
No pido ya el antiguo matrimonio, que traicionó,
Ni que se prive del hermoso Lacio y abandone el reino:
Pido un tiempo vacío, descanso y espacio para mi locura,
Hasta que mi suerte me enseñe, vencida, a sufrir.
Ruego este supremo favor (compadécete de tu hermana),
El cual si me lo concediera, se lo devolveré colmado en mi muerte.”
Suplicaba con tales palabras, y la hermana muy desgraciada
Lleva y vuelve a llevar tales lamentos. Pero él no se conmueve
Por ningún llanto ni escucha razonable palabras algunas;
Los hados se interponen y un dios cierra los plácidos oídos del hombre.
Y como cuando los Bóreas Alpinos luchan entre sí
Con los vientos ahora de un lado ahora de otro
Por arrancar una robusta encina de tronco añoso; llega el estruendo y las altas
Ramas cubren la tierra una vez sacudido el tronco;
Ella se adhiere a las escollos y, cuanto se eleva a las etéreas auras
Con su cima, tanto hacia el Tártaro con su raíz:
No de otro modo es sacudido el héroe de un lado y de otro con asiduas
Voces, y siente mucho en su gran corazón las cuitas;
Su mente permanece inconmovible, las lágrimas se vuelven estériles.
450. Entonces en verdad la desgraciada Dido aterrada por los hados
Implora la muerte, le causa hastío mirar la bóveda del cielo.
Para llevar a cabo con más razón lo comenzado y abandonar la luz,
Vio, cuando colocaba las ofrendas en los altares donde se quema el incienso,
(cosa horrenda de decir) que las sagradas aguas se ennegrecían
Y que los vinos derramados se convertían en corrompida sangre;
A nadie le contó esta visión, ni a su misma hermana.
Además, hubo en sus techos un templo de mármol
De su antiguo esposo, que honraba con admirable honor,
Adornado con blancos vellones y festivos ramaje:
De aquí le pareció oír voces y palabras de su esposo llamándola,
Cuando la noche oscura cubría las tierras y un búho solitario
Lanzaba sus quejidos a menudo en los tejados con un canto fúnebre
Y prolongaba sus largos quejidos en llantos;
Y además la aterran muchas predicciones de vates
Con su horrible pronóstico. El propio cruel Eneas acosa
A la enloquecida en sueños, y le parece estar siempre
Sola, siempre sin compañía avanzar por un largo
Camino y buscar a los tirios en una tierra desierta,
Igual que Penteo fuera de sí ve las tropas de las Euménides
Y se le muestran dos soles y dos Tebas,
O como Orestes, hijo de Agamenón, perseguido en escena,
Cuando huye de su madre armada con antorchas y negras serpientes
Y las vengadoras Furias están sentadas en el umbral.
Así pues cuando vencida por el dolor concibió las furias
Y decidió morir, ella medita consigo misma el tiempo y el modo,
Y abordando con palabras a su afligida hermana
Oculta la determinación en su rostro y muestra en su frente la esperanza:
“Hermana, encontré el camino (felicita a tu hermana),
Que me lo devuelva o me libere de él a mí su amante.
Cerca del confín del Océano y de donde el sol se pone
Está la más remota región de los Etíopes, donde el máximo Atlas
Hace girar sobre su hombro el eje del cielo tachonado de ardientes estrellas:
De allí se me ha presentado una sacerdotisa de raza, Masila,
Guardiana del templo de las Hespérides,
Que daba alimentos al dragón y guardaba los sagrados ramos en el árbol,
Derramando líquidas mieles y la soporífera adormidera.
Ésta promete que ella libera las mentes que quiere con sus
Cantos, y, más aún, infundir duras inquietudes en otras;
Parar el agua a los ríos y hacer volver atrás las estrellas;
Evoca a los Manes nocturnos: verás mugir
La tierra bajo sus pies y bajar los olmos de las montañas.
Pongo por testigos a los dioses, querida, y a ti, hermana, y a tu
Dulce cabeza, que contra mi voluntad recurro a las artes mágicas.
Tú, en secreto, levanta una pira en el interior del palacio al aire libre
Y colocarás encima las armas del hombre, que el impío dejó
Colgadas en el tálamo y todos los despojos y el lecho conyugal,
En el que perecí: la sacerdotisa ordena e indica destruir todos
Los recuerdos del hombre maldito.”
Habiendo dicho esto, se queda en silencio, al mismo tiempo la palidez invade su rostro.
500. Sin embargo, Ana no cree que su hermana encubra muertes con nuevos sacrificios,
Ni concibe en su mente tan grandes locuras,
Ni teme cosas más graves que la muerte de Siqueo.
Así pues, prepara lo ordenado.
