Diferencia entre revisiones de «Conferencia en el Ateneo de Lima (ortografía RAE)»

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Prescindiendo aquí de las ideas trasnochadas y recalcitrantes, sería injusto negar a Selgas un ingenio móvil, sutil y penetrante: acaso no hay hombre más paradojal en España. No obstante, afanándose en rayar por agudo, peca más de una vez por incomprensible. Como abusa de la antífrasis, no sabemos si habla con seriedad o se burla de nosotros.
 
En él no hai sucesión lójica de juicios, sino agrupamiento de ideas por lo jeneral inconexas. Puede tijeretearse por acápites cualquier escrito de Selgas, introducirse los retazos en una bola de lotería, sacarles iy leerles, con probabilidad de obtener un nuevo artículo. No posee la concentración, el mucho en poco, iy lejos de arrojar centigramos de oro en polvo, descarga lluvias de arena. Selgas parece un Castelar desmenuzado iy teñido de carlista.
 
En el estilo, asmático entre los asmáticos, fatiga con los retruécanos, aburre con las antítesis, desconcierta con el rebuscamiento. Según la espresión de Voltaire, "pesa huevos de hormiga en balanzas de telaraña". No se le debe llamar domador de frases, sino martirizador de vocablos. Juega con palabras, como los prestidijitadores japoneses con puñales; iy estrae del tintero líneas iy más líneas de frases cortas iy abigarradas, como los embaucadores de ferias se sacan del estómago varas iy más varas de cintas angostas iy multicoloras.
 
A más de ambiguo, flaquea por amanerado, descubriendo en cada jiro al escritor ganoso de producir efecto. Quiere manifestar injenio hasta en la colocación de signos ortográficos. Imposible leerle de seguido: la lectura de Selgas parece ascensión fatigosa por interminable iy oscura escalera salomónica: esperamos ráfagas de luz, momentos de tomar descanso; pero descanso iy luz no llegan.
 
Nunca va en línea recta hacia el asunto, sino trazando curvas o ángulos, iy retorciéndose iy ovillándose; de modo que cuando nos le figuramos muimuy lejos de nosotros, se divierte en hacer cabriolas a nuestras espaldas. Como personaje de comedia májica, se oculta en las nubes, iy de repente asoma por un escotillón. Selgas, en fin, sube a la cuerda floja, da saltos mortales, realiza prodijios iy ajilidad, hasta que pierde el equilibrio, suelta la vara iy cae sobre los espectadores.
 
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Tales son en bosquejo Catalina iy Selgas, prosadores sin lejítima orijinalidad, pues se derivan de los gacetilleros parisienses. Viértanse al francés los artículos de Catalina y Selgas (si Selgas puede traducirse), publíquense las versiones en cualquier diario del Sena, iy pasarán confundidas entre las mil iy mil producciones de los innumerables escritores franceses.
 
==III==
 
¿Quién es Heine, quién el hombre que funda l'escuela en Alemania, se populariza en Francia, penetra en Inglaterra, invade Rusia, se hace traducir en el Japón iy viene a ejercer irresistible propaganda en América iy España? Nadie caracteriza con más precisión a Enrique Heine que él mismo cuando se llama "un ruiseñor alemán anidado en la peluca de Voltaire" pues amalgama el sentimiento jermánico de un Schiller con la chispa francesa de un Rabelais.
 
Aunque artista consumado, no produce con serenidad iy pulso firme de pintor que ilumina cuadros, sino con dolores de mujer que alumbra un niño. Su poesía, vaso de hiel con bordes azucarados, como lo declara en ''Atta Troll'', "frenesí encaminado por la cordura, prudencia que desvaría, quejidos de moribundo que repentinamente se-trasforman en carcajadas".
 
Como piensa con el cerebro de Mefistófeles iy siente con el corazón de Fausto, su ironía se acerca a lo satánico iy su sensibilidad se roza con lo paradisíaco. La mujer le infunde ternuras de madre iy lascivias de sátiro, su amor no se parece al lago azul en que se refleja el cielo, sino al torrente que huye hacia el mar, recojiendo el arroyuelo de las montañas iy el albañal de las ciudades.
 
No le creamos cuando nos diga que "sólo amó verdaderamente a muertos iy estatuas"; por el contrario, pensemos que debió repetirnos como el antiguo ''minnesänger'': "Yo me alimenté del amor, esa médula del alma". Nació con asombrosa precocidad de sentimientos. Niño, recitaba en la fiesta de un liceo el Buzo de Schiller; mas de pronto enmudece iy queda como petrificado: sus ojos se habían fijado en los ojos azules de una hermosa joven. Amó con delirio a su prima Molly Heine iy conservó siempre un cariño entrañable a su madre. Verdad que una iy otra no escapan a los dardos de su ironía, como no se libraba ni él mismo, porque era propio de Heine velar con un chiste sus pasiones, disimular con una risotada sus dolores; como la heroína del cuento, baila con un puñal en las entrañas; como Voltaire, está con una pierna en la tumba iy hace piruetas con la otra.
 
