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Revisión del 23:30 4 may 2012
¡Hija! reza también por los que cubre La soporosa piedra de la tumba, Profunda sima adonde se derrumba La turba de los hombres mil á mil:
Abismo en que se mezcla polvo á polvo, Y pueblo á pueblo; cual se ve á la hoja De que al añoso bosque abril despoja Mezclar la suya otro y otro abril.
Arrodilla, arrodíllate en la tierra Donde segada en flor yace mi Lola, Coronada de angélica aureola; Do helado duerme cuanto fué mortal;
Donde cautivas almas piden preces Que las restauren á su ser primero, Y purguen las reliquias del grosero Vaso, que las contuvo, terrenal.
¡Hija! cuando tú duermes, te sonríes, Y cien apariciones peregrinas, Sacuden retozando tus cortinas; Travieso enjambre, alegre, volador.
Y otra vez á la luz abres los ojos, Al mismo tiempo que la aurora hermosa Abre también sus párpados de rosa, Y da á la tierra el deseado albor.
¡Pero esas pobres almas!... ¡si supieras Qué sueño duermen!... su almohada es fría Duro su lecho; angélica armonía No regocija nunca su prisión.
No es reposo el sopor que las abruma; Para su noche no hay albor temprano; Y la conciencia, velador gusano, Les roe inexorable el corazón.
Una plegaria, un solo acento tuyo, Harán que gocen pasajero alivio, Y que de luz celeste un rayo tibio, Logre á su obscura estancia penetrar;
Que el atormentador remordimiento Una tregua á sus víctimas conceda,</poem>