Diferencia entre revisiones de «El Libro de los Espíritus»

Contenido eliminado Contenido añadido
Línea 23:
<big><center>I</center></big>
 
Para las cosas nuevas se necesitan nuevas palabras. Así lo requiere la claridad en el lenguaje, con el fin de evitar la confusión inseparable del sentido múltiple dado a los mismos términos. Las palabras ''espiritual'', ''espiritualista'' y ''espiritualismo'', tienen una aceptación bien caracterizada, y darles otra nueva para aplicarlas a la doctrina de los espíritus equivaldría a multiplicar las causas de la anfibiologíaanfibología, ya numerosas. En efecto, el espiritualismo es el término opuesto al materialismo, y todo el que cree tiene en sí mismo algo más que materia, es espiritualista; pero no se sigue de aquí que crea en la existencia de los espíritus o en sus comunicaciones con el mundo visible. En vez de las palabras ESPIRITUALISTA y ESPIRITUALISMO, empleamos, para designar esta última creencia, la de ''espiritista'' y ''espiritismo'', cuya forma recuerda el origen y su significado radical, teniendo por lo mismo la ventaja de ser perfectamente inteligibles, y reservamos la palabra ''espiritualismo'' a la acepción que le es propia. Diremos, pues, que la doctrina ''espiritista'' o ''espiritismo'' tiene como principios las relaciones del mundo material con los espíritus o seres del mundo invisible. Los adeptos del espiritismo serían los ''espíritas'' o los ''espiritistas'', si se quiere.
El LIBRO DE LOS ESPÍRITUS contiene, como especialidad, la doctrina ''espiritista'', y como generalidad, se asocia a la doctrina ''espiritualista'', ofreciendo una de sus fases. Por esta razón se ve en la cabecera de su título la frase ''Filosofía espiritualista''.
 
Línea 32:
Otros creen que el alma es el principio de la inteligencia, agente universal del que cada ser absorbe una parte. Según éstos, todo el Universo no tiene más que una sola alma que distribuye partículas a los diversos seres inteligentes, durante la vida, volviendo, después a la muerte, cada partícula al origen común donde se confunde con el todo, como los arroyos y los ríos vuelven al mar de donde salieron. Difiere esta opinión de la precedente en que, en la hipótesis que nos ocupa, existe en nosotros algo más que materia y algo subsiste después de la muerte; pero es casi como si nada sobreviviese; porque, desapareciendo la individualidad, no tendríamos conciencia de nosotros mismos. Siguiendo esta opinión, el alma universal sería Dios, y todo ser, parte de la Divinidad. Semejante sistema es una de las variaciones del panteísmo.
Según otros, en fin, es un ser moral distinto, independiente de la materia, que conserva su individualidad después de la muerte. Esta acepción es, sin contradicción, la más general, porque, con uno u otro nombre, la idea de este ser que sobrevive al cuerpo se encuentra en estado de creencia instintiva e independiente de toda enseñanza, en todos los pueblos, cualquiera que sea su grado de civilización. Esta doctrina según la cual el alma es ''causa'' y no ''efecto'', es la de los ''espiritualistas''.
Sin discutir el mérito de estas opiniones, y concretándonos únicamente a la cuestión lingüística, diremos que estas tres aplicaciones de la palabra ''alma'' constituyen tres distintas ideas, para cada una de las cuales sería necesario un término especial. La palabr que nos ocupa tiene, pues, una triple acepción, y los partidarios de los citados sistemas tienen razón en las definiciones que dan de ella, teniendo en cuenta el punto de vista en el que se colocan. La culpa de la confusión es del lenguaje, que solo tiene una palabra para tres ideas distintas. Para evitar las ambigüedades, sería preciso emplear la palabra ''alma'' para una sola de las tres ideas indicadas, y siendo la cuestión principal que nos entendamos perfectamente, es indiferente la elección, dado que éste es un punto convencional. Creemos que lo más lógico es tomarla en su acepción más vulgar, y por este motivo llamamos '''''alma al ser inmaterial e individual que reside en nosotros y sobrevive al cuerpo'''''. Aunque este ser no existiera, aunque fuese producto de la imaginación, no sería menos necesario un término que lo representara.
En defecto de esta palabra especial para cada una de las dos acepciones, llamamos:
'''''Principio vital''''' al principio de la vida material y orgánica, cualquiera que sea su origen; principio común a todos los seres vivientes, desde las plantas hasta el hombre. El principio vital es distinto e independiente porque puede existir la vida, aun haciendo abstracción de la facultad de pensar. La palabra ''vitalidad'' no respondería a la misma idea. Para unos, el principio vital es una propiedad de la materia, un efecto que se produce desde que la materia se encuentra en ciertas circunstancias determinadas; para otros, y esta es la idea más vulgar, reside en un fluído especial, universalmente esparcido y del cual absorbe y se asimila cada ser una parte durante la vida, como, según vemos, absorben la luz los cuerpos inertes. Sería este el ''fluído vital'' que, admitiendo ciertas opiniones, es el mismo fluído eléctrico animalizado, designado también con los nombres de ''fluído magnético'', ''fluído nervioso'', etc.
''Principio vital''
Como quiera que sea, existe un hecho indiscutible, porque resulta de la observación, que los seres orgánicos tienen en sí mismos una fuerza íntima que produce el fenómeno de la vida, mientras existe aquélla; que la vida material es común a todos los seres orgánicos, y que es independiente de la inteligencia y del pensamiento; que éste y aquélla son facultades propias de ciertas especies orgánicas, y, en fin, que entre las especies orgánicas dotadas de inteligencia y pensamiento, existe una que lo está de un sentimiento moral especial que le da una superioridad incuestionable sobre las otras. Esta es la especie humana.
Concibese que con una acepción múltiple, el alma no excluye el materialismo, ni el panteísmo. El mismo espiritualista puede perfectamente aceptar el alma en una u otra de las dos primeras acepciones, sin prejuicio del ser inmaterial, al que dará entonces otro nombre cualquiera. Así, pues, la palabra que nos viene ocupando no es representativa de una opinión determinada: es un Proteo que cada cual transforma a su antojo, y de aquí el origen de tantas interminables cuestiones.
Evitaríase igualmente la confusión empleando la palabra ''alma'' en aquellos tres casos, pero añadiéndole un calificativo que especificase el aspecto en que se la toma, o la acepción que quiere dársele. Sería entonces un vocablo genérico, que representaría simultáneamente el principio de la vida material, el de la inteligencia y el del sentido moral, y que se distinguiría por medio de un atributo, como distinguimos los gases, añadiéndo a la palabra ''gas'' los calificativos ''hidrógeno'', ''oxígeno''. Pudiera, pues, decirse, y esto sería lo más acertado, el alma ''vital'' por el principio de la vida material, el alma ''intelectual'' por el principio inteligente y el alma ''espiritista'' por el principio de nuestra individualidad después de la muerte. Conformándonos con aquella clasificación, el '''''alma vital''''' sería común a todos los seres orgánicos: las plantas, los animales y los hombres; el '''''alma intelectual''''' propia de los animales y de los hombres, perteneciendo el '''''alma espiritista''''' al hombre únicamente.
Hemos creido deber nuestro insistir tanto más en estas explicaciones, por cuanto la doctrina espiritista está naturalmente basada en la existencia en nosotros mismos de un ser independiente de la materia, que sobrevive al cuerpo. Debiendo repetir frecuentemente la palabra ''alma'' en el curso de esta obra, importaba fijar el sentido que le damos para evitar así las equivocaciones.
Vamos ahora al principal objeto de esta instrucción preliminar.
 
<big><center>III</center></big>