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<big>''[[Antonio Domínguez Hidalgo|ANTONIO DOMÍNGUEZ HIDALGO]]''</big>
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<big><big><big>LOS GUIÑOS DEL<br />PASADO</big></big></big>
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LOS GUIÑOS DEL PASADO
Primera Edición 2009
 
 
©Copyright
[[Antonio Domínguez Hidalgo]]
Insurgentes Norte 1917.
México, D. F. C. P. 07010
 
 
LOS GUIÑOS DEL PASADO
 
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Esta edición y sus características son propiedad de EDICIONES del TEATRINO, S.A. DE C. V.
Moctezuma 6. Sta. Isabel Tola, México, D. F.
 
 
'''PEDIDOS AL 51 18 67 89'''</center>
 
 
Derechos Reservados.
 
 
 
Queda prohibida la reproducción o transmisión total o parcial del texto y de las ilustraciones de la presente obra en cualesquiera formas de impresión; sean electrónicas o mecánicas, presentes o futuras, sin el consentimiento previo y por escrito del autor.
 
 
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IMPRESO EN MEXICO
PRINTED IN MEXICO
 
 
 
 
LOS GUIÑOS DEL PASADO
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I
El día anterior Pedro había venido a visitarla y le había traído un ramo de rosas tan abundante como los sentimientos amorosos que desde hacía tiempo le profesaba. Cristina era tan franca como honesta y él temía un encuentro impredecible. Nunca se adivinaba si sus reacciones eran las esperadas. A más de uno había dejado con un palmo en la nariz y los descolones que daba, no eran para continuar su trato. Se había ganado a pulso y con evidencias, una fama de inaccesible.
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-No Pedro. Yo vi a tres espectros que me querían asesinar y me desmayé alcanzando a afianzarme de esta medallita sagrada que me dio mi bisabuela antes de morir hace quince años. Ella me dijo que nunca me la desprendiera pues me salvaría en momentos de peligro.
Pedro se puso en pie y tomando del brazo a Cristina, viendo como precavido a todos lados, salieron apresurados de la casona rumbo al auto estacionado frente a ella. Subieron rápidamente y Pedro intentó ponerlo en marcha, pero no funcionó. Era como si se le hubiera bajado la batería. Entonces buscó su celular y comprobó que servía. Marcó el número de uno de sus amigos de confianza, pero no le contestó. Lo único que pudo hacer fue dejarle un mensaje de auxilio porque era el solo modo de encontrar ayuda. ¿Cómo saldrían de allí sin que los sorprendiera nuevamente la noche?
VII
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-Creo que llegará, aunque sea a medio día.
Entonces más tranquilo, abrazó a Cristina, quien aún algo trémula le correspondió y le dio un largo y exquisito beso en los labios. Hazlo si quieres, pero luego no te quejes, pensó la chica. Sin embargo, ambos decidieron esperar dentro del coche a que llegara su amigo. Ya había amanecido.
 
 
ATLATL
 
 
-Yo soy todos, porque si no, nada sería. Estaría solo y según me han enseñado mis antepasados, poco podría yo hacer sin la ayuda de los demás, pues cada quien es como un dedo de la mano, diferente, pero en unión, los cinco, los diez, pueden realizar muchas cosas; somos el Tloque Nahuaque.
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Me espantan un poco los rumbos que adquirirán nuestras grandes estatuas; a muchos les asustarán; a otros les sorprenderá hasta la admiración infinita; unos supersticiosos invasores las tomarán como engendros del mal, pero con el tiempo, cuando ellos se alejen y los nuevos días maduren, les servirán a los futuros videntes para aprender lo que para entonces parecerá olvidado. Así será como nuestros esfuerzos de hoy, repercutirán en la salvación del mañana.
Ya el grupo de los ocelotl atlatl, ocelotes combatientes, traen la segunda escultura. ¡Qué aguerridos son! ¡Cuánta musculación despliegan! ¡Es un asombro ver el feliz esfuerzo que hacen! Ya la pusieron al pie de la escalinata central. Ahora nos toca a nosotros, los del calpulli Cuauhtli atlatl, los que formamos la comunidad de los videntes, subirla poco a poco. ¡Adelante compañeros! ¡Tihui, tihui! Vamos juntos... ¡Uf! ¡Vamos, vamos! ¡Un poco más...y ya!
 
