Diferencia entre revisiones de «El capitán Montoya»

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Lingrey (Discusión | contribs.)
Línea 284:
por donde entraba a tal punto
a todo correr la ronda.
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== III : Ofertas ==
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Cuando llegó la justicia
de la contienda al lugar,
halló asido de la mano
con un hombre al Capitán.
Desmayada una doncella,
de él se veía detrás,
por otro hombre sostenida
con intensísimo afán.
Y cuando ufanos quisieron
meter su tardía paz,
oyeron en esta guisa
al desconocido hablar:
-Fadrique soy de Toledo,
Montoya, no os digo más:
mi honor os debo y mi hija;
si tienen precio mirad,
Y vedlo bien, que aunque entrambos
me demandéis a la par,
os juro a Dios desde ahora
que son vuestros, Capitán.
-Lo hecho, dijo Montoya,
pagado en exceso está
con la amistad de un Toledo;
ésta es mi mano, tomad:
hice lo que debe un noble;
no hablemos en ello más.
-Y asiéndola don Fadrique,
dijo:-Montoya, apretad.-
Tornóse después a su hija,
y volviéndose a nombrar,
paso le dieron y gente
con que ir en seguridad.
Tomó cartas la justicia,
y empezando a justiciar,
llevóse en prenda los muertos,
y citó ante el tribunal
a los testigos que hubiere,
incluyendo al Capitán,
quien calándose el sombrero
replicóles:-¡Bien está!
Póngame, seor corchete,
esa capa en caridad,
y tome esa friolera
con que entierren a ese par.-
Y echando un bolsillo de oro
de la justicia en mitad,
fuese, dejando en la turba
adrniración general.
 
Y justamente admirado
merece ser en verdad
quien da tales cuchilladas
y tales bolsillos da.
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== IV : El capitán don César ==
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-¡Esa gente es un tesoro!
Él generoso y valiente,
ella hermosa; ¡y juntamente
la ofrecen pesada en oro!
¿Qué te parece, Ginés?
Cuatro millones la dan.
-¡Gran presa, mi Capitán!
¿La aceptaréis?
-¡Fácil es!
-¿Y la monja? -
-¡Eso te aflige!
¡Buenas son ambas, por Dios!
Y quien de dos toma dos,
como hombre avisado elige.
Dicen que parece mal
que hombre de mi condición
viva siempre solterón
derrochando su caudal.
Y a mí también me parece
que quien tanto tiene y vale,
pues de lo vulgar se sale,
más de lo vulgar merece.
La consecuencia te toca:
si una me dan y otra quito,
que con dos puedo acredito;
conque, Ginés, punto en boca. -
Esto dijo el Capitán,
y pidiendo de vestir,
anunció que iba a salir
a cierto asunto galán.
Colgóse al cinto la espada,
de plata en doble cadena,
tendió la negra melena
sobre la gola plegada.
Caló el chambergo de lado,
y retirando el espejo,
tornó su postrer consejo
a repetir al criado.
Doblóse este siervo fiel
en presencia del señor,
y ganando un corredor,
cruzóle delante de él.
Abrióle de par en par,
una tras otra, tres puertas,
que se quedaron abiertas
mucho después de pasar.
Venia le hicieron gran pieza
siervos que al paso topó,
y un paje tras él salió
descubierta la cabeza.
Y a fe que se colegía
mirando tal homenaje,
que era mucho personaje
quien con tal pompa vivía.
Mas ya es tiempo ¡vive Dios!
de que dé el lector discreto
con quién es este sujeto
que anda ha rato entre los dos.
Sepa, pues, que el capitán
don César Gil de Montoya
es de las armas la joya,
y de las hembras imán.
Nadie se atreve a afrontallo,
ni hay quien resista su lanza;
nadie su poder alcanza,
sea a pie, sea a caballo.
En liza donde él se mete
por empeño o por favor,
nunca falta justador
para el último jinete.
En fiesta o lance que él entra,
toda opulencia es escasa;
nadie en lo galán le pasa,
ni más bizarro se encuentra.