Odió con toda su alma. Casi moribundo, teniendo que levantarse los párpados para ver, escribe sus memorias iy esclama en un arranque de regocijo febril: "Los he cojido. Muertos o vivos no se m'escaparán ya. ¡Ai del que lea estas líneas, si osó atacarme! Heine no muere como un cualquiera, iy las garras del tigre sobrevivirán al tigre mismo".
 
L'audacia de Heine parecerá increíble a quien no esté familiarizado con la llaneza infantil de los autores alemanes; pocos habrán escrito rasgos más atrevidos ni valientes. A nadie respeta: zahiere a Schlegel, Hegel iy Boerne, arremete contra Goethe, no perdona poeta de Suevia, se ríe socarronamente de Madame Stäel, moteja a Ballanche, llama a Villemain "un dómine ignorante@, a Chateaubriand "un loco lúgubre", a Víctor Hugo "un hombre jorobado moralmente".
 
Prusiano, escarnece a Prusia iy se mofa de la vieja Alemania iy del antiguo iy buen derecho glorificado por Uhland. Poco después que Arndt había cantado la formación de la patria jermánica, tibias aún las cenizas de Koerner, Heine lleva el descaro hasta celebrar en ''los Dos Granaderos'' l'apoteosis de Napoleón Bonaparte, el hombre de Jena iy Tilsitt. Nunca hizo gala de patriota, iy un solo país amó invariablemente, Francia, donde vivió gran parte de su vida, donde contrajo matrimonio, donde exhaló el último suspiro. En una carta dirijida a su amigo Christian Sethe por los años de 1822, escribía ya: "Todo lo alemán m'es antipático, iy tú eres alemán por desgracia. Todo lo alemán me produce efecto vomitivo. El idioma alemán me destroza las orejas".En nada cree, salvo perfidia iy belleza de la mujer amada. "Yo no creo en Diablo, infierno ni penas infernales; sólo creo en tus ojos iy en tu corazón diabólico". Llama a los dioses del Cristianismo "zorros con piel de cordero", al Catolicismo el "período mórbido de la Humanidad". Para todas las relijiones tuvo siempre la carcajada de Voltaire, iy aunque judío de nacimiento iy luterano de conveniencia o capricho, sólo rindió culto literario a las divinidades griegas. Enfermo, acometido ya de la parálisis, recorre las galerías del Louvre iy no vuelve los ojos a las madonas de los pintores italianos, sino que vertiendo lágrimas como un pagano del siglo IV, cae de rodillas ante la Venus de Milo.
 
La orijinalidad de Heine estriba en el modo cómico-serio de sentir, en la independencia de pensar iy en la franqueza d'de espresarse; su forma no revela nada superior a Goethe ni a Schiller, aunque se manifiesta más armonioso que Tieck, más conciso que Rückert, más plástico que Uhland. El mismo confesó que en su ''Intermezzo lírico'' había imitado la cadencia de los ''lieder'' compuestos por Wilhelm Müller, que antes de aprender en las obras de Wilhelm Schlegel los secretos de la métrica había cedido al influjo del canto popular jermánico. Iy tuvo razón: anteriormente a Wilhelm Müller, anteriormente a Goethe, el ''lied'' existía con toda su frescura, con toda su sencillez, con toda su flexibilidad. Remontándose hasta ''l'Antología Griega'', se ve que muchos epigramas helénicos tienen todos los caracteres del ''lied'' jermánico. Algunas composiciones del ''Intermezzo lírico'', del ''Regreso'' iy de la ''Nueva Primavera'', figurarían sin desdoro junto a los epigramas de Meleagro, Rufino iy Pablo el Silentario.
 
Mas, nada tan inexacto como calificar a Heine de griego; no pasa de un greco-alejandrino que viajó por Asia, leyó a Luciano iy hojeó la ''Antología'' de Meleagro. El buen gusto helénico no abunda en Alemania; si las obras de los griegos parecen un ordenado parque inglés, las obras de los alemanes semejan un bosque virjen de América, donde no se penetra sin brújula ni machete. Heine, dotado de inspiración nómada iy cosmopolita, coje sus argumentos donde los encuentra; pasa de la Biblia al Shah-nameh, del Shah-nameh al Ramayana, del Ramayana al Edda escandinavo iy del Edda escandinavo a los romanos castellanos, alas baladas escocesas o a los ''flabiaux'' franceses.
 
Poeta iy alemán, cede a l'atracción de Goethe, así como ningún filósofo jermánico resiste a la influencia de Kant. Heine sigue al cantor de ''Fausto'' como Schopenhauer al filósofo de la ''Crítica de la Razón pura''. Cuando los hombres como Kant iy Goethe golpean la Tierra con sus plantas, el suelo retiembla por tan largo tiempo que jerneraciones enteras ceden al movimiento de trepidación.
 