EL RÍO QUE SE VOLVIÓ CALLE…
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Así es como esto que ves ahora, hijo mío, esta ciudad contaminada física y espiritualmente fue en otros tiempos espacio del bello río que hoy yace bajo la enorme y moderna avenida central de nuestra urbe. Sin embargo, ya se cuenta que por las noches se escuchan a lo largo de esta arteria citadina un estruendo tan espantoso que parece ir creciendo poco a poco…
Y dicen que es el río que se fortalece con aguas subterráneas que le dan sus hermanos y un día surgirá tan potente que arrasará a toda esta metrópoli que está destruyendo a nuestra madre reverenda: la Naturaleza.
 
 
DOÑA MAURA VOTA
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Sin haber aprendido a leer, uno de esos medio días cuando la gente llegaba a comprar las tortillas, una de las señoras que a veces iba, le aconsejó: “Hay que aprender a leer” y haciendo verdad sus palabras, con paciencia la atendió hasta hacerla que escribiera y leyera. Era como haber nacido a otro mundo. Maura tuvo la esperanza de que su hijita podría llevar otra vida. Se sintió como iluminada y ya para 1918, a sus veintiocho años, se enteró de algo que llamaban la Constitución. Rosario, la mujer que le había enseñado a leer, era maestra y se convirtió en su protectora intelectual, pues siempre le recalcaba que era lista. Todo era obra de voluntad. Así que la inscribió en la campaña alfabetizadora que se promovía por esos años de nuevos gobiernos y sintiéndose otra, aprovechó su libertad. El entusiasmo por saber la llenó de fuerza y como su padre había muerto en una balacera, según le llevó la noticia su afligida madre que se refugió con ella, sin presentirlo se convirtió también en maestra de muchas mujeres.
Ahora, reflexionaba, era increíble a estas alturas de la vida pensar por lo que había pasado. Pero allí estaba, aguardando el momento de votar. Su hijita había podido estudiar becada para enfermera y había casado con un médico que la amaba y la respetaba. Algo de felicidad le daba aquella lágrima que derramó al votar; la más grande primera vez de su vida.
 
CIEN CUMPLEAÑOS
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Quedamos impresionados por la hazaña de quien ha llevado una vida sana, alimentándose bien y ejercitando siempre su cuerpo, de donde extrajo tal energía, y que a su edad, aún reaccionaba mejor que un joven. Todos corrimos para no mojarnos y él, no obstante el aguacero, tuvo tiempo de tapar el enorme cazuelón y cargarlo hasta donde estábamos refugiados. Le dimos un gran aplauso y él rezongó, no tiene la menor importancia. Objetó. No iba a perder mi mole amarillo en mis cien primeros años de vida. Y reímos.
Hoy en la escuela me dijeron que de acuerdo con recientes investigaciones, la humanidad se aproxima a tener un promedio de ciento veinte años de vida y yo no contradije la información, pues mi tatarabuelito, por lo que se ve, los va a cumplir; si no es que más.
 
 
 
 
LA QUE PUDO FINGIR
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-Usted es mi sueño de la perfección aria. Tengo que ungir tanta belleza para regir la nueva Alemania.- Ella lanzó una coqueta sonrisa y agradeció, mientras era conducida a las habitaciones de Hitler.
(Si supiera que soy judía, ¿me seguiría amando?) Pensó mientras él le besaba los pies al quitarle las medias.
 
¡QUÉ LINDA MANITO!
 
