Diferencia entre revisiones de «Ovidio Metamorfosis II»

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Línea 425:
(pues enconado está) y su hijo les objeta e imputa a ellos. 400 </poem>
===== Júpiter y Calisto ===== Mas el padre omnipotente las ingentes murallas del cielo rodea y que nada vacilante por las fuerzas del fuego se derruya explora. Lo cual, después de que firme y con su reciedumbre propia que está ve, las tierras y los trabajos de los hombres escruta. El de la Arcadia suya, con todo, es su más desmedido 405 cuidado, y sus fontanas y, las que todavía no osaban bajar, sus corrientes restituye, da a la tierra gramas, fronda a los árboles, y dañadas ordena reverdecer a las selvas. Mientras vuelve y va incesante, en una virgen nonacrina se fijó, y encajados caldearon bajo sus huesos unos fuegos. 410 No era de ella obra la lana mullir tirando ni de posición variar el cabello; cuando un broche su vestido, una cinta sujetara blanca su descuidado pelo, y ora una leve en la mano jabalina, ora tomara el arco, un soldado era de Febe, y no al Ménalo tocó alguna 415 más grata que ella a la Trivia. Pero ninguna potencia larga es. Más allá de medio su espacio el sol alto tenía, cuando alcanza ella un bosque que ninguna edad había cortado. Despojó aquí de su hombro la aljaba y los flexibles arcos destensó, y en el suelo, que cubriera la hierba, yacía, 420 y su pinta aljaba, con su cuello puesto, ella hundía.
===== Júpiter y Calisto =====
Júpiter cuando la vio, cansada y de custodia libre, 'Este hurto, ciertamente, la esposa mía no sabrá' dice, 'o si lo vuelve a saber, son, oh, son unas disputas por tanto Al punto se viste de la faz y el atuendo de Diana 425 y dice 'Oh, de las acompañantes, virgen, mías parte una, ¿en cuáles has cazado sierras?' Del césped la virgen se levanta y 'Salud, numen a mi juicio' dijo, 'aunque lo oiga él mismo, mayor que Júpiter.' Ríe y oye, y de que a él a sí mismo se prefiera goza y besos le une 430 ni moderados bastante ni que así una virgen deba dar. En qué espesura cazado hubiera a la que a narrar se disponía, la impide él con su abrazo y no sin crimen se delata. Ella, ciertamente, en contra, cuanto, solo una mujer, pudiera (ojalá lo contemplaras, Saturnia, más compasiva serías), 435 ella, ciertamente, lucha, pero ¿a quién vencer una muchacha, o quién a Júpiter podría? Al éter de los altísimos acude vencedor
<poem> Mas el padre omnipotente las ingentes murallas del cielo
Júpiter: para ella causa de odio el bosque es y la cómplice espesura, de donde, su pie al retirar, casi se olvidó de su aljaba coger con las flechas y el que había colgado arco. 440 He aquí que de su coro acompañada Dictina por el alto Ménalo entrando, y de su matanza orgullosa de fieras, la vio a ella y vista la llama: llamada ella rehúye y temió a lo primero que Júpiter no estuviera en ella, pero después de que al par a las ninfas avanzar vio, 445 sintió que no había engaños y al número accedió de ellas. ¡Ay, cuán difícil es el crimen no delatar con el rostro! Apenas los ojos levanta de la tierra, y no, como antes solía, junta al costado de la diosa está, ni de toda la fila es la primera, sino calla, y da signos con su rubor de su dañado pudor 450 y, salvo porque virgen es, podría sentir Diana en mil señales su culpa (las ninfas que lo notaron refieren). En su orbe noveno resurgían de la luna los cuernos, cuando, de la cacería bajo las fraternas llamas lánguida, alcanzó un bosque helado la diosa, desde el cual, con su murmullo bajando, 455 iba y sus trilladas arenas viraba un río. Cuando esos lugares alabó, lo alto con el pie tocó de sus ondas. Estas también alabadas, 'Lejos queda,' dijo, 'árbitro todo: desnudos, sumergidos en las linfas, bañemos nuestros cuerpos.' La Parráside enrojeció; todas sus coberturas dejan; 460 una demoras busca: a la que dudaba su vestido quitado le fue, el cual dejado, se hizo patente, con su desnudo cuerpo, el crimen. A ella, atónita, y con sus manos el útero esconder queriendo, 'Vete lejos de aquí,' le dijo Cintia, 'y estas sagradas fuentes no manches,' y de su unión le ordenó separarse. 