Diferencia entre revisiones de «La conjuración de las palabras»

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<p style="text-align: justify;text-indent:30px;">Por dentro era mi laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Divid&iacute;anlo hasta seiscientas paredes de papel con sus n&uacute;meros llamados p&aacute;ginas. Cada espacio estaba subdividido en tres corredores o cruj&iacute;as muy grandes, y en estas cruj&iacute;as se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vast&iacute;simo recinto ten&iacute;an su habitaci&oacute;n. Estos seres se llamaban palabras.</p>
<p style="text-align: center;">***</p>
<p style="text-align: justify;text-indent:30px;">Una ma&ntilde;ana sintiose gran ruido de voces, putadaspatadas, choque de armas, roce de vestidos, llamamientos y relinchos, como si un numeroso ej&eacute;rcito se levantara y vistiese a toda prisa, apercibi&eacute;ndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra deb&iacute;a de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del <em>Diccionario</em>, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadr&oacute;n tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional. Magn&iacute;fico y sorprendente era el espect&aacute;culo que este ej&eacute;rcito presentaba, seg&uacute;n me dijo el testigo ocular que lo presenci&oacute; todo desde un escondrijo inmediato, el cual testigo ocular era un viej&iacute;simo <I>Flos sanctorum</I>, forrado en pergamino, que en el propio estante se hallaba a la saz&oacute;n.</p>
<p style="text-align: justify;text-indent:30px;">Avanz&oacute; la comitiva hasta que estuvieron todas las palabras fuera del edificio. Tratar&eacute; de describir el orden y aparato de aquel ej&eacute;rcito, siguiendo fielmente la veraz, escrupulosa y aut&eacute;ntica narraci&oacute;n de mi amigo el <I>Flos sanctorum</I>.</p>
<p style="text-align: justify;text-indent:30px;">Delante marchaban unos heraldos llamados Art&iacute;culos, vestidos con magn&iacute;ficas dalm&aacute;ticas y cotas de fin&iacute;simo acero: no llevaban armas, y si los escudos de sus se&ntilde;ores los Sustantivos, que ven&iacute;an un poco m&aacute;s atr&aacute;s. &Eacute;stos, en n&uacute;mero casi infinito, eran tan vistosos y gallardos que daba gozo verlos. Unos llevaban resplandecientes armas del m&aacute;s puro metal, y cascos en cuya cimera ondeaban plumas y festones; otros vest&iacute;an lorigas de cuero fin&iacute;simo, recamadas de oro y plata; otros cubr&iacute;an sus cuerpos con luengos trajes talares, a modo de senadores venecianos. Aqu&eacute;llos montaban poderosos potros ricamente enjaezados, y otros iban a pie. Algunos parec&iacute;an menos ricos y lujosos que los dem&aacute;s; y aun puede asegurarse que hab&iacute;a bastantes pobremente vestidos, si bien &eacute;stos eran poco vistos, porque el brillo y elegancia de los otros, como que les ocultaba y obscurec&iacute;a. Junto a los Sustantivos marchaban los Pronombres, que iban a pie y delante, llevando la brida de los caballos, o detr&aacute;s, sosteniendo la cola del vestido de sus amos, ya gui&aacute;ndoles a guisa de lazarillos, ya d&aacute;ndoles el brazo para sost&eacute;n de sus flacos cuerpos, porque, sea dicho de paso, tambi&eacute;n hab&iacute;a Sustantivos muy valetudinarios y decr&eacute;pitos, y algunos parec&iacute;an pr&oacute;ximos a morir. Tambi&eacute;n se ve&iacute;an no pocos Pronombres representando a sus amos, que se quedaron en cama por enfermos o perezosos, y estos Pronombres formaban en la l&iacute;nea de los Sustantivos como si de tales hubieran categor&iacute;a. No es necesario decir que los hab&iacute;a de ambos sexos; y las damas cabalgaban con igual donaire que los hombres, y aun esgrim&iacute;an las armas con tanto desenfado como ellos.</p>