Como en las peores películas de terror gringo, siempre, de manera obsesiva, antes de dormir, apenas acostada en su cama de solterona liberada, su mente irradiaba un recuerdo insistente: aquella cancioncilla infantil que su nodriza argentina le cantaba para hacerla dormir:<center>
¡Qué linda manito que tengo yo!
¡Qué linda y hermosa que Dios me dio!</center>
Algo dentro de sí la movía a humedecer las almohadas con un llanto tan prolongado que no se daba cuenta cuándo se quedaba dormida.
A veces en sueños solía ver la regordeta mano de su nana moviéndose en rítmicos semicírculos como para lograr un efecto hipnótico y lograr que la nena se durmiera. Pobrecita, tan pequeñita y abandonada por una madre que le importaba más la lucha por los derechos políticos femeninos que cuidar a su hijita de cuatro meses y un padre empresario que por sus negocios internacionales siempre estaba de viaje ganando el dineral del mundo.
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El año pasado había descubierto la infidelidad de su marido y lo había matado con gran fiereza junto con la amante en turno. Doña Nacha ya no había podido soportar tantas humillaciones machistas desde que había regresado de México y había estallado en la total descarga de una pistola. Los acribilló en el lecho de la traición. La noticia le rasgo el alma y el recuerdo. Sintió un odio violento por aquel hombre traidor. ¿Cómo era posible que ese individuo hubiera engañado a una mujer tan buena y delicada como Nachita? A los sesenta años ahora estaba presa por un crimen en una cárcel a las afueras Buenos Aires.
Susana era una mujer moderna que decidía su vida sin ambages; si no le gustaba un empleo, lo abandonaba como sin más. Y había ejercido ya tantos. Se había preparado en las mejores escuelas particulares y despreciaba a los insolentes engreídos de sus riquezas.
Su vida transcurría tan cómoda que lo único que le preocupaba era el recuerdo de su nana y la nostalgia por la cancioncilla que solía cantarle. <center>
¡Qué linda manito que tengo yo!
¡Qué linda y hermosa que Dios me dio!</center>
Su llanto nocturno la impulsaba a querer tomar el primer vuelo rumbo a Buenos Aires para tratar de reconfortar a la única mujer que le había dado cariño en su soledad de niña. Pero poco a poco la inquietud se iba calmando ante el recuerdo adormecedor. El sueño caía tan profundo que de nada más se percataba. Podría haber un terremoto, una explosión o pasarle un tren encima y ella se hallaba en la más profunda inconsciencia.
Cuando despertaba, eran otras sus reflexiones; se sentía más tranquila, como centrada en su vida y con cierta parsimonia se levantaba, tomaba la ducha, ordenaba su desayuno al servicio de cocina del condominio para luego ir a trabajar a su oficio de momento. Todo lo hacía por un breve tiempo, nada más.
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Aquella noche, por primera vez, pudo conciliar el sueño sin llanto y una sonrisa de satisfacción le llenó el alma al recordar la voz de su nodriza que le había enseñado a usar las manos.
Al día siguiente voló feliz a Buenos Aires.
 
JUAN, EL SALVAJE.
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Cuando cumplió su condena, salió lleno de rencor y no volvió a descender de sus montañas donde se dedicó a criar abejas y puercos. Con ello producía una exquisita miel y un jamón serrano que pronto se hizo famosísimo en aquellas regiones. Ejerciendo su trabajo con tal honradez, pronto se hizo rico y comenzó a bajar de su montaña boscosa, pero sólo para ayudar a los pobres. La gente le decía con cierta simpatía, Juan, el salvaje, pero nunca había habido en aquellos parajes un hombre de tan grandes sentimientos.
Al paso de los años y las injusticias, el pueblo se hartó de las marrullerías del juez que abusaba de su poder con la gente humilde y rebelándose en su contra, lo linchó. En el momento de ser colgado, apareció Juan, el salvaje y pidió que lo perdonaran, pero ya era inevitable. El juez, en su último estertor, lo miró suplicante. Juan, el salvaje, cerrando los ojos, dio media vuelta y se alejó a su montaña. No había podido salvar a su padre.
 
 
LA DAMA DEL ARCO IRIS
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Desde esa época la emperatriz de la Noche vive tranquila, pues sabe que en los atardeceres de llanto, su hijo siempre tendrá ese precioso adorno para su propia felicidad y la de nuestros ojos.
Cuando duerme, su ropón lleno de estrellas temblorosas de alegría, la arrulla con una tierna canción de cuna que por supuesto, hoy, en la sociedad del conocimiento, nadie escucha.
 