465 Había sentido esto hacía tiempo la matrona del gran Tonante, y había diferido graves hasta idóneos tiempos los castigos. Causa de demora ninguna hay, y ya el niño Árcade (esto mismo dolió a Juno) había de su rival nacido. Al cual, nada más volvió, junto con la mirada, su salvaje mente, 470 'Claro es que esto también restaba, adúltera,' dijo, 'que fecunda fueras y se hiciera tu injuria por tu parto conocida y del Júpiter mío testimoniado el desdoro fuera. No impunemente lo llevarás: pues te arrancaré a ti la figura con la que a ti misma, y con la que complaces a nuestro, importuna, marido,' 475 dijo, y de su opuesta frente prendiéndole los cabellos, la postra en el suelo de bruces. Tendía sus brazos suplicantes: sus brazos empezaron en negros a erizarse vellos y a curvarse sus manos y a crecer en combadas uñas y el servicio de pies a cumplir, y alabada un día 480 su cara por Júpiter, a hacerse deforme en una ancha comisura, y para que sus súplicas los ánimos y sus palabras suplicantes no dobleguen, el poder hablar le es arrancado: una voz iracunda y amenazadora y llena de terror de su ronca garganta sale. Su mente antigua, en cambio, permanecio en ella, también osa hecha, 485 y con su asiduo gemido atestiguando sus dolores, cuales son, sus manos al cielo y a las estrellas alza, e ingrato a Júpiter, aunque no pueda decirlo, siente. ¡Ay, cuántas veces, no osando descansar en la sola espesura, delante de su casa y, otro tiempo suyos, erró por los campos! 490 ¡Ay, cuántas veces por las rocas los ladridos de los perros la llevaron, y la cazadora por el miedo de los cazadores aterrada huyó! Muchas veces fieras se escondió al ver, olvidada de qué era, y, la osa, de ver en los montes osos se horrorizó, y temió a los lobos, aunque su padre estuviese entre ellos. 495 He aquí que su prole, desconocedor de su Licaonia madre, Árcade llega, tres veces sus quintos casi cumpleaños hechos, y mientras fieras persigue, mientras los sotos elige aptos y de nodosas mallas las espesuras del Erimanto rodea, cae sobre su madre, la cual se detuvo a Árcade al ver 500 y como aquella que lo conociera se quedó. Él rehúye, y de quien inmóviles sus ojos en él sin fin tenía, ignorante, tuvo miedo y a la que más cerca avanzar ansiaba hubiera atravesado el pecho con una heridora flecha. Lo evitó el omnipotente, y al par a ellos y la abominación 505 contuvo, y, al par, arrebatados por el vacío gracias al viento, los impuso en el cielo y vecinas estrellas los hizo. Se inflamó Juno después de que entre las estrellas su rival fulgió, y descendió hacia las superficies hasta la cana Tetis y el Océano viejo, cuya reverencia conmueve 510 a menudo a los dioses, y cuando la causa de su ruta preguntaban dice: '¿Preguntáis por qué, reina de los dioses, de las etéreas sedes aquí vengo?: en mi lugar tiene otra el cielo. Miento si cuando oscuro la noche haya hecho el orbe, recién honoradas -mis heridas- con el supremo cielo, 515 no vierais unas estrellas allí, donde el círculo último, por su espacio el más breve, el eje postrero rodea. ¿Y en verdad habrá alguien que a Juno herir no quiera y ofendida le trema, la que sola beneficio daño haciendo? ¡Oh, yo, qué cosa grande he hecho! ¡Cuán vasta la potencia nuestra es! 520 Ser humana le veté: hecha fue diosa. Así yo los castigos a los culpables impongo, así es mi gran poder. Que le reclame su antiguo aspecto y los rasgos ferinos detraiga, lo cual antes en la argólica Forónide hizo. ¿Por qué no también, expulsada Juno, la lleva 525 y la coloca en el tálamo y por suegro a Licaón toma? Mas vosotros, si os mueve el desprecio de vuestra herida ahijada, del abismo azul vetad a los Siete Triones, y esas estrellas, en el cielo en pago de un estupro recibidas, rechazad, para que no se bañe en la superficie pura una adúltera.' 530 Los dioses del mar habían asentido: con su manejable la Saturnia carro ingresa en el fluente éter con sus pavones pintados.
rodea y que nada vacilante por las fuerzas del fuego
 
se derruya explora. Lo cual, después de que firme y con su reciedumbre
propia que está ve, las tierras y los trabajos de los hombres
escruta. El de la Arcadia suya, con todo, es su más desmedido 405
cuidado, y sus fontanas y, las que todavía no osaban bajar,
sus corrientes restituye, da a la tierra gramas, fronda
a los árboles, y dañadas ordena reverdecer a las selvas.
