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SANTIAGO CA1.-ZADILLA 2'19

se ha adelantado mucho en la. manera do pronunciar Z03 apelliclos extranjeros, como yo que soy uno de aquellos que tuvireron que arreglar e1 suyo a las reglas de la pro- nunciacién castellana; porque zqué diablos! sl era in- ntil pretens-ion roinper las Ienguas, tal es la cantidad de W y de doble T que contiene. Ahora me dejo llamard como a 10s portcfios se les antoja, como la pasa a Biliinjurste, Ubilde, Uril, Britcn, Argrecwes (mas’ conocidos por Francisco). ;,Q11é extrafio es que Hobbes haya resultado Obes? Nada mas claro. En cuanto a1 apellida Costa lo tenia por italiano, y todos conocemos algfin Giuseppe Costa, Bartolo Costa, Eduardo Costa, confiteros, alma- ceneros, changadores, carboneros, todos hablando o des- pedazando la. bella lmgua del Danie. Me alegro que Vdt me cuente esto que es nuevo para mi. No sospechaba que el apellido Costa fuera francés. Y 49. dénde dejo a los Tonqwlsones, co1no los llama en criolio mi espiritual amigo e1 Dr. Virgilio Tendin (no porque no sepa pro- nunoiar e1 inglésa, puesto que en este idioma tenergos alla en -el Tigre largas conversaciones sobre Mm. Ba- ttwfly y otras celebridades), sino porque dice que asi todos saben de quién ha.b1a? Yo soy uno de esos ingleses a quienes alla por el afio 40, se les llamaba gmngo, nom- bre impuesto por el sefior don J. Manuel de Rozas (el que estaba. destinado a. vivlr y morir entre ellosl), y hacia entonces bastante tiempo que habia echado rafces en este pafs, porque yo fui uno de aquellos del ti-empo de los Gowland, Parish, Plowes, y tantos otros que cay°- ron en el garlito, como Vd. dice, y que no resistieron a1 encanto de “las beldades de mi tiempo”. — Y entonces cuando una muohacha del pats se casaba con uno de nosotro-s, no se le llamaba en familia sino e.1 inglés, por- que lo de pronunciar el nombre era muy dificil. Y e1 prestigio de estos “malditos condenaos", como dice Te- din, era tal, que a una sefiora de aquellos tiem-pos que alcanzé a dar tres veces e1 si, le toco en suerte en una de Ias tres ruedas un compatriota mio, y ella, cuando el filtimo feliz mortal no estaba presente, decia lnnzaudo un suspiro: ;Ninguno como el iuglés! Después estuvi- mos un poco de capa caida, porque vinieron los edema- nes, que nos sacaron Ia oreja, y a quienes dieron en Ila- mar sacaclcwos, porque en estas familias portefias en que suelen encontrarse en una. sola casa un lote de me- dia. docena. de nifias casaderas, cuando entraba uno de esos no lo soltaban a do: tirones y como mmca falta zm Toto para un descosido, salian los padres geueralm-ente