Diferencia entre revisiones de «Don Diego Portales. Juicio Histórico»

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En la ciudad de Quillota, cantón principal del ejército expedicionario sobre el Perú, a tres de junio de 1837 años, reunidos espontáneamente los jefes y oficiales infrascritos, con el objeto de acordar las medidas oportunas “para salvar la patria de la ruina y precipicio a que se halla expuesta por el despotismo absoluto de un solo hombre, que ha sacrificado constantemente a su capricho la libertad [y] la tranquilidad de nuestro amado país”, sobreponiéndose a la Constitución y a las leyes, despreciando los principios eternos de justicia, que forman la felicidad de las naciones libres, y finalmente persiguiendo cruelmente a los hombres más beneméritos que se han sacrificado por la independencia política. Considerando al mismo tiempo que el proyecto de expedicionar sobro el Perú y por consiguiente “la guerra abierta contra esta república, es una obra forjada más bien por la intriga y tiranía que por el noble deseo de reparar agravios a Chile”, pues, aunque efectivamente subsisten estos motivos, se debía procurar primeramente vindicarlos por los medios incruentos de transacción y de paz, a que parece dispuesto sinceramente el Mandatario del Perú. Considerando, en fin, que el número de la fuerza expedicionaria, sus elementos y preparativos son incompatibles con lo arduo de la empresa y con los recursos que actualmente cuenta el caudillo de la oposición, y de consiguiente se perderían sin fruto y sin éxito las vidas de los chilenos y los intereses nacionales; hemos resuelto unánimente, a nombre de nuestra Patria, como sus más celosos defensores; 1°. Suspender por ahora la campaña dirigida al Perú, a que se nos quería conducir como instrumentos ciegos de la voluntad de un hombre, que no ha consultado otros intereses que los que halagaban sus fines particulares y su ambición sin límites; 2°. Destinar esta fuerza puesta bajo nuestra dirección para que sirva del más firme apoyo a los hombres libres, a la nación legalmente pronunciada por medio de sus respectivos órganos, y a los principios de libertad y de independencia que hemos visto largo tiempo hollados, con profundo dolor, por un grupo de hombres retrógrados y enemigos naturales de nuestra felicidad, que se habían vinculado a sí propios los destinos, y la fortuna y los más caros bienes de nuestra República, con escándalo del mundo civilizado, con la ruina de infinidad de familias respetables y a despecho de la opinión general. Protestarnos solemnemente ante el Orbe entero, que nuestro ánimo no es otro que el ya indicado; que no nos mueve a dar este paso, ni el espíritu de partido, ni la ambición de mandar, ni la venganza odiosa, ni el temor de los peligros personales; sino únicamente el sentimiento más puro de patriotismo y el deseo de restituir a nuestro país el pleno goce de sus derechos con el ejercicio libre de su soberanía que se hallaban despreciados y hechos el juguete de la audacia e intrigas de unos pocos, que no habiendo prestado ningunos servicios en la guerra de la independencia, se complacían en vejar y deprimir a los que se sacrificaron heroicamente por ella. Juramos así mismo, por nuestra honor y por la causa justa que hemos adoptado, que consecuentes con nuestros principios, estaremos prontos y muy gustosos a sostener el decoro nacional contra cualquiera déspota que intentase ultrajarlo; aunque fuese preciso perder nuestras vidas, si la nación pronunciada con libertad, lo estimare por conveniente. Y en conclusión, protestamos y juramos nuevamente que nuestra intención es servir de apoyo y protección a las instituciones liberales, y “reprimir los abusos y depredaciones inauditas que ejercía impunemente un Ministerio gobernado con espíritu sultánico”.
 
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