Sin embargo, entre la nube de poetas que desde principios del siglo surjieron en Alemania, Enrique Heine se dibuja como una personalidad; se distingue de todos, no se confunde con ninguno. L'acritud de su carácter, la hiel de sus versos, deben atribuírse, más que a nativa malignidad, a las contrariedades de su vida, a su amor desgraciado, a sus continuas enfermedades, a la parálisis que años enteros le clavó en el lecho hasta victimarle en 1856. Célebre por sus cantos, es más célebre por sus dolores.
 
Pasar de Heine a Bécquer vale ir de maestro a discípulo que funda escuela. El pintor iy poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer murió en la plenitud de la vida, sin haber podido encerrar en la tela ni el libro todas las creaciones fantásticas que revoloteaban en su cerebro.
 
De justa popularidad disfruta hoihoy en España iy América, iy su influencia literaria s'estiende con la rapidez de una corriente eléctrica. Mientras muchos no salen de la oscuridad aunque publiquen largos poemas iy voluminosas novelas, él, con unos cuantos versos iy unas cuantas leyendas, se coloca en primera línea, se granjea reputación universal.
 
Bécquer va jermanizando la poesía castellana, como Meléndez Valdés, Cienfuegos, y Quintana l'afrancesaron, como Boscán iy Garcilaso la italianizaron. Con sus ideas sencillas, con sus sentimientos sinceros iy particularmente con su espresión parca iy hasta económica, se levanta como un revolucionario para reaccionar contra la intemperancia verbosa de los poetas españoles.
 
Imita sin perder la individualidad; su obra no consiste en traducir con infiel maestría versos de poetas jermánicos, sino en dar al estilo la simpleza, la injenuidad, la trasparencia, la delicada ironía, en una palabra, todo el sabor del ''lied'' alemán. No tiene composiciones que recuerden ''La Romería de Kevlaar, La Maldición del Poeta'' o ''La novia de Corinto''; pero Heine, Uhland iy Goethe no escribieron un lied semejante a la última rima:
 
:''En la imponente nave''
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:''Luz que temblaba en los pintados vidrios.''
 
En algunas ideas, parece alemán lejítimo, se penetra del espíritu jermánico, ve a la mujer como la ven los alemanes, iy si por rezagos místicos se aparta de Heine, por el idealismo se roza con los poetas de Suevia.
 
Cuando escribe:
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:''I entonces comprendí por qué se mata!''
 
deja traslucir al español de buena raza, al hombre que lleva en sus venas sangre de ''García del Castañar'' y del ''Alcalde de Zalamea''. De su viaje ideal por la tierra de Hermann iy Thusnelda regresa con la melancolía, esa flor nacida en las nieves del Norte iy forma la fusión agradable iy estraña de andaluz con alemán.
 
Gracias, tal vez, al buen gusto de su editor iy biógrafo, Bécquer se presenta con leve pero rico bagaje literario iy logra escapar al defecto que Heine reconoció en sus propias obras, la monotonía. Cansa leer de seguido el ''Intermezzo'', el ''Regreso'' iy la ''Nueva Primavera'', por la repetición de lo mismo con diferentes palabras, mientras se lee iy se relee con incesante deleite la diminuta colección de ''Rimas''. ¿Qué poeta o aficionado no las sabe de memoria?
 
Menos irónico iy amargo que Heine, tan melancólico iy apasionado, el poeta español se distingue del alemán por un tinte de resignación iy bondad. Bécquer, herido en el corazón por mano de una mujer, desea curarse con algún bálsamo, se cubre de vendas iy aguarda en la misericordia de algo superior al hombre; todo lo contrario de Heine que rasga las ligaduras de su herida, vierte agua corrosiva en la carne irritada, iy levanta los puños amenazando a Tierra iy Firmamento. Las composiciones de ambos tienen "un dejo de lágrimas iy de amor"; pero en las ''Rimas'' no hai ese abuso de caídas epigramáticas ni esas continuas carcajadas sardónicas que en el autor del ''Intermezzo'' dejeneran en una especie de ''tic'' nervioso. Atenuada, pues, algo tibia i, por decirlo así, más resistible a los ojos españoles, viene la inspiración de Heine después de incidir en el cerebro de Bécquer.
 
La estudiada neglijencia en el lenguaje, la rima jeneralmente asonantada, el ritmo suave aunque un tanto descuidado, hacen de Bécquer un versificador ''sui generis''. No presenta novedades en la estrofa ni en el verso, como las presentan Iriarte, Espronceda, Zorrilla, l'Avellaneda iy Sinibaldo de Mas; pero en lo antiguo ha marcado el sello de su individual. L'asonantada estrofa de cuatro versos, el heptasílabo iy el endecasílabo dirán: por aquí pasó Bécquer.
 
