Diferencia entre revisiones de «La imperfecta casada»

Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
Sin resumen de edición
Línea 3:
 
 
ConMariquita pretensiónVarela, casta esposa de FénixFernando Osorio, notaba que de algún tiempo encendidasa aquella parte se iba haciendo una sabia sin haber puesto en ello empeño, ni pensado en sacarle jugo de ninguna especie a la sabiduría. Era el caso, que, desde que los chicos mayores, Fernandito y Mariano, se habían hecho unos hombrecitos y se acostaban solos y pasaban gran parte del día en el colegio, a ella le sobraba mucho tiempo, después de cumplir todos sus deberes, para aburrirse de lo lindo; y por no estarse mamo sobre mano, pensando mal del marido ausente, sólo ocupada en acusarle y perdonarle, todo en la pura fantasía, había dado en el prurito de leer, cosa en ella tan nueva, que al principio le hacía gracia por lo rara.
Mariquita Varela, casta esposa de Fernando Osorio, notaba que de algún tiempo a aquella{{encabezado|Afectos varios de su corazón, fluctuando en las ondas de los cabellos de Lisi|[[Francisco de Quevedo]]}}
 
 
En crespa tempestad del oro undoso <br>
Nada golfos de luz ardiente y pura <br>
Mi corazón, sediento de hermosura, <br>
Si el cabello deslazas generoso. <br>
 
 
Leandro, en mar de fuego proceloso, <br>
Su amor ostenta, su vivir apura; <br>
Ícaro, en senda de oro mal segura, <br>
Arde sus alas por morir glorioso. <br>
 
 
Con pretensión de Fénix encendidas parte se iba haciendo una sabia sin haber puesto en ello empeño, ni pensado en sacarle jugo de ninguna especie a la sabiduría. Era el caso, que, desde que los chicos mayores, Fernandito y Mariano, se habían hecho unos hombrecitos y se acostaban solos y pasaban gran parte del día en el colegio, a ella le sobraba mucho tiempo, después de cumplir todos sus deberes, para aburrirse de lo lindo; y por no estarse mamo sobre mano, pensando mal del marido ausente, sólo ocupada en acusarle y perdonarle, todo en la pura fantasía, había dado en el prurito de leer, cosa en ella tan nueva, que al principio le hacía gracia por lo rara.
 
Leía cualquier cosa. Primero la emprendió con la librería del oficioso esposo, que era médico; pero pronto se cansó del espanto, de los horrores que consiente el padecer humano, y mucho más de los escándalos técnicos, muchos de ellos pintados a lo vivo en grandes láminas de que la biblioteca de Osorio era rico museo.