Diferencia entre revisiones de «Las nacionalidades :17»
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En todas las comarcas de Europa existen al empezar la conquista romana grupos de ciudades unidas por vínculos políticos. Acá, en España, se indica por los antiguos geógrafos hasta la ciudad en que se reunían y celebraban sus asambleas generales los turdetanos. Que había grupos análogos en Francia y en Alemania, no lo permiten dudar los ''Comentarios'', de César. Por ellos sabernos también que los había en Suiza. En Suiza debía existir ya entonces algo parecido a los actuales cantones. No podía ser otra cosa el ''pago'' de que nos habla el mismo Cayo Julio.
Lo que no había aún en aquellos tiempos era naciones como las de ahora. No había una nación griega, ni una nación italiana, ni una nación francesa, ni una nación española, ni una nación alemana, ni una nación británica; había sólo naciones británicas, naciones germanas, naciones galas, naciones ibéricas, naciones itálicas, naciones helénicas o griegas. Las griegas tuvieron desde muy temprano un lazo de unión en su celebre ''Consejo de los Anfictiones'', donde todas o las más estaban representadas; pero con un lazo débil, más bien religioso que político. Sirvió el Consejo para encender tres guerras sagradas, nunca para evitar las civiles; y sólo cuando ocurrió la invasión persa logró reunir a casi todos los griegos contra los soldados de Jerjes. No tenía ya influencia ninguna cuando Roma fué a Grecia. Fue éste, con todo, el solo conato que hubo en la antigua Europa por constituir una nación como las de nuestros días. Se habla también de una confederación general de las naciones galas para combatir a Cesar; pero aquello fué, no una confederación, sino una coalición para el solo objeto de la guerra. En las demás naciones no sucedió ni tanto. No bastó a congregarlas ni aun la necesidad de la común defensa. Porque no podía Viriato decidir a las de España a que luchasen contra los romanos, las castigaba con tanto o más furor que a los invasores.
Las pequeñas y numerosas naciones distribuídas en la antigüedad por cada región de Europa, conviene repetirlo, no llegaron espontáneamente a formar juntas verdaderos seres políticos. Si los formaron con los latinos y los bárbaros, fué sólo, según dije, como grupos de pueblos vencidos. Se descompusieron en la Edad Media, y no es difícil encontrar la causa. Hijas las grandes naciones sólo de la violencia, no de la necesidad, como las pequeñas, era natural que se deshicieran luego que faltase o se relajase la fuerza que las conservaba unidas, luego que, por cualquier suceso, pudieron sus distintos elementos reconstituirse
conforme a su índole y su tendencia. Formáronse por esta razón sólo pequeñas naciones, en que las ciudades apenas estaban unidas por otro lazo que la débil autoridad de los reyes.
Volvieron estas naciones a reunirse; pero unas por la espada, otras por entronques de dinastías, casi ninguna por su voluntad y su gusto. Tendieron sin cesar las vencidas a separarse de las vencedoras; callaron las otras sólo mientras se las respetó la autonomía. En cuanto se la atacaron, surgió la protesta.
Si las grandes naciones se hubiesen constituído y conservado sin menoscabar la autonomía de las pequeñas, ¿habrían pasado por tantas vicisitudes? Alemania no dejó de formar nación desde los tiempos de los Carlovingios. Varia en su constitución, sufrió grandes mudanzas en sus diversos Estados; pero permaneció íntegra hasta el presente siglo. ¿Por qué? Porque se mantuvieron siempre autónomas las muchas naciones de que consta, y sólo para los intereses a todas comunes debieron reconocer un emperador y una Dieta. No estaban unidas al poder central por vínculos bastante fuertes, y vivían agitadas por frecuentes guerras; pero conservaban la independencia en su vida interior, y no pensaron jamás en disgregarse ni dejaron de tener el suelo alemán por patria. Recuérdese que observamos el mismo fenómeno en Suiza y la República de Wáshington. Lejos de desmembrarse estas dos naciones, han ido sin cesar ganando nuevos territorios.
¿Qué nos dicen tan significativos hechos? Que la necesidad económica acercó las familias y dió origen a la ciudad, el primero y más natural de los grupos políticos; que la ciudad es la nación por excelencia, y naciones fueron en un principio, y siempre que pudieron, todas las ciudades; que si nuevas razones económicas no hubiesen obligado a las ciudades a contratar unas con otras, por la voluntad de los pueblos no se habría llegado nunca a la formación de naciones múltiples; que esas naciones múltiples, debidas a la necesidad, fueron siempre pequeñas, y la acción de sus poderes públicos no llegó nunca a la vida interior de las ciudades que las constituían; que las grandes naciones fueron siempre hijas de la violencia y se disgregaron apenas desapareció o disminuyó la fuerza que las unía; que sólo viven sin solución de continuidad las federalmente organizadas, es decir, las que dejan autónomos los Estados que las constituyen; que si esto basta para que no se disgreguen, no basta para que tengan aseguradas la paz y el orden; que para conseguirlo es indispensable que los diversos Estados de cada nación estén unidos por fuertes vínculos, y sus diversos grupos debidamente coordinados y subordinados sin mengua de su autonomía.
▲violar la a u t o ~ ~ ~ mdei a los diversos grupos que en su seno existen, esta condenada a vivir bajo perpetua servidumbre o en continua guerra. Veamos ahora cuáles son en toda federación los atributos del poder público, y cual es la mejor manera de organizarlo.
[[Categoría:Las nacionalidades]]
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