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Debiéndose adornar la sala del Consejo en Florencia hacia el año de 1503, se eligió por decreto público á Leonardo para que la pintara. Para este efecto hizo un cartón con delicado arte y graciosa expresión, que representaba una historia de Piccino. Empezó á pintar la obra al óleo; y cuando ya llevaba la mitad advirtió que por haber puesto una imprimación muy fuerte saltaba todo el color de la pared, y dejó el trabajo.
Debiéndose adornar la sala del Consejo en Florencia hacia el año de 1503, se eligió por decreto público á Leonardo para que la pintara. Para este efecto hizo un cartón con delicado arte y graciosa expresión, que representaba una historia de Piccino. Empezó á pintar la obra al óleo; y cuando ya llevaba la mitad advirtió que por haber puesto una imprimación muy fuerte saltaba todo el color de la pared, y dejó el trabajo.


En aquel tiempo, que fue en el Pontificado de Pío III, y no del segundo, como dice Vasari, Rafael de Urbino, que apenas tenia veinte años, y acababa de salir de la escuela de Pedro Perugino, deseoso de ver aquel tan famoso cartón, y llevado del renombre de Vinci (que entonces tenia ya cumplidos sesenta años), marchó por la primera vez á Florencia. Quedó pasmado á vista de las obras de Leonardo, y ellas fueron sin duda aquel poderoso estímulo que le obligó á volar con tanta rapidez á la cumbre de la perfección del arte, que después fue mirado y reverenciado de todos como el Dios de la Pintura, dejando desde entonces la manera seca y dura del Perugino para pasar á la morbidez y ternura de Vinci. También presenció el jóven Rafael las historias que motivaron después aquella tan grande enemistad entre Vinci y Miguel Angel Buonarrota, que entonces tenia veinte y nueve años, y por orden del Gobierno habia
En aquel tiempo, que fue en el Pontificado de Pío III, y no del segundo, como dice Vasari, Rafael de Urbino, que apenas tenia veinte años, y acababa de salir de la escuela de Pedro Perugino, deseoso de ver aquel tan famoso cartón, y llevado del renombre de Vinci (que entonces tenia ya cumplidos sesenta años), marchó por la primera vez á Florencia. Quedó pasmado á vista de las obras de Leonardo, y ellas fueron sin duda aquel poderoso estímulo que le obligó á volar con tanta rapidez á la cumbre de la perfección del arte, que después fue mirado y reverenciado de todos como el Dios de la Pintura, dejando desde entonces la manera seca y dura del Perugino para pasar á la morbidez y ternura de Vinci. También presenció el jóven Rafael las historias que motivaron después aquella tan grande enemistad entre Vinci y Miguel Angel Buonarrota, que entonces tenia veinte y nueve años, y por orden del Gobierno habia