Sin embargo la reina, levantada la gran pira en el interior del
Palacio al aire libre con ramas de pino y troncos de encina,
Adorna el lugar con guirnaldas y lo corona con fúnebre ramaje;
Coloca encima, sobre el lecho, los despojos y la espada abandonada
Y la imagen [de Eneas] no ignorante del futuro /lo que va a suceder.
Alrededor están levantados los altares y la sacerdotisa, sueltos los cabellos,
Invoca con voz de trueno a sus trescientos dioses, a Erebo y a Caos
Y a la triple Hécate, a los tres rostros de la virgen Diana.
Había esparcido también agua simbólica de la fuente del Averno,
Se buscan vellosas hierbas con leche de negro veneno
Cortadas a la luz de la luna con hoces de bronce;
Se busca también el amor arrancado de la frente de un caballo
Recién nacido y arrebatado a su madre.
Y ella misma, que va a morir, con la mola en sus piadosas manos,
Junto a los altares, despojado de las sandalias, un pie;
Con el vestido suelto, pone por testigos a los dioses y a los astros
Conocedores de su hado; entonces, ruega si algún numen justo y memorioso
Tiene a su cuidado a los amantes de injusto pacto (no correspondidos).
Era la noche y los fatigados cuerpos tomaban el agradable descanso
Por las tierras, y los bosques y los terribles mares descansaban,
Cuando los astros se vuelven en la mitad de su carrera,
Cuando todo el campo está en silencio, los ganados y las pintadas aves,
Y cuantos habitan los extensos líquidos lagos y los que [habitan]
Los campos erizados de espinos, sumidos en el sueño bajo la silenciosa noche.
[aliviaban sus preocupaciones y los corazones olvidados de las fatigas.]
Sin embargo, no la Fenicia de infeliz corazón, en ningún momento
Se abandona a los sueños ni acoge a la noche en sus ojos ni en su pecho:
Las inquietudes se duplican y el amor resurgiendo de nuevo
Se embravece y fluctúa en un gran hervor de iras.
Así, a tal extremo insiste y revuelve consigo en su corazón de tal forma:
“¡Ay, ¿qué hago? ¿De nuevo hecha objeto de burla buscaré los
Antiguos amantes y pediré suplicante bodas de los Nómados,
A los que yo tantas veces ya he desdeñado como maridos?
¿Seguiré pues las troyanas naves y los ínfimos mandatos de los
Teucros? ¿Acaso porque me ayuda que hayan sido ayudados
Antes con mi auxilio y el agradecimiento del antiguo hecho permanece bien entre los que lo recuerdan?
¿Quién, por otra parte, me dejará, caso que yo quiera, o recibirá a la
Odiosa en sus soberbias naves? ¿No conoces, ¡ay!, desgraciada, ni
Adviertes los perjurios de la raza de Laomedonte?
¿Qué entonces? ¿Sola acompañaré en su fuga a los victoriosos navegantes?
¿O los perseguiré acompañada de los tirios y de toda la
Tropa de los míos y, a los que a duras penas arranqué de la ciudad de Sidón,
Los llevaré de nuevo al mar y ordenaré dar velas a los vientos?
Mas bien, muere como lo has merecido, y aleja el dolor con el hierro.
Tú, hermana, vencida por mis lágrimas, tú la primera cargas a
La enloquecida con estos males y me entregas al enemigo.
550. No me fue permitido, privada del tálamo, llevar una vida sin crimen
A modo de fiera, y no probar tales cuidados;
No guardé la fidelidad prometida a las cenizas de Siqueo:”
Ella rompía en su corazón tan grandes lamentos:
Eneas, ya seguro de partir, dormía en la alta popa,
Hechos ya debidamente los preparativos.
Se le presentó en sueños la imagen del dios que regresaba con el mismo rostro,
Semejante en todo a Mercurio, y en la voz y en el color
Y en los rubios cabellos y los miembros llenos de
Juventud y le pareció que de nuevo así le amonestaba:
“Hijo de diosa, ¿puedes conciliar el sueño en esta situación,
Y no ves qué peligros se levantan luego a tu alrededor?
Insensato, ¿y no oyes a los Céfiros soplar favorables?
Aquélla, segura de morir, maquina en su pecho engaños y un horrendo delito,
Y levanta diversas tempestades de iras.
¿No huyes precipitado de darte prisa? Verás el mar agitarse ya
Con las naves y las crueles antorchas brillar,
Las riberas arder ya con las llamas, si la Aurora te encontrara
Demorándote en estas tierras.
Ea, vamos, rompe la demora. La mujer siempre [es] algo vario
Y mudable”. Habiendo hablado así, se mezcló a la negra noche.