EL MONJE PASAJERO
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-¡Eres inocente, hija! ¡Los malvados han sido castigados! En realidad eras un virgen bienhechora. Vuela al cielo en libertad.
Quienes fueron testigos de este suceso juraron no volver a viajar por la ruta de la Mulata de Córdoba.
 
 
UN PEQUEÑO QUEBRANTO
 
 
La joven marquesa Doña Catalina de la Pesquera había amanecido con un gran quebranto en su alma porque ya nunca podría ser la princesa que soñaba ser. Aunque su padre, el Conde, era rico, ella deseaba ser riquísima para poder casarse con el príncipe heredero del Reino de Cocolandia, pero el rey había designado con gran flaqueza para la aristocracia, a una flaca plebeya con el fin de casarla con su hijo, el príncipe, sólo por ser arqueóloga afamada… y como al soberano le fascinaba la arqueología. Esto había desquiciado a la marquesa cuando se enteró de ello.
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Las campanas de las iglesias sonaban fúnebremente anunciando la muerte del rey debido a un ataque cardiaco, según lo informaban las esquelas. Toda la enlutada nobleza y el pueblo entero acudió a las exequias reales y la arqueóloga no tuvo más remedio que regresar a su país de origen. El príncipe ya había sido proclamado rey y libre de la decisión matrimonial, pidió la mano de Doña Catalina quien sonriente aceptó y sonrió ingenua a su afligida madre que sospechaba el secreto.
(No pequé, solo solucioné un pequeño quebranto.)- pensó la nueva reina al jurar su aceptación como esposa del joven rey.
 
LA MONTAÑA
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Los gendarmes comunicaron a su general de aquel extraño suceso y sólo pudieron lamentar que uno de los creyentes había sido encontrado muerto en medio del deslave de la tarde anterior.
Desde entonces, la gente nombró a ese sito La montaña de la virgen desaparecida y ese fue el gentilicio con el cual se conoce desde entonces ese lugar.
 
SI HUBIERA DICHO SÍ
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-Si hubiera dicho sí, lo hubiéramos liberado y nuestro jefe estaría fuera de la cárcel.
Ricardo fue elevado como mártir de la justicia; si él lo hubiera adivinado, sin duda hubiera dicho por segunda vez, no.
 
 
CUANDO EL TIEMPO LE DÉ
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¡Cuántos se volverían a morir si supieran lo que hoy se dice de ellos! Mejor no se dé por enterado y siga su camino.
El hombre que decía todo esto se esfumó de pronto y el ingeniero que dirigía la construcción de los futuros lujosos condominios tan bien ubicados en el Paseo de la Reforma, se estremeció con ojos asombrados ante aquella revelación fantasmal del ayer.
 
UN TÉ
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-¿Gustas un té que te dará la paz?
Cuando temblorosos o temblorosas lo tomaban, sabían que jamás podrían cubrir su deuda y yo disfrutaba del té que en otros tiempos se me había negado.
 