Mientras vuelve y va incesante, en una virgen nonacrina
se fijó, y encajados caldearon bajo sus huesos unos fuegos. 410
No era de ella obra la lana mullir tirando
ni de posición variar el cabello; cuando un broche su vestido,
una cinta sujetara blanca su descuidado pelo,
y ora una leve en la mano jabalina, ora tomara el arco,
un soldado era de Febe, y no al Ménalo tocó alguna 415
más grata que ella a la Trivia. Pero ninguna potencia larga es.
Más allá de medio su espacio el sol alto tenía,
cuando alcanza ella un bosque que ninguna edad había cortado.
Despojó aquí de su hombro la aljaba y los flexibles arcos
destensó, y en el suelo, que cubriera la hierba, yacía, 420
y su pinta aljaba, con su cuello puesto, ella hundía.
Júpiter cuando la vio, cansada y de custodia libre,
'Este hurto, ciertamente, la esposa mía no sabrá' dice,
'o si lo vuelve a saber, son, oh, son unas disputas por tanto
Al punto se viste de la faz y el atuendo de Diana 425
y dice 'Oh, de las acompañantes, virgen, mías parte una,
¿en cuáles has cazado sierras?' Del césped la virgen
se levanta y 'Salud, numen a mi juicio' dijo,
'aunque lo oiga él mismo, mayor que Júpiter.' Ríe y oye,
y de que a él a sí mismo se prefiera goza y besos le une 430
ni moderados bastante ni que así una virgen deba dar.
En qué espesura cazado hubiera a la que a narrar se disponía,
la impide él con su abrazo y no sin crimen se delata.
Ella, ciertamente, en contra, cuanto, solo una mujer, pudiera
(ojalá lo contemplaras, Saturnia, más compasiva serías), 435
ella, ciertamente, lucha, pero ¿a quién vencer una muchacha,
o quién a Júpiter podría? Al éter de los altísimos acude vencedor
Júpiter: para ella causa de odio el bosque es y la cómplice espesura,
de donde, su pie al retirar, casi se olvidó de su aljaba
coger con las flechas y el que había colgado arco. 440
He aquí que de su coro acompañada Dictina por el alto
Ménalo entrando, y de su matanza orgullosa de fieras,
la vio a ella y vista la llama: llamada ella rehúye
y temió a lo primero que Júpiter no estuviera en ella,
pero después de que al par a las ninfas avanzar vio, 445
sintió que no había engaños y al número accedió de ellas.
¡Ay, cuán difícil es el crimen no delatar con el rostro!
Apenas los ojos levanta de la tierra, y no, como antes solía,
junta al costado de la diosa está, ni de toda la fila es la primera,
sino calla, y da signos con su rubor de su dañado pudor 450
y, salvo porque virgen es, podría sentir Diana
en mil señales su culpa (las ninfas que lo notaron refieren).
En su orbe noveno resurgían de la luna los cuernos,
cuando, de la cacería bajo las fraternas llamas lánguida,
alcanzó un bosque helado la diosa, desde el cual, con su murmullo bajando, 455
iba y sus trilladas arenas viraba un río.
Cuando esos lugares alabó, lo alto con el pie tocó de sus ondas.
Estas también alabadas, 'Lejos queda,' dijo, 'árbitro todo:
desnudos, sumergidos en las linfas, bañemos nuestros cuerpos.'
La Parráside enrojeció; todas sus coberturas dejan; 460
una demoras busca: a la que dudaba su vestido quitado le fue,
el cual dejado, se hizo patente, con su desnudo cuerpo, el crimen.
A ella, atónita, y con sus manos el útero esconder queriendo,
'Vete lejos de aquí,' le dijo Cintia, 'y estas sagradas fuentes
no manches,' y de su unión le ordenó separarse. 465
Había sentido esto hacía tiempo la matrona del gran Tonante,
y había diferido graves hasta idóneos tiempos los castigos.
