-Yo -exclamó alzando los ojos-, quiero ser militar como mi padre.
-¿Y por qué?
-Para alcanzar gloria, aturdirme con el estruendo de las batallas y llevar con honra el nombre de ustedes, que es el de muchos valientes.
Don Antonino movió la cabeza en señal de desaprobación.
-He aquí -dijo al cabo-, tres chicos que no conocen su verdadera vocación. He visto los progresos que han hecho en sus diversos estudios, y aseguro que Mateo hará un excelente arquitecto, Javier un erudito maestro de escuela y Miguel un buen sacerdote. Estas son las carreras que debéis seguir, si vuestro padre no se opone a ello, que no creo me dé ese disgusto.
-Hágase todo como deseas -contestó Juan.
Mateo y Javier parecieron conformarse y volvieron a estudiar su problema; en cuanto a Miguel, cogió con distracción su libro, en el que no fijó los ojos, clavando su mirada no en el cielo, para ganar el cual, su tío iba a educarle, sino en la ventana de una casita en la que brillaba una luz y en cuyo interior sonaban todavía los dulces acordes de un piano.
Entretanto decía el buen cura:
-Ya ves, Juan, qué contentos están los chicos; he acertado su vocación.
== - II - ==
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