Diferencia entre revisiones de «Las metamorfosis: Libro X»

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== Mirra (298 - 501) ==
 
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«Nacido de ella aquel fue, quien, si sin descendencia hubiese sido,
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¿Qué calcule más allá? Ciertamente tu fortuna y tu casa 400
a salvo y en su curso está: viven tu madre y tu padre».
Mirra, su padre al oír, suspiros sacó de lo hondo
Mirra, su padre al oír, suspiros sacó de lo hondo de su pecho, y la nodriza, como todavía no concibe en su mente ninguna abominación, sí presiente, aun así, algún amor, y en su propósito tenaz, cualquier cosa que ello sea le ruega que a ella 405 revele y en su regazo de anciana, llorando ella, la levanta y así rodeando con sus débiles brazos su cuerpo: «Lo sentimos», dice: «estás enamorada. También en esto, deja tu temor, mi diligencia te será útil y no notará nunca tal tu padre». Saltó de su regazo furibunda y hundió 410 en su cama el rostro; al apremiarla: «Retírate o cesa», dijo, «de preguntarme de qué sufro: un crimen es lo que por saber te afanas». Se horroriza la anciana y sus temblorosas manos, de los años y del miedo, le tiende y ante los pies suplicante se postra, de su ahijada, y ya la enternece, ya, si no la hace cómplice, 415 la aterra y con la delación de su lazo y de la emprendida muerte la amenaza, y su servicio le promete para ese amor, siéndole a ella confiado. Saca ella su cabeza y de sus lágrimas llenó, brotadas, el pecho de la nodriza, e intentando muchas veces confesar, muchas veces contiene su voz, y su pudoroso rostro con sus vestidos 420 tapó y: Oh», dijo, «madre, feliz de tu esposo». Hasta aquí, y sollozaba. Helado, en los miembros de la nodriza y en sus huesos, pues lo sintió, penetra un temblor y blanca en toda su cabeza su canicie se irguió, rígidos sus cabellos y muchas cosas para que expulsara sus siniestros -si pudiera- amores 425 añadió. Mas la doncella sabe que no falsas cosas le aconseja: decidida a morir aun así está si no posee su amor. «Vive», le dice ella, «poseerás a tu» y no osando decir padre calló, y sus promesas con una divinidad confirma. «Las fiestas de la piadosa Ceres, anuales, celebraban las madres, 430 aquéllas, en que con nívea veste velando sus cuerpos, las primicias dan de sus cosechas, de espiga en guirnaldas, y por nueve noches la Venus y los contactos masculinos entre las cosas vedadas se numeran. En la multitud esa Cencreide, del rey la esposa, se halla y los arcanos sacrificios frecuenta. 435 Así pues, de su legítima esposa mientras vacío está su lecho, al encontrarse ella muy cargado de vino a Cíniras, mal diligente la nodriza, con un nombre mentido, verdaderos le expone unos amores y su faz alaba; al preguntársele de la doncella los años: «Pareja», dice, «es a Mirra». A la cual, después que conducirla a su presencia 440
de su pecho, y la nodriza, como todavía no concibe en su mente
ninguna abominación, sí presiente, aun así, algún amor,
y en su propósito tenaz, cualquier cosa que ello sea le ruega que a ella 405
revele y en su regazo de anciana, llorando ella, la levanta
y así rodeando con sus débiles brazos su cuerpo:
«Lo sentimos», dice: «estás enamorada. También en esto, deja tu temor,
mi diligencia te será útil y no notará nunca
tal tu padre». Saltó de su regazo furibunda y hundió 410
en su cama el rostro; al apremiarla: «Retírate o cesa», dijo,
«de preguntarme de qué sufro: un crimen es lo que por saber te afanas».
Se horroriza la anciana y sus temblorosas manos, de los años y del miedo,
le tiende y ante los pies suplicante se postra, de su ahijada,
y ya la enternece, ya, si no la hace cómplice, 415
la aterra y con la delación de su lazo y de la emprendida muerte
la amenaza, y su servicio le promete para ese amor, siéndole a ella confiado.
Saca ella su cabeza y de sus lágrimas llenó, brotadas,
el pecho de la nodriza, e intentando muchas veces confesar,
muchas veces contiene su voz, y su pudoroso rostro con sus vestidos 420
tapó y: Oh», dijo, «madre, feliz de tu esposo».
Hasta aquí, y sollozaba. Helado, en los miembros de la nodriza
y en sus huesos, pues lo sintió, penetra un temblor y blanca en toda
su cabeza su canicie se irguió, rígidos sus cabellos
y muchas cosas para que expulsara sus siniestros -si pudiera- amores 425
añadió. Mas la doncella sabe que no falsas cosas le aconseja:
decidida a morir aun así está si no posee su amor.
«Vive», le dice ella, «poseerás a tu» y no osando decir
padre calló, y sus promesas con una divinidad confirma.
«Las fiestas de la piadosa Ceres, anuales, celebraban las madres, 430
aquéllas, en que con nívea veste velando sus cuerpos,
las primicias dan de sus cosechas, de espiga en guirnaldas,
y por nueve noches la Venus y los contactos masculinos
entre las cosas vedadas se numeran. En la multitud esa Cencreide,
del rey la esposa, se halla y los arcanos sacrificios frecuenta. 435
Así pues, de su legítima esposa mientras vacío está su lecho,
al encontrarse ella muy cargado de vino a Cíniras, mal diligente la nodriza,
con un nombre mentido, verdaderos le expone unos amores
y su faz alaba; al preguntársele de la doncella los años:
«Pareja», dice, «es a Mirra». A la cual, después que conducirla a su presencia 440
se le ordenó y cuando volvió al palacio: «Alégrate», dijo, «mi ahijada:
hemos vencido». Infeliz, no en todo su pecho siente
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llora aun así, y tibias manan del árbol gotas.
Tienen su honor también las lágrimas y destilada de su corteza la mirra 500
el nombre de su dueña mantiene y en ninguna edad de ella se callará.
 
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== Venus y Adonis. I (502 - 558) ==