Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XIX»
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»Esta eminencia hizo a Tácito tan plausible en lo singular, y venerado a Séneca en lo común.<ref>Tácito trababa asuntos referidos a personajes ilustres, mientras que Séneca se ocupaba de la gente común.</ref> No hay prenda más opuesta a la vulgaridad; ella sola es bastante a acreditar de discreto. El vulgo, aunque fue siempre malicioso, pero no juicioso, y aunque todo lo dice, no todo lo alcanza, raras veces discierne entre lo aparente y lo verdadero; es muy común la ignorancia, y el error muy plebeyo. Nunca muerde sino la corteza, y así todo se lo bebe y se lo traga, sin asco de mentira.
»¡Qué es de ver uno de estos censores del valor y descubridores del caudal,<ref>caudal es aquí, como en los realces II, III y V donde ya apareció, juicio, entendimiento. Véase realce II, n. 2.</ref> cómo emprende dar alcance a un sujeto! ¡Pues qué, si recíprocamente dos juiciosos se embisten a la par, con armas iguales de atención y de reparo, deseando cada uno dar alcance a la capacidad del otro! ¡Con qué destreza se acometen! ¡Qué precisión en los tientos! ¡Qué atención a la razón! ¡Qué examen de la palabra! Van brujuleando
»De esta suerte van haciendo anatomía del ánimo, examen del caudal, registrando y ponderando tanto los discursos como los afectos, que de la excelencia de entrambos se integra una superior capacidad. No hay halcón que haga más puntas a la presa, ni Argos que más ojos multiplique, como ellos atenciones a la ajena intención, de modo que hacen anatomía de un sujeto hasta las entrañas y luego le definen por propiedades y esencia.
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