Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XIX»
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»Son éstos como oráculos juiciosos de la verdad, inapasionables jueces de los méritos, pero singulares, y que no se rozan sino con otros discretos, porque la verdad no se puede fiar, ni a la malicia ni a la ignorancia: aquella por malsín<ref>''malsín:'' mentiroso, malintencionado.</ref> y esta por incapaz; mas cuando por suma felicidad se encuentran dos de estos y se comunican sentimientos, crisis, discursos y noticias, señálese aquel rato con preciosa piedra y dedíquese a las Musas, a las Gracias y a Minerva.<ref>La antigüedad grecorromana marcaba con piedras blancas o negras los días dichosos e infaustos. Esta costumbre se observa en Horacio, ''Satirae'', II, II, 246; Persio, II, 1-2 y Marcial, ''Epigrammata'', XII, XXXIX, 4-7, según datos de Romera-Navarro.</ref>
»Ni es solamente especulativa esta discreción, sino muy práctica, especialmente en los del mando, porque a la luz de ella descubren los talentos para los empleos, sondan las capacidades para la distribución, miden las fuerzas de cada uno para el oficio y pesan los méritos para el premio, pulsan los genios y los ingenios, unos para de lejos, otros para de cerca, y todo lo disponen porque todo lo
»Gran felicidad es la libertad de juicio, que no la tiranizan ni la ignorancia común ni la afición especial; toda es de la verdad, aunque tal vez por seguridad y por afecto la quiere introducir al sagrado de su interior, guardando su secreto para sí.
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