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uniéndose pacífica y legalmente con Portugal, su hermana, comprando ó conquistando á Gibraltar tarde ó temprano, y extendiéndose por la vecina costa de África. Pero también puede quedar reducida á nulidad vergonzosa, ejecutándose en todo ó en parte aquel antiguo pensamiento de los Bonapartes, que era traer al Ebro la frontera francesa, y, dando á Portugal la Galicia, repartir la Península entre dos coronas casi iguales en poderío. La sabiduría del trono, el patriotismo de la nación, el espíritu de libertad y de gloria, pueden lograr lo primero. La torpeza de los que manden y el envilecimiento de los que obedezcan pueden traernos á lo segundo. Y no hay tanto que esperar como se piensa, porque el mapa de Europa va á constituirse de nuevo.» Eran críticos momentos para la patria, críticos instantes para él mismo aquellos en que el autor de los presentes {{may|Apuntes}} escribía tales palabras. Precisamente el movimiento lógico de las ideas y de las afinidades políticas le había traído á ser entonces uno de los que seguían la suerte y los pensamientos políticos del actual vencedor de Marruecos. Dos cosas presentía ya el obscuro escritor de aquel tiempo: la una, que en medio de las difíciles circunstancias políticas de la época, los nuevos destinos de España estaban próximos á ser iniciados, con buena ó con triste fortuna; la otra, que hoy callaría si no la hubiese dejado entender sobradamente en la ocasión referida, que sólo el sistema político que á la sazón representaba el conde de Lucena, podía poner al país en disposición de acometer empresas grandes con medianas probabilidades de buen éxito. No han engañado al autor ninguno de estos dos presentimientos, y si los recuerda ahora, no es por alarde de {{guión|previ-|previsión}}
uniéndose pacífica y legalmente con Portugal, su hermana, comprando ó conquistando á Gibraltar tarde ó temprano, y extendiéndose por la vecina costa de África. Pero también puede quedar reducida á nulidad vergonzosa, ejecutándose en todo ó en parte aquel antiguo pensamiento de los Bonapartes, que era traer al Ebro la frontera francesa, y, dando á Portugal la Galicia, repartir la Península entre dos coronas casi iguales en poderío. La sabiduría del trono, el patriotismo de la nación, el espíritu de libertad y de gloria, pueden lograr lo primero. La torpeza de los que manden y el envilecimiento de los que obedezcan pueden traernos á lo segundo. Y no hay tanto que esperar como se piensa, porque el mapa de Europa va á constituirse de nuevo.» Eran críticos momentos para la patria, críticos instantes para él mismo aquellos en que el autor de los presentes {{may|Apuntes}} escribía tales palabras. Precisamente el movimiento lógico de las ideas y de las afinidades políticas le había traído á ser entonces uno de los que seguían la suerte y los pensamientos políticos del actual vencedor de Marruecos. Dos cosas presentía ya el obscuro escritor de aquel tiempo: la una, que en medio de las difíciles circunstancias políticas de la época, los nuevos destinos de España estaban próximos á ser iniciados, con buena ó con triste fortuna; la otra, que hoy callaría si no la hubiese dejado entender sobradamente en la ocasión referida, que sólo el sistema político que á la sazón representaba el conde de Lucena, podía poner al país en disposición de acometer empresas grandes con medianas probabilidades de buen éxito. No han engañado al autor ninguno de estos dos presentimientos, y si los recuerda ahora, no es por alarde de {{guion|previ-|previsión}}