Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XXIV»

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Línea 11:
Zaherían a la lengua los huesos del cuerpo humano su tan murmurada flaqueza; ponderaban aquella su liviandad, con que no repara en anticiparse al mismo entendimiento, y no acababan de exagerar los vulgares empeños de su ligereza.
 
Pero la lengua, no faltándose a sí misma, defendíase con el corazón, que, siendo principio de la vida y rey de los demás miembros, es también de carne todo él. Excusábase con el cerebro, que, siendo asiento de la sindéresis,<ref>''sindéresis:'' «juicio» (Véanse realce 10, n.3 y 17, n. 3. </ref> es muy más muelle<ref>''muelle:'' aquí, «blando».</ref> que ella; pero no le valía, porque respondieron entrambos por sí, el corazón representando su valor y el cerebro apoyando su mucha estabilidad.
 
Viendo la lengua lo que la apuraban, sacando fuerzas de su propia flaqueza, dijo: «¿Qué, tan débil os parezco? Pues advertid que, si yo quiero, soy más fuerte que el más sólido de todos vosotros, y, aquí donde me veis toda de carne, basto yo a quebrantar diamantes, que no digo ya huesos». Riéronlo mucho todos, especialmente los dientes, que hicieron amago de detenerla, como suelen. «Sí, yo lo digo», repitió ella, «y lo probaré con tal evidencia, que todos la confeséis con aclamación. Sabed, y nótelo todo el mundo, que cuando yo digo la verdad, soy lo fuerte de lo fuerte, nadie entonces me puede contrastar, y en fe de ella, todo lo sujeto.