Diferencia entre revisiones de «El Corsario Negro/III»
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Sobre la cima de las graciosas palmas, de tronco delgado y elegante, o entre el verde follaje de los enormes eriodendros, o en las gruesas lianas que se estrechaban entre los árboles, o aferrados a las raíces áreas de las aroidee, o en medio a las esplendidas bromelias, de ricas ramas cargadas de flores escarlatas, se veía agitarse como pequeños niños a las distintas especies de primates
Por ahí una pequeña tribu de micos, los monos más graciosos y al mismo tiempo los más despiertos y los más inteligentes, a pesar de ser tan pequeños que pueden ser escondidos en el bolsillo de una chaqueta. Un poco más allá habían unos sahui rojos, un poco más grandes que una ardilla, adornados con una bella meleno, que les hacía parecer pequeños leones, también habían bandas de monos, los simios más delgados de todos, con brazos y piernas tan grandes, que llegaban a asemejar arañas gigantes, o tropas de pregos, simios que tienen la manía de destruir todo a su paso y que son el terror de los pobres agricultores
Aves no faltaban tampoco, mezclando sus sonidos con los de los primates. Entre las grandes hojas de las palmas
Los filibusteros y el español, ya habituados a recorrer las grandes selvas del continente americana y de las islas del golfo de México, no se detenían para admirar ni a las plantas, ni a los monos, ni a las aves. Marchaban lo más rápido que podían, aprovechando los pasajes abiertos o por las fieras, o por los indígenas, presurosos por escapar a ese caos vegetal y divisar Maracaibo.
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