Diferencia entre revisiones de «Las nacionalidades :17»
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Aunque fueron imperfectísimas muchas de esas ligas y con facilidad se deshicieron y reorganizaron, no dejan de revelar la fuerza de la causa que las produjo. La imperfección procedía ya del carácter de muchas de aquellas gentes, refractarias a toda unidad política, ya de la naturaleza general de la Humanidad, que procede lenta y contradictoriamente así en su constitución como en la realización de sus ideas. Es el hombre foco de virtualidades contrarias y teatro de incesantes luchas; ¿cómo no se habían de reproducir esos antagonismos en los pueblos, y, por consecuencia, en la formación de las naciones? Hubo, sin embargo, en la misma Grecia sólidas reuniones de ciudades en un solo cuerpo. Allí estaba la liga beocia, allí la etolia, allí la ya citada de los aqueos. Llegó, como dije, esta confederación (véase el cap. XIII, libro I) a la unidad social y política; vivió largo tiempo próspera y llena de gloria, y al sonar la hora de la esclavitud helénica, fué el último baluarte de la libertad de Grecia contra las legiones de Roma.
En Italia, alrededor del golfo de Tarento, había otra liga aquea, oriunda de la primera, que llegó también a grande unidad y esplendor, floreció principalmente en las artes y, como dice Mommsen, habría podido ejercer grande influencia sobre los pueblos de los Apeninos, si por falta de resistencia de los indígenas no se hubiese dormido sobre sus laureles y entregado al deleite. No era la única liga de Italia. Son conocidísimas en la Historia la de los latinos, la de los samnitas y la de los etruscos. Treinta ciudades componían la del Lacio; Alba era al principio la capital; el Monte Albano, el lugar en que se reunían cada año para inmolar a su Dios un toro; la fuente Ferentina, el punto en que celebraban sus ''consejos'' y deliberaban sobre los negocios generales de la República. Dirimía un poder central las cuestiones que entre las ciudades surgían, y castigaba con la pena de muerte al que violaba el derecho común. Roma se puso con el tiempo por encima de Alba; y después de haber ejercido sobre las treinta ciudades una larga hegemonía, terminó por avasallarlas.
Unidas estaban también las de Samnio, aunque por vínculos de menos fuerza. No tenían capital determinada ni otro poder central que el de sus asambleas, donde había delegados de todos los municipios rurales y en caso de guerra se nombraba a los generales que hubiesen de acaudillar el ejército. Fueron, sin embargo, poderosas para disputar un día a Roma la preeminencia; y la habrían tal vez conseguido si no se hubiesen relajado los vínculos que las unían cuando se estrechaban los de las ciudades del Lacio.
Las de los etruscos estaban distribuídas en tres ligas: la del Po, la de Campania y la de Etruria. Constaba cada liga de doce ciudades y tenía su capital; pero sin que dejaran de formar las tres una confederación superior, cuya cabeza estaba en Volsena. Separadas una de otras por pueblos extraños, era débil el lazo que las unía. No por esto dejaron de florecer menos que las demás ligas, a las cuales, por lo contrario, superaban en riqueza y cultura. Los etruscos es sabido que fueron, después de los griegos, los maestros de Italia.
Ni son éstas las solas reuniones de ciudades que había entre los Alpes y el Adriático. Una ciudad completamente aislada quizá no la hubiese en toda Italia al empezar Roma la conquista del mundo. Las ligas debieron de ser numerosas, la forma varia, desigual la fuerza de los poderes centrales. No nos lo permite dudar el carácter de la guerra que sostuvieron contra la misma Roma los pueblos de aquella península. No eran jamás una, sino muchas las ciudades que sostenían la lucha con la señora del Lacio.
Otro tanto sucedía en Francia y en España, a pesar de lo inferiores que eran en cultura a Italia y Grecia. No se habla en España de otra confederación que la de los celtíberos; pero debió de haber otras, y hubo, a no dudarlo, gran número de naciones compuestas de muchos pueblos. Los cántabros, los lusitanos, la Turdetania, la Laletania, no estaban en una, sino en muchas ciudades. La Celtiberia era ya una confederación de muchas naciones, como la Liga Etrusca.
Lo que no habia a h en aquellos tiempos e r a naciones▼
En todas las comarcas de Europa existen al empezar la conquista romana grupos de ciudades unidas por vínculos políticos. Acá, en España, se indica por los antiguos geógrafos hasta la ciudad en que se reunían y celebraban sus asambleas generales los turdetanos. Que había grupos análogos en Francia y en Alemania, no lo permiten dudar los ''Comentarios'', de César. Por ellos sabernos también que los había en Suiza. En Suiza debía existir ya entonces algo parecido a los actuales cantones. No podía ser otra cosa el ''pago'' de que nos habla el mismo Cayo Julio.
como las de ahora. No habia una naci6n griega, ni una
naci6n italiana, ni una naci6n f.rancesa, ni una 11aci6n espaiiola,
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