Tiene a veces la ternura de Lamartine iy recuerda la forma escultural iy pictórica de, Théophile Gautier. Algunas de sus composiciones esencialmente gráficas, parecen bultos de mármol o te las de colores. Iy hace mucho con poco trabajo, bastándole unos cuantos malletazos o pinceladas para que la estatua surja del bloque o la figura se destaque del lienzo.
 
En prosa imita los ''Reisebilder'' o ''Cuadros de Viaje'' del mismo Heine, iy aunque en algunas ocasiones nos abruma con arquitectura, como Víctor Hugo en ''Nuestra Señora de París'', sujiere la idea de un Juan Pablo sin nebulosidades de Selva negra o de un Hoffmann sin humo de pipa ni espuma de cerveza. Sus leyendas resisten el paralelo con ''Trilby'' de Nodier.
 
Tanto en verso como en prosa, oculta su arte con maestría sin poner en contradicción al hombre con el escritor; en sus obras palpamos la vida, sentimos los estremecimientos de los músculos iy las vibraciones de los nervios. Posee, como ninguno, el don raro iy envidiable de hacerse amar por sus lectores.
 
Heine iy Bécquer aparecen, pues, como maestro y vulgarizador del jermanismo en España. Vulgarizador, no iniciador, debe llamarse al poeta de las ''Rimas'', porque antes dél se presentan con tendencias a la imitación alemana, Barrantes en las ''Baladas Españolas'' (1853), Augusto Ferrán en la ''Soledad'' (1860) iy Ventura Ruiz Aguilera en el ''Dolor de los Dolores'' (1812). Pero estos jermanistas vinieron temprano, mientras Bécquer asomó en el instante propicio, cuando todos volvían los ojos a Prusia rodeada con el prestijio de sus victorias, cuando el Imperio Alemán acababa de ser proclamado en el castillo de Versailles.
 
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Los que interpretan majistralmente a los alemanes imprimen el cuño español en el oro del Rhin; pero los que traducen al Heine de las traducciones francesas, los que imitan o calcan a Bécquer ¿se penetran del espíritu jermánico? Caminan a tientas, imitan iy calcan por imitar iy calcar; no merecen el calificativo de jermanistas o jermanizantes, sino de teutomaníacos. Sustituyen mal con mal: cambian el intimismo lacrimoso, dejeneracióndegeneración de d'Espronceda iy Zorrilla, con el individualismo nebuloso, dejeneración de Schiller iy Heine.
 
A más de la poesía subjetiva del ''Intermezzo lírico'', abunda en Alemania la poesía objetiva de las baladas. ¿Por qué los jermanistas castellanos no aclimatan en su idioma el objetivismo alemán? ¿Por qué no toman el elemento dramático que predomina en las baladas de Bürger, Schiller, Uhland iy muchas del mismo Heine? Ya que nuestra carece de perspectiva, relieve, claroscuro iy ritmo ¿por qué los poetas no estudian la forma arquitectónica, escultural, pictórica iy musical de Goethe? Sí, Goethe, a pesar de su frialdad marmórea (frialdad esplicable por el dominio del injenio sobre la inspiración), tiene l'avasalladora fuerza del ritmo, iy en sus versos parece realizar imposibles, como un'arquitectura en movimiento, como una música petrificada, como una pintura con palabras.
 
Hai que repetirlo, se imita sin saber cómo ni para qué. De la propensión estravagante a remedar inconsiderablemente, brotan innumerables composiciones híbridas. Al chubasco de las doloras, a la inundación de los sonetos, sigue hoihoy la garúa de las poesías homeopáticas y liliputienses. ¿Qué periódico literario de América o España no encierra dos cuartetas asonantadas, con el indispensable título de ''rima, imitación de un lied'' o ''becquerismo''? ¡Qué disgusto iy hastío no prueba uno al encontrarse con esos abortos embrionarios o monstruos bicéfalos, después de saborear el desbordamiento lírico de un Lamartine o la exuberancia épica de un Víctor Hugo! Si la poesía castellana tiene que reducirse a inepcias iy vaciedades propinadas en dosis infinitesimal, renunciemos de una vez a poetas iy versos.
 
==IV==
 
Si refranes iy cantos populares revelan el nacimiento de las literaturas, las composiciones alambicadas iy pequeñas dan indicios de agotamiento iy caducidad. El hombre anda con pasos cortos en la infancia iy en la vejez. La decadencia se denuncia en el gusto por las bagatelas, no en el naturalismo de un prosador como Zola , ni el ateísmo de un poeta como Richepin.
 
Hai escritos en que el período breve o sentencioso cuadra bien, y nadie se disgusta con las ''Máximas'' de un Vauvenargues ni con los ''Pensamientos'' de un Joubert. ¿A quién no agradan el bíblico iy el paralelismo hebreo de un Lamennais? Las pasiones violentas, los pensamientos delicados, las descripciones a vuelo de pájaro, exijenexigen una poesía de corta dimensión; de ahí que en Grecia todos los escritores proporcionen materiales a la ''l'Antolojía'', desde Homero hasta Platón. Los sonetos entran por miles en Lope de Vega, un madrigal redime del olvido a Gutierre de Cetina iy los epigramas de ocho versos popularizan el nombre de Iglesias. Pero las composiciones fujitivas de los verdaderos poetas son chispas de brillantes o frisos de mármol pentélico, mientras las cuartetas asonantadas de los becqueristas son fragmento de sustancias opacas iy amorfas. Las ''rimas'' distan un paso de los acrósticos, charadas, enigmas, logogrifos, laberintos iy demás productos de las intelijencias que tienen por única actividad el bostezo.
 
