Diferencia entre revisiones de «Nazarín/Segunda parte/V»

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'''Segunda Parte'''
 
'''== '''V ==''' ==
 
Al cuarto de hora de salir la diabólica mujer de la vivienda de don Nazario, ya era ésta un horno, y las llamas se paseaban por el recinto estrecho devorando cuanto encontraban. Acudieron aterrados los vecinos; pero antes de que trajeran los primeros cubos de agua, providencia elemental contra incendios leves, ya por la ventana salía una bocanada de fuego y humo que no dejaba acercarse a ningún cristiano. Corrían los inquilinos de aquí para allá, y subían y bajaban sin saber qué partido tomar; las mujeres chillaban, los hombres maldecían. Hubo un momento en que las llamas parecieron extinguirse o achicarse dentro de la estancia, y algunos se aventuraron a entrar por la escalerilla del portal, y otros derramaron cántaros de agua por la ventana del corredor. Con una buena bomba, bien cebada de agua, habríase cortado el incendio en aquel instante; pero mientras llegaba el socorro de bombas y bomberos, tiempo había para arder toda la casa y achicharrarse en ella sus habitantes si no se daban prisa a ponerse a salvo. A la media hora vieron que salían velloncitos de humo por entre las tejas (el piso era principal y sotabanco, todo en una pieza), y ya no quedó duda de que se había extendido el fuego solapadamente a las vigas altas. ¿Y las bombas? ¡Ay, Dios mío! Cuando llegó la primera, ya ardían como zarzal reseco la desvencijada techumbre, y el corredor, y el ala norte del patio. Creyérase que toda aquella construcción era yesca salpimentada de pólvora; el fuego se cebaba en ella famélico y brutal, la devoraba; ardían las maderas apolilladas, el yeso mismo y hasta el ladrillo, pues todo se hallaba podrido y desecho, con una costra de mugre secular. Ardían con gana, con furor. La combustión era un júbilo del aire, que daba en obsequio de sí mismo función de pirotecnia.