Diferencia entre revisiones de «Los no fanáticos»

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que es como Rubén Darío, plagiando á Mallarmé, llamaría á los gansos del Parlamento y de la prensa... Y en vista de tan perfecta unanimidad, queda sentado que las turbas militares ó civiles que en Pamplona ó en Valencia interrumpían las procesiones de los católicos, lejos de ser perjudiciales al clericalismo contribuyen á afirmar su poderío.<br />
{{Brecha}}Es lo que pensaba Libanio, el panegirista de Juliano el Apóstata, cuando á fines del siglo IV de nuestra era, quejándose de las violencias cometidas por los cristianos contra los paganos, escribía al emperador Teodosio: «En cosas de esta naturaleza lo necesario es persuadir y no obligar. Quien no pudiendo persuadir, emplee la violencia, solo logrará éxitos aparentes y no reales.» El buen Libanio decía á los cristianos de su tiempo, lo que nuestros parlamentarios á las multitudes enemigas de las procesiones: «¡No prevalecerán!»<br />
{{Brecha}}...¿Y en qué consiste que han prevalecido durante quince siglos?... ¿Es que los cristianos eran tolerantes para con los paganos?... ¿Es que no se atrevían á negar los dioses lares en la plaza pública como ahora se hace, con grave indignación de don Melquíades Alvarez?... Para saber cómo las gastaban los antecesores del señior Irigaray, me atengo al testimonio del propio Libanio: «Esa gente vestida de negro, y que come cual manada de elefantes, corre á los templos, abate los techos, socava las paredes, destruye las estatuas, derriba los altares... Y los sacerdotes han de callarse ó han de morir... Se atreven á hacer eso en la ciudad y más en los campos, que recorren, como torrentes, devastándolos, bajo pretexto de destruir los templos. Y cuando en un campo se ha abatido el templo, es como si se hubiere despeñado y asesinado el alma, porque los templos son el alma de los campos y en ellos ponen leslos labradores sus esperanzas por la prosperidad de los hombres, de las mujeres, de los niños, del ganado y de las cosechas; porque juzgan inútil su trabajo cuando se les priva de dioses que lo hacen fecundo...» ¿Verdad, ¡oh don Melquiades!, que aquellos cristianos ''vestidos de negro'' sentían más respeto por los ideales agenos que esas horribles turbas librepensadoras que hoy se atreven á pedir la neutralidad de la vía pública?...<br />
{{Brecha}}Para demostrar cómo merced á su tolerancia pudo triunfar el ideal cristiano, está patente el edicto de Milán, dictado por Constantino el Grande: «Concedemos á los cristianos el derecho libielibre y absoluto de practicar su culto, pero la misma libertad á cuantos quieran tomar parte en los actos de cualquier otra religión que les sea propia.» ''La Iglesia libre en el Estado libre''; con esta fórmula, que es la de usted, señor don Melquíades, creía Constantino haber asegurado para ''in eternum'' la paz del Imperio. Transcurren cuarenta años y sus hijos Constancio y Constante decretan: «Que en toda ciudad y en toda aldea sean cerrados los templos (los paganos, naturalmente), que nadie penetre en ellos, que todos se abstengan de hacer sacrificios y que si alguno perpetrase algo parecido sea muerto con la espada vindicatriz...» Y no se sabe, ¡oh don Melquíades! que estos sufrimientos hayan retrasado lo que denominaría Merej-Kovosky ''La muerte de los dioses''.<br />
{{brecha}}Los ideales—y perdóneme el señor Alvarez si dejando de lado la ironía repare con una leccioncita de filosofía de la historia los olvidos involuntarios de la universidad ovetense—los ideales no triunfan cuando son tolerantes, sino cuando se ajustan á las necesidades de su tiempo. Por el contrario, los ideales no son tolerantes, sino cuando agonizan.<br />
{{Brecha}}Si el cristianismo hubiera podido aparecer en los tiempos de Homero, ¿no lo habrían destruido los rayos de Júpiter Olímpico?... Cuando Júpiter perdió el uso de sus rayos se hizo más apacible... Y cuando el pobre Papa León XIII repite, con motivo de las leyes Waldeck Rousseau, idénticos conceptos á los proferidos por Libanio contra las violencias de los cristianos, se debe deducir lógicamente que han llegado para el cristianismo los días de prueba, ¡la hora de Libanio!...<br />