En el orden físico, lo muimuy pequeño escapa de los cataclismos merced a su organización tenaz iy relativamente perfecta, iy en literatura, lo muimuy corto iy muimuy bueno vive mucho. Donde perecen la historia iy el poema, se salvan el cuento iy la oda. Las producciones diminutas exijenexigen un pensamiento orijinal iy un estilo en armonía con el asunto: la forma da el mérito; n'olvidemos que sólo por la forma, el carbono se llama unas veces carbón iy otras veces diamante.
 
Si el pensamiento rasa con lo vulgar, si el estilo carece de plasticidad ¿qué nos ofrecen los escritores galojermánicos en su prosa asmática iy en su verso microscópico? La exigüidad en la producción ¿denota economía de fuerzas o impotencia? Las rocas producen liquen porque no tienen sustancia para nutrir al cedro. Los que gozamos con la prosa iy el verso de los maestros podemos alimentarnos con médula de leones ¿por qué someternos al réjimen de los dispépticos, a dieta medida? Si las naciones d'de Europa figuran como los grandes paquidermos del reino intelectual, no representemos en el Perú a los microbios de la literatura.
 
La improvisación pertenece a tribuna iy diario. A oradores iy periodistas se les tolera el atropellamiento en ideas, la escabrosidad en estilo iy hasta la indisciplina gramatical. Verdad que en lo improvisado se cristaliza muchas veces lo mejor iy más orijinal de nuestro injenio, algo como la secreción espontánea de la goma en el árbol; pero, acostumbrándonos al trabajo incorrecto iy precipitado, nos volvemos incapaces de componer obras destinadas a vivir. Lo que poco cuesta, poco dura. Los libros que admiran iy deleitan a la Humanidad, fueron pensados iy escritos en largas horas de soledad iy recojimiento, costaron a sus autores el hierro de la sangre iy el fósforo del cerebro.
 
Cierto que el mundo avanza iy avanza: en la vorájine, de las sociedades modernas, nos sentimos empujados a vivir lijeramente, a pasar desflorando las cosas; n'obstante, disponemos de ocios para leer una novela de Pérez Galdós o presenciar un drama de García Gutiérrez. Felizmente, no ha sonado la hora de reducir el verso a seguidillas iy la prosa a descosidos telegramas. Discernimos todavía que entre un centón de ''rimas'' seudo jermánicas iy una poesía de Quintana o Núñez de Arce, hai la distancia del médano al bloque de mármol. Sabemos que entre la prosa cortada, intercadente iy antifonal iy la prosa de un verdadero escritor no cabe similitud, pues una sucesión de párrafos sin trabazón, desligados, incoherentes, no constituye discurso, así como no forman cadena las series de anillos desabracados iy puestos en fila.
 
No imajinéis, señores, que se desea preconizar la prosa anémica, desmayada iy heteróclita, que toma lo ficticio por natural, el énfasis por magnificencia, la obesidad por robustez; la prosa de inversiones violentas, d'de exhumaciones arcaicas iy de purismos seniles; la prosa de relativos entre relativos, de accidentes que modifican accidentes iy de períodos inconmensurables iy sin unidad; la prosa inventada por académicos españoles que tienden a resucitar el volapuk de la época terciaria; la prosa imitada por ''correspondientes'' americanos que en Venezuela iy Colombia están modificando la valerosa iy progresiva lengua castellana.
 
Entre la lluvia de frases que se ajitan con vertijinoso revoloteo de murciélago iy l'aglomeración de períodos que se mueven con insoportable lentitud de serpiente amodorrada, existe la prosa natural, la prosa griega, la que brota espontáneamente cuando no seguimos las preocupaciones d'de escuela ni adoptamos una manera convencional. Sainte-Beuve aconseja que "se haga lo posible para escribir como se habla, iy nadie s'espresa con períodos elefantinos o desmesurados. Recapacitándolo con madurez, la buena prosa se reduce a conversación de jentes cultas. En ella no hai afeites, remilgamientos ni altisonancias: todo fluye iy se desliza con llaneza, desenfado iy soltura. Los arranques enérjicos sirven de modelo en materia de sencillez o naturalidad, tienen el aire de algo que se le ocurre a cualquiera con sólo cojercoger la pluma.
 
