Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XIX»

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Línea 36:
»Son éstos como oráculos juiciosos de la verdad, inapasionables jueces de los méritos, pero singulares, y que no se rozan sino con otros discretos, porque la verdad no se puede fiar, ni a la malicia ni a la ignorancia: aquella por malsín<ref>''malsín:'' mentiroso, malintencionado.</ref> y esta por incapaz; mas cuando por suma felicidad se encuentran dos de estos y se comunican sentimientos, crisis, discursos y noticias, señálese aquel rato con preciosa piedra y dedíquese a las Musas, a las Gracias y a Minerva.<ref>La antigüedad grecorromana marcaba con piedras blancas o negras los días dichosos e infaustos. Esta costumbre se observa en Horacio, ''Satirae'', II, II, 246; Persio, II, 1-2 y Marcial, ''Epigrammata'', XII, XXXIX, 4-7, según datos de Romera-Navarro.</ref>
 
»Ni es solamente especulativa esta discreción, sino muy práctica, especialmente en los del mando, porque a la luz de ella descubren los talentos para los empleos, sondan las capacidades para la distribución, miden las fuerzas de cada uno para el oficio y pesan los méritos para el premio, pulsan los genios y los ingenios, unos para de lejos, otros para de cerca, y todo lo disponen porque todo lo comprendencomprehenden. Eligen con arte<ref>''Con arte:'' con método. Como en el título de ''Oráculo manual y arte de prudencia'' o ''Agudeza y arte de ingenio''. «Arte» era </ref>, no por suerte; descubren luego los realces y los defectos de cada sujeto, la eminencia o la medianía, lo que pudiera ser más y lo que menos. No tiene aquí lugar la pía afición, que primero es la conveniencia, no la pasión ni el engaño, los dos escollos celebrados de los aciertos, que si éste es engañarse, aquélla es un quererse engañar. Siempre integérrimos jueces de la razón, que sin ojos ven más y sin manos todo lo tocan y lo tantean.
 
»Gran felicidad es la libertad de juicio, que no la tiranizan ni la ignorancia común ni la afición especial; toda es de la verdad, aunque tal vez por seguridad y por afecto la quiere introducir al sagrado de su interior, guardando su secreto para sí.