Favorece a quien pregunta,
obliga a quien aconseja,
enloquece a quien corteja,
y avasalla a quien se junta.
Audaz con quien enamora,
manda, cela, acosa, exige,
y al cabo del mes elige
nuevo amor, nueva señora.
Un filtro lleva en los ojos
que fanatiza a quien ama,
deleite su voz derrama,
y fuego sus labios rojos.
Mujer que cayó en su red,
su corazón dejó preso,
que sorbe con cada beso
un corazón cada vez.
No hay puerta que lo resista
ni reja que le desaire,
que entra su amor como el aire;
con sólo mirar conquista.
Como un sultán opulento,
como un Adonis hermoso,
sin par en lo generoso,
sin igual en ardimiento,
sol que mata las estrellas,
la fama arrebata toda;
y es siempre el galán de moda
entre las damas más bellas.
Resuena desde Toledo
su nombre por toda España;
los nobles le tienen saña,
los bravos le tienen miedo.
Los golillas lo desdoran,
los clérigos le aborrecen,
los soldados le apetecen,
y los villanos lo adoran.
Mas a él lo importa un ardite
de tan varia voluntad,
y toma por la ciudad,
donde le encuentra, desquite.
Que no hallando ningún Cid
ni topando una Lucrecia,
cuantas conquista, desprecia,
mata cuantos vence en lid.
Tiene un palacio por casa,
da fiestas por afrentar,
que no hay quien sepa igualar
sus profusiones sin tasa.
Sin amigos y sin deudos,
vive sólo para sí,
y le mantienen así
sus herencias y sus feudos.
Tan rico y gran bebedor,
no hay medida a sus deseos,
y pasa entra devaneos
una existencia de amor.
Y para ahogar su indolencia
y ocultar que se fastidia,
juega sin afán ni envidia
pedazos de su opulencia.
Si gana, sin ver recoge;
si pierde, paga sin ver;
y ni en ganar ni en perder
hay medio de que se enoje.
Y según derrama el oro
cuando pierde o cuando presta,
parece que tiene puesta
cada mano en un tesoro.
Hay quien de impío le trata,
y juzga que es mal ejemplo
que un paje le lleve al templo
cojín con borlas de plata,
y que es audacia inaudita
hincarse al pie de la grada
y esperar a una tapada
para darla agua bendita.
Y aun corren de sus amores
susurros por la ciudad,
que a ser ciertos, en verdad
pueden tornarse clamores,
que anda entro ellos una llave
con que se abre un presbiterio.....
Mas el caso es un misterio
y la verdad no se sabe.
Él sigue ufano y galán,
y log rumores de que hablo,
si los sabe, los da al diablo
satisfecho el Capitán.
Tal es, amigo lector,
el don César de mi cuento:
si le crees malo, lo siento;
mas no fuá mucho mejor.
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== V : Insuficiencia del poeta ==
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Casa don Fadrique a Diana,
y en su palacio reúne
cuanto hay en Castilla entera
en armas y amor ilustre;
que es don Fadrique muy rico
y a origen de reyes sube,
y sólo el Rey lo aventaja
cuando sus empeños cumple.
Ofreció una noche su hija
en lance que aun hoy encubre
el misterio de las sombras,
a un hombre a quien atribuye
tantos misterios el vulgo,
como al lance que produce
el repentino consorcio
que amor y razones une.
Mas aunque pasa la noche
y ya su presencia urge,
el novio no está en Toledo,
lo que a sospechas induce.
Mas buenas tiene sin duda
razones que le disculpen,
porque aunque le echan de menos
nadie de falso le arguye.
Todos aguardan que llegue,
y no hay un alma que dude
que se hallará al dar las diez
en los salones del Duque.
Que él ha marcado esa hora,
y tal confianza infunde
su palabra, que no hay prenda,
que más valga ni asegure.
Prosiguen, pues, de la boda
las fiestas, los brindis crujen,
y suenan los instrumentos
voluptuosos y dulces.