La llamada vestidura majestuosa de la lengua castellana consiste muchas veces en perifollo de lugareña con ínfulas de señorona, en pura fraseología que pugna directamente con el carácter de la época. El público se inclina siempre al escrito que nutre, en vez de sólo hartar, iy prefiere la concisión iy lucidez de un Condillac a la difusión ¡oscuridad de un bizantino. Quien escribe hoihoy iy desea vivir mañana, debe pertenecer al día, a la hora, al momento en que maneja la pluma. Si un autor sale de su tiempo, ha de ser par'adivinar las cosas futuras, no para desenterrar ideas iy palabras muertas.
 
Arcaísmo implica retroceso: a escritor arcaico, pensador retrógrado. Ningún autor con lenguaje avejentado, por más pensamientos juveniles que emplee, logrará nunca el favor del público, porque las ideas del siglo injeridas en estilo vetusto recuerdan las esencias balsámicas inyectadas en las arterias de un muerto: preservan de la fermentación cadavérica; pero no comunican lozanía, calor ni vida. Las razones que Cervantes iy Garcilaso tuvieron para no espresarse como Juan de Mena o Alfonso el Sabio nos asisten hoihoy para no escribir como los hombres de los siglos XVI iy XVIII.
 
Las lenguas no se rejuvenecen con retrogradar a la forma primitiva, como el viejo no se quita las arrugas con envolverse en los pañales del niño ni con regresar al pecho de las nodrizas. Platón decía que "en materia de lenguaje el pueblo era un escelente maestro". Los idiomas se vigorizan iy retemplan en la fuente popular, más que en las reglas muertas de los gramáticos iy en las exhumaciones prehistóricas de los eruditos. De las canciones, refranes iy dichos del vulgo brotan las palabras orijinales, las frases gráficas, las construcciones atrevidas. Las multitudes trasforman las lenguas, como los infusorios modifican los continentes.
 
El purismo no pasa de un'afectación, iy como dice muimuy bien Balmes, Ala afectación es intolerable, iy la peor es la afectación de la naturalidad". En el estilo de los puristas modernos nada se dobla con la suavidad de un'articulación, todo rechina iy tropieza como gozne desengrasado iy oxidado. En el arte se descubre el artificio. Comúnmente se ve a escritores que en una cláusula emplean todo el corte gramatical del siglo XVII, iy en otra varían de fraseo iy cometen imperdonables galicismos de construcción: recuerdan a los pordioseros jóvenes que se disfrazan de viejos baldados, hasta que de repente arrojan las muletas iy caminan con ajilidad iy desembarazo.
 
Los puristas pecan también por oscuros; iy donde no hay nitidez en la elocución, falta claridad en el concepto. Cuando los pensamientos andan confundidos en el cerebro, como serpientes enroscadas en el interior de un frasco, las palabras chocan con las palabras, como lima contra lima. En el prosador de largo aliento, las ideas desfilan bajo la bóveda del cráneo, como hilera de palomas blancas bajo la cúpula de un templo, iy períodos fáciles suceden a períodos naturales, como vibraciones de lámina de bronce sacudida por manos de un coloso.
 
El escritor ha de hablar como todos hablamos, no como un Apolo que pronuncia oráculos anfibolójicos ni como una esfinje que propone enigmas indescifrables. ¿Para qué hacer gala de un vocabulario inusitado iy estravagante? ¿Para qué el exajerado lujo en los modismos que imposibilitan o dificultan mucho la traducción? ¿Para qué un lenguaje natural en la vida iy un lenguaje artificial en el libro? El terreno del amaneramiento iy ampulosidad es ocasionado a peligros: quien vacila como Solís puede resbalar como el Conde de Toreno iy caer como frai Jerundio de Campazas.
 
Ni en poesía de buena ley caben atildamientos pueriles, retóricas de estudiante, estilo enrevesado ni trasposiciones quebradizas: poeta que s'enreda en hipérbaton forzado hace pensar en el viajero que rodea en busca de puente, porque no encuentra vado y se intimida con el río. Toda licencia en el verso denuncia impotencia del versificador. Molière tiene derecho a llamarse el poeta cómico de los tiempos modernos, iy ¿en qué se distingue el verso de Molière? Frai Luis de León brilla entre los mayores poetas líricos d'de España, iy ¿en qué se distingue el verso de frai Luis León? "Repito, esclama Hermosilla, que en los mejores versos de Garcilaso, Herrera, aunque fue más atrevido, los Argensolas, Rioja y demás, no hay arcaísmos ni licencias, ni las necesitan para bellísimos, como en efecto lo son".
 
Media enorme distancia entre versificador iy poeta: el versificador muele, tamiza iy espolvorea palabras; el poeta forja ritmos como los Cíclopes majaban el hierro, iy arroja ideas grandiosas como los Titanes fulminaban peñascos. Los maestros claudican también: Víctor Hugo iy Quevedo son antitéticos; Goethe iy Dante, secos y oscuros; Lamartine, pampanoso; Lope de Vega, incorrecto; Calderón gonórico; Quintana, hinchado; Campoamor, prosaico; pero ninguno incurre en afeminamientos: caen a veces como gladiador fatigado, nunca se desmayan como cortesano sin virilidad.
 