Entonces en verdad Eneas, aterrorizado por las súbitas sombras
Arranca su cuerpo del sueño y hostiga a sus compañeros
A que se den prisa: “Despertad, hombres y sentaos en los bancos;
Soltad rápidos las velas. He aquí que el dios enviado de nuevo
Desde el alto cielo nos estimula a apresurar la huida y a cortar las
Retorcidas amarras. ¡Oh santo entre los dioses!, quienquiera que seas,
Te seguimos y de nuevo obedecemos gozosos tu mandato.
¡Oh, asístenos! Y ayúdanos benévolo y danos favorables
Astros en el cielo”. Dijo y saca la espada reluciente de la vaina
Y corta las amarras con el tajante hierro.
El mismo ardor se apodera al instante de todos, toman rápidamente las cosas y se lanzan;
Abandonan las costas, el agua desaparece bajo las naves,
Esforzándose voltean las espumas y barren las aguas azuladas.
Y ya la naciente /primera/Aurora inundaba las tierras
Con la nueva luz abandonando el azafranado lechón de Titón.
Cuando la reina vio desde su atalaya la primera luz blanquear
Y la flota avanzar con las velas igualadas,
Y advirtió que las costas y los puertos [estaban] vacíos de remeros,
Golpeando con su mano tres y cuatro veces su hermoso pecho
Y mesándose sus rubios cabellos, dice: “¡Por Júpiter! ¿se marchará éste
Y un extraño se habrá burlado en nuestros reinos?
¿No sacarán las armas y le perseguirán desde toda la ciudad y
Otros arrancarán las naves de los arsenales? ¡Id,
Llevad rápidos fuegos, disparad los dardos, empujad los remos!
¿Qué digo? O ¿dónde estoy? ¿qué locura cambia mi mente?
Infeliz Dido, ¿ahora te hieren sus impíos hechos?
Entonces debió, cuando le dabas tus cetros. ¡He aquí la diestra y la fidelidad
A quien dicen que lleva consigo los patrios penates,
Que llevó en sus hombros a su padre consumido por la edad!
600. ¿Mo pude arrebatar su cuerpo destrozado y esparcirlo en las
Olas? ¿No [pude también] a los socios, no tomar al mismo Ascanio
Y poner en las mesas paternas para ser comido?
Pero la suerte de la lucha hubiera sido dudosa. Lo hubiera sido:
¿A quién temí temiendo morir? Hubiera llevado teas al campamento
Y hubiera llenado los puentes de sus navíos de llamas y hubiese exterminado
Al hijo y al padre con su raza, y yo misma me hubiera arrojado encima.
Oh sol, que alumbras con tus llamas todas las obras de las tierras,
Y tú, Juno, intérprete y conocedora de estas amarguras,
Y Hécate invocada con alaridos por las ciudades en las encrucijadas nocturnas /de noche/
Y Furias vengadoras y dioses de la moribunda Elisa,
Recibid estas palabras, y volved el numen merecido a los malos
Y escuchad nuestras súplicas. Si es necesario que esa persona /cabeza/ infame
Toque los puertos y se acerque a las tierras y
Así lo exigen los hados de Júpiter, este desenlace es fijo,
Sin embargo, acosado por la guerra y por las armas de un pueblo audaz,
Expulsado de sus fronteras, arrancado del abrazo de Julo
Implore ayuda y vea las indignas muertes de los suyos;
Y cuando se entregue a las leyes de una injusta paz,
Que no disfrute del reino o de la deseada luz,
Sino que caiga antes de su día y yazga insepulto en medio de la arena.
Esto ruego, derramo con mi sangre esta última voz.
Entonces vosotros, oh tirios, perseguid con vuestro odio la estirpe y toda la
Raza futura, y enviad estos dones a nuestras cenizas.
Ningún amor ni alianzas haya entre nuestros pueblos.
Que de nuestros huesos se levante algún vengador que
Persiga con fuego y con hierro a los colonos dardanios,
Ahora, en otro tiempo, en cualquier tiempo se darán fuerzas.
Ruego costas contra costas, olas contra olas, armas
Contra armas: luchen ellos mismos y sus nietos.”
Estas cosas dice, y volvían su ánimo a todas las partes,
Buscando interrumpir cuanto antes la odiosa luz.
Entonces habló brevemente a la nodriza de Siqueo,
Puesto que la negra ceniza tenía a la suya en su antigua patria:
“Mi querida nodriza, trae aquí a mi hermana Ana: dile que se
Apresure a purificar su cuerpo con agua fluvial,
Y que traiga consigo las víctimas y ofrendas expiatorias señaladas.
Así venga, y tú misma cubre tus sienes con la sagrada venda.
