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{{guión|tión|}} de tantas mercancías y efectos diversos, y
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más que todo la incineración de tantos cuerpos,
más que todo la incineración de tantos cuerpos,
acabaron por agregar al cataclismo el tormento de su hedor infernal. Al declinar el sol, el aire estaba casi negro de humo y de polvaredas. Las flámulas que danzaban por la mañana entre el cobre pluvial, eran ahora llamaradas siniestras. Empezó á soplar un viento ardentísimo, denso, como alquitrán caliente. Parecía que se estuviese en un inmenso horno sombrío. Cielo, tierra, aire, todo
acabaron por agregar al cataclismo el tormento
acababa. No había más que tinieblas y fuego. ¡Ah, el horror de aquellas tinieblas que todo el fuego, el enorme fuego de la ciudad ardida no alcanzaba
de su hedor infernal. Al declinar el sol, el aire estaba casi negro de humo y de polvaredas. Las flámulas que danzaban por la mañana entre el cobre pluvial, eran ahora llamaradas siniestras. Empezó á soplar un viento ardentísimo, denso, como
á dominar; y aquel hedor de pingajos, de azufre, de grasa cadavérica en el aire seco que hacía escupir sangre; y aquellos clamores que no sé cómo no acababan nunca, aquellos clamores que cubrían el rumor del incendio, más vasto que un huracán, aquellos clamores en que aullaban, gemían, bramaban todas las bestias con un inefable pavor de
alquitrán caliente. Parecía que^se estuviese en un
inmenso horno sombrío. Cielo, tierra, aire, todo
acababa. No había más que tinieblas y fuego. ¡Ah,
el horror de aquellas tinieblas que todo el fuego,
el enorme fuego de la ciudad ardida no alcanzaba
á dominar; y aquel hedor de pingajos, de azufre,
de grasa cadavérica en el aire seco que hacía escupir sangre; y aquellos clamores que no sé cómo
no acababan nunca, aquellos clamores que cubrían
el rumor del incendio, más vasto que un huracán,
aquellos clamores en que aullaban, gemían, bramaban todas las bestias con un inefable pavor de
eternidad!...
eternidad!...


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Bajé á la cisterna, sin haber perdido hasta entonces mi presencia de ánimo, pero enteramente
Bajé á la cisterna, sin haber perdido hasta entonces mi presencia de ánimo, pero enteramente
erizado con todo aquel horror; y al verme de
erizado con todo aquel horror; y al verme de pronto en esa obscuridad amiga, al amparo de la frescura, ante el silencio del agua subterránea, me
pronto en esa obscuridad amiga, al amparo de la
frescura, ante el silencio del agua subterránea, me