Diferencia entre revisiones de «El hombre mediocre (1926)/Capítulo VII»

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{{encabezado|[[El hombre mediocre]]|[[José Ingenieros]]}}
 
'''<center>{{t2|CAPÍTULO VII </center>}}
 
{{c|'''<center>LA MEDIOCRACIA </center>'''}}
 
<center>{{c|[[El hombre mediocre: 8#I. EL CLIMA DE LA MEDIOCRIDAD|I. El clima de la mediocridad.]] - [[El hombre mediocre: 8#II. LA PATRIA|II. La patria.]] - [[El hombre mediocre: 8#III. LA POLITICA DE LAS PIARAS|III. La política de las piaras.]] - [[El hombre mediocre: 8#IV. LOS ARQUETIPOS DE LA MEDIOCRACIA|IV. Los arquetipos de la mediocracia.]] - [[El hombre mediocre: 8#V. LA ARISTOCRACIA DEL MÉRITO |V. La aristocracia del mérito.]]</center> }}
 
__NOTOC__
 
===='''<center>{{t3|I. EL CLIMA DE LA MEDIOCRIDAD </center>====}}
 
En raros momentos la pasión caldea la historia y los idealismos se exaltan: cuando las naciones se constituyen y cuando se renuevan. Primero es secreta ansia de libertad, lucha por la independencia más tarde, luego crisis de consolidación institucional, después vehemencia de expansión o pujanza de energías. Los genios pronuncian palabras definitivas; plasman los estadistas sus planes visionarios; ponen los
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En esas épocas del lenocinio la autoridad es fácil de ejercitar: las cortes se pueblan de serviles, de retóricos que parlotean pane lucrando, de aspirantes a algún bajalato, de pulchinelas en cuyas conciencias está siempre colgando el albarán ignominioso. Las mediocracias apuntálanse en los apetitos de los que ansían vivir de ellas y en el miedo de los que temen perder la pitanza. La indignidad civil es ley en esos climas. Todo hombre declina su personalidad al convertirse en funcionario: no lleva visible la cadena al pie, como el esclavo, pero la arrastra ocultamente, amarrada en su intestino. Ciudadanos de una patria son los capaces de vivir por su esfuerzo, sin la cebada oficial. Cuando todo se sacrifica a ésta, sobreponiendo los apetitos a las aspiraciones, el sentido moral se degrada y la decadencia se aproxima. En vano se busca remedios en la glorificación del pasado. De ese atafagamiento los pueblos no despiertan loando lo que fue, sino sembrando el porvenir.
 
===='''<center>{{t3|II. LA PATRIA </center>====}}
 
Los países son expresiones geográficas y los Estados son formas de equilibrio político. Una patria es mucho más y es otra cosa: sincronismo de espíritus y de corazones, temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de la humillación y en el deseo de la gloria. Cuando falta esa comunidad de esperanzas, no hay patria, no puede haberla: hay que tener ensueños comunes, anhelar juntos grandes cosas y sentirse decididos a realizarlas, con la seguridad de que al marchar todos en pos de un ideal, ninguno se quedará en mitad del camino contando sus talegas. La patria está implícita en la solidaridad sentimental de una raza y no en la confabulación de los politiquistas que medran a su sombra.
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===='''<center>{{t3|III. LA POLITICA DE LAS PIARAS </center>====}}
 
Causa honda de esa contaminación general es, en nuestra época, a degeneración del sistema parlamentario: todas las formas adocenadas de parlamentarismo. Antes presumíase que para gobernar se requería cierta ciencia y arte de aplicarla; ahora se ha convenido que Gil Blas, Tartufo y Sancho son los árbitros inapelables de esa ciencia y de
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===='''<center>{{t3|IV. LOS ARQUETIPOS DE LA MEDIOCRACIA </center>====}}
 
Los prohombres de las mediocracias equidistan del bárbaro legendario - Tiberio o Facundo - y del genio transmutador - Marco Aurelio o Sarmiento -. El genio crea instituciones y el bárbaro las viola: los mediocres las respetan, impotentes para forjar o destruir. Esquivos a la gloria y rebeldes a la infamia, se les reconoce por una circunstancia inequívoca: sus cubicularios no osan llamarlos genios por temor al ridículo y sus adversarios no podrían sentarlos en cáncana de imbéciles sin flagrante injusticia. Son perfectos en su clima: sosláyanse en la historia a merced de cien complicidades y conjugan en su persona todos los atributos del ambiente que los repuja. Amerengados por equívocas jerarquías militares, por opacos títulos universitarios o por la almidonada improvisación de alcurnias advenedizas, acicalan en su espíritu las rutinas y prejuicios que acorchan las creederas de la mediocridad dominante. Son pasicortos siempre; su marcha no puede en momento alguno compararse al vuelo de un cóndor ni a la reptación de una serpiente.
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===='''<center>{{t3|V. LA ARISTOCRACIA DEL MÉRITO </center>====}}