Diferencia entre revisiones de «El ahogado»

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Línea 46:
 
Con la vista extraviada, desencajado el semblante, el pescador, dando un brinco, que casi hace zozobrar la embarcación, se precipitó sobre el remo y comenzó a cinglar desesperadamente.
 
 
Seis días han transcurrido. Sebastián, sentado en el banco de popa de su esquife, déjase arrastrar por la corriente en dirección al sur. Los ojos del pescador tienen brillo y expresión extraños. Su lívido semblante, azorado e inquieto, sufre continuas transmutaciones. Sus ropas, en desorden, están cubiertas de fango. A veces sus miembros se crispan convulsivamente, los ojos parecen saltársele de las órbitas y se vuelve con presteza a la derecha o a la izquierda buscando la causa de aquel estruendo que, como un pistoletazo, acaba de resonar en sus oídos. Su existencia, durante la semnan que acaba de transcurrir, ha sido una orgía continua. Aquella mañana se encontró tirado en el arroyo enfrente de la taberna. Se levantó y echó a andar como un autómata. Una vez en la caleta, un leve esfuerzo le bastó para que flotara el bote, pues la marea comenzaba ya a lamer su filosa quilla. Sentado en el banco, nada recuerda, en nada piensa.