==V==
 
Góngora, Cienfuegos iy Zorrilla, tres pecadores impenitentes de la literatura castellana, pero también tres verdaderos poetas, dan ejemplo de innovadores iy hasta revolucionarios. Algo semejante realizan en las sagas nacionales los autores del ''Romancero''; en la novela, Cervantes; en el teatro, Lope de Vega, Calderón iy Echegaray. Se diría que los injenios españoles llevan en sus entrañas todo el calor iy toda la rebeldía de los vientos africanos. Bárbaros si se quiere, pero bárbaros libres. Por eso el clasicismo de Racine iy Boileau no pudo arraigar en España, que se manifestó romántica con Lope de Vega iy Calderón, antes que Alemania pon Tieck iy Schlegel, antes que Francia con Madame Stael iy Chateaubriand. España tuvo por ley: ortodoja en religión, heterodoja en literatura.
 
Basados, pues, en la tradición de independencia literaria, que puede remontarse hasta los poetas ibérico-latinos como Séneca iy Lucano, dejemos las andaderas de la infancia iy busquemos en otras literaturas nuevos elementos iy nuevas impulsiones. Al espíritu de naciones ultramontanas iy monárquicas prefiramos el espíritu libre iy democrático del Siglo.
 
Volvamos los ojos a los autores castellanos, estudiemos sus obras maestras, enriquezcamos su armoniosa lengua; pero recordemos constantemente que la dependencia intelectual d'de España significaría para nosotros la indefinida prolongación de la niñez. Del español nos separan ya las influencias del clima, los cruzamientos etnográficos, el íntimo roce con los europeos, la educación afrancesada iy 64 años de tempestuosa vida republicana. La inmigración de los estranjeros no viene al Perú como ráfaga momentánea, sino como atmósfera estable que desaloja a ;'atmósfera española iy penetra en nuestros pulmones modificándonos física iy moralmente. Vamos perdiendo ya el desapego a la vida, desapego tan marcado en los antiguos españoles, iy nos contajiamos con la tristeza jemebunda que distingue al indíjena peruano.
 
No hablamos hoihoy como hablaban los conquistadores: las lenguas americanas nos proveen de neolojismos que usamos con derecho, por no tener equivalentes en castellano, por espresar ideas esclusivamente nuestras, por nombrar cosas íntimamente relacionadas con nuestra vida. Hasta en la pronunciación ¡cuánto hemos cambiado! Tendemos a eludir la ''n'' en la partícula ''trans'', iy a cambiar por ''s'' la ''x'' de la preposición latina ''ex'', antes de consonante, en principio de vocablo. Señores, el que habla en este momento ¿qué sería en alguna academia de Madrid? Casi un bárbaro, que pronuncia la ''ll'' como la ''y'', confunde la ''b'' con la ''v'' iy no distingue la ''s'' de la ''z'' ni de la ''c'' en sus sonidos suaves.
 
Cien causas actúan sobre nosotros para diferenciarnos de nuestros padres: sigamos el empuje, marchemos hacia donde el siglo nos impele. Los literatos del Indostán fueron indostánicos, los literatos de Grecia fueron griegos, los literatos de América iy del siglo XIX seamos americanos iy del siglo XIX. Iy no tomemos por americanismo la prolija enumeración de nuestra fauna iy de nuestra flora o la minuciosa pintura de nuestros fenómenos meteorolojicos, en lenguaje saturado de provincialismos ociosos iy rebuscados. La nacionalidad del escritor se funda, no tanto en la copia fotográfica del escenario (casi el mismo en todas partes), como en la sincera espresión del yo iy en la exacta figuración del medio social. Valmiki iy Homero no valen porque hayan descrito amaneceres en el Ganjes o noches de luna en el Pireo, sino porque evocan dos civilizaciones muertas.
 
Inútil resultaría la emancipación política, si en la forma nos limitáramos al exajerado purismo de Madrid, si en el fondo nos sometiéramos al ''Syllabus'' de Roma. Despojándonos de la tendencia que nos induce a preferir el follaje de las palabras al fruto de las ideas, iy el repiqueteo del consonante a la música del ritmo, pensemos con la independencia jermánica iy espresémonos en prosa como la prosa francesa o en verso como el verso inglés. A otros pueblos iy otras épocas, otros gobiernos, otras relijiones, otras literaturas.
 
Acabemos ya el viaje milenario por rejiones de idealismo sin consistencia iy regresemos al seno de la realidad, recordando que fuera de la Naturaleza no hai más que simbolismos ilusorios fantasías mitolójicas, desvanecimientos metafísicos. A fuerza de ascender a cumbres enrarecidas, nos estamos volviendo vaporosos, aeriformes: solidifiquémonos! Más vale ser hierro que nube.
 
