Diferencia entre revisiones de «A D. Juan Valero de Tornos»

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Línea 13:
''Sr. D. Juan Valero de Tornos''
 
Querido amigo: Me invitas a escribir dos palabras en el número dedicado a honrar la memoria de nuestro compañero Eusebio Blasco y deseas que los colaboradores de ''Gente Vieja'', depositen, como literatos, una flor en la tumba del que ha dejado, Dios quiera que por mejor habitación, esta vida de ilusiones y desengaños. Cuando tan buenos escritores acceden gustosos a tu ruego, sobra el encargo que se me hace; porque ni mi pluma puede como la de otros escribir, ni yo conocía bastante a nuestro compañero para contar de él lo que otros no cuentan, ni juzgarle como sabrán hacerlo otros. Pero nos debemos un mutuo recuerdo, y no seré yo quien lo omita. Yo admiraba, y no lo digo ahora por primera vez, la flexibilidad del talento de Blasco, su dominio del público, su conocimiento de las cosas extranjeras, que hoy son casi las nuestras, y el don de la claridad que distingue a los que observan bien y que, al contrario de lo que ocurre con la vista física se despeja con los años. Recuerdo otra cosa que tal vez pase inadvertida para nuestros compañeros: él, cuando la idea no se comprendía bien y la palabra estaba proscripta, levantóla enseña del socialismo católico. Ahora lo ha explicado quien puede y sabe mejor que todos hacerlo, y más que en otras ocasiones podemos recordar este título de Blasco.
 
Cuando el tiempo transcurre sin que lo sintamos, y mientrías lo hacemos, según frase de la que España tiene el privilegio exclusivo, nos deshace, de admirar es como lo aprovechan algunos y dejan multiplicadas muestras de su actividad, a pesar de la vida de salones, de tertulias, de todo y para todos, que suelen llevar nuestros literatos. No nos creamos muchas veces cuando escribimos, al leer ciertos artículos, nosotros los que estamos en el secreto: Blasco escribió en un periódico de los rotativos donosísimas observaciones sobre la variación de horas en las oficinas, censurando la modificación; el no la necesitaba para trabajar y trabajar mucho; él tenía la divisa de Apeles: Ningún dia sin una línea, y líneas eran las suyas que se leían con gusto, como las de maestro, y en la imaginación quedaban grabadas.