Diferencia entre revisiones de «El Domingo de Ramos»

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{{Espacios|3}}Recuerdos hay en la trabajosa existencia del hombre, que son para él, como dia primaveral en medio del invierno, ó rayo de luna, cuando en oscura noche del estío rompe por entre las nubes iluminando de repente las hojas inmóviles de los árboles y el arroyo que pasa murmurando entre la sombra. En el número de los que no vacilamos en llamar dichosos, creemos pueden ocupar un lugar preferente cuantos se refieren á ciertas fiestas religiosas del año; fiestas en las que nuestras madres, de nosotros enamoradas, nos vestian y adornaban con las galas más hermosas, miéntras nos llenaban de apasionados besos, en las que el padrino ó la madrina nos regalaba frutas y confites, ó el juguete que por largo tiempo habíamos deseado en vano, y en las que, en fin, no teníamos que ir á la escuela; cuotidiana obligacion que pesa tan duramente sobre los pobres niños, — cuyo único anhelo es respirar el aire libre á toda hora, sin estorbos, ni trabas, —como más tarde, otras más abrumadoras, pesan sobre los que, para librar la gran batalla de las pasiones, quizá por desdicha suya, lograron entre risas y llantos llegar á ser hombres.
 
Con muy diverso colorido y de una manera más indeleble, que en los que nacen y viven en las grandes poblaciones, suelen grabarse tales recuerdos, en cuantos vieron la luz y se criaron en alguna mediana ciudad de provincias, de esas en donde las torres de gótico á románica catedral con sus altas agujas, in-dican desde muy léjos al forastero que las visita el punto en donde sobre los edificios que la rodean se levanta severa y majestuosa la casa de Dios, y en la cual las campanas lanzan al viento sus vibraciones, ya recordándonos que los hombres nacen y mueren, ya que tras de esa muerte hay otra vida mejor, en donde podremos consolarnos de las irreparables pérdidas que en la presente á cada paso sufrimos. Las pérdidas de la juventud, de la salud, de la felicidad y la fortuna, que van sucediéndose en la existencia y pasando á prisa como las cuentas de un rosario por entre los dedos de una vieja rezadora; las del padre, el esposo, el hijo é el hermano queridos, que á la larga, y si no rompemos delante de ellos la marcha hácia la eternidad, concluyen por dejarnos en el mundo completamente solos.
 
 
 
 
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