Causa de demora ninguna hay, y ya el niño Árcade (esto mismo
dolió a Juno) había de su rival nacido.
Al cual, nada más volvió, junto con la mirada, su salvaje mente, 470
'Claro es que esto también restaba, adúltera,' dijo,
'que fecunda fueras y se hiciera tu injuria por tu parto
conocida y del Júpiter mío testimoniado el desdoro fuera.
No impunemente lo llevarás: pues te arrancaré a ti la figura
con la que a ti misma, y con la que complaces a nuestro, importuna, marido,' 475
dijo, y de su opuesta frente prendiéndole los cabellos,
la postra en el suelo de bruces. Tendía sus brazos suplicantes:
sus brazos empezaron en negros a erizarse vellos
y a curvarse sus manos y a crecer en combadas uñas
y el servicio de pies a cumplir, y alabada un día 480
su cara por Júpiter, a hacerse deforme en una ancha comisura,
y para que sus súplicas los ánimos y sus palabras suplicantes no dobleguen,
el poder hablar le es arrancado: una voz iracunda y amenazadora
y llena de terror de su ronca garganta sale.
Su mente antigua, en cambio, permanecio en ella, también osa hecha, 485
y con su asiduo gemido atestiguando sus dolores,
cuales son, sus manos al cielo y a las estrellas alza,
e ingrato a Júpiter, aunque no pueda decirlo, siente.
¡Ay, cuántas veces, no osando descansar en la sola espesura,
delante de su casa y, otro tiempo suyos, erró por los campos! 490
¡Ay, cuántas veces por las rocas los ladridos de los perros la llevaron,
y la cazadora por el miedo de los cazadores aterrada huyó!
Muchas veces fieras se escondió al ver, olvidada de qué era,
y, la osa, de ver en los montes osos se horrorizó,
y temió a los lobos, aunque su padre estuviese entre ellos. 495
He aquí que su prole, desconocedor de su Licaonia madre,
Árcade llega, tres veces sus quintos casi cumpleaños hechos,
y mientras fieras persigue, mientras los sotos elige aptos
y de nodosas mallas las espesuras del Erimanto rodea,
cae sobre su madre, la cual se detuvo a Árcade al ver 500
y como aquella que lo conociera se quedó. Él rehúye,
y de quien inmóviles sus ojos en él sin fin tenía,
ignorante, tuvo miedo y a la que más cerca avanzar ansiaba
hubiera atravesado el pecho con una heridora flecha.
Lo evitó el omnipotente, y al par a ellos y la abominación 505
contuvo, y, al par, arrebatados por el vacío gracias al viento,
los impuso en el cielo y vecinas estrellas los hizo.
Se inflamó Juno después de que entre las estrellas su rival
fulgió, y descendió hacia las superficies hasta la cana Tetis
y el Océano viejo, cuya reverencia conmueve 510
a menudo a los dioses, y cuando la causa de su ruta preguntaban dice:
'¿Preguntáis por qué, reina de los dioses, de las etéreas
sedes aquí vengo?: en mi lugar tiene otra el cielo.
Miento si cuando oscuro la noche haya hecho el orbe,
recién honoradas -mis heridas- con el supremo cielo, 515
no vierais unas estrellas allí, donde el círculo último,
por su espacio el más breve, el eje postrero rodea.
¿Y en verdad habrá alguien que a Juno herir no quiera
y ofendida le trema, la que sola beneficio daño haciendo?
¡Oh, yo, qué cosa grande he hecho! ¡Cuán vasta la potencia nuestra es! 520
Ser humana le veté: hecha fue diosa. Así yo los castigos
a los culpables impongo, así es mi gran poder.
Que le reclame su antiguo aspecto y los rasgos ferinos
detraiga, lo cual antes en la argólica Forónide hizo.
¿Por qué no también, expulsada Juno, la lleva 525
y la coloca en el tálamo y por suegro a Licaón toma?
Mas vosotros, si os mueve el desprecio de vuestra herida ahijada,
del abismo azul vetad a los Siete Triones,
y esas estrellas, en el cielo en pago de un estupro recibidas,
rechazad, para que no se bañe en la superficie pura una adúltera.' 530
Los dioses del mar habían asentido: con su manejable la Saturnia carro
ingresa en el fluente éter con sus pavones pintados. </poem>
===== El cuervo =====
<poem> Tan recién pintados sus pavones del asesinado Argos,