Es mi propósito terminar los sacrificios a Júpiter Infernal, que preparé
Iniciados ritualmente, y poner fin a mis cuitas y entregar al fuego
La pira del Dardanio.”
Así habla. Ella apresuraba con afán su paso de anciana.
Sin embargo, Dido trepidante y feroz por sus planes inhumanos
Revolviendo su mirada sangrienta, teniendo sembradas las mejillas temblorosas
De manchas y pálida por su futura muerte, se
Precipita en los umbrales interiores del palacio y sube furiosa
A lo alto de la pira y desenvaina la espada del Dardanio,
Obsequio no buscado para estos usos.
Aquí, después de que contempló los vestidos troyanos y el conocido tálamo,
Deteniéndose un momento en las lágrimas y en la reflexión,
650. se tendió sobre el lecho y dijo estas últimas palabras:
“Dulces prendas, mientras los hados y el dios lo permitían,
Acoged esta alma y liberadme de estos cuidados.
He vivido y he realizado el camino que la Fortuna me había concedido
Y ahora la gran sombra mía irá bajo tierra.
Fundé una gloriosa ciudad, he visto mis murallas,
He vengado a mi esposo, he castigado al hermano enemigo,
Feliz, ¡ay!, demasiado feliz, si tan sólo las dardanias
Naves nunca hubieran tocado nuestras costas.”
Dijo, e imprimiendo su boca en el lecho exclama: Moriremos sin ser
Vengadas, pero muramos. Así, así me ayuda bajar a las sombras.
Que el cruel Dardanio capte con sus ojos este fuego desde alta mar,
Y se lleve consigo los presagios de nuestra muerte.”
Había dicho, y las acompañantes la ven desplomarse sobre el hierro
En medio de tales palabras, y la espada espumante de sangre
Y bañadas en sangre sus manos. Un grito sube a los altos
atrios: la Fama, cual bacante, va por la ciudad consternada.
Las casas se estremecen con lamentos y gemidos y el mujeril griterío,
El aire resuena con grandes lamentaciones,
No de otro modo que si habiendo entrado los enemigos
Toda Cartago o la antigua Tiro se desplomase y las llamas enfurecidas
Se revolviesen por las casas de los hombres y de los dioses.
La hermana oyó exánime y aterrorizada en veloz carrera
Afeando su rostro con las uñas y el pecho con los puños
Se precipita por medio de todos, y llama a la moribunda por su nombre:
“Hermana, ¿esto fue aquello [que] me pedías con engaño?
¿Esta pira, los fuegos y las aras me preparaban esto a mí?
¿De qué cosa primeramente me quejaré abandonada? ¿Has menospreciado al
Morir a tu hermana como compañera? Me hubieras llamado a los mismos destinos,
Un mismo dolor y una misma hora nos hubiera llevado a las dos con el hierro.
¿Levanté además con estas manos [la pira] e invoqué con mi voz a los
Dioses patrios, de modo que, estando tú colocada, cruel, estuviera yo ausente?
Hermana, te has dado la muerte a ti y a mí y a todo el pueblo y a los padres
Sidonios y a tu ciudad. Dadme, [agua] lavaré las heridas con agua
Y, si algún aliento flota sobre ella, lo recogeré con mi boca.”
Habiendo hablado así, había subido los altos peldaños,
Y daba calor a su hermana moribunda abrazándola en su seno con gemidos
Y secaba con su vestido las negras sangres.
Ella (Dido) esforzándose por levantar sus pesados ojos de nuevo
Se desvanece; la herida clavada silba en su pecho.
Elevándose tres veces a sí misma y apoyándose en el codo se levantó,
Tres veces volvió a caer sobre el lecho y buscó con sus ojos errantes
La luz en el alto cielo y, habiéndola encontrado, gimió.
Entonces Juno omnipotente compadecida del largo dolor
Y de la difícil muerte, envió del Olimpo a Iris
Para que desatara el alma que luchaba y los entrelazados miembros.
Pues ta que ni perecía por el destino ni con una merecida muerte,
Sino desgraciada antes de su día y encendida en un repentino furor,
Todavía no le había quitado Proserpina la rubia cabellera
Por su vértice ni había condenado la cabeza al Orco Estigio.
700. Así pues, Iris desciende volando cubierta de rocío, con las alas de color
De azafrán a través del cielo, arrastrando mil diversos colores con el sol de frente
Y se detuvo sobre su cabeza. “Yo, mandada [por Juno], entrego
Esta ofrenda sagrada a Plutón y te libero de este cuerpo”:
Así dice y con su diestra corta la cabellera, y todo el calor
705. al mismo tiempo se disipó y su vida se desvaneció en los vientos.
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