Diferencia entre revisiones de «El Discreto/Realce XIX»

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Línea 12:
«Muy a lo vulgar discurrió Momo cuando deseó la ventanilla en el pecho humano; no fue censura, sino desalumbramiento, pues debiera advertir que los zahoríes de corazones, que realmente los hay, no necesitan ni aun de resquicios para penetrar al más reservado interior. Ociosa fuera la transparente vidriera para quien mira con cristales de larga vista, y un buen discurso propio es la llave maestra del corazón ajeno.<ref>Gracián alude a que no es necesario a aquel que tiene anteojos de buena vista que los hombres lleven una ventana en el pecho para verles el corazón, como pide la anécdota de Momo tomada de ''Hermotino o las sectas filosóficas'', XX, de Luciano de Samosata, que luego recogen Boccalini en ''I Ragguagli di Parnaso'' (Venecia, 1612) y Mateo Alemán en el ''Guzmán de Alfarache'', II, I, 8; autores estos dos últimos leídos y admirados por el aragonés.</ref>
 
»El varón juicioso y notante (hállanse pocos, y por eso más singulares) luego se hace señor de cualquier sujeto y objeto, Argos al atender y lince al entender.<ref>Se trata de Argos Panoptes (Άργος Πανοπτης, «Argos todo ojos»), que era un gigante con cien ojos, vigilante muy efectivo, pues solo algunos de sus ojos dormían en cada momento, habiendo siempre varios otros aún despiertos. Por otro lado es proverbial la vista del lince, expresión que todavía hoy es de uso común: "ser un lince", con el sentido metafórico con el que Gracián está jugando.</ref> Sonda atento los fondos de la mayor profundidad, registra cauto los senos del más doblado disimulo y mide juicioso los ensanches de toda capacidad. No le vale ya a la necedad el sagrado de su silencio, ni a la hipocresía la blancura del sepulcro. Todo lo descubre, nota, advierte, alcanza y comprendecomprehende, definiendo cada cosa por su esencia.
 
»Todo grande hombre fue juicioso, así como todo juicioso fue grande, que realces en la misma superioridad de entendido son extremos del ánimo. Bueno es ser noticioso, pero no basta; es menester ser juicioso; un eminente crítico vale primero en sí, y después da su valor a cada cosa; califica los objetos y gradúa los sujetos; no lo admira todo ni lo desprecia todo; señala, sí, su estimación a cada cosa.
Línea 18:
»Distingue luego entre realidades o apariencias, que la buena capacidad se ha de señorear de los objetos, no los objetos de ella, así en el conocer como en el querer. Hay zahoríes de entendimiento que miran por dentro las cosas, no paran en la superficie vulgar, no se satisfacen de la exterioridad, ni se pagan de todo aquello que reluce; sírveles su critiquez de inteligente contraste para distinguir lo falso de lo verdadero.
 
»Son grandes descifradores de intenciones y de fines, que llevan siempre consigo la juiciosa contracifra.<ref>''contracifra:'' clave. (DRAE). El conjunto de reglas y correspondencias que explican un código de signos convenidos para la transmisión de mensajes secretos o privados.</ref> Pocas victorias blasonó de ellos el engaño, y la ignorancia menos.
 
»Esta eminencia hizo a Tácito tan plausible en lo singular, y venerado a Séneca en lo común.<ref>Tácito trababa asuntos referidos a personajes ilustres, mientras que Séneca se ocupaba de la gente común.</ref> No hay prenda más opuesta a la vulgaridad; ella sola es bastante a acreditar de discreto. El vulgo, aunque fue siempre malicioso, pero no juicioso, y aunque todo lo dice, no todo lo alcanza, raras veces discierne entre lo aparente y lo verdadero; es muy común la ignorancia, y el error muy plebeyo. Nunca muerde sino la corteza, y así todo se lo bebe y se lo traga, sin asco de mentira.
 
»¡Qué es de ver uno de estos censores del valor y descubridores del caudal, cómo emprende (sic) dar alcance a un sujeto! ¡Pues qué, si recíprocamente dos juicios se embisten a la par, con armas iguales de atención y de reparo, deseando cada uno dar alcance a la capacidad del otro! ¡Con qué destreza se acometen! ¡Qué precisión en los tientos! ¡Qué atención a la razón! ¡Qué examen de la palabra! Van brujuleando el ánimo, sondando los afectos, pesando la prudencia. No se satisfacen de uno ni de dos aciertos, que pudo ser ventura, ni de dos buenos dichos, que pudo ser memoria.
 
»De esta suerte van haciendo anatomía del ánimo, examen del caudal, registrando y ponderando tanto los discursos como los afectos, que de la excelencia de entrambos se integra una superior capacidad. No hay halcón que haga más puntas a la presa, ni Argos que más ojos multiplique, como ellos atenciones a la ajena intención, de modo que hacen anatomía de un sujeto hasta las entrañas y luego le definen por propiedades y esencia.