Las Matemáticas, las Ciencias Naturales iy la Industria nada envidian a los siglos pasados: sólo la Literatura iy el Arte claman por que venga un soplo del antiguo mundo helénico a perfumar de ambrosía el Universo, a desvanecer las místicas alucinaciones del fanatismo católico iy a rehabilitar la materia injustamente vilipendiada por las hipocresías del tartufo.
 
Arrostrando el neolojismo, el estranjerismo o el provincialismo, que rejuvenecen iy enriquecen el idioma, rompiendo el molde convencional de la forma cuando lo exijan las ideas y no profesando más relijión literaria que el respeto a la lójica, dejemos las encrucijadas de un sistema esclusivista iy marchemos por el ancho iy luminoso camino del Arte libre. No acatemos como oráculo el fallo de autoridades, sean quienes fueren, ni temamos atacar errores divinizados por muchedumbres inconscientes: lo único infalible, la Ciencia; lo único inviolable, la verdad.
 
Lejos de aquí los teóricos iy soñadores que trazan demarcaciones entre ciudadanos iy poeta. ¡Cómodo recurso par'almacenar fuerza iy ahorrar vida mientras los buenos iy sencillos se afanan, luchan iy mueren por nosotros! Contra un Arquíloco iy un Horacio, que arrojan el escudo iy huyen del combate, protestan un Garcilaso en Frejus, iy un Cervantes en Lepanto. Jenio de poeta, jenio de acción. Ercilla escribe en la noche lo que pelea en el día, Byron envidia las victorias de Bonaparte iy corre a morir en Mesolonghi. Espronceda sube a las barricadas de París. Cuando Ugo Fóscolo nos habla del "espíritu guerrero que ruje en sus entrañas", descubre al hombre inspirado iy no se confunde con el simple aglomerador de consonantes. El poeta lejítirno se parece al árbol nacido en la cumbre de un monte: por las ramas, que forman la imajinación, pertenece a las nubes; por las raíces, que constituyen los afectos, se liga con el suelo.
 
Si los hombres de ayer trabajaron por nosotros, los de hoy estamos obligados a trabajar por los de mañana. Contamos con un acreedor, el porvenir. ¡Que nuestros poetas, en vez de pasar como interminable procesión de resucitadas plañideras que se dirigen a la danza macabra, desfilen como legiones de hombres que llevan en su corazón el fuego de las pasiones fecundas; en sus labios, el presagio de la victoria; en sus mejillas, el color de la sangre, es decir, el tinte de la juventud, del amor y de las rosas! ¡Que nuestros Prosadores, en lugar de afeminarse o enervarse con prosa cortesana y enfermiza, usen la prosa leal y sana, prefiriendo al crepúsculo de las sectas, el día sin nubes de la Razón, viendo más allá del círculo estrecho de familia y patria el horizonte de la Humanidad!
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Digan lo que digan las mediocridades importantes y descontentadizas, nuestro público leyó todo lo digno de leerse, y los Gobiernos costearon o colmaron de beneficios a los autores. Con pocas y voluntarias exclusiones, ¿qué peruano de clara inteligencia no fue profesor de universidad, diputado, ministro, vocal de una corte, agente financiero en Europa, cónsul o plenipotenciario? Quizá sufrimos dos calamidades: la protección oficial y desproporcionada al libro fósil o hueco, y el acaparamiento de los cargos públicos por las medianías literarias.
 
Acusar a su país de ingratitud, recurso de ineptos y negligentes. Escondamos luz en el cráneo, y llegaremos a la cumbre porque la inteligencia, con la virtud ascendente del hidrógeno en el globo, sube dejando en las capas inferiores a la aristocracia de la sangre y a la aristocracia del dinero. Hoy el camino está llano para todos, hoihoy la imprenta se abre para todos, todos pueden hablar y mostrarse como son. Si hay sabios ocultos, que nos descubran su sabiduría; si hay literatos eminentes, que nos enseñen sus producciones; si hay políticos de amplio vuelo, que nos desenvuelvan sus planes; si hay guerreros invencibles, que nos desarrollen su táctica y estrategia; si hay industriales ingeniosos, que nos patenticen sus descubrimientos o aplicaciones. No creamos en genios mudos ni en modestias sobrehumanas: quien no alza la voz en el certamen del Siglo, es porque nada tiene que decir. No arguyan con obstáculos insuperables: el hombre de talento sólido, como el César de buena raza, atraviesa el Rubicón.
 
En fin, señores: el filósofo y economista Saint-Simon mantenía un criado que al rayar la aurora le despertaba repitiendo:--"levántese usted, señor conde, porque tiene muy grandes cosas que hacer". ¡Ojalá nuestras sociedades científicas, literarias y artísticas se unieran para decir constantemente al Perú: Abre los ojos, deja la horrorosa pesadilla de sangre, porque el Siglo avanza con pasos gigantescos, y tiene mucho camino que recorrer, y mucha herida que restañar, y mucha ruina que reconstruir!