Diferencia entre revisiones de «Recuerdos (Zorrilla)»
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Revisión del 20:26 28 mar 2007
Es una noche tranquila, de esas azules, serenas, en que de la luna apenas la pálida luz vacila. Algunas nubes errantes por medio el espacio flotan, que así de la luna embotan los resplandores brillantes. La brisa fresca que vaga, los árboles estremece, y según se extingue o crece, crece el murmullo o se apaga. Noche espléndida y serena que al hombre a pensar convida, y en que resbala la vida, de gozo y pesar ajena. En que, absorto el pensamiento en vaga meditación, halla una blanca ilusión en cada arruga del viento. Nada ve el ojo, aunque mira, oye el oído y no escucha, y consigo en débil lucha, triste el corazón suspira. Una noche clara y pura en que, contemplando el cielo, crece en el alma el consuelo, y hechiza hasta la amargura. Noche en que se ve a lo lejos, con el fulgor de la luna, la ilusión de la laguna en argentinos espejos. En que se ve el bosque umbrío cual un escuadrón gigante, y cual rastro centellante la cinta blanca de un río. Noche en que prestan a una blando perfume las flores, música los ruiseñores y resplandores la luna. De esas noches que una vez todos los hombres gozaron, y a cuya luz recordaron los sueños de la niñez. De esas noches cuya historia dura en el alma escondida, página de nuestra vida pegada a nuestra memoria. Oyendo el tropel sonoro con que en murmullos süaves aduermen hojas, y aves, y aguas, el campo del moro, un hombre sobre una peña, se alcanza en la obscuridad, mas no se alcanza, en verdad, si aguarda, medita o sueña. Se percibe, allá en la obscura sombra negra, alguna vez, la movible brillantez de su límpida armadura. Se oye entre las hierbezuelas, a cada sacudimiento, el brusco estremecimiento de sus ásperas espuelas. Dolientes suspiros lanza del ánima dolorida, tal vez por la antigua vida o acaso por su esperanza. En esto, en una alta torre que al campo del moro cae, por do Manzanares trae sus corrientes, cuando corre, Vagó sobre el aura leve voz tan dulce y lastimera, que atenta el aura ligera, por oilla no se mueve. A aquel suavísimo son, el caballero escondido ansioso prestó el oído, hízose toda atención. La voz que oye limpia y blanda en estribillo amoroso, de un amador licencioso nuevas al viento demanda. Y es tan suave, y tan flexible, y tan tierna en su cantar, que intentarla remedar fuera a otra voz imposible. Ya apagada, ya sonora, ya trémula, ya segura, como la fuente murmura, como la tórtola llora. Ya es un canto ronco y vago, sin tema sobre que acuerde, como un aura que se pierde entre la niebla de un lago. Ya es alegre y peregrina una voz tan infantil, que no envidia en lo sutil tonos a la golondrina. ¿Es ilusión mentirosa, o es tremenda realidad ese sueño de otra edad más bella y más dolorosa? ¿Por qué estremecido miras esa torre solitaria, y al rumor de esa plegaria con pesadumbre suspiras? ¿Qué oyes, caballero, di, en ese son misterioso, que el, céfiro vagaroso arrastra ufano hasta ti? ¿Ese que gime en el viento sonido despertador, es un recuerdo de amor o es tenaz remordimiento? ¡Ah! El pensamiento perdido, incapaz de decidir, vacila entro el porvenir y las sombras del olvido. Y aunque aquella voz se exima de más cercana inspección, bien sabe su corazón que aquella voz le lastima. ¿Quién vivirá en esa torre, que canta tan dulcemente, mientras suena mansamente el Manzanares que corre?, Porque aunque a veces en ella oyó que, en trova confusa, la voz de quien canta acusa los rigores de su estrella; aunque a veces triste canta lastimado son de duelo, cual queriendo enviar consuelo al corazón la garganta, oyó también que suspira tan amantes cantilenas, que si canta entre cadenas, no canta, sino delira. Cesó la voz de repente, y sobre el césped mullido oyóse un pie contenido que va cautelosamente. Cada vez más cerca está..... Púsose en pie el caballero, y requiriendo el acero, preguntó firme: «¿Quién va?» A sus rayos argentinos, la luna dejóle ver un paje, que echó a correr dando vuelta a unos espinos. -¿Sois vos (lo dijo llegando), nadie en Flandes, mucho aquí? -Mucho te han dicho de mí. -Pues a vos vengo buscando; Seguidme. -¿Adónde? -¿Teméis? Dijeron que erais valiente. -Mas fiarse no es prudente del primero..... -Bien hacéis. Dios os guarde. A decir voy que os propuse una aventura, y desechó por mesura vuestra prudencia la de hoy. -Mucho sabes, pajecillo. Vé delante. -Pues de mí no os separéis: por aquí. -¿Dónde vamos? -Al castillo. Y de un torreón en el centro, postigo oculto buscando, entraron ambos, cerrando la portezuela por dentro.