Diferencia entre revisiones de «El sabueso de los Baskerville (Wikisource tr.)/II»

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Tengo en mi bolsillo un manuscrito -dijo el Dr. James Mortimer.
 
-Lo vi cuando entraste en la habitación. -dijo Holmes.

- Es un viejo manuscrito: de.

-De principios del siglo XVIII, a menos que sea una falsificación.
 
-¿Cómo puede decir eso, señor?
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:Saben, pues, que en el tiempo de la Gran Rebelión (cuya historia escrita por lord Clarendon les recomiendo vivamente) esta mansión de Baskerville fue sostenida por Hugo de ese mismo apellido, y tampoco se puede negar que era el hombre más salvaje, profano y impío. Esto, en verdad, sus vecinos habían podido perdonárselo, viendo que los santos nunca florecieron por esos lados, pero había en él un cierto humor cruel e irascible que hizo que su nombre fuera conocido en todo Occidente. Parecía que este Hugo llegó a amar (si, por cierto, tan oscura una pasión puede ser conocida bajo tan brillante nombre) la hija de un labrador que tenía tierras cerca de la finca de Baskerville. Pero la doncella, siendo discreta y de buena reputación, siempre lo evitaría, pues temía su malvado nombre. Así sucedió que aquel día de San Michael, este Hugo, con cinco o seis de sus compañeros ociosos y malvados, se abalanzó sobre la granja y se llevó a la doncella, su padre y sus hermanos no estaban en su casa, como bien él sabía. Cuando la llevaron al salón, la doncella fue recluida en una cámara superior, mientras que Hugo y sus amigos se sentaron a una larga juerga, como era su costumbre nocturna. Ahora bien, la pobre muchacha de arriba tenía su mente alterada por los cantos y gritos y terribles juramentos que le llegaban desde abajo, porque dicen que las palabras usadas por Hugo Baskerville, cuando estaba en el vino, eran tales que podría hacer explotar al hombre que las dijera. Por fin, en el estrés de su temor hizo lo que pudo haber intimidado al hombre más valiente o más emprendedor, con la ayuda de la hiedra que cubría (y todavía cubre) el muro sur, bajó de desde el alero, Y así emprendió el regreso a su casa a través del páramo, habiendo tres leguas entre la mansión y la granja de su padre.
 
:Ocurrió que poco tiempo después Hugo dejó a sus huéspedes para llevar comida y bebida, quizá con otras cosas peores, a su cautiva, y así encontró que la jaula estaba vacía y el pájaro había escapado. Entonces, parece, se convirtió como quien tiene un diablo, porque, corriendo por las escaleras hacia el comedor, saltó sobre la gran mesa, las botellas y las viandas que volaban antes que él, y dijo a gritos, en presencia de los allí congregados, que sería capaz de entregar aquella noche su cuerpo y su alma a las potencias del infierno con tal de conseguir alcanzar a la doncella. Y mientras los juerguistas se quedaban horrorizados ante la furia del hombre, uno más perverso o, quizá, más borracho que los demás, clamó que pusieran los sabuesos sobre ella. Hugo salió corriendo de la casa, gritando a sus caballerizos que ensillaran su yegua y soltaran la jauría, dándole a los sabuesos un pañuelo de la doncella, los llevó hacia el camino, y entonces aullaron a la luz de la luna sobre el páramo .
 
:Por un tiempo, los juerguistas se quedaron inmóviles, incapaces de comprender todo lo que se había hecho con tanta prisa. Pero en medio de sus mentes entontecidas comprendieron la naturaleza de los hechos que iban a ocurrir en los páramos. Todo estaba ahora en un alboroto, algunos pidiendo sus pistolas, otros a sus caballos y otros, otro frasco de vino. Pero al fin algún sentido regresó a sus locas mentes, y todos ellos, trece en número, se subieron a caballo y se pusieron en persecución. La luna brillaba por encima de ellos, y avanzaban rápidamente, tomando el rumbo que la doncella debía tomar si iba a su casa.
 
:Habían recorrido una milla o dos cuando vieron a uno de los pastores nocturnos de los páramos, y le gritaron si había visto su presa. Y el hombre, cuenta la historia, estaba tan enloquecido de miedo que apenas podía hablar, pero al final dijo que había visto a la desdichada doncella con los sabuesos en su camino. -Pero he visto más que eso -dijo-, porque Hugo Baskerville se cruzó conmigo en su yegua negra, y persiguiéndole en silencio, un sabueso del infierno como no quiera Dios lo vea jamás junto a mis talones.
 
:Así que los escuderos borrachos insultaron al pastor y cabalgaron hacia adelante. Pero pronto sintieron escalofríos, porque llegó un sonido de galope a través del páramo, y la yegua negra, manchada de espuma blanca, arrastrando las riendas y con la montura vacía. Entonces los jinetes cabalgaron juntos, porque un gran temor estaba en ellos, pero siguieron galopando por el páramo, aunque cada uno, si hubiera estado solo, estaría muy contento de haber dado vuelta la cabeza de su caballo. Andando lentamente de esta manera, llegaron por fin a los sabuesos. Estos, aunque conocidos por su valor y su raza, estaban ahora apelotonados y gimoteando en el páramo, algunos se escapaban y otros con los pelos erizados y los ojos fijos mirando hacia el estrecho valle delante de ellos.
 
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