Diferencia entre revisiones de «Juramento de fidelidad al Emperador del regimiento Dragones de la Unión»

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En el arroyo de la Virgen, á 17 de octubre de 1822, á las 11 de la mañana, reunido en formación el Regimiento Dragones de la Unión, su comandante el coronel D. Fructuoso Rivera manifestó á los señores oficiales, las incalculables ventajas que resultarían al Estado Cisplatino de unirse á los demás cuerpos de tropas veteranas, pueblos y cabildos de las provincias del Brasil, que habían declarado solemnemente su independencia y confederación, aclamando por su primer Emperador Constitucional al señor don Pedro de Alcántara, antes Príncipe Regente y Defensor Perpetuo del Brasil, bajo el juramento de guardar, mantener y defender la Constitución Política del Imperio que hiciese la Asamblea General Constituyente y Legislativa del Brasil, compuesta de los representantes de todas las provincias confederadas, cuya aclamación hizo el día 12 del corriente, el Excmo. señor Barón de la Laguna, jefe del ejército, gobernador, y capitán general de este Estado, y que seguirán haciendo los pueblos, cabildos y cuerpos militares, como una medida de las más importantes para fijar la libertad é independencia de este Estado, sofocar las aspiraciones de los anarquistas, y garantir bajo la poderosa protección del imperio, los inalienables derechos de los pueblos, poniendo un término no esperado á la revolución de estos países.
 
" Seguidamente, vueltos los señores oficiales á ocupar sus puestos en sus respectivas compañías, dirigió la palabra á todo el Regimiento, expresándose en estos términos :
 
"Soldados: — Doce años de desastrosa guerra por nuestra generación política, nos hicieron tocar el infausto término de nuestra total ruina, con tanta rapidez, cuanto mayor fué nuestro empeño por conseguir aquel fin laudable: este desastre era consiguiente á nuestra impotencia, á nuestra pequeñez, á la falta de recursos y demás causas que por desgracia debéis tener bien presentes, y que más de una vez habrán hecho verter vuestra sangre infructuosamente. El remedio de tantos trabajos, desgracias y miseria, demasiadamente nos lo tiene exigido y enseñado la experiencia, pues que no es otro que apoyarnos en un poder fuerte é inmediato para ser respetables ante los ambisiosos y anarquistas, que no pierden momento por proporcionarse fortuna y esplendor á costa de vuestros intereses y de vuestro sosiego y tranquilidad, y últimamente de vuestras vidas, mil veces más apreciables que las de aquellos fratricidas. Si ellos se desvelan por su interés particular y momentáneo; ¿con cuanta más razón debemos develarnos nosotros para fijar para siempre los destinos de nuestro amado país? Y así, soldados, en ratificación de los deseos que ha doce anos manifestáis, decid conmigo:
 
1º: ¡Viva nuestra santa religión!