Nunca tal gala ostentaron
los que de grandes presumen,
ni vio jamás tanta pompa
la asombrada muchedumbre..
Inútil es ponderarla,
y querer pintarla inútil,
que fiestas como ésta mía,
contándolas se deslucen.
Harto lo llora el poeta,
Mas ¡ay, que por más que luche,
con su voz y con su lira,
la realidad no le suplen!
Hará que sus creaciones
en bellos versos murmuren,
que canten báquicos himnos
cuando su festín concluyen.
Podrá, cuando más se afane,
de quien su cuento le escuche
lograr que se finja apenas
el rostro, las actitudes,
la situación o el carácter
de los seres que dibuje;
todo ello pesado y débil,
aunque a lo vano renuncie.
Podrá trazar en un cuadro,
aunque sombras se le enturbien,
las principales figuras
de que su historia se ocupe;
mas la luz, y el movimiento,
y el todo que las circuye,
la multitud, las comparsas
que en torno de ellas agrupe,
que giran, hablan, murmuran,
van, vienen, bajan y suben,
las cercan o las desvían,
y con ellas se confunden,
y respiran con su aliento,
y con impulsos comunes
con ellas gozan, esperan,
ríen, cantan, lloran, sufren.....
¡Imposible que lo pinten
y en la mente lo acumulen
con voz, movimiento y vida
fácil, palpable, voluble!
¿Cómo contar el tumulto
que en un momento produce
en un salón donde danzan,
un lance que lo interrumpe?
La voz de «¡Ahí está, señores,
ahí está!», que brota y bulle
de boca en boca rodando
y en derredor se difunde;
y el son de las herraduras
del bridón que le conduce,
que al detenerse en el patio
hace que el patio retumbe;
que en las puertas y ventanas
los que bailaban se agrupen,
y por ver mejor se empinen
se encaramen y se empujen;
los muchos que, prodigando
serviles solicitudes,
bajan a asirle el estribo
porque les mire o saludo,
y el salón que dejan solo
con la alfombra y con las luces,
y la chimenea, en donde
chisporrotea la lumbre,
¿con qué voz, ni con qué lira
se pinta o se reproduce,
de modo que quien escucha
lo conciba y no se ofusque?
¿Cómo el satisfecho porte
contar con que se descubre
al apetecido novio
que por la escalera sube,
mientras se agolpa por ella
la aturdida servidumbre,
y al peso de los curiosos
por ambas barandas cruje?
Avanza, puesp por la sala
la gente se distribuye,
y este es el lance más crítico
que en toda la noche ocurre.
Corre confuso murmullo
y ancho movimiento cunde,
mientras, asiendo un instante,
a sí cada cual acude.
Quién se compone la gola,
quién los vuelillos se sube,
quién desencaja una hebilla
porque el cinturón le ajuste;
quién se revienta unos guantes,
y del placer en la cumbre,
las hermosas se sonríen,
y aunque astutas disimulen,
la vista a un espejo tienden,
la mano a la flor o al bucle.
La que gracias o riquezas,
bien que la pesa, no luce,
busca a una bella la espalda,
que aunque la humille la oculte.
Aquí asoma un pie pequeño,
allí unos ojos azules,
acá una falda de encaje,
allá un airón de tisúes;
aquí un cuello alabastrino,
y allí una mano que pule
un centenar de brillantes
que por mano y dueño arguyen.
Todo esto en viviente masa,
con movimientos comunes,
con existencia uniforme
que en todo fermenta y bulle,
que gira o que vaga a un tiempo,
se dispersa o se reune,
danza o se asoma, y el ruido
cesa, aumenta o disminuye:
este momento de atenta
y afanosa incertidumbre,
¿quién lo cuenta o quien lo canta,
por más que a la par se junten
la voz y el arpa, sin ver
que es fuerza al fin que renuncien
la voz y el arpa, humilladas,
a empresa donde sucumben?
Desisto, pues, de mi empeño,
y aunque me da pesadumbre,
el salón de don Fadrique
quien pueda que se figure.
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