 
EL DESCENDIMIENTO
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El secreto de aquella pintura del Descendimiento de Cristo de la Cruz contenía un enigma aparentemente indescifrable, pero el curioso detective descendiente de Sherlock Holmes se había propuesto descifrarlo aunque tal hallazgo descentrara el poder del Conde de York, pues eso revelaría su impostura. En su ascendencia nunca había existido un lazo con el condado real, pues había suplantado al verdadero conde al victimarlo. Su parecido con el noble original lo hacía descender de la nobleza, pero todo era falso.
Para ello, tendría que descercar la parte trasera de la pared de la cual pendía el bello y conmovedor cuadro y excavar un gran hueco en ella. Ahí estaba grabada la falsía, pues el conde verdadero, antes de ser asesinado, había ordenado grabar las sospechas del crimen que presentía y lo había ocultado con el impresionante marco barroco de la pintura.
Tuvo entonces, nuestro valiente detective, que hacer una descerrajadura para quitar con cuidado aquella obra de arte y luego descinchar las correas de metal que lo aferraban al muro para liberarlo. Cuando logró desceñirlo, quedó a la vista el mensaje que corroboraba la sospecha del detective: ''El caballerango Rutilio, mi hermanastro, intentará matarme y como estoy seguro que lo hará, lo declaro culpable de mi muerte''. Fue entonces cuando el falso conde apareció amenazante con un enorme revólver y le descerrajó un tiro al descubridor del crimen:
-¡Tú no me vas a arruinar! Ahora ocuparás el hueco que descimbraste. -gritó fúrico. El detective cayó como muerto, mientras el cruel falsario lo levantaba para meterlo al hueco que se abría automáticamente a los pies del lugar donde se encontraba el cuadro. Era un foso con un túnel descendente donde se veían esparcidos muchos esqueletos:
-Aquí te quedarás como todos aquellos que trataron de hacerme descender de mi trono.
Con un rostro descifrable, movió un mecanismo secreto y la tapa cubrió el hoyo. En ese instante se escuchó una voz en el interior que pedía auxilio y que bastó para que la policía, que se encontraba avisada, entrara y tomara prisionero al asesino. De inmediato removieron la losa y sacaron al mal herido detective que así, al descifrar lo que se creía indescifrable, devolvió a los reales herederos del condado, sumidos en la miseria por el traidor, sus privilegios.
 
UN HALLAZGO
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Sin embargo, un día inesperado, en medio de la felicidad reinante, las ciudades de la comarca se vieron afectadas por el hallazgo de una extraña enfermedad nunca vista ni presentida: la picazón exterminadora que consistía en el surgimiento de enormes ronchas en las manos de los afectados, al tomar el dinero metálico o de papel, y que se extendía a todo el cuerpo, como una extraña andanza leprosa, hasta desintegrarlo en una especie de bisutería de carnes.
Fue entonces cuando Don Aureliano Plata luciendo su sabiondez, convenció a todos para que renunciaran a sus riquezas y se convirtieran como en los viejos siglos, en pobres campesinos. El dinero era el causante de la enfermedad. Lástima que cuando lo dijo, ya se estaba desmoronando como ceniza.
 
DESPRECIO MERECIDO
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Cuando los nobles se hartaron del mal gobierno que a las claras se veía, decidieron apoyar al primer ministro e hicieron abdicar al todopoderoso señor. Entonces lo llevaron a la plazuela y luego de permitir a la chusma que le lanzaran piedras, lo hicieron ahorcar junto con sus graciosas amigas.
Alguien les advirtió, por medio de gacetas, que cometían un error, pero fue juzgado como un escritorzuelo loco, al cual, favorecía el rey. Pero era ya inútil. De inmediato el ministro se sintió un todopoderoso y comenzó un terrible gobierno de robo, humillación y tiranía.
En las afueras de la cárcel donde el escritor había sido encerrado, un cantor narraba las tremendas acciones del nuevo dictadorzuelo.<center>
La paz del joven rey no comprendían.
Ya ganaron lo que se merecían.</center>
 
LISONJEAR
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-Estoy para servirles, encantadoras damas. Si requieren mis servicios para otras cosas, llamen a este teléfono y pregunten por Ramiro, el guía, y de inmediato acudiré a resolver sus necesidades.
Fue entonces cuando Ramiro comenzó a forjar la idea de que para no trabajar, era mejor lisonjear. Había descubierto el hilo negro, pues no sabía que eso era común en muchos lugares.
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EL ENVIDIOSO TRANSFORMADO
 
Envilecido por el fracaso de su vida no vacilaba en envenenar su cuerpo con alcohol y se envolvía con el humo de los peores cigarrillos. Aún recordaba aquella tremenda tarde en que su madre había dado a luz a su segundo hijo, después de diez años de viudez. Entonces sintió una extraña transferencia en su mente. Sintió envidia de su hermanito, porque éste sí tenía un padre vivo. En cambio él, desde pequeño sintió el vacío del calor de un progenitor. Había padecido la desgracia de perderlo en un accidente y la esposa, su madre, había quedado en una situación económica difícil. Un correlato difícil.
Lanzados del pequeño departamento donde vivían por un despiadado casero, se habían tenido que refugiar en casa de sus abuelos paternos, donde sus tíos y sus primos siempre los despreciaban, pues no querían coherederos. Los padres de su padre eran muy ricos y por consideración a su nieto le habían dado hospedaje a su nuera. Pero todos los veían como ilegítimos. En cualquier convite que se organizaba, él y su madre, a trasmano, eran excluidos y para no sentirse tan mal, salían a pasear en el tranvía turístico. Allí, sintiéndose en un convoy, imaginaba que era personaje de una película de aventuras. Pero esta envoltura no bastaba para borrar su ánima triste y comenzó a envidiar el bien ajeno. Fue así como comenzó a enviciarse.
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En el trasfondo, no se explicaba por qué no podía dominar ese estado de ánimo, pues en realidad nada le faltaba; su madre era cariñosa y atenta; su padrastro le hacía sentir una camaradería juvenil y él fallaba. No podía transformarse. ¿O no quería? Algo le faltaba. Entonces conoció a Elisa…
Ella era lo inverso a él; generosa, llena de bondad y virtudes. Fue como un bofetón que invalidó su comportamiento y le hizo traslucir una esperanza. La transformación no se hizo esperar y de improviso se sintió aliviado. Ya no sintió tristeza por el bien ajeno, pues había descubierto que ella era verdaderamente de él y descubrió que también pertenecía a una familia que lo cuidaba, incluso su hermanito que un día le dijo: -Cuando sea grande quiero ser como tú. Por una extraña transfusión ya nunca más se sintió desesperado ni solo; la envidia desapareció para siempre, porque ahora él poseía el bello bien del amor, la amistad y las ganas de estudiar para nunca más ser un tránsfuga de los malos instantes. Hasta el invierno más frío, desde entonces, le pareció el traspunte de una eterna primavera y traspasó las burlas de la mala gente.
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LA COMPLEXIÓN EXCEDENTE
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Siempre se habían burlado de Armando, porque, acaso por alguna falla hormonal, era el gordo del salón de clases y su complexión mostraba excedentes obvios en su cintura. Sus comprobados ciento sesenta kilos causaban alborozo cuando se sentaba y rompía de modo extraordinario los mesabancos. No era exagerado decir que al subir las escaleras para dirigirse al tercer piso donde se encontraba su salón de clases, llegaba casi exánime, pues tanto peso, sin duda, le exprimía el aliento. Algún chistoso del grupo, por tal motivo, le comenzó a decir que era de complexión excedente y las risotadas brotaban excediendo el respeto que merecía un chico tan bonachón como él.
Sin embargo, el éxito en sus estudios le permitía no sentir complejos por su gordura y en los exámenes siempre sacaba las más altas calificaciones. No se preocupaba por su sobrepeso, porque decía que por experiencias probadas en el extranjero, pronto habría un método para adelgazar sin dejar de comer. Y ese era el problema, todo alimento le excitaba el apetito y comía y comía.
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Así comenzó a los dieciséis años con una rutina denominada hexagonal, pues consistía en realizar seis ejercicios diarios; uno para cada parte de su cuerpo: pierna, espalda, pecho, hombros, brazos y abdominales. En un principio lo dejaba tan adolorido el ejercitarse que ya no quería continuar, pero luego recordaba el principio de la constancia y la voluntad que su amigo instructor le demostraba con el ejemplo y no se daba por vencido. La conexión entre voluntad y alimentación eran el secreto.
Poco a poco su apariencia fue cambiando y en tres años estaba irreconocible. Ahora ya no era su complexión excedente en grasa, sino en músculos que a las chicas de la universidad dejaban exquisitamente impresionadas. El gordito cachetón se afinó y se convirtió en un joven guapo y atlético en lo externo y estudioso y noble en su interioridad. Pronto terminaría su carrera de abogado. Lo bueno fue que no hizo caso a los regaños de su panzón profesor de educación física que en la secundaria aplicaba una práctica social del deporte: ¡Nada de rutinas aisladas!
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UN CORAZÓN DE NIÑO
 
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Carlos apenas si la alcanzó a ver, mientras unos agentes de la interpol lo aprisionaban por ser un buscado